Las manos que nos alimentan están vacías

16 agosto, 2025

La familia jornalera come mal y a prisas, para cosechar productos de calidad que comerán otros. ¿Qué tan desigual es la vida? Uno tiene que sacrificar su esfuerzo mientras otros gozan la buena vida

Por Arquímedes Bolito González *

Las comunidades indígenas de la Montaña de Guerrero durante décadas han sobrevivido a la pobreza. Se dedican al cultivo del maíz, calabaza y frijol, también son expertos en recolección de flores, quelites, hongos, camotes e insectos que son comestibles, y la caza de animales del campo es parte de la canasta básica. Sin embargo, no es suficiente, porque falta el dinero para comprar otros insumos que son complemento para que la comida tenga sabor. Hasta cierto punto es perfecto porque consumen productos naturales, pero no aportan todos los nutrientes que requiere el cuerpo, es decir no está equilibrada la alimentación, es por esa razón que existe la desnutrición en la niñez. Y este no es su única preocupación, sino que enfrentan una infinidad de problemas que los ahorca diariamente.

Es por esa razón que muchas familias migran a los campos agrícolas, principalmente en el centro y norte del país. En los campos agrícolas cambia totalmente la vida de las y los jornaleros agrícolas. A las mujeres jornaleras se les duplica el trabajo, porque antes de su jornada laboral tienen que levantarse a las 4 de la mañana para preparar el almuerzo y comida para todos los integrantes de la familia que van a trabajar. De madrugada deben estar desayunando porque todavía tienen que desplazarse de su vivienda a los campos y a las 7 de la mañana deben poner el pie en el surco para el corte de cualquier hortaliza. No disfrutan el alimento, sino que se trata de llenar el estómago para aguantar varias horas de trabajo, porque hasta a las 12 del día se tiene otra hora de comida, y no da tiempo para recalentar, sino comer frío el “lonche” preparado por las mujeres de madrugada.

La alimentación en los campos se modifica. En los pueblos comen ricas tortillas de maíz, hechas a mano, pero allá se impone la Maseca porque ser más rápida y “práctica”; en los campos agrícolas no existen donde acudir con el nixtamal y ni tiempo existe ara dedicarse a este proceso de transformación del maíz en tortilla. A este producto le han encontrado la presencia de transgénicos y glifosato, lo que afecta severamente la salud de las familias. Las tortillas de Maseca son acompañadas con los frijoles, lata de chiles en vinagre o con huevos a la mexicana, es decir se prepara lo que es más práctico para los tiempos cortos que tienen las mujeres.

Los y las jornaleras agrícolas no pueden pensar en comer saludable; es imposible porque no tienen tiempo para salir a surtirse; de hecho, al interior del mismo campo el patrón tiene su tienda que surte a todas las personas que viven en las galeras o albergues, alimentos de mala calidad y con sobreprecio, aprovechando la lejanía con los poblados. Si les va bien, descansan los domingos, pero tienen que lavar ropa o descansar porque sus trabajos son muy agotadores. Muchos dirán les va muy bien, por lo menos allá hay trabajo mientras en el pueblo no hay nada, “pura tortilla con sal” como se suele decir. Sin embargo, no se ve el sufrimiento que enfrentan las familias jornaleras. Mientras todavía en la casa come uno a la hora, sentado en una silla y una mesita vieja, en los campos están de pie y deben comer rápido, porque si no el patrón se enoja.       

Cocinar como en casa no es lo mismo que en los campos agrícolas, no se tienen insumos como ollas o cazuelas, solo se tiene lo básico. El mismo sartén que se ocupa para huevo sirve para frijoles o quelites, por ser el mismo a veces se conserva el olor y no da ganas de comer a veces, pero no hay de otra, hambre es hambre. Aquí si aplica “el que tiene hambre que coma y el que no ni modos”, porque no están para complacer a la familia, aquí todos trabajan.   

La familia jornalera come mal y a prisas, para cosechar productos de calidad que comerán otros. ¿Qué tan desigual es la vida? Uno tiene que sacrificar su esfuerzo mientras otros gozan la buena vida. Tal es el caso de los dueños de los campos agrícolas, muchos de ellos ni siquiera van a saludar a sus trabajadores, mucho menos comer con ellos, mientras más dinero acumulen no importa la vida de las y los jornaleros.

De las mujeres que se levantan desde las 4 de la mañana y se acuestan hasta que se oscurece, se desconoce si comieron o no. En realidad, muchas de ellas prefieren que coman sus hijitos, aunque ellas se mueran de hambre, así son las mamás guerreras. No vemos su sudor y sus lágrimas, ellas sufren mucho en los surcos y son invisibles ante la sociedad.

Todos y todas nos alimentamos diariamente, pero no nos preguntamos si quienes cortaron los jitomates, chiles, cebollas que compramos en los mercados comieron o están atravesando una situación complicada. ¿Quién se ha preguntado, cuando se sienta a desayunar en un restaurante, de dónde proviene todo lo que prepararon? La mayoría no lo hace, solo piensan en su trabajo de oficina mientras otros lloran en los surcos.

Mientras haya comida en casa no importan las condiciones laborales de las familias jornaleras que están en los campos agrícolas, pero no debe ser así, debemos ser más humildes y humanos como sociedad. A partir de ahora cada que compremos o nos sentemos a comer, démosles gracias a esas personas que con su esfuerzo llevan alimento a nuestras mesas. Pero, más importante aún, organicémonos desde nuestras trincheras para contribuir a mejorar las condiciones de vida de esas familias jornaleras.

*Coordinador de Enlace Comunicación y Capacitación-Equipo de la Montaña de Guerrero. Enlace es una organización integrante de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas.

Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.