Giró es coordinador del master de Conflicto y Paz de la Universidad de Barcelona… entre otras cosas. En una plática extensa, narra los mecanismos por los que el periodismo puede encerrar a la sociedad en un discurso que inmoviliza. Y propone formas para que apostemos por la paz y la vida
Texto y foto: Daniela Pastrana
BARCELONA.- El conflicto es parte de la historia de la humanidad. Va con ella, con más o menos grados de violencia. Pero mientras más violencia hay, el problema deja de ser el objeto del conflicto y se convierte en un problema con “el otro”. Ese camino nos deshumaniza.
Para poder regresar al objeto en disputa, hay que eliminar la violencia del conflicto. Y para eso, tenemos que cambiar el enfoque de la información. “Girar el punto de vista”. Salirnos de la trampa del relato de la crueldad.
“Hay que prepararnos para que la cotidianeidad del dolor no nos ahogue y salgamos de eso que nos tiene atrapados. Hay que pensar un plan distinto de información, de influencia en la opinión pública, que cuesta mucho”, resume Xavier Giró.
No es una idea aislada. Giró es profesor de Periodismo Político en la Universidad Autónoma de Barcelona, director del Observatorio de la Cobertura de Conflictos y codirector del postgrado sobre comunicación de conflictos y paz. Del estudio metódico de muchas guerras, ha llegado a una propuesta radical: necesitamos un “pacto por la vida” que involucre a todos los actores.
Un pacto que implica “rehumanizar” a quienes han hecho daño. Cambiarnos los lentes para contar la realidad. Empoderar los movimientos sociales. Trabajar en equipos. Girar la narrativa…. Y ahí es donde entra el periodismo.
“Tenemos que pensarnos, no como periodistas, sino como constructores de ese escenario que queremos lograr –dice Giró–. Preparanos para que la cotidianeidad del dolor no nos ahogue y salgamos del círculo que nos tiene atrapados”.
Paseamos por las calles de Barcelona en septiembre de 2019, unos días antes de que se cumplan dos años del encarcelamiento de nueve líderes políticos y sociales que encabezaron el referéndum separatista. La ciudad es un polvorín. En unos días más, la sentencia condenatoria a nueve y 13 años de prisión incendiará las calles.
Xavi Giró me cita en la Fuente de Canaletas, al inicio de las Ramblas. Llega con Montse, su esposa. Los dos portan el listón amarillo de quienes demandan la libertad de los presos políticos.
Charlamos largo, mientras comemos molindros con chocolate y caminamos por el barrio gótico buscando una chaqueta. La nuestra es una conversación que ha durado años, desde 2014, cuando dio varios cursos para periodistas en la Ciudad de México, Sinaloa y Jalisco.
Ahora, desgranamos el diagnóstico que escuchamos sobre México en el foro que organizaron el Instituto Catalán Internacional para la Paz y la Taula per Mejic y de la dificultad que tenemos para salir de la trampa de la violencia.
De entrada, advierte: “La cosa no es fácil; si fuera fácil ya lo habríamos resuelto”.
Giró tiene un método de análisis del conflicto basado en cuatro preguntas para cada uno de los actores involucrados:
1) ¿Cuál es su problema? (el gobierno, no hay orden, la corrupción, hay muertos)
2) ¿Qué hace (no qué dice), para enfrentarlo? (mata, arresta, se moviliza, protesta, nada)
3) ¿Qué propone? (una red, matarlos a todos, no hacer nada)
4) Y ¿cómo legitima todo esto? (¿cuál es su discurso? ¿Por qué decidió que lo que hace está bien?)
A esas respuestas hay que ponerles una visión crítica, dice, porque “los periodistas son actores políticos, y hay que asumir eso con todas sus consecuencias”.
