Texto y Fotos: Arturo Contreras Camero
Redensificación, créditos, fallas geológicas, estudios de mecánica de suelo y acceso a fondos que se asignan sin trasparencia son los obstáculos que los damnificados del #19S tienen que enfrentar para regresar a su hogar.
A un año del sismo de magnitud 7.1 que azotó varios estados del país, entre ellos, la Ciudad de México, la gente aún no puede superar la emergencia ni regresar a sus casas.
Muchos, no cuentan con los recursos para pagar por una nueva casa, fruto de años de trabajo, a veces no solo de ellos, sino de sus padres y abuelos que les heredaron un patrimonio.
Así, hay quienes rechazan las opciones de reconstrucción del gobierno de la ciudad que promovían créditos o redensificación, por considerar que el Estado debe hacerse responsable por los damnificados.
También están quienes, ante la urgencia, están dispuestos a optar por estas opciones para poder recobrar sus casas.
En los peores de los casos, como los de la colonia Del Mar, en Tláhuac, muchas personas que sufrieron afectaciones no saben si podrán recuperar sus casas o siquiera el terreno, porque calles de su vecindario fueron partidas por fallas geológicas y representan un riesgo latente.
O como los habitantes de la zona chinampera de Xochimilco, que acostumbrados a un crecimiento urbano desordenado y sin supervisión de la delegación no tienen acceso a ninguno de los programas de atención social.
“Eso es lo más duro, que lo que consideras tu espacio seguro, deja de serlo” asegura Amanda Sucar, damnificada del sismo. Hace un año, cuando Amanda llegó a su casa en el número 223 de avenida Pacífico, cerca del Centro de Coyoacán minutos después del sismo, una cascada de agua cubría la entrada.
Intentó entrar a estacionar su auto, porque afuera no encontraba lugar, pero sus vecinos la hicieron entrar en razón: El edificio había quedado tan pertrecho que se tendría que demoler.
El agua venía de los tanques de 18 mil litros de agua que estaban en la azotea, los especialistas dicen que al momento del sismo, eso creó una especie de péndulo que destrozó la estructura del edificio. Meses después, fue demolido por el gobierno capitalino.
“Nosotros vamos a recurrir a la redensificación porque hoy por hoy es lo único a lo que podemos recurrir. Por ley, no hay otro sistema que permita refinanciar la obra” – cuenta Amanda con un tanto de pesar – “Es un sistema que nos permite desembolsar lo menos posible, porque no tenemos el dinero para pagar lo que teníamos”.
Ella es una de las pocas personas en la capital que han podido comenzar con el trámite de reconstrucción de su vivienda. Aunque, a diferencia de muchos damnificados, ellos sí aceptaron las condiciones que les puso el gobierno para lograrlo.
La obra para reconstruir el conjunto de 41 departamentos donde vivían 92 personas está valuada en unos 90 millones de pesos, dinero que entre ninguno de sus vecinos pueden reunir. Por eso decidieron aceptar la redensificación, un mecanismo mediante el cual, se reconstruirán sus viviendas, y se construiran algunas más de las que existían para que mediante su venta, se pueda financiar toda la obra.
A pesar de que el gobierno les dio los recursos para hacer el proyecto ejecutivo para su nuevo edificio, y de que les pagó la demolición del inmueble afectado, aún no tienen el dinero suficiente para financiar toda la obra.
“Estamos trabajando mucho para poder cubrirnos. Estamos generando diferentes iniciativas de autofondeo, como la carrera que estamos organizando” – dice con una sonrisa – “todas estas iniciativas nos ayudan a mantener la mente en el propósito. Pensar que este es un proyecto a largo plazo nos ayuda a ser optimistas”.
Tanto ella como sus vecinos están conscientes de que cada situación es un caso particular y tiene sus matices. Por eso entiende a quienes rechazan la redensificación.
“Tenemos recursos humanos para movernos – explica – pero creo que la diferencia entre predios puede ser enorme. Este es un sistema que nos permite desembolsar lo menos posible, porque no tenemos el dinero para pagar lo que teníamos”.
