11 marzo, 2020
Tras el grave accidente del Metro en la estación Tacubaya es importante saber de las causas. Pero en el análisis no deben extraviarse los posibles orígenes: el desprecio y corrupción de los gobiernos pasados. Y la innegable responsabilidad de Miguel Ángel Mancera Espinosa, el “intocable” senador obligado a rendir cuentas
Twitter: @anajarnajar
El accidente en la estación Tacubaya del Sistema de Transporte Colectivo (STC) es el más grave desde 1975, cuando dos trenes de la línea 2 del Metro chocaron. Hubo 70 lesionados y 31 personas muertas.
Esta vez el saldo fue de 41 heridos y un hombre fallecido. La forma como ocurrió el accidente fue parecida: un convoy embistió a otro estacionado.
No se conocen las causas del percance, pero de lo que se ha informado –especialmente por el Sindicato- lo más probable es que se trate de una falla mecánica.
Es importante saber por qué ocurrió el accidente. Pero también lo es recordar que el Metro arrastra una larga historia de denuncias y problemas por falta de mantenimiento, irregularidades en el uso de recursos y el férreo monopolio de un sindicato creado en los tienpos del viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Hasta que no concluyan las investigaciones es irresponsable culpar al gobierno de Claudia Sheinbaum.
Pero también es innegable que las deficiencias en el STC, así como una larga lista de irregularidades, abusos, violencia y corrupción son parte de la herencia maldita que dejó el anterior jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.
Durante los casi seis años que gobernó a Ciudad de México el hoy senador con fuero supo de las críticas y quejas por la falta de inversión en el mantenimiento de escaleras eléctricas, la compra de refacciones para los trenes y hasta en los procesos para modernizar la venta de boletos y tarjetas.
No está claro si ordenó resolver los problemas, o si realmente le interesó hacerlo.
En cambio escurrió el bulto. Primero culpó a su antecesor de las irregularidades en la construcción en la línea 12.
Mancera y sus voceros presentaron el caso con una conocida estrategia de guerra sucia: repetir y repetir las fallas en el diseño de la llamada Línea Dorada para sensibilizar a los capitalinos para una decisión que el abogado adoptó después:
Aumentar la tarifa del Metro con el argumento de que se necesitaban recursos para atender las fallas y mejorar el servicio. Lo consiguió. Las arcas de su gobierno recibieron más dinero.
Pero el servicio no mejoró. Las fallas no se corrigieron. Miles de personas con problemas de movilidad fueron obligadas a usar escaleras convencionales porque las eléctricas no funcionaban.
La seguridad para millones de usuarias se mantuvo con serias deficiencias.
Los incidentes de trenes con llantas que se incendian, de convoyes que se mueven a 70 kilómetros por hora con puertas abiertas o los que permanecían hasta 15 minutos detenidos en días de intenso calor, con miles de pasajeros hacinados en una virtual caja de sauna, eran frecuentes.
Quizá la muestra más clara del desdén de Mancera a la crisis en el Metro ocurrió la tarde del 5 de mayo de 2015, cuando un tren chocó con otro detenido en la estación Oceanía de la Línea 5.
Oficialmente el convoy resbaló en las vías, mojadas por una lluvia intensa. La solución del Jefe de Gobierno y su equipo fue cubrir unos metros del riel con un techo improvisado.
Y como éstas hay decenas, tal vez cientos de historias cotidianas entre los usuarios del STC.
El Metro es una parte del legado del controvertido senador, doctor en derecho, el procurador de Justicia que antes de su designación como candidato se presentó como el súper funcionario valiente que arriesgó su vida en el asalto a una casa de empeño con rehenes, en abril de 2010.
Un evento que se transmitió casi en cadena nacional por las televisoras, por cierto.
El resto de la herencia maldita es conocido. Se llama Cartel Inmobiliario, como le nombró una investigación periodística.
Se llama Unión Tepito, Cartel Jalisco Nueva Generación, La Familia Michoacana, la banda de Los Beltrán Leyva, El Ojos y su pandilla en Tláhuac, la extorsión cotidiana a negocios en barrios como la Condesa o Polanco.
Eran protagonistas ajenos a la capital del país, luego huéspedes inamovibles tras el gobierno de Mancera.
La herencia también son personas desaparecidas, fosas clandestinas de narcos por primera vez en CDMX, vengadores anónimos en el transporte público, mansiones en Estados Unidos para los colaboradores del funcionario, millones y millones de pesos del presupuesto con destino incierto.
Es complicado culpar al anterior gobierno de Ciudad de México de todo lo que ahora sucede. Claudia Sheinbaum y sus colaboradores tienen parte de responsabilidad, sobre todo en el pasmo, la reacción tardía o mal comunicada en horas de crisis.
En el escenario de estos casi 16 meses de gobierno pesa, y mucho, la decisión de no competir mediáticamente con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Pero en una crisis como el accidente en la estación Tacubaya del Metro, con la oposición engolosinada con la violencia, ávida de represión, nostálgica por los días de guerra, sangre y homicidios, sería bueno revisar la estrategia.
Porque en la historia política del presidente de México hay un común denominador: pragmatismo cuando es necesario. Nadie es indispensable en su proyecto.
Miguel Ángel Mancera Espinosa debe rendir cuentas. Es una tarea ineludible para Claudia Sheinbaum Pardo. Para la 4T. Para el futuro político de la Jefa de Gobierno.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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