Cientos de fanáticos de los sonideros llegaron al Zócalo, desde Ecatepec, Ciudad Neza, Iztapalapa y la Gustavo A. Madero para pedir a la Jefatura de Gobierno permita la operación de los bailes callejeros con sonidos. De fondo, queda la disputa por el espacio público a partir de la confrontación de policías y vecinos de Iztapalapa
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
Frente al Antiguo Palacio del Ayuntamiento alrededor de 300 personas , todas vestidos de blanco, bailan y se divierten. Es una fiesta, es un baile, y es un mitin de protesta.
Desde el improvisado templete, un pequeño camión que carga una valla publicitaria y tiene bocinas, un hombre habla al micrófono: “Había la duda de qué tan bien podíamos comportarnos. Hasta el momentos su comportamiento ha sido ejemplar”, dice dirigiéndose a la muchedumbre frente a él. Los vítores resuenan en la plancha del Zócalo.
Los que se manifiestan son sonideros, familiares, amigos y entusiastas de toda la cultura que existe en torno a estos bailes callejeros.
Desde el micrófono, alguien que se identifica como sonidero Berraco reclama: “Pretender culpar a los sonideros (por los delitos en nuestros bailes) ¡Es un acto discriminatorio!” Después, añade. “Es como querer decir que ellos (los bailes) son los culpables de la violencia en el país.
La noche del pasado 24 de noviembre policías interrumpieron la instalación del equipo de sonido para un baile en la colonia Leyes de Reforma, en la alcaldía Iztapalapa, por presuntamente no contar con los permisos necesarios. Los vecinos y organizadores, molestos, aseguraban que sí tenían la autorización correspondiente. El encuentro desencadenó en una trifulca en la que participaron al menos 40 policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana.
Horas después, cuando los ánimos habían bajado un poco, el tráiler con el equipo del sonido Rumba Caliente cargó su equipo y se alistaba para irse. Mientras salía de la colonia, policías empezaron a seguir el camión. Inmediatamente una veintena de sonideros acompañaron el vehículo de Rumba Caliente en caravana. Para protegerlo.
El episodio terminó en la esquina de Eje 5 Sur, Eugenia y la avenida Cuauhtémoc, cuando policías dispararon contra la caravana. Dos personas de las que acompañaron en la caravana y un policía resultaron heridas.
En el Zócalo, los sonideros que ocupan el templete cantan un extraño tipo de victoria. “¡Ha sido un éxito! Tenemos el sello que dice: Recibido. Claudia Sheimban”. Los sonideros piden que se les deje seguir trabajando abiertamente en las calles, pues, aseguran, en los últimos años cada vez les dan menos permisos para hacerlo.
En la explanada, los asistentes improvisan ruedas de baile y raspan el suelo de la Plaza de la Constitución con sus mejores pasos. Uno que otro camina con sus fotos del evento en mano, recién impresas por un fotógrafo callejero. Su protesta es también un ‘cotorreo bien sabroso’, dicen ellos mismos.
Desde el micrófono, los organizadores hacen un llamado: “¡Tranquilidad, orden! ¡Que se vea el orden!” Sin ningún altercado la fiesta protesta continúa.
Desde el micrófono, David Mendoza, más conocido como la voz de Sonido Retro, lee el documento que se presentó a la Jefatura de Gobierno. “Ésta es una tradición de más de 60 años, que da sustento a miles de familias. Que inició en contextos de marginalidad, pero con el paso del tiempo fueron adoptados en los gustos de diversos sectores populares”.
“Estamos preparados, no somos ignorantes”, continúa. “Ésta es una muestra de que podemos presentar propuestas reales, de que no estamos solos. Eso es lo más importante”.
Desde el fondo, entre los “chiquitibum bombá” y los “vivan los sonideros”, se oye una grito desesperado: “¡Ya ponte una peruana!”. “O una colombiana”, responden más allá. La música suena y los bailes continúan. Entre la melodía, un último mensaje resuena: “Gracias por su apoyo y cariño. Que se vea la familia sonidera, la familia bailadora. El barrio para el barrio”.
Uno de los asistentes recuerda el altercado de hace unos días: “Es que sí mancharon bien gacho con Lucio”. Desde el templete, Lucio Zarate, dueño del sonido Rumba Caliente, comparte parte de su experiencia.
“Estoy aquí con ustedes y me vuelvo protagonista no porque yo quisiera. “Hoy nos pasó a nosotros pero puede ser a cualquier compañero. Esto que se está luchando no soy yo solo, somos todos”. Lo que pasó con Luico es reconocido por el resto de los sonideros como una tendencia que se ha intensificado en los últimos años. El cuento es el mismo en todos los casos, como narra Javier Mendoza, de Sonido Divanny de Ecatepec.
“A mí me había pasado en Xochimilco, en el embarcadero de las trajineras. Era su fiesta patronal. Teníamos permiso, llegó la policía y nos quitó del trailer. Nos quitó y nos escoltó casi hasta llegar a Cuemanco y Periférico. Aquella vez obedecimos porque si te llegan 20 patrullas, pues nosotros no somos delincuentes. El punto es que la autoridad ha dado permisos y de repente llega la policía y los quita”. Para el promotor cultural y autor del libro Pasos Sonideros, Jesús Cruzvillegas, el problema tiene que ver con cómo se ocupa el espacio público, quién lo disfruta y cómo se tiene acceso a espacios recreativos. Según el experto, pareciera que quieren meter a los sonideros en espacios privados, como antros, salones y espacios de conciertos, donde no serían accesibles para muchas de las personas que asisten a sus bailes callejeros.
Contenido relacionado:
Sonideros enfrentan estigma de la violencia
De cómo un baile sonidero en Iztapalapa derivó en una balacera en Benito Juárez
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona