Por medio de un taller de cinematografía, un cineasta juntó a niños y ancianas seris a hacer una película. El cortometraje era sólo el pretexto para que niños y ancianas recordaran las raíces milenarias de su pueblo; sin embargo, también resultó un pequeño poema audiovisual
Texto: Lydiette Carrión
Fotos: Especial
Antonio Coello lo cuenta con nostalgia. Y le cambia la voz. Cuando era niño, viajaba mucho a esos lugares que desde la ciudad calificamos de remotos. Comunidades indígenas, o pueblos remotos. “Mis padres son antropólogos. Yo crecí en su trabajo de campo. Viví en Sinaloa con mi mamá. Esos lugares, me llenaron”.
Antonio niño comía lo que comían en cada lugar. Jugaba con los otros niños, escuchaba sus historias, participó en sus fiestas y danzas, escuchaba sus lenguas…
“Yo me nutría de esas culturas. Yo comía lo que ellos comían”.
Al final, Antonio se iba de vuelta a la ciudad, con la maleta mental y emocional llena de riqueza, pero “me daba tristeza no dejar nada ahí”.
El niño Antonio creció y se convirtió en un joven. Amaba las culturas diversas, pero tenía cierta crítica a la disciplina antropológica. Y es que los antropólogos van, pasan un tiempo en las comunidades, escriben libros bellísimos que leen otro puñado de antropólogos. Pero a la gente de las comunidades no les deja nada.
La antropología, al menos la clásica, no deja cosas útiles a esos pueblos.
Así que Toño de alguna manera renegó de las ciencias sociales y optó por estudiar cine.
“Terminé haciendo algo parecido a la antropología, y a la vez muy diferente”.
“Yo quería hacer productos que fueran importantes para su cultura”, resume Antonio Coello. “No quería entender y ver y escribir libros maravillosos que leyeran tres académicos. A mí me frustraba esto.” Su contrapropuesta fue hacer cine, pero en términos horizontales con los pueblos.
En este caso, con un pueblo muy especial: los seris de Sonora.
¿Esto que quiere decir? Que es una obra de alguna manera en coautoría con el pueblo. O quizá, una obra colectiva, traducida o interpretada por el cineasta. Una traducción de la sensibilidad y cultura seri en lenguaje cinematográfico. No es posible determinar. Pero de lo que no queda duda es que es arte colectivo. De ahí que, de alguna manera, recuerde un poco el proceso de hechura del Popol Vuh, en el que un individuo que sabe escribir en castilla, narra (y sí,probablemente imprima su sensibilidad individual) la mitología de un pueblo.
“Son productos hechos en la lengua y que la gente los hace suyos”, explica Coello. Y hacer eso “es una capacidad muy específica que nadie me enseñó. Y que muy poca gente puede hacer porque no todo el mundo tiene ese bagaje”. El cineasta se refiere a su propia infancia, en la que hizo suyas diversas culturas, y también ciertas herramientas provenientes de la antropología.
¿Cómo emprender un proyecto así?
Pues consiguió una beca de Fonca. En 2013, le otorgaron la beca. De ahí debería hacer un largometraje y el corto. El Fonca le permitió impartir los talleres y toda la preproducción para el cortometraje La Creación del mundo. El segundo producto, un largometraje de ficción titulado Siete Filos, no lo ha podido terminar debido a… pero esa es otra historia.
“Ahora, desde el gobierno se nos estigmatiza (a los becarios del Fonca)”. Durante ese año, “me enfermé de dengue, me endeudé. Por eso me enoja que ahora nos vean como privilegiados. Que me digan privilegiado, me ofende. Porque ya quiero que se vayan a aguantar 50 grados en el desierto de Sonora con dengue. No me lo pasé en la Condesa tomando cervecitas”.
–¿Por qué los seris?
– Porque su lengua es aislada. Osea que no tiene relación con ningún otro idioma del planeta.
El seri, como otros pueblos originarios, sobrevivió a miles de matanzas a lo largo de los siglos. Primero, el exterminio de la colonia española. Pero salieron avantes. Los seris nunca fueron conquistados. Pero luego vino el México de la Reforma.
–Los gobiernos de Sonora y Chihuahua, en 1850 proclamaban leyes que ofrecían recompensas en oro a cambio de asesinar apaches y seris.
Para cobrar el oro por matar indígenas, los cazarrecompensas entregaban las largas cabelleras como prueba de los asesinatos, había distintas tarifas: por niño, mujer y hombre.
Y Antonio enfatiza algo que, si bien es conocido en círculos académicos, en el imaginario popular persiste: “Contrario a lo que describen las películas de vaqueros, ningún grupo indígena tenía por costumbre cortar cabelleras. Era el requisito legal para que los cazarrecompensas pudieran cobrar. Esto ya en México como República.” Y por esto, por estos y otros crímenes que México ya como país independiente cometió contra los pueblos indígenas es que le parece que, antes de exigir disculpas a España, el Estado mexicano debe hacerlo primero.
“A mí sí me parece contradictorio que este gobierno quiera que España se disculpe, cuando México no lo ha hecho. España también, pero antes que nadie, debe hacerlo el gobierno mexicano”, apunta Coello.
Los seris sobrevivieron al exterminio, hambre y marginación. En las últimas décadas, sin embargo, lo que no pudo hacer la iglesia católica en cientos de años -convertir a los seris-, lo hicieron los cristianos evangelistas.
Los pueblos seris han sido influenciados por el protestantismo proveniente de Estados Unidos. “Durante esa conversión, se prohibieron las pinturas faciales, el cabello largo en hombres… un trastorno gravísimo”. Una pérdida de la memoria colectiva.
