Los periódicos populares, o de «nota roja» lucran con el morbo, pero también suelen ser los primeros testigos de la brutal realidad que vive el país. Estos tabloides fueron blanco de críticas por la difusión de fotografías del crimen de Ingrid Escamilla. ¿Qué aportan? Dos periodistas, la directora de El Gráfico y la directora editorial del grupo de medios al que pertenece La Prensa, responden esa pregunta
Texto: Daniela Pastrana y José Ignacio De Alba
Fotos: María Fernanda Ruiz y Duilio Rodríguez
CIUDAD DE MÉXICO.- Estos periódicos son los más vendidos del país. Su costo es bajo y comúnmente sus portadas “escurren sangre”. Son, también, una muestra del periodismo más viejo que hay en México. Publicaciones que circulan por debajo de los círculos académicos y de organizaciones de Derechos Humanos.
Recientemente fueron objeto de debate por la difusión de fotografías explícitas del feminicidio de Ingrid Escamilla, una joven de 26 años que fue asesinada en su casa por su pareja sentimental, quien después del crimen intentó deshacerse del cuerpo mutilándolo.
Al mediodía del viernes 14 de febrero, un grupo de 30 mujeres protestó frente a las instalaciones del periódico Reforma, que edita Metro, para reclamar a reclamar la no publicación de imágenes que dañen a las víctimas; más tarde, un contingente más numeroso llegó a las instalaciones de La Prensa, para reclamar lo mismo. La protesta derivó en un zafarrancho, en el que las manifestantes quemaron vehículos particulares y mujeres policías las rociaron con gases.
«Nuestros cuerpos no son un show», reclamaron las mujeres que protestaban.
Martha Ramos, directora editorial de la Organización Editorial Mexicana (OEM), al que pertenece La Prensa, y María Félix, directora de El Gráfico, el periódico popular de El Universal, aceptan conversar con Pie de Página sobre el trabajo que realizan al frente de esto medios, que muchas veces, dicen, son estigmatizados por prejuicios de clase.
Porque aún entre los periódicos populares hay diferencias profundas.
En el caso de Ingrid Escamilla, el único que publicó en portada las imágenes explícitas del cuerpo completo mutilado, junto con un título «Todo fue por Cupido» fue Pásala, que pertenece al Grupo Editorial Notmusa (edita también publica Récord, Tv Notas y H, entre otros).
Los otros publicaron las fotos del detenido, vendado y ensangrentado, y de los interiores del lugar. El Gráfico incluyó una foto de la joven en vida. La Prensa, en cambio, publicó una fotografía del exterior del edificio, la del detenido y otra más pequeña donde se ve la mitad del cuerpo mutilado.
— ¿Cuál fue el criterio para publicar esa imagen en la portada?
— La brutalidad— responde de Martha Ramos.
La periodista defiende la decisión del medio: dice que ellos no identificaron a la víctima. No pusieron el nombre, ni el rostro. Incluso cuenta que el director editorial de La Prensa, Luis Carriles, consultó la publicación con el abogado para confirmar que estaban dentro de los parámetros de la ley. Desde su perspectiva, lo que podría cuestionarse es la publicación de la fachada del edificio, porque eso permite ubicar el lugar, pero no la foto.
— Podemos debatir lo que sea, pero es un feminicidio atípico donde se cosificó el cuerpo. El impacto es porque va en portadas. Si la mandamos a interiores porque “híjole, le vamos a arruinar el desayuno a alguien”, no se lee. Pero nosotros no identificamos a la víctima.
— ¿La sangre vende?
— No, lo que vende es el morbo. Si tú le enseñas al lector algo muy brutal, la gente no alcanza a procesarlo.
La Prensa es el periódico más popular en el país. Tiene un tiraje 260 mil ejemplares diarios de acuerdo con el registro de la Secretaría de Gobernación
Fundado en 1928, forma parte de la empresa periodística más grande de México: Organización Editorial Mexicana, que publica 50 periódicos en casi todo el país (entre ellos, todos los soles), 23 radiodifusoras y 43 portales.
Martha Ramos asumió la dirección editorial del grupo hace 4 años, cuando hubo un relevo en la dirección de la empresa tras la muerte del fundador, Mario Vázquez Raña.
