15 septiembre, 2019
Medio millar de personas, la mayoría adultos mayores, salieron al mediodía de este 15 de septiembre a las calles para celebrar la independencia fuera del marco de las festividades del presidente Obrador. Aprovecharon para protestar en contra de su gestión
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
«¡Muera el mal gobierno!» Grita un señor como de unos 70 años. Con un ímpetu extraño para su edad, vuelve a tomar aire y con megáfono en mano resopla «¡Viva la virgen de Guadalupe!». Es una de las cerca de 500 personas que se dieron cita a las 11 de la mañana en el monumento a la Revolución para dar un grito de independencia alternativo, alejado de la figura de López Obrador, aprovechan además para protestar en contra de su administración, que aseguran, es el camino directo al socialismo y a la perdición.
Muchas de las personas del contingente aceptan que normalmente no salen de sus casas el 15 de septiembre. Suelen cenar pozole y tostadas con su familia, pero no es común que salgan a las plazas a recordar el Grito de Dolores que inició la gesta independentista.
Todos, eso sí, visten de blanco. Nadie se los pidió, pero pareciera que la tradición ya etá bien arraigada en las marchas en contra de López Obrador. El blanco de sus playeras combina con el de sus cabellos, entre los asistentes contados son los que aparentan menos de 40 años.
«Es que todos los jóvenes del país están comprados por López», dice uno de los asistentes. «Es que son su base, les da dinero a los jóvenes y forma sus ejércitos. Son a los que lleva a sus discursos y a sus mítines» dice con total seguridad.
Son las once y media de la mañana, y contingente, que se suponía salía marchando rumbo al Ángel de la Independencia a las once en punto, aún no arranca.
En un templete, alguien de los organizadores, el Congreso Nacional Ciudadano, da un mensaje. No sé identifica, pero pareciera que a los asistentes poco les preocupa saber quién es. «¡¿Quién de aquí quiere ser socialista?!» Un grito negativo sale de los pocos asistentes que están frente al templete. La mayoría se replegó a las orillas de la plaza, buscando una sombra bajo los árboles .
Esta no es la primera marcha en contra de la gestión del presidente López Obrador, en los últimos meses, han habido otras cuantas. La más reciente, apenas hace dos semanas, el primero de septiembre, con motivo del primer informe de gobierno del mandatario. Ninguna con una convocatoria mucho mayor a esta.
Al mediodía, apurada por los gritos de ‘ya vámonos’ de la gente hastiada de esperar bajo el sol, la marcha sale rumbo al Ángel de la Independencia. Ahí, esperan un mensaje remoto del líder del Congreso Nacional Ciudadano, el empresario regiomontano Gilberto Lozano, mensaje que nunca se escuchó.
Las últimas consignas, antes de que el contingente empiece su marcha resuenan en el silencio dominical de una capital vacía por el puente de las fiestas patrias:
«¡Viva México, viva Cristo rey, viva la virgen de Guadalupe!». De pronto una mujer toma el micrófono y remata: «¡Recuerden compañeros, rezar el rosario, es nuestra arma principal!».
Entre los asistentes, con un cartelón que recarga en sus hombros por ya no aguantar el peso, está Eulalia Delgado, señora de 75 años, cuya familia vive en Querétaro. Para venir, asegura, fue a misa de 8 y no a la de 10, como suele hacer.
«No estoy de acuerdo con todo lo que él (el presidente) está haciendo ¿A los jóvenes qué les vamos a dejar,? Un país sin nada» Dice quesito, pero con todo el ímpetu que le queda. «Ahorita no hay amor en México, puro odio».
También está aquí para protestar en contra del aborto, como dicen muchos de los carteles que traen otras señoras como ella.
Detrás de ella, un hombre con un megáfono va recitando consignas. «Fuera-el-comunista-de palacio-nacional», suena como una letanía. Alrededor, un coro de señoras repite la misma frase pero con un volumen más en bajito.
Virginia López, de 65 años dejó su casa en Santa Clara, Estado de México, para venir a protestar. Todos los días viaja de allá a la ciudad por su trabajo, pero hoy lo hizo por pura convicción.
Entre sus manos, una manta dice «No más ONU». Ella asegura que la Organización de las Naciones Unidas quiere que México sea invadido por migrantes, quienes formarán parte del movimiento base de López Obrador.
«Con ellos, López Obrador va producir el comunismo y el socialismo, que es volver a todo el pueblo pobre. Este señor está siguiendo una agenda para llevar a eso a los mexicanos y que solo el gobierno, los de arriba, tengan dinero», dice muy convencida.
«¡Por si fuera poco, ese señor está regalando el dinero del país a Guatemala y El Salvador!», dice enojada la señora que se reconoce como trabajadora pobre mexicana.
Virginia se refiere a los programas de inversión que el Gobierno de México ha anunciado para detonar el desarrollo en países de Centroamérica y frenar la migración, cuyo financiamiento viene de fondos de Estados Unidos, pero al parecer, ella no sabe eso.
Cerca de ella, también marcha el doctor Octavio Rojas Díaz, médico cirujano gastroenterólogo, de 68 años.
Él opina que México está en ruta directa a convertirse un país como Venezuela.
«Todo es gracias a que estamos siguiendo la agenda del Foro de Sao Paulo que es un programa de la ONU para generar una base socialista más grande», dice enojado. Al parecer nadie le ha dicho que el foro de Sao Paulo es una plataforma de partidos de izquierda fundada en 1990 por el Partido de los Trabajadores de Brasil que nada tiene que ver con la ONU.
El doctor asegura que López Obrador ni siquiera es mexicano, que es nacional de El Salvador, razón por la que está dirigiendo tantos recursos a esa región. Cree también que hay un movimiento desde el poder para silenciar a periodistas críticos como Carlos Loret de Mola y que el presidente es una marioneta del empresario y filántropo George Soros (a quien ubica como el líder de la ONU). Según el doctor, Soros quiere establecer un régimen socialista en el mundo.
Su mayor miedo, según platica, es que con las leyes que ha pasado el presidente Obrador en el Congreso (de las cuales no logra nombrar ninguna) se instaure un régimen de terror como el de Lenin en la URSS
«¡Cualquier vecino te va a poder denunciar por estar en contra del régimen. Te van a poder quitar tu carro, tu casa. Como lo hacía Lenin!».
Minutos después de haber dejado el monumento a la Revolución, la marcha llega al Ángel de la Independencia. Ahí, las pintas que dejaron cientos de mujeres jóvenes en contra de la violencia de género conviven con las bolsas y playeras de los asistentes que condenan el aborto.
El himno nacional, cantado a capella por los asistentes es opacado por las bocinas de los kioscos del paseo dominical ciclista en donde dan clases de yoga y calistenia.
Terminando el himno, los manifestantes se empiezan a dispersar. De la multitud salen cuatro mujeres, todas parecen ser parte de la misma familia, por si fuera poco, pareciera uniformadas con finos pantalones de vestir negro, blusas blancas, cabello platinado y sombreros de Panamá.
«Creo que si cruzamos por aquí, llegamos al Palacio de Hierro», dice una. «Me dijeron que tienen un chile en nogada exquisito».
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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