“Yo pienso en mis hijos una de 5 y uno de 7. Si redensificiar significa que ellos van a tener un lugar seguro dónde vivir, no me importa. Si vamos a tener 8 o 5 vecinos más, no importa”.
De acuerdo con sus cálculos, si todos los procesos suceden en tiempo y forma, espera estar regresando a su hogar, en un departamento nuevo, en dos años y medio o tal vez tres.
Hoy el multifamiliar de Tlalpan está completamente vacío. La vida cotidiana que transcurría en carpas y tiendas ha sido sustituida por martillazos, sierras eléctricas y otros sonidos de construcción.
Podría decirse que ese el sonido de una organización social que ha ido ganando pequeñas batallas. Esto les ha permitido establecer los lineamientos que han ido modificando una ley de reconstrucción con la que no estaban de acuerdo, ni los habitantes del ‘Multi’ ni muchos otros damnificados de la ciudad.
En medio del ruidero, y entre los albañiles que trabajan alrededor, Héctor Toledo, miembro de Damnificados Unidos, explica el proceso que han tenido.
“Es el resultado de una lucha de un año que hemos dado por la reconstrucción y el reforzamiento. Nosotros no dejamos que el gobierno hiciera a capricho las cosas. Nosotros en el multifamiliar Tlalpan, desde un inicio lo que dijimos fue que nuestro predio no estaba en venta”.
A punta de protestas, manifestaciones, inconformidades, mesas de diálogo y un par de cierres viales a Avenida Tlalpan, uno de los ejes de circulación más importantes de la ciudad, la voz de los vecinos del Multi se hizo escuchar.
Y desde entonces, sus victorias han ido cayendo poco a poco, como la del 13 de septiembre pasado:
“Despertamos con la noticia en la Gaceta de la Ciudad de una modificación a los acuerdos del 2 de junio para los casos de los dañados por el sismo en vivienda multifamiliar. Estas modificaciones aseguran que la gente que vive en uno de estos, pueda acceder a recursos a fondo perdido”, cuenta Héctor emocionado, como quien relata una hazaña.
No es para menos, esto podría cambiarle la vida a muchos damnificados que viven en edificios de departamentos en los que sus vecinos optaron por créditos para la reconstrucción pero que no tienen la capacidad para pagarlos. Ahora van a poder acceder a recursos a fondo perdido.
Sin embargo, hoy, cuando han conseguido que se refuercen los 19 edificios que conforman su unidad y que se reconstruya el que colapsó, la unidad y la organización del Multi está en riesgo.
Hace unas semanas, todos sus habitantes tuvieron que desalojar la unidad para que iniciaran los trabajos de reforzamiento. De acuerdo con Héctor, eso podría significar la dispersión de su movimiento.
“Ante la salida de la gente, los campamentos ya están saturados, faltan recursos para construir más casas provisionales, hay lista de espera para quienes necesitan una de estas… hay un exilio total de todo el Multifamiliar. Un desalojo total por 9 o 10 meses que va a durar la obra”.
Para los miembros de su organización, esta lucha, está dando como resultado el delineamiento de una política pública para la atención de población vulnerada en la Ciudad de México, misma que no existía. Aún así, hay otros damnificados que tachan a los del Multi por solo ‘estirar la mano’ y cerrar calles.
“Nosotros no decimos que nuestra reconstrucción sea gratuita. Como todos pagamos impuestos y se nos está retribuyendo un poco de lo que aportamos”.
Los damnificados del Multifamiliar, son el grupo de vecinos más numerosos dentro de Damnificados Unidos de la Ciudad de México, organización que aglutina a la mayoría de afectados de la ciudad.
Sus acciones han abierto mesas de diálogo con el gobierno y esperan que su ejemplo sirva para otras organizaciones e damnificados a los que sin duda acompañarán en lo que soliciten.