Su nieto, Francisco Torres Vázquez, actual viceperesidente ejecutivo, tiene una visión más moderna del periodismo y de los negocios, por lo que el grupo ha disminuido la cantidad de páginas dedicadas a la nota roja, para sustituirlas por temas “más sociales”.
Esto, dice ella, provocó un aumento de 40 por ciento en las ventas. «Hay muchas estadísticas que muestran que la gente ya no lee porque está harta de las malas noticias, porque la estresas y no le ayudas a tomar una decisión», explica.
La empresa está cambiando por los propios criterios comerciales, dice. Y pone sobre la mesa varios ejemplos.
Primero, el Esto, el diario deportivo de mayor circulación y que durante años publicó la foto de una mujer desnuda en su «página 3», dejó de hacerlo. «Un día dijimos, vamos a probar cómo reacciona la gente y recibimos sólo 8 llamadas, así que lo quitamos. Y hemos dado mucha cobertura al deporte de mujeres… el deporte femenino vende bien», dice mientras muestra una portada de boxeadoras.
El segundo ejemplo es el del Sol de Cuautla y el Sol de Cuernavaca, que eliminaron la sección de nota roja e incluyeron la información de seguridad dentro de la sección local. Ramos cuenta que la primera oposición a ese cambio fue de las autoridades locales, que les dijeron: “van a decir que te estamos pagando por no publicar”. Pero ella asegura que “si funciona la transición la vamos a replicar”.
La Prensa tiene tiempo de haber mandado la nota roja a la contraportada, y generalmente la portada es de temas sociales o políticos.
No es algo menor, dice Ramos. El público de La Prensa es fiel y conservador. No acepta fácilmente cambios, ni siquiera de diseño, «menos que le quites al arzobispo los domingo».
Por eso, desde su perspectiva, las mujeres que acudieron a las instalaciones de La Prensa a manifestarse el 14 de febrero enjuiciaron al medio por la portada de un día, pero no hicieron una revisión sobre la cobertura que ha dado el tabloide al tema.
“La Prensa es el periódico que ha llevado más casos de feminicidio en la portada, todas las marchas, todas las tomas de la UNAM las hemos llevado”, insiste.
— ¿Qué ha fallado en sus coberturas?
— Nos queda claro que están muy enojadas (las mujeres que protestaron frente al diario) y si no conectamos con ellas es que en algo hemos fallado.
La desigualdad en México se refleja también en sus periódicos. El gran público olvidado por los grandes editores y reporteros, acude a publicaciones que cuestan entre 6 y 8 pesos, donde se ofrece información variada: espectáculos, horóscopos, deportes, hechos de violencia, sexo y acontecimientos de la ciudad. Sus lectores, son la base de la economía: obreros, amas de casa, taxistas y trabajadores.
María Félix, lleva 34 años en El Universal y 12 dirigiendo su periódico popular: El Gráfico. Asegura que los periódicos de nota roja son de las únicas publicaciones que se dedican a sondear los intereses de las clases trabajadoras.
— ¿La gente que busca la nota roja tiene menos acceso a estudios?
— Siete por ciento de nuestros lectores son de clase alta. Pero el morbo no tiene que ver con clases sociales. Las clases altas son más hipócritas, no van a estar en la Alameda leyendo notas rojas. Pero sí lo leen.
Para ella, la principal diferencia entre un diario popular y uno de los matutinos (los periódicos de nota roja nacieron como vespertinos) es que la organización de la información que se ofrece al público tiene un criterio elitista: “El editor cree que lo que le gusta a él, le gusta a todos los demás”.
Para ella la nota roja “es una suma de cosas”, incluso un espacio de inconformidad contra la injusticia. “Yo, evito llevar en portada notas de accidentes, prefiero llevar un asesinato, refleja algo más profundo”.
El Gráfico, dice, es un medio que tiene 36 páginas y sólo 4 de nota roja. Lo demás es la misma información que se puede leer en El Universal, pero con un trabajo de edición mayor, porque las notas son más breves. Y está muy centrado en los temas metropolitanos.
A ella le ha tocado ver cómo aumenta la cantidad de asesinatos y también la crueldad en los homicidios. La nota roja ha hecho un relato sobre los peores años de la ciudad.
