En los 25 años de Policía Comunitaria en Guerrero, hay una historia poco visible, o mejor dicho, invisibilizada: la seguridad comunitaria no hubiera sido posible sin la participación directa de las mujeres, así como todo el trabajo no remunerado que ha sostenido la resistencia de los pueblos
Texto: Kau Sirenio
Fotos: Eduardo Castellanos
CUANACAXTITLÁN, GUERRERO– Las comunidades indígenas del municipio San Luis Acatlán, Costa Chica y Malinaltepec de la región Montaña llevaban media década aterradas cuando se organizaron para construir su seguridad comunitaria.
Los asaltos en las carreteras y brechas eran una constante, y el gobierno nunca actuó. Las víctimas de esta ola de violencia fueron en su mayoría mujeres. Hubo casos extremos, en los que fueron ultrajadas y asesinadas por no llevar dinero. Estos hechos ocurrían ante los esposos que atónitos veían sin poder intervenir porque las condiciones de fuerza y de arma eran inferiores.
Pero el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en enero de 1994, en Chiapas, hizo que en Guerrero también se alzaran voces contra de la violencia social e institucional. Reclamaron entonces el derecho a una vida sin violencia. Fue así como impulsaron la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitaria.
El 15 de septiembre de 1995, en Cuanacaxtitlán, nació la policía auxiliar de camino. Diez voluntarios resguardarían la carretera Cuanacaxtitlán–San Luis Acatlán. Las mujeres no se quedaron atrás. Al día siguiente recabaron dinero y para los cartuchos y armas de los nuevos policías. María Aldama García, Elsa Aldama Garzón, Micaela Emiliano (fallecida el año pasado) Justo y María Pioquinto Ortega formaron la primera brigada de apoyo a la comunidad. Y después vinieron otras más.
Desde esa fecha, el ascenso de las mujeres indígenas en el proceso reivindicativo por los derechos sociales, políticos, culturales, ambientales, económicos y sexuales fueron las banderas de lucha de las ña’á savi (mujer de la lluvia). Así, ocuparon un espacio que antes les era negado por ser mujeres.
Los primeros años, la lucha de las mujeres en San Luis Acatlán fue invisible para muchos hombres. Y también para organizaciones sociales que acompañaron este proceso comunitario. Las mujeres que lideraron a sus comunidades fueron mal vistas por los hombres y varios no permitían que una mujer ocupara un cargo de importancia en sus comunidades.
Sin embargo, muchas mujeres salieron de sus casas, recorrieron montañas, ríos y laderas para comunicarse con otras mujeres y así impulsar una organización de mujeres indígenas en territorio comunitario.
Estas fueron pocas, casi una por comunidad: Apolonia Plácido Valerio y Paula Silva, de Buenavista; Elsa Aldama Garzón y Asunción Ponce Ramos, de Cuanacaxtitlán, municipio de San Luis Acatlán.
Durante la construcción de la policía comunitaria, las esposas de los policías, comandantes, coordinadores, consejeros y las propias mujeres fundadoras vivieron con sus esposos el costo económico y emocional que implica tener a un integrante de la familia dentro de la policía comunitaria, siempre con la certeza de que es en beneficio de la comunidad.
En 2009 se publicó un folleto titulado Mirada desde las mujeres, coordinado por la antropóloga Teresa Sierra, donde se relata la vivencia de las mujeres durante el proceso comunitario. El folleto contiene entrevistas con esposas de los comandantes y policías, así como mujeres fundadoras de la CRAC.
En aquel, Paula Silva entrevista a Esperanza Flores Ríos, esposa de un ex comandante de Cuanacaxtitlán, quien habla de su temor por su esposo:
“Yo me quedaba siempre preocupada, a ver si regresaba, porque ya ve que los problemas estaban duros, los asaltos en los caminos (…) yo estaba preocupada de que fuera a haber algún enfrentamiento y ya no regresara…”.
Por su parte Emiliana Gallardo, esposa del señor Leandro Calleja, de Pueblo Hidalgo, narra en el folleto de cómo las mujeres dejan en claro el sufrimiento y esfuerzo apoyando a sus maridos o hijos metidos de policías comunitarios. También de cómo es que esto se vio recompensado, sabiendo que se luchaba por la seguridad del pueblo:
“Él luchó, luchó mucho por las personas y andaba en peligro, para mí andaba mucho en peligro porque andaba de noche, que tal si ahí salían otras personas malas o salían animales venenosos, pero a ellos no les importaba su vida sino que lucharon para poder defender a las personas (…).
Pasaban aquí y me pedían alimento de noche, me paraba a moler de noche para que ellos coman. Yo molía, echaba las tortillas y pues ni modo, aunque sea con molino de mano luchaba yo para que comieran ellos (…)
Sufrí mucho, mucho tiempo yo solita con mis hijos, diez años de servicio que dio, diez años (…).