Las calles de la colonia Del Mar parecen un campo de batalla, como si fueran la locación perfecta para una película de guerra. Calles sin pavimentar o con el asfalto roto por una grieta que lo cruza de lado a lado y escombros de casas demolidas en montículos en cada esquina.
Aquí, lo único que la gente ha visto de la reconstrucción son los trascabos, las excavadoras y las aplanadoras que vienen a demoler casas. Solo algunos han podido tener acceso a los fondos para la reconstrucción, y de ellos, la mayoría no pudo ni gastar el dinero que supuestamente traían las tarjetas que les dieron.
El resto, está pendiente a que el gobierno publique los resultados de los estudios de suelo y geotécnicos que supuestamente realizaron. Después de eso, tendrán que realizar los trámites para acceder a los apoyos que ofrece el gobierno y esperar que se les pueda asignar un poco de presupuesto.
Estos estudios son fundamentales para garantizar su permanencia segura en la colonia, sin embargo, a pesar de que el gobierno dice que ya los hizo, o que los están haciendo, Karina Solís Sánchez, miembro de Damnificados Unidos de Tláhuac, no cree que se esté haciendo mucho.
Mientras recorre la colonia del Mar, visitando a sus vecinos afectados, lee una nota publicada en el diario La Jornada:
“Miguel Ángel Mancera, como jefe de gobierno aceptó un donativo de 500 mil dólares de la fundación Rockefeller para hacer estudios en la colonia del Mar”. Resume. “Yo no sé si eso es poco o mucho para hacer un estudio, pero lo menos que esperamos, es que nos digan cuál fue el resultado, pero no nos dicen nada”.
Y es que nadie en la colonia sabía de la existencia de estas grietas. Hace 40 años, cuando llegaron los primeros pobladores, nadie les dijo que ahí no podían construir sus casas, y menos les dijeron bajo qué lineamientos. Es más, tenían el permiso de las autoridades, según dicen. Eso ha causado zozobra e incertidumbre.
“Hay personas que creen que sus casas están en amarillo (según el semáforo de riesgo por afectaciones), pero nos ha tocado que hay vecinos a los que le dicen ‘qué pasó don ¿ya le paso a demoler a usted de una vez? Aquí lo traigo en la lista’. Y la gente se queda sin saber qué, porque según ellos, sus predios no representaba tanto peligro”, explica Karina.
Mientras, las grietas que pasan por debajo de las casas, de los patios y de las calles se hacen más grandes y empeoran día con día. Con los sismos subsecuentes al del hace un año, se fueron abriendo nuevas, y con la temporada de lluvia, unas sehicieron más profundas.
Así le pasó a Hilario Herrera Luna, de 78 años, quien hace unas semanas estaba escombrando el terreno en el que solía estar su casa después de la demolición, cuando de pronto encontró una fisura en la tierra.
“Encontré un tramito así chiquito, como de un centímetro, pero que se iba largo pa’llá. Y dije ¡a chin… aquí qué! Y que agarro un pedazo de varilla y lo metí ¡nombre! se fue como metro y medio. Yo estaba confiado que yo no estaba sobre grieta ¡metí la varilla y se fue toda!”, cuenta el señor que ahora vive de su pensión y pasa su tiempo entre consultas hospitalarias y pases de lista de programas sociales.
Algo parecido le pasó a doña Teresa Guerrero Ortiz, una señora de 68 años, viuda, que vive sola en una casa que hasta hace unos meses solía ser de dos pisos. Hoy su hogar está lleno de polines de madera que apuntalan el techo, y el piso parece el de la Cabaña del tío Chueco. Pero ella dice que es completamente habitable.
A Teresa le dijeron que su casa tenía que ser derrumbada, pero ella solo quería que le tiraran la segunda planta, porque según algunos de los tantos especialistas, esa había sido la causa de los daños que sufrió.
-Si tiran todo, ¿yo a dónde me voy a ir?
-¡Pues a un albergue!
-Bueno sí, pero ¿y mis cosas?
-Ay quién sabe. Como usted no quiere que le tiremos todo, pues no se va a hacer nada. Y cuando quiera no va a haber ayuda.