Pone el ejemplo de los grupos criminales en México y suelta una batería de preguntas seguidas de su propia visión crítica:
“¿Este cartel dice lo mismo que este? ¿Este cartel lo justifica igual? ¿Cuál es la relación de este cartel con su pueblo? ¿Le da becas a las abuelitas que se quieren operar? A esta gente no le vas a poder decir que el que da dinero para las abuelitas no es porque sea bueno; sino porque el cartel ha asumido el rol de Estado y eso le beneficia porque puede seguir gobernando. Todo el mundo está contento con él. ¿Cómo genera autorganización? Claro, en un Estado capitalista de mierda asqueroso donde la democracia es sólo una fantochada, porque de eso estamos hablando en México: poderes fácticos por encima de los poderes Legislativo, Ejecutivo, Judicial. Y si los poderes fácticos lo controlan todo, no nos engañemos. Eso no es una democracia. Tiene apariencia, es mucho mejor que podamos hablar de lo que no podíamos hablar, no nos meten a la cárcel porque estoy que lo otro. Pero la verdadera libertad no está en decirlo, sino en seguir viviendo después de decirlo”.
Lo que sigue, después de hacer el mapa del conflicto, es repreguntarnos cosas que ya no nos preguntábamos. Y ponerle la dimensión humana al conflicto.
“Es posible”, jura Giró. “Lo que no es posible es seguir con la cosa de ir a la guerra. Es necesario intentar este pacto por la vida”.
Se trata de un enfoque alrededor de la vida, que es además “el principio fundamental de dos movimientos importantes en estos tiempos: el feminismo y del ecologismo”, abunda.
Giró pone un ejemplo de este pacto: en Medellín, Colombia, el gobierno acordó con chicos que habían delinquido el fin de la violencia, y la municipalidad les regaló unos autobuses de la flota que tenía que renovar y ellos se emplearon como trabajadores de una empresa de autobuses y les dio transporte a unos barrios que antes no tenían.
“Hubo paz durante un tiempo”, dice. “Se acabó porque el entorno era hostil; el primer entorno hostil fue el de los jefes narcos que perdieron su negocio ahí. Y empezaron a sabotear a los autobuses y a amenazarlos”.
Pero es un ejercicio interesante que hay que explorar. “La idea es llegar a lo que ellos tienen de humano”.
Desde hace años, Giró sostiene una tesis polémica: los terroristas no existen.
Ahora, dice, tampoco existen los asesinos, ni los delincuentes.
“Son personas que han cometido un atentado, son personas que han matado a otros, pero no siempre hacen eso. Tienen vida como los demás. Hay que apelar a eso”.
La palabra terrorista, explica, infiere a la gente: “no tiene una explicación, no es humano y por lo tanto se puede eliminar. Lo deshumaniza totalmente y el público lo lee como alguien con quien no se puede negociar… Has construido al gran monstruo”.
—Eso es una narrativa política…
—Exacto. La única definición aceptable de terrorismo es: atentados indiscriminados contra la población civil. Franco lo fue porque bombardeaba ciudades, y no cuarteles. Pero nadie dice que Franco era terrorista. Ni Bush… Robert Fisk (periodista que ha cubierto años el medio oriente), escribió que estaba harto de que sólo podemos utilizar la palabra terrorista para los activistas de grupos minoritarios (palestinos, kurdos), pero no podemos decir lo mismo del gobierno de Israel o del gobierno de Turquía cuando masacra a los kurdos. O del gobierno de Estados Unidos, o de la OTAN, cuando bombardea Libia.
Lo malo de decirlo, insiste es que legitimas el uso de ese término.
“Estoy absolutamente en contra de decir terrorismo machista. Lo jodido de usar el término es que, aunque esté bien utilizado, legitimas su uso. Entonces claro, si dices terrorismo machista, como hace la corriente más punitivista del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) terminas diciendo es que es irracional. Pero no es irracional, ¡es patriarcado, joder! Es una mentalidad, es una cosa que la gente piensa; las personas han construido así su mentalidad. Es mucho más grave.
—¿Cuando dices que no hay asesinos te refieres también a que se categoriza a la persona?
—Exacto. Reduces su humanidad a una dimensión y es una realidad horrible, además. Si ha cometido un asesinato no significa que es siempre el asesino, no.
La “rehumanización del discurso”, insiste una y otra vez Giró, “es una batalla a contracorriente, pero hay que darla”.