Los chivos que tenía los abundé y ya entonces lo vendí todo, compré una copiadora pequeña (…), empecé a trabajar y gracias a dios de ahí salía dinero, me ayudaba mucho con mis chamaquitos que iban a la escuela y también a él, porque no tenían dinero en la mano en donde andaban, pasaba él y me pedía: ‘Oye, no tienes un poquito que me ayudes porque yo ando sin nada’. A veces quieren tomar un refresco o quieren comer donde salen. Tienen hambre, pues. Yo lo apoyaba, aunque sea tristemente andaba yo con mis chamacos, así luchaba yo (…) Lo apoyé mucho a él para que pudiéramos luchar en ese tiempo. Fue muy triste, mucho trabajo (…) luchamos por nuestro pueblo, luchamos por nuestros hijos…”.
En la misma publicación, la señora Elsa Aldama Garzón relata su experiencia como fundadora de la CRAC:
“Aquí violaban a las mujeres. Por eso nos vimos en la necesidad de hablar con el Comisariado (…) ya no aguantábamos tantos asaltos, trabajábamos nada más para los puros mañosos. El Comisariado nos dijo: ‘¿Entonces ustedes mujeres nos van a echar la mano?’. ‘Sí’, dijimos, vamos a ir casa por casa pidiendo una ayuda. Y sí lo logramos, apoyaron, ahora sí que ya estaba el dinero, se hizo la reunión y se buscaron los señores que iban a ir a ver lo de la policía (…) se fue la Comisión a Chilpancingo, vinieron y se hizo otra reunión que sí estaba aprobado, que ya habían dado el permiso y se buscaron los señores aquí, voluntarios y todos dijeron yo le entro, con sus propias armas y ya se fueron a resguardar el camino…”.
“El apoyo que dimos a nuestro sistema de seguridad y de justicia fue y es diverso: Hay mujeres que de manera decidida tomaron parte activa de la Comunitaria, ocupando cargos y realizando funciones específicas, mujeres valientes e indispensables que jugaron un papel clave para que la Comunitaria llegara a ser lo que hoy en día es: un sistema amplio de justicia y seguridad, que garantiza la tranquilidad y la paz social en la región. Algunas compañeras que fueron parte de este proceso nos comparten sus experiencias”, dice Paula Silva.
Elsa agrega: “Fuimos a una reunión y estábamos buscando (elegir) al Comisario y ¿quién quería?, nadie, porque se estaban matando, estaba la matazón, nadie quería ser Comisario, nadie, hasta ni iban a la reunión. Puras mujeres íbamos. Y entonces dijeron: ‘nosotros proponemos a la señora Elsa’; pero yo dije: ‘no, no puede ser, cómo creen, yo soy mujer’. ‘No’, dicen; entonces contestó el señor, el profesor Pedro, dijo: ‘no, también mujeres pueden ser, tienen el mismo derecho que tiene el hombre, puede ser ella’, y sí, todos se fueron a votación y sí, ni modos, dice, pues que más, me puse las pilas y órale a trabajar (…) no quisieron los hombres ser Comisarios, me pusieron a mí como mujer, porque estaba el problema grande en el pueblo, estaba la matazón, dirían vamos a poner a esta mujer a ver qué hace, y no. Con favor de dios aquí estoy”.
La participación de las mujeres no ha sido continua y no ha tenido un reconocimiento en la propia CRAC y menos por parte del estado.
En 2005, al cumplirse el décimo Aniversario de la Policía Comunitaria, en Pueblo Hidalgo, por primera vez en la historia, se creó una mesa de trabajo para abordar la participación de las mujeres y sus derechos en la Comunitaria.
Al siguiente año en la Asamblea Regional se nombró una Comisión de Mujeres de la CRAC, integrada por : Carmen Ramírez Aburto, Teófila García y Catalina García.
Martha Sánchez Néstor dice en el libro Doble mirada, voces e historias de las mujeres indígenas latinoamericanas:
“Las mujeres están accionando en el campo de la capacitación y formación en temas sobre salud, educación, cultura, derechos humanos, derechos sexuales y reproductivos, mortalidad materna, derechos indígenas, convenio 169 de OIT, autonomía, convenciones y declaraciones internacionales sobre derechos de las mujeres, salud reproductiva, violencia, identidad y usos y costumbres…”.
A 25 años de lucha de mujeres indígenas en el territorio comunitario, aún no han llegado a puesto de representación popular como regidoras en los ayuntamientos, la discriminación de género continúa, porque ese cargo sólo es ocupado por la clase política de la cabecera municipal.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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