Año con año desconocidos tocan las puertas de los vecinos del edificio Chihuahua en el Conjunto Urbano Nonoalco, Tlatelolco. Dentro hay habitantes que fungen como guardianes de la memoria, que comparten sus espacios por ser históricos e incluso, sus propias memorias
Texto y fotos: María Ruiz
Fotos de archivo: Archivo Histórico de la UNAM
Sergio Raygoza tenía 10 años el 2 de octubre de 1968 pero no hizo conciencia de lo que vivió hasta que en el CCH sus profesores, quienes estuvieron en el movimiento, le contaron lo que pasó aquel día. A 51 años de la masacre de estudiantes en Tlatelolco, el licenciado Raygoza siempre está dispuesto a dar un recorrido por sus memorias dentro del emblemático edificio Chihuahua.
«Nosotros les dábamos agua, se llamaban Comité de Huelga… aquí en esta parte ponían los altavoces. El Comité de Huelga estaba conformado por gente muy inteligente, se emocionaban cuando daban sus discursos. Aquí estaba la otra bocina y aunque eran sonidos muy primitivos se escuchaba bien la voz», señala el licenciado Raygoza mientras señala partes del edificio.
El edificio es recordado por ser un punto central durante la matanza. En aquel inmueble el Escuadrón Olimpia puso su centro de operaciones; al igual que cientos de estudiantes, la periodista Oriana Fallaci se escondió en uno de los departamentos; desde el tercer piso también estudiantes dieron discursos.
“Yo estaba con mis abuelos, tanto el sábado de la manifestación anterior como en esa del dos de octubre, nos protegimos porque detrás de los muros del elevador está una recámara, nos pusimos pecho tierra ahí, pero se inundó la casa porque se rompieron las tuberías y entraba agua con sangre” cuenta Raygoza quien se escondió con sus abuelos dentro de su departamento.
El edificio ha vivido distintas alteraciones y cambios. En 1968 quedó destruído después del dos de octubre. Después del terremoto de 1985 mucha gente se fue y cambió su estructura. Los vecinos han cambiado una y otra vez, en el último sismo del 2017 la gente se asustó y se volvió a ir.
Para Reygoza su hogar y su corazón están en Tlatelolco. Cuenta que antes llegó a dar pequeños recorridos, e incluso un día se le juntaron tres escuelas. Con micrófono les contaba la historia mientras recorrían el edificio. Le gusta hacerlo y le gustaría volver a darlos pero hasta el momento no se han organizado para volver a esa dinámica.
Judith Medina, encargada de la administración del edificio Chihuahua también acompaña a las personas que quieran fotografiar el interior del edificio, ver desde el lugar donde alguna vez los estudiantes pronunciaron sus discursos de huelga.
El 2 de octubre el interés por entrar al edificio aumenta, la gente que asiste a las movilizaciones a veces busca entrar al inmueble. Este año, la administración decidieron cerrar sus puertas por los rumores de que la protesta puede desencadenar pintas, quemas o vidrios rotos.
“Nosotros modificamos cosas desde muy temprano, todo el día salen y entran personas a Tlatelolco y tienes que ver la seguridad de todos. Siempre hemos mantenido las puertas abiertas sabiendo que es un lugar que tiene historia pero pedimos que respeten el lugar porque aunque es un lugar histórico también es propiedad privada” cuenta Sara Elena Ortíz, parte del Comité de Seguridad y Protección Civil del edificio.
“El edificio Chihuahua es tristemente histórico, no negamos el acceso pero sí pedimos que nos contacten primero. (En cuanto a) los vecinos tenemos que tener consciencia del lugar donde vivimos y en dónde queremos vivir” recalca la administradora.
Cada año entre los últimos días de septiembre y el primero de octubre, el profesor Cuauhtémoc Padilla acude a la Plaza de las Tres Culturas para compartir las memorias del movimiento. Junto a su hija pegan fotografías impresas en hojas carta y se acercan a la gente a invitarles a que vean las fotografías, a que conozcan la historia.
«Me tocó oír y ver cómo llenaban camiones y camiones con lo que suponíamos eran cadáveres y heridos. Un soldado me dijo que él no había disparado, que tenía hermanos estudiantes y como yo tenía 15 años me dejó ir. Corrí a la casa de Manuel González, había ahí una fila de granaderos y un compañero que jamás conocí se le tiró a los pies, nos tiro a los dos y dijo córrele, y yo corrí» cuenta el sobreviviente.
«Tlatelolco es una zona muy especial. Se ha caracterizado por la historia. Aquí fue el mayor tianguis de los aztecas donde intercambiaban mercancías, aquí se capturó a Cuauhtémoc. Aquí también estaba la cárcel de Belén, donde estuvo Villa; la cuestión de los sismos, la desaparición del edificio Nuevo León… en el 68 no solo fue la masacre, aquí hicimos entre cinco o seis mitines similares al del 2 de octubre y la gente nos apoyó de manera estupenda, era gente muy solidaria con nosotros», rememora el profesor.
¿Por qué viene cada año a contarle a la gente qué pasó?
«Volvemos cada año porque yo considero que es un deber moral e histórico estar aquí explicándole a la gente» .
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