La sociedad se ha transformado, pero aún estamos muy lejos de nuestro bienestar sexual. Es importante reconocer la salud sexual de todas las personas y garantizar el ejercicio respetuoso, libre y seguro de la sexualidad. Y para que esto sea posible, urge la educación sexual para todas las personas
Hace poco conversé con un sexólogo acerca la percepción social de su trabajo. Me decía: “Cuando las personas escuchan la frase ‘educación sexual’, lo que imaginan es: ¡Los sexólogos enseñan toda clase de posiciones sexuales, vaya… el Kamasutra completo!’ Nada más alejado de la realidad”.
Más allá del meme imaginario que ilustra la idea —“lo que los educadores en sexualidad enseñan, lo que la gente cree que enseñan y lo que realmente sucede”—está la realidad de nuestro país: ausencia de políticas públicas eficientes para frenar el embarazo adolescente, la violencia sexual y el VIH, por mencionar algunos de los temas urgentes.
Hace 50 años era impensable unirse mediante matrimonio civil con una persona del mismo sexo, ir por una pastilla anticonceptiva de emergencia a la farmacia o acceder al protocolo de la NOM-046 -esto incluye el acceso al aborto por violación y la dosis de antirretrovirales para evitar la infección por VIH-.
Es un hecho: la sociedad se ha transformado, pero aún estamos muy lejos de nuestro bienestar sexual.
Este 4 de septiembre se celebró en todo el mundo el Día Mundial por la Salud Sexual con el lema “Educación Sexual para Todas y Todos”.
Ante la pregunta: ¿qué es la salud sexual?, acá algunas ideas frecuentes: Tener relaciones sexuales todos los días -aunque sería bueno, si es de común acuerdo y resulta placentero.
Creer que la sexualidad es como en el porno – que, dicho sea de paso, es una industria que establece narrativas acerca de cómo “debe ser” la sexualidad hoy día.
La salud sexual es no tener infecciones de transmisión sexual. La OMS define la salud sexual como “un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia”.
No es solamente: “ausencia de enfermedad”. Es importante reconocer la salud sexual de todas las personas y garantizar el ejercicio respetuoso, libre y seguro de la sexualidad. Y para que esto sea posible, urge la educación sexual para todas las personas.
Esto incluye el ámbito de las políticas públicas, aunque también involucra a los medios de comunicación: ¿qué mensajes transmitimos a nuestros lectores/ audiencias/seguidores?
En 2008, el Estado mexicano se comprometió a incluir la educación sexual en el marco de la Primera Reunión de Ministros de Salud y Educación para detener el VIH en América Latina y el Caribe. El lema fue muy claro: “Prevenir con Educación”.
A 11 años de este encuentro internacional — cuyo acuerdo, por cierto, firmó la administración de Felipe Calderón — , hoy tenemos un repunte en las cifras de VIH y sida en jóvenes de 15 a 28 años.
A nivel global, durante esta última década, se han descubierto algunas respuestas interesantes: En 2018, la UNICEF publicó el reporte Women: At the Heart of the HIV Response for Children. Uno de los datos más alarmantes es que cada hora 30 adolescentes de entre 15 y 19 años contraían VIH.
En este informe también se mencionan los bajos niveles de conocimiento y percepción de riesgo ante el VIH. Actualmente este padecimiento ya no es mortal y los antirretrovirales han extendido la esperanza de vida.
Sin embargo, no en todos los países hay cobertura universal y el tratamiento mensual promedia los mil dólares. Tan solo el año pasado, en nuestro país hubo 15 mil nuevos casos: es decir, 40 personas infectadas cada día.
En México, las condiciones de violencia y precariedad también han marcado la sexualidad de las personas jóvenes: de los 39 millones de niños, niñas y jóvenes que hay en el país, más de la mitad se encuentran en situación de pobreza y 4 millones viven en pobreza extrema.
En el tema de una vida libre de violencia para ellas y ellos: al menos 6 de cada 10 han experimentado algún método de disciplina violento.
Y qué decir de las cifras de consumo temprano de pornografía —la edad promedio del primer contacto con este material vía Internet es a los 10 años—, de la violencia intrafamiliar, además del repunte del embarazo adolescente.
No es casual que este periodo coincida con los últimos 10 años de “Guerra contra las drogas” en México.
En un contexto de precariedad, múltiples violencias y falta de oportunidades, las/los jóvenes aún no tienen las condiciones educativas, económicas o sociales para tomar mejores decisiones en diversos ámbitos de su vida, incluyendo el sexual. No es suficiente dar becas escolares o impulso al primer empleo.
La educación sexual debe ser un tema vital, incluir aprendizajes de cómo reconstruirnos socialmente desde una vida libre de violencias.
Vislumbrar la idea de una cultura de paz, donde la educación sexual sea un derecho y no un privilegio para quienes tienen acceso a materiales educativos y procesos de formación.
Desde los medios, será importante crear nuevos contenidos: salirnos de nuestro mundo adultocéntrico plagado de discursos donde la heterosexualidad, la voz masculina y la idea de un solo modelo de familia, siguen predominando en la generación de mensajes.
Nosotros también tenemos mucho por reconstruir en nuestros aprendizajes sobre temas de sexualidad.
Hace falta escuchar la voz de niños y niñas, de las personas jóvenes, de las poblaciones afrodescendientes, de los pueblos indígenas… ¡y qué decir de la tercera edad! Hay todo un mundo por descubrir en la educación sexual para todas y todos.
Acá algunos los derechos que harán posible nuestro anhelado sueño de la salud sexual:
-Educación Sexual Integral
-Información basada en conocimiento científico
-El derecho a la autonomía sexual, a la integridad sexual y a la seguridad sexual del cuerpo
-Derecho a la privacidad sexual
-Atención a la salud
-Derecho al placer sexual
-Derecho a decidir la vida reproductiva
Si bien es cierto que aún está en debate el tema de los alcances del Derecho al Placer -aún es difusa la idea de que el Estado tiene que garantizar este derecho-, éste no será posible si antes no se asegura el acceso a una vida libre de violencia, a servicios en salud sexual y reproductiva y; por supuesto, a contar con Educación Sexual Integral laica y científica.
En otra entrega hablaré un poco más acerca del extenso e intenso ámbito del derecho al placer…
Por lo pronto, celebremos lo que el siglo XXI nos ofrece en el ámbito de la Salud Sexual: uno de los territorios más importantes de nuestra extensa cartografía humana.
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Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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