Ella la llama “una pesadilla sin fin”.
— ¿Es necesaria la nota roja?
— Si no lo publicáramos, ¿sabrías que están matando de 10, 11 mujeres todos los días? ¿Cómo sabríamos que la burbuja que era la Ciudad de México quedó rota? ¿Cómo sabrías que la Unión Tepito domina todos los puntos de venta de droga de la ciudad? Tendríamos que esperar a que el gobierno lo dijera. La nota roja es el reflejo de una realidad, de algo que está pasando.
— ¿Por qué hay casos que destacan sobre otros?
— Te voy a decir algo políticamente incorrecto: tiene que ver hasta con el aspecto físico. La chica bonita, de universidad, esa es la que destaca. Tenemos infinidad de casos, que quedan olvidados. Tiene que ver hasta con el círculo social donde se movía la víctima, estos elementos logran más fácilmente empatía.
El mismo día de la marcha, el 14 de febrero, hubo otros dos feminicidios, uno de ellos muy similar al de Ingrid Escamilla. Y también hubo un caso sobre una niña en el Estado de México que fue asesinada con una pesa y que el agresor intentó incinerar el cuerpo.
El Gráfico publicó sus historias, del mismo modo que lo hizo con la de Ingrid Escamilla, con fotos de las mujeres vivas.
Sin embargo, esas historias, que ocurren todos los días, pasan desapercibidas para la opinión pública.
Por eso, María Félix no cree que las movilizaciones vayan a marcar un precedente en el trato que dan los medios.
«Toda las protestas están a un nivel de clase media, son sobre todos chavas universitarias. La gente que te compra este periódico ni siquiera saben que están protestando. Yo creo que este análisis está mucho en editores o en gente que se dedica a esto», dice.
La directora de El Gráfico también defiende su cobertura sobre violencia feminicida, que ha sido constante durante más de 7 años. Muestra un fólder rosa con los pdf de decenas de publicaciones sobre feminicidios con los rostros de mujeres asesinadas en la ciudad.
“En el asunto de las mujeres nosotros fuimos los primeros que empezamos a publicar una alerta sobre lo que estaba pasando, creamos una identidad especial llamada ‘ni una menos’ y cada martes publicamos una historia sobre esta violencia. Pero esas historias quedaron olvidadas de las protestas».
El día en que se publicó el feminicidio de Ingrid Escamilla la venta de La Prensa fue normal, no aumentó de forma extraordinaria. Y seguramente su portada habría pasado desapercibida para quienes no consumen ese medio si no fuera porque la foto que circuló en Twitter de un quiosco de periódicos ubicaba la publicación de La Prensa junto a la de Pásala, evalúa Ramos.
En las redes sociales fue donde se difundió el nombre completo de la víctima y el video del detenido, insiste la periodista.
“Ahora nos dicen que hay una revictimización, pero esto pasa una y otra vez. Si corremos el riesgo de no sacar esto no se da a conocer, es lo que a la autoridad le hubiera convenido”, dice.
«Me pareció muy tramposo por parte de las autoridades desviar toda la atención hacia los medios cuando hay una falta de atención a la justicia, el Estado de derecho es bajísimo. El World Justice Project calificó en días pasados a la Ciudad de México en uno de los últimos tres lugares”.
Las mismas fotos fueron distribuidas a través de los grupos de chat de la fuente policiaca. Todos los medios tuvieron acceso a ellas. Pero quienes las filtraron, igual que el video, fueron los policías y ministerios públicos, que son quienes tienen acceso a ese material de primera mano.
Para las dos periodistas, los periódicos populares retratan la realidad. Son el primer contacto con los hechos de violencia y espacios necesarios para transmitir la dimensión de la brutalidad entre el público. Sin embargo, reconocen que deben actuar cada día con más responsabilidad.
Martha Ramos dice que la “nota roja debe evolucionar” y que las historias con más impacto son las mejor contadas, no las que tienen más sangre. Pero también aclara: “si tienes un feminicidio diario, es difícil seguir todas las historias a profundidad”.
— ¿Qué es lo que más alimenta la nota roja? — preguntamos de despedida a María Félix.
— La impunidad.
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