28 noviembre, 2019
El presidente de Estados Unidos busca designar terroristas a los carteles mexicanos de narcotráfico, con el aplauso de los opositores a López Obrador a quienes una eventual intervención invasión militar ayudaría a saciar su enojo por la derrota. Pero hay malas noticias: a Trump no le será fácil cumplir su propósito… Si es que realmente lo tiene
Twitter: @anajarnajar
Muy temprano este miércoles 26 el presidente de Estados Unidos Donald Trump publicó su habitual serie de mensajes en Twitter.
Uno de ellos fue la imagen de un fornido boxeador, con guantes y un cinturón de campeón mundial.
A muchos recordó al actor Sylvester Stallone y su famoso personaje Rocky Balboa.
Fue todo. Ni una letra siquiera. Entre los estadounidenses el mensaje fue una balandronada del magnate ante los positivos resultados económicos en su país.
Pero en México tuvo otro impacto. La caricatura se publicó horas después que Trump, en una conversación con el periodista Bill O´Reilly, dijo que planeaba designar como terroristas los carteles mexicanos de narcotráfico.
El comentario desató una tormenta en este país. Los adversarios del presidente Andrés Manuel López Obrador aprovecharon el momento para criticar la estrategia de seguridad del nuevo gobierno.
Locutores, políticos, intelectuales y algunos académicos aplaudieron la posibilidad de una intervención militar estadounidense para combatir a los carteles.
Un debate mezquino, sin duda, pero esclarecedor: los nuevos aplaudidores de Donald Trump no sólo se acercan a la violación de las leyes y la Constitución, sino confirman cada vez más su desnudez intelectual y la desesperación por no salir del sitio al que les confinó la elección presidencial de 2018.
Más que ocuparse de los derrotados es conveniente leer la letra chiquita del comentario de Trump.
Es claramente un mensaje electoral. El magnate pretende reelegirse en los comicios de 2020, y para ello necesita de toda su artillería dada su complicada situación política actual:
En la Cámara de Representantes avanza el proceso para un eventual desafuero, envalentonados los demócratas por la pifia del magnate con Ucrania.
Aunque el núcleo duro de su base electoral se mantiene, no son pocos los que recuerdan el incumplimiento de algunas promesas como la construcción de un muro en la frontera con México.
La economía interna marcha bien aparentemente, pero el efecto de la disputa comercial con China todavía no aterriza por completo.
Pero además no es tan sencillo aplicar la etiqueta de terroristas a los traficantes mexicanos de drogas. Un elemento central es que requiere el respaldo del Congreso donde Trump no las tiene todas consigo.
Y eso sin contar la consecuencia de tal decisión entre los electores del magnate, y sobre todo sus principales financiadores.
Legalmente una organización terrorista se considera una amenaza a la seguridad interna de Estados Unidos, que sanciona con severas penas a quienes colaboren con éstas.
En este escenario no queda claro el destino de, por ejemplo, la poderosa Asociación Nacional del Rifle, uno de los principales respaldos del Partido Republicano, que postuló a Trump.
La organización representa a los mayores fabricantes de armas estadounidenses. Una buena parte de su producción termina en manos de grupos criminales como los carteles mexicanos de las drogas.
¿Serían procesados por colaborar con el terrorismo? Porque legalmente eso significa que sus fusiles, bazucas, granadas y balas alimenten el arsenal de los criminales en México.
Otro ejemplo es la estructura del negocio de las drogas. Una parte de la mercancía exportada a Estados Unidos se produce en México, pero los traficantes de este país no la entregan directamente a los consumidores.
De eso se encargan grupos locales. Más aún, todos los días cientos de ciudadanos estadounidenses –muchas veces amas de casa acompañadas de sus hijos- cruzan en sus automóviles unos kilos de drogas por las aduanas fronterizas.
Ellos serían, en la definición de Donald Trump, parte de organizaciones terroristas. Muchos votos perdería el magnate si cumple las leyes.
Es verdad que el nivel de violencia de los carteles es cada vez mayor. Las masacres, torturas, arrasar con pueblos enteros es una estrategia de terror.
Pero eso no los equipara con Estado Islámico, por ejemplo. El terrorismo se mueve con propósitos ideológicos, políticos o inclusive de religión.
Y no es el caso de los narcos mexicanos. Para ellos la definición más adecuada es la de empresarios.
Los carteles de narcotráfico operan de la misma forma que los grandes consorcios trasnacionales:
Tienen grandes áreas de producción, buscan dominar las mejores rutas de distribución, cuentan con buenos asesores financieros y suelen adaptarse a las necesidades del mercado.
Un ejemplo claro es el Cartel de Sinaloa, que se adelantó a los competidores y cambió la venta de marihuana y cocaína por anfetaminas, y posteriormente se dedicó al fentanilo.
Eso no evita la etiqueta de terrorismo, sobre todo si realmente existe un empeño de Donald Trump por aplicarla.
La pregunta es hasta dónde impulsará su comentario con el controvertido periodista. La reacción de la Casa Blanca fue menor a otros episodios similares, como si deseara que el tema pase desapercibido.
En el fondo lo más importante es la votación de noviembre próximo. Y en ese terreno el magnate está muy cómodo. En la última contienda la violencia en México fue tema central de su estrategia.
Cada vez que tenía dificultades o se topaba con auditorios fríos o poco atentos, bastaba con gritar que construiría un muro en la frontera sur para recuperar atención y entusiasmo.
Así, la pregunta al candidato Donald y no al presidente Trump debería ser:
¿Qué es más rentable, designar terroristas a los narcos mexicanos y enfrentar las consecuencias internas, o estirar la liga y mantener la amenaza como una eficiente arma de campaña?
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Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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