“Decir que son ‘bestias’ y cosas que deshumanizan al otro son expresiones que no deberían existir. Y si existen también es porque es un desarrollo a favor de una jerarquía de poder, y han sido útiles para los que estaba arriba puedan demonizar a los que estaban abajo que se han revuelto. Eso es Foucault (en El Disidente, Los Desechables)”.
Una sociedad sana, no atravesada por las jerarquías de poder, no utilizaría estos términos, repite. Y pone ejemplos de tribus africanas y otros lugares que no son tan punitivos, en los que, “cuando alguien hace algo mal aplican principios que hoy se aplican en pedagogía: este niño ha dicho una mentira; no le tienes que decir: ‘eres un mentiroso’, sino ‘has dicho una mentira’. Eres un niño bueno que ayudaste a María a hacer esto, pero esto está mal y no lo hagas más…
—Esto es parte del discurso del presidente López Obrador, pero parece muy ingenuo…
—Otra cosa es que eso no se transforme en prácticas y otra cosa es que no satisfaga a los sectores más dolidos que quieren más efectividad, venganza.
“Tenía mal (Guillermo) Trejo (catedrático mexicano de la Universidad de Notre Dame que participó en el encuentro) cuando dijo que Amlo empezó mal hablando de amnistía, porque eso ha levantado ampollas en todos aquellos que no han visto satisfechas sus reivindicaciones. ¿Dónde están mis muertos? ¿Mis desaparecidos?… Tácticamente se equivocó, pero filosóficamente no”.
¿Cuál tendría que ser el papel del periodismo, en un país tan polarizado, donde tenemos un presidente limitado en el lenguaje, que mezcla términos /amnistía, perdón), en un país que sigue en una espiral de violencia?
Antes de responder la pregunta, Giró vuelve al punto que lo obsesiona: el objetivo estratégico y el plan de acción para lograrlo.
La rehumanización, dice, es un plan que tenemos que elaborar en México, en varios equipos. “Una cosa bonita pero imposible no es bueno, hay que avanzar sobre lo posible, pero hay que tener un plan”.
Es una autopista de muchos carriles, dice. Él se queda en el carril que planteó en el foro el activista Pietro Ameglio el encuentro: si no hay movilización social no habrá derechos que valgan.
“Hoy vivimos con una fuerte influencia de esta sociedad de derechos que incluso está sumida a niveles altos, en la Unión Europea… pero a los que defienden derechos humanos también les falta táctica. Pretenden los derechos humanos en la academia, pero no tocan a la gente. Y si no llegas a la gente, ¿de qué me sirve esta teoría?«
Esto de los derechos es un enfoque de abogados, es un enfoque de tribunales, pero no movilizan, quieren que se aplique el derecho. Estamos un poco presos de esto, los derechos son importantes, pero lo más importante es movilizar para aplicar estos derechos. Eso es empoderar a la gente. Si hablamos de movimientos, hablamos de conquistas, porque el movimiento conquista cosas”.
“Y claro, dicho así, ya sé que lo siguiente es que te maten a los líderes, pero ahora vuelvo al macrodiseño: hemos puesto una base, que es el conflicto. Tenemos el cuadro ahí y antes de decir qué hacemos los periodistas, que sólo somos un brazo más en la transformación que queremos llegar al final, necesitamos pensar cuál es esa transformación. No estamos seguros, pero sí estamos seguros de que no es la guerra, que no queremos matar a todos los miembros de los carteles, ni a todos los corruptos. Porque habría que matar a miles”.
Provisionalmente, entonces, nuestro objetivo es el pacto por la vida.
Pero a eso hay que llenarlo de contenido, dice el académico.
“Estratégicamente me quedo corto porque ese pacto por la vida no es viable si no hay transformaciones sociales. Políticas no, porque de palabra, México es un país libre, pero ya vimos que de hechos no. El capitalismo mundial, el capitalismo de las armas y de la droga y todo eso, es un impedimento para que lo sea. Si tomamos en cuenta eso, es un objetivo estratégico: hay que hacer una revolución, transformar las relaciones de poder. Eso tiene que entrar en la ecuación”.
Y uno de los brazos es el empoderamiento de los movimientos, sean de mujeres, sindicalistas, o de lo que sean, porque lucharán por sus derechos y van a presionar a los gobiernos. “Si van por la vida mejor, porque si ese es el objetivo, lo que pase con Amlo es pura táctica circunstanciada”.
Giró me devuelve el balón con una pregunta: ¿Cómo podemos hacer que lo que a hecho AMLO, en lugar de meterlo de golpe así en contra de él, lo reencaucemos, lo releamos, lo reenfoquemos, lo reenmarquemos en nuestras informaciones en forma positiva hacia ese objetivo?”
Habla de táctica: buscar una gran conferencia en México del pacto por la vida. Una conferencia “como la revolución francesa”: la reunión de los tres estados con el pacto por la vida”.
Se emociona con la idea. La sigue de corrido: “Nadie ha hablado de qué piensan los tíos del Cartel, ni de qué piensan sus bases. Es con ellos con los que hay que hacer la paz; sólo estamos hablando de las víctimas, y bien, pero esto está todo del mismo lado. En Colombia hablaban de la paz pero era una paz en Bogotá, la paz de las élites. Los que matan no estaban. Y los corruptos decían que la paz se hace con ellos y lo que estaban diciendo es: ¿cómo construimos nuestro fortín contra ellos? Que es muy lógico, y comprensible tener ese interés por los nuestros, pero se queda corto”.
Si no hay condiciones para hacerlo en todo el país, se puede empezar por los barrios, dice.
“Imagínate Si en Tepito logran que no haya masacrados”, dice. “No es algo definitivo, nunca es algo definitivo, porque pasó en El Salvador y volvieron, pero en España también pasó, durante un tiempo hubo tregua y luego era casi imposible volver a las armas”.
Lo que hay que hacer, es “dejar que la gente saboree la vida”.
“Hay que hablar de los muertos, sí, pero hay que hablar de la vida; hay que ir construyendo un relato que vea que es posible”.
En el camino de exploración hacia un pacto por la vida, dice, “hay que guardar las formas del periodismo” y eso pasa por combinar esta cobertura de la vida con las denuncias.
Por ejemplo, dice, “hay que decirle al norte: usted qué tiene que hacer para contribuir a que eso no ocurra más y que no sea, que es lo máximo a dónde hemos llegado, ¿a quién le doy dinero? No, eso. Es que su gobierno no le venda armas a Arabia Saudí, bueno, lo que han hecho ustedes del reportaje de los negocios del presidente del Real Madrid en México son las cosas que van ligando”.
Ese, dice, es el objetivo estratégico. “Luego nos equivocaremos, pero sabemos a dónde vamos. Si sabes dónde vas puedes reconducir el coche, pero si no sabes a dónde vas, sólo haces táctica”.
El trabajo es enorme, y los periodistas no podemos ir solos, dice.
“Necesitamos más formación de periodismo de paz… y de guerra… y de estar en la lucha. Porque no es paz, es paz con justicia, con justicia posible, porque lo imposible no es justicia es solo estar dando de topes contra la pared y seguir el contador de muertos. Hay que parar el contador de muertos. Eso no es todo, porque en muchos lugares donde se ha parado, el acuerdo nunca se ha acabado de aplicar totalmente en términos psicosociales. Porque los ricos no han querido, porque han hecho acuerdos para arriba, no han movilizado”.
“Lo importantes es avanzar en conjunto. No vanguardistas, no gente que destaque, no especialmente, es una cosa nueva, más moderna. Una cosa que ya sabíamos pero que se ha perdido con todo el neoliberalismo y el individualismo, y los egos del periodismo… hay que volver a la clandestinidad. No es uno. Somos todos. Un poco los zapatistas lo hicieron. Hay que buscar un periodismo de soluciones, propositivo, que explora. Nadie tiene la verdad, es que nadie, pero nosotros tenemos derecho a saber que hay posibilidades”.
Hacer un discurso distinto requiere prepararse “sabiendo que va a volver a pasar”, dice, y ese es un punto central de la propuesta.
