En la Ciudad de México muchas personas no pueden dejar de trabajar pese la contingencia del COVID-19. Es el caso de albañiles y personal de la construcción que mitigan el riesgo con gel antibacterial
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
«La verdad es que a todos nos hacen un favor, porque todos los que trabajamos aquí vivimos al día», explica Miguel González Castillo. Miguel coloca bloques de hormigón para construir paredes en el desarrollo de Mítikah, al sur de la Ciudad de México. Es una de las construcciones privadas más grandes en la urbe, con más de 60 niveles..
“Nos dijeron que no iban a parar. Que únicamente se tomaban medidas de prevención como sanitización al ingreso, en los descansos, en la comida y a la salida”, asegura el obrero. Este conjunto de torres cerró ya cuatro veces por no contar con los permisos necesarios y por violar normas de construcción y de desarrollo urbano. Ahora, ni la la pandemia mundial la pudo detener.
Como si cubriera este sector de la construcción con un manto protector, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, aseguró dos días antes que las obras públicas o privadas en la ciudad no pararían por su importancia económica.
En la capital, como en el resto del país, la actividad de la construcción es uno de los principales motores económicos. Aunque en el último año la actividad del sector tuvo un desplome de 84.9 por ciento en su actividad respecto a 2018.
El anuncio estuvo respaldado por un acuerdo publicado el martes 24 de marzo en la gaceta oficial de la Ciudad de México. En el documento se especifica que no se pueden suspender totalmente las obras de la ciudad que generan empleos directos.
“En cada obra habrá un responsable de implementar las medidas ante la contingencia, quien dará seguimiento para que se lleven a cabo y deberá garantizar el suministro de agua, jabón, cubrebocas, gel antibacterial y termómetros”, explicó Sheinbaum en esa conferencia.
Además de no detener la operación en construcciones actuales, la Jefatura de Gobierno permitirá la continuación en obras que estaban suspendidas.
Al inicio del actual sexenio, la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios acusó tener casi 90 obras paradas. Esto representaba una inversión detenida de casi 7 mil 200 millones de dólares, lo que no sólo significaba pérdidas para los constructores, sino baja de trabajos para la ciudad.
Hace unos meses, después de varios intentos de acercamiento entre el gobierno local y la industria de la construcción, algunas de estas obras volvieron a iniciar sus labores.
Las más recientes son 17 edificaciones. La mayoría, aprobadas durante el sexenio de Miguel Ángel Mancera, canceladas por no tener los permisos correspondientes, o por presentar conflictos administrativos.
En la misma conferencia, del pasado miércoles 25 de marzo, además del anuncio de no parar la construcción, la jefa de Gobierno informó anunció un acuerdo por el que se permitía el inicio de estas obras de manera inmediata, recién terminada la contingencia sanitaria.
“Estamos hablando particularmente de Paseo de la Reforma, una serie de obras que pueden llegar a potenciar el empleo a cerca de 200 mil empleos al año, son obras que ya se habían trabajado con los desarrolladores y que no tienen problemas de conflicto vecinal”, aseguró ese día Sheinbaum Pardo.
Algunos de estos edificios han violado reglas de construcción y de preservación de inmuebles catalogados con valor artístico e histórico, como la Torre Cuarzo, en Reforma 26.
A pesar de que los interesados en reanudar las obras en estos 17 puntos podrán iniciar obras tan pronto temine la cuarentena, hay obras que no se detienen, como las de Mítikah.
A pesar del rechazo de los vecinos y de las críticas de diversas organizaciones civiles, ya tiene dos torres nuevas de un complejo de varios edificios. Visto desde fuera parece una pequeña ciudad amurallada atiborrada de relucientes edificios que se aprietan por despegar de la tierra.
En este sitio de obra, las calles lucen vacías, salvo por personal de la construcción que a cuentagotas entra y sale. Miguel Ángel González Morales, el prevencionista responsable de la obra (la persona que se asegura que haya gel antibacterial y jabón en los baños, entre otras cosas) asegura que se están tomando las medidas necesarias para evitar los contagios.
“Si me dice uno de los compañeros: ‘oye, sabes qué, es que me siento muy mal’, entonces le damos su pase de salida y se va. Como se presentó a trabajar, pero dadas las circunstancias tuvo que retirarse, no hay problema, se le respeta su pago del día siempre y cuando se justifique con una incapacidad del seguro social”, explica.
Según Miguel Ángel, en esta obra no dejan trabajar a ninguna persona que no cumpla con dos requisitos: que esté afiliada al Seguro Social y que tenga su equipo de protección: casco, botas y chaleco reflejante.
“Hasta eso, en esos detalles sí es una empresa muy responsable, en otros no sé, pero en eso sí”, dice.
La situación no es igual en otras obras de la ciudad. Felipe trabaja como albañil en la construcción de un edificio de departamentos sobre avenida Plutarco Elías Calles, casi esquina con el Eje 7 Sur. Como Miguel, él y su familia viven al día de lo que gana en la obra, pero Felipe no tiene seguro social. “Si me enfermo, no sé qué voy a hacer, aguantar y trabajar lo más que pueda”, dice con una mueca de preocupación. A él, más que enfermarse del nuevo virus, le preocupa no comer.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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