Todos los días, antes de que amanezca, 50 personas esperan diligentemente a la gobernante de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, afuera del Palacio de Gobierno. Ella recibe a ciudadanos de 6 a 7 de la mañana en audiencias públicas en las que escucha personalmente sus problemas. Éstas son algunas de sus historias
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
“Hola, buenos días, ¿cuál es su nombre? ¿Ésta es la primera vez que viene?, ¿por qué asunto?”, pregunta un funcionario a un señor formado afuera del Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Faltan 40 minutos para las seis de la mañana y en la entrada de las oficinas del gobierno de la Ciudad de México ya hacen fila una veintena de personas. Todos se ven muy bañados, unos hasta de traje. Claro, no todos los días uno ve a la jefa de gobierno y le cuenta sus problemas.
Todas esperan tener, aunque sea, tres minutos para hablar con Claudia Sheinbaum, quien todas las mañanas (de martes a viernes) recibe a 50 personas para escuchar demandas, quejas y sugerencias.
Uno de los formados bosteza. Es tan temprano, que alrededor aún hay manifestantes del día anterior y uno que otro indigente dormidos. El ajetreo del centro no ha despertado, pero eso no significa que llegar aquí sea más fácil.
“¡Es que no pasaban los vagones del Metro, estuve esperando un montón! Yo pensé que ya no llegaba”, le explica uno de la fila al funcionario que le pregunta a qué viene.
Marco Jiménez usa traje, tiene ojeras y trae un folder con arrugas nerviosas, porque no pasaba el Metro. A él le tocó la ficha cuarenta y tantos de las 50 que se reparten todas las mañanas. Va a poder pedirle chamba cara a cara a “la doctora”, como le dicen a Sheinbaum.
La Ciudad de México sigue siendo una de las entidades con mayor tasa de desempleo, que se coloca en un 4.3 por ciento de la población económicamente activa, alrededor de 200 mil personas, solo superada por el Estado de México y Tabasco.
Buscar trabajo no es la única razón por la que la gente se forma, a veces desde las tres de la mañana.
“Vienen por muchos otros motivos, no solo a pedir trabajo”, dice Jorge Miguel Pérez Luna, el que los recibe y pregunta el motivo de la desvelada.
“También piden apoyos para vivienda, a denunciar abusos laborales, a pedir ayuda para personas con discapacidad, gente con predios intestados y alguno que otro que llega a pedir dinero”, dice el funcionario con la misma paciencia y atención con la que atiende a los asistentes.
Su título oficial es coordinador de Proyectos de apoyo y atención ciudadana. En los hechos es el filtro de entrada para las audiencias. Esta mañana, no dejó fuera a nadie.
“De las cosas más raras que me han tocado es que vengan de otros estados, y pues no nos queda de otra más que canalizarlos a las áreas de sus estados, porque nosotros no les podemos ayudar más. También uno que otro que llega a pedir dinero para comer”. A esos últimos tampoco los atiende; más bien los mandan a los comedores sociales del gobierno, donde por 10 pesos dan comidas completas.
Hoy en la fila hay una señora que quiere que le reconecten la luz a la iglesia de su barrio, que cortaron por una deuda impagable.
También está Gerónimo Quiroz, un apicultor (¡en plena ciudad!) que quiere que se cambien los protocolos de protección civil en caso de la existencia de un panal de abejas.
Una amiga le contó de las audiencias y después vio una nota de prensa. Pensó que iba a ser de los primeros en pasar, privilegio por salir de casa a las 3:15 de la mañana. No. Le tocó el turno 19.
Como a eso de las cinco de la mañana, Jorge Miguel empieza a preguntar y a repartir fichas. Es tan eficaz que 20 minutos después ya casi no hay fila. Sorpresa para los que llegan, ingenuos que creen ser de los primeros.
Adentro, en el Palacio, hay una sala enorme con dos columnas colosales y cuadradas. Es la sala de audiencias. Entre los pilotes espera la gente sentada, la mayoría con cabezas canas, que cada vez que alguien pasa, hacen como que juegan a las sillas, brincando de lugar en lugar.
Enfrente hay una mesa y sillas plegables, con un mantel de fieltro verde, como en ceremonia de escuela primaria. Ahí está sentada “la doctora”. Agazapada, no deja de leer los papeles que le acaban de entregar. De vez en vez, voltea a ver a la persona en turno frente a ella y asiente. Tiene puestos los lentes, cosa que no suele hacer en sus conferencias de prensa o en otros actos públicos.
Normalmente alguien llega, la saluda de mano, se sienta frente a ella y le empieza a contar su problema.
A su derecha, hay otras mesas en la que se sientan algunos de sus colaboradores más cercanos. Ahí están Carlos Ulloa, el secretario particular de la Jefatura de Gobierno; la coordinadora general de Atención Ciudadana, Rocío Vilchis; el subsecretario de Gobierno, Arturo Medina, y el subsecretario de Programas Delegacionales y Reordenamiento de la Vía Pública, Avelino Méndez. En un costado, como en el rincón, más mesas con más funcionarios de la Consejería Jurídica y de la Dirección de Concertación Política.
Si bien la idea es que sean audiencias con la jefa de Gobierno, la gente alrededor está para agilizar el trabajo y atender a cuantos más se puedan por día. Según datos de comunicación social del gobierno de la ciudad, Sheinbaum Pardo había atendido, personalmente, a mil 43 personas hasta el 13 de febrero pasado, pero en total, hasta la misma fecha se habían dado mil 810 fichas. Lo que cuadra con el aproximado de los funcionarios del lugar, que aseguran que ella sola atiende a unas 25 o 30 personas al día.
Ésta no es la primera vez que Claudia Sheinbaum recibe personalmente a la gente que vive la demarcación que gobierna. En 2015, la entonces jefa delegacional de Tlalpan comenzó a recibir a los habitantes de la delegación los martes y jueves de 9 de la mañana y hasta el mediodía.
Después de un buen rato de jugar a las sillitas, le toca el turno al ingeniero civil Emigdio Hernández Cisneros. “Hola, ¿se acuerda de mí, doctora?”, cuenta que le dijo cuando le tocó estar frente a Sheinbaum Pardo.
“Es que yo ya he trabajado con ella antes, construyendo el segundo piso (del periférico)”, cuenta después el ingeniero, que fue el coordinador de acero y concreto durante la construcción del distribuidor vial entre 2002 y 2006, cuando la ciudad fue gobernada por el actual presidente López Obrador, y cuando Sheinbaum Pardo era la secretaria de Medio Ambiente, responsable de llevar a cabo la obra.
“Deja tus documentos y vuelve mañana para que podamos platicar más”, le dijo Sheinbaum. Al día siguiente él regresó, desde las 5:30 de la mañana se formó, como un día anterior. Pero Sheinbaum no llegó a la cita. Ese miércoles 6 de febrero no llegó a la audiencia. Su reunión con el gabinete de seguridad y el presidente se prolongó más de lo planeado.
Emigdio se quedó esperándola bajo los arcos del Palacio de Gobierno, con un folder en la mano. Adentro, una fotografía en una bajada del segundo piso, cuando se estaba construyendo. Un grupo de personas posa en formación de equipo de fútbol. Todos traen casco rojo de construcción. En la foto aparece Emigdio y, unas cuantas personas más allá, menudita y con el cabello chino amarrado, la doctora Sheinbaum.
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