Lo explica así: “Ya he visto lo de los pisos-patera (departamentos donde viven hacinados migrantes porque las rentas en España son elevadísimas); estoy preparado, sé que van a volver a encontrarse pisos patera y a la primera que me digan que hay, voy a preguntar por qué había pisos patera. Y entonces voy a hablar de la legislación de ese barrio, de los precios, ya tendré preparado el material que no sea sólo con la concertación de que es una violencia brutal y no sólo de dónde viene, sino cómo se sale de ella. Muchas de esas crueldades, se puede hablar de ellas, pero sin ese efecto demonizante. Esos tíos (los que trafican con personas) no son brutales porque sí. Nunca es gratuita la violencia. Hay una explicación psicológica, psicoanalítica, antropológicas, social en la mayor parte de los casos. Pero ¿cómo salimos de esas crueldades? ¿Matándolos? No, seguimos una espiral de violencia solo hablando de esa realidad. Y claro, a veces no hay más remedio que hablar de eso, pero ya me estoy preparando porque cuando venga otra vez un reto de estos tácticos tendré tres alternativas: en lugar de esa sangre y de esa crueldad, voy a hablar de esta no crueldad. Voy a mostrar el camino de escapar de esa crueldad porque me he preparado”.
— A ver, pero estos no son niños, sino gente que ha hecho mucho daño. ¿Qué hacemos, desde el periodismo, con el tema de los narcos, por ejemplo?
—Tendría que estudiar cada caso, pero, de entrada hay que pensar, primero, en cuáles son los niveles de pobreza o de desarraigo que tuvieron más jóvenes. El problema es que eso no cambia en años y no puede ser un titular cada día porque no es ninguna novedad, y ahí hay que ser conscientes de que estamos atrapados en la lógica industrial, infernal, del periodismo y que obliga a tener un titular nuevo cada día y eso no puede ser así. Porque lo único nuevo es que hay un nuevo muerto cada día, y cada día estás discutiendo algo que no es nuevo: la situación de marginalidad, de pobreza, del caldo de cultivo para que el narco reclute. O tú dime, ¿por qué empezó la gente a cultivar en México?
—Por la pobreza…
—Así es, ahí está la raíz del problema. Y en Colombia, la coca, porque no les pagaban nada en las plantaciones que tenían antes, igual.
— Podemos entender las causas, pero cómo hacemos para no justificar lo que han hecho…
— No tienes que justificar, lo único que digo es: deja de poner el foco en eso, habla también de otras cosas; habla de cómo migra la gente, de qué propuestas hay para redistribuir la renta, la cosa no es fácil: si fuera fácil ya lo habríamos resuelto.
De lo que estamos hablado es de la dificultad de hablar de la violencia que sobresale en la sociedad y como sobresale, todo el mundo la ve, y no puedes dejar de hablar de ella. Estás atrapado por ella. Es una trampa de la visualización. Sin embargo, lo que no se ve que hay que investigar y que no cambia, pero que además es permanente porque es la causa, de eso no se puede hablar. Eso es infermal.
Hay que hablar de esa crueldad, pero también de la crueldad de los otros, porque las crueldades se retroalimentan. Intentemos una serie con psicólogos que explique eso de las crueldades que se alimentan, y busquemos como hemos roto los círculos viciosos de la violencia. Que pasó en El Salvador, en Guatemala, cuanto tiempo duró y si valió o no la pena. Los casos de acuerdos de paz exitosos, hablemos mucho mas de ellos. Hay que entendernos como seres humanos, lo que no significa dejarnos engañar. Pero eso también lo aprendemos. Estamos navegando a contracorriente, y es así de jodido. No podemos escapar y hay que ir escapando tanto como se pueda.
La tarde cae y esta conversación queda, como siempre inacabada. Antes de despedirnos, Xavi Giró me un último consejo:
“Sino reconociendo que somos actores políticos y voy a ayudar con una coherencia estratégica, que es nadar a contracorriente de esta inmediatez y de las cosas que se ven; de las visuales, pero no las profundas. Las que se ven en sí, cubrir eso es funcional al sistema, es más, teorizar de eso también. Cada vez que alguien reacciona rápido a algo sospecha. Lo más probable es que reacciones de forma coherente con el sistema, porque has automatizado tu respuesta”.
Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.
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