-¿No? Está bien, no me ayude.
Ahora, cuenta que está pensando en hacer pulseras e irlas a vender al metro, o en hacer trabajos soldando tubos, pues sabe de plomería.
“Aunque sea vendiendo pepitas, pero ya encontraré la manera de salir de esto”, asegura con lágrimas en los ojos.
Unos días después del sismo, después de la calamidad, Aurora Abad Negrete estaba en medio de su terrenito llorando, su casa yacía en escombros a sus espaldas. No tenía ni idea de qué hacer.
Esos días la ayuda había llegado a raudales a las zonas cercanas a San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco. Sin embargo, cada vez que ella se acercaba a pedir unos pocos donativos todos se lo negaban. La razón: vivir en la zona de chinampas de la demarcación, que es considerada como reserva ecológica. No obstante, ella vio cómo algunos de sus vecinos sí recibieron ayuda.
Ahí, sola, abrazando a su hija, en medio de una chinampa rodeada de maizales y canales, estaba Aurora llorando. De pronto pasó una persona que la vio y se le acercó. Era el arquitecto Benjamín, cuyo apellido no recuerda.
Benjamín es originario de Xochimilco pero ahora vive en Monterrey. Cuando se enteró de lo que había pasado, corrió de regreso para ayudar en lo que pudiera. Fue entonces cuando se le acercó a Aurora. Él le prometió que le ayudaría a reconstruir su casa.
Pasaron 15 días, y Benjamín no regresaba. Aurora estaba preocupada. Un día, le marcaron a su celular. Era el arquitecto.
-¿Señora Aurora?
-Sí
-Puede salir
-Sí claro,
-Pero venga con unas carretillas.
Después de atravesar un puente hechizo con tablones y cruzar el canal que divide la zona urbana de su chinampa, Aurora puso un montón de leña en su carretilla. Nunca imaginó que ese sería el material con el que se levantaría su nueva casas.
“Yo la verdad sentí bien bonito, porque yo en ese momento, ya decía: o sigo con el estudio de mi hija (que va en secundaria) o guardo para volver a hacer una casita”.
No obstante, la madera y los materiales que Benjamín, junto con otro grupo de voluntarios le habían conseguido, no fue suficiente para terminar una casa nueva. Fue entonces cuando una de las voluntaria, Yose, como le dice Aurora, le preguntó:
-¿No le importa que pidamos ayuda?
-No pues, por qué habría de…
-Es que la vamos a subir al feis (Facebook)
Así fue como el grupo de voluntarios, casi anónimos, fueron recolectando donativos y materiales que les hacían llegar otros ciudadanos, también casi anónimos, para ir construyendo algunas casitas en Xochimilco.
“A base de eso, se terminó mi casa”, cuenta Aurora. Y no solo la suya, las campañas de recolección vía redes sociales fueron tan exitosas que han podido ir construyendo otras.
Todas las casas están siendo construidas con madera y un piso de losa de cemento. Dicho modelo, dicen las voluntarias que las construyen, en su mayoría mujeres, es muy apropiado para estas zonas de suelo blando, casi fangoso, pues son livianas, protegen del calor y son resistentes a los sismos.
Cuando uno camina por las chinampas de Xochimilco es posible ver casas de concreto y hormigón de hasta tres pisos, con tejas de barro y caminos de cemento. Muchas de ellas construidas irregularmente, ya sea sin la anuencia del gobierno o con su complicidad.
La casa de Aurora, que fue la primera que se construyó, ha sido tan efectiva, que en las semanas cercanas al terremoto, incluso la celebrity estadunidense Paris Hilton vino a verla.
Aurora cuenta que la traductora de Paris le dijo que era un modelo muy útil y fácil de realizar y que buscarían replicarlo.
Hoy el grupo de voluntarias han podido construir, pese a la ausencia de las autoridades y de apoyos federales, seis casas como esta. Todas, a partir de donativos que han recolectado con mensajes en redes sociales.
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“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: https://piedepagina.mx«.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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