Entonces, para realizar la película, el trabajo inició con la búsqueda de una historia ya medio olvidada.
El proyecto es aparentemente sencillo: que los niños cuenten, y luego dibujen, animen y filmen los mitos de su pueblo. Pero muchos de los niños ya no conocían las leyendas. Los adultos –muchos de los cuales ya no se animaban a contar las historias– recordaban algunas partes, pero no todas.
Así que “me aventé una investigación en archivos en Arizona”. La Universidad de Arizona, en Tucson, Estados Unidos, contiene el museo más antiguo de la región. En su página de internet, presume tener una de las más largas colecciones de objetos seris.
Ahí, en ese enorme archivo, antonio halló grabaciones con versiones distintas y más completas de los mitos, que aquellas que todavía circulaban. “Encontré esas grabaciones, pero fue un pleitazo”. La hija del lingüista Edward Moser (quien tradujo la biblia al seri) no quería entregar las grabaciones que su madre depositó en el Arizona State Museum bajo “acceso restringido” a pesar de que se le explicó que la copia solicitada era para que la escucharan niños y ancianos seris.
“Tuve que hacer un video, con el Consejo de Ancianos, en el que ellos explicaban: ‘necesitamos esas grabaciones’”, y apelar a que los materiales pertenecen directamente al pueblo.
“Hice mucho trabajo de archivo. Y conseguí muchas cosas valiosas para los niños y ancianas”.
“Realmente, es admirable que esa historia haya podido llegar hasta nuestros días”, reconoce Coello. Los niños seris ya no sabían cuál era el creador de la tradición seri.
En distintos archivos en Arizona, consiguió grabaciones, películas, dibujos y fotos que se hicieron entre los años treinta y sesenta. Así, niños y ancianos de la actualidad accedieron a versiones más completas. Y con estas versiones, empapó a los niños de las diversas variantes.
En el corto, los niños narran el mito de la creación, en su lengua –una lengua que a muchos ya les daba pena hablar, a pesar de lo valiosa, de lo única–.
Sus propios dibujos son animados en stop motion, la música fue hecha con instrumentos tradicionales, algunos de ellos ya en desuso, y basada en 5 cantos tradicionales seris que pudo documentar sobre la creación del mundo. Los niños son también los narradores. Como todo mito que pasa de una generación a otra por las noches o las mañanas, en los cuentos narrados frente a la hoguera o el desayuno, hay diferencias: en una versión, es la deidad Hant Caai, quien hace a los hombres del mundo. Pero una niña le interrumpe: no, no es verdad, mi tata –abuelo– me lo dijo: fue Hant Hasooma. Una tercera voz, interrumpe: “intuyo que Hant Caai, y Hant Hasoona son el mismo.
Hant Hasoona se frotó la piel de la ingle, y de la masita de mugre que cayó, hizo a los hombres.
Ese cortito de la creación, es muy chiquitito, pero tiene un valor incalculable”, presume Coello. Porque es, al igual que el Popol Vuh,: un esfuerzo supremo de recordar y preservar un legado. “El Popol Vuh es eso: un tipo aprendió a escribir con el alfabeto latino y se sentó a escribir en maya Quiché lo que sabía de cómo se había hecho el mundo”.
En este caso, algunos niños hablaban seri, pero otros no. La mayoría de quienes sí lo hablaban eran niñas, explica. “En su mayoría eran niñas”.
–¿Por qué?
–La mamá es la que transmite la lengua.
También, “pasaba que había mucho mestizaje. Los niños mestizos no siempre hablaban la lengua. Pero también entre los niños había vergüenza o discriminación internalizada. Una forma de autodiscriminación. Y eso, lo logramos romper con actividades lúdicas”.
“Logramos hacerles ver que su lengua y cultura son motivo de orgullo. Hicimos, por ejemplo, visitas a sitios arqueológicos a estudiar pinturas rupestres. Y de Arizona traje un mundo de cosas que les permitieron dimensionar la riqueza de su cultura”.
La sinopsis del corto titulado “Hant Quij Cöipaxi Hac” (“La creación del mundo”) describe lo siguiente: “Ancianos y niños seris integraron un laboratorio de animación que los llevó a estudiar pinturas rupestres, antiguos cantos y relatos de tradición oral. Un levantamiento seri contemporáneo comenzó con la adaptación cinematográfica de la historia de la creación”.
Eso incluyó la travesía para conocer su historia y su patrimonio inmaterial. También aprender a animar por medio de stop motion, narrar e interpretar en su lengua, cantar, dibujar y pintar.
El corto fue estrenado el 6 de febrero de 2019 en Desemboque de los Seris, Pitiquito, Sonora. Desde entonces ha sido exhibido y celebrado en diversas partes del mundo. Pero hay un dato que llama la atención: los festivales fuera de México que la han exhibido son sustancialmente más que los de México. Se ha llevado una decena de premios internacionales. Pero solo uno en nuestro país.
Esto, advierte Antonio Coello, puede deberse a que, en marzo de 2019, apenas un mes después del estreno, Coello acusó públicamente a la actual secretaria de Cultura, Alejandra Frausto de “fusilarse” el texto del proyecto que él hizo con ancianas y niñas seris para hacer un desvío de recursos que hasta la fecha sigue violentando sus derechos culturales y que él documentó por medio de solicitudes de acceso a la información. Desde entonces, casi no se exhibe Hant Quij Cöipaxi Hac en México.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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