Las mujeres en general, viven carencia de atención médica, y en caso de ser beneficiarias – como en la región norte, no son atendidas con enfoque intercultural. Independientemente de la región, todas cargan con la responsabilidad de realizar múltiples trabajos como el doméstico, el comunitario y el de cuidados. Por otra parte, una vez que las mujeres trabajadoras agrícolas llegan a la vejez, la mayoría de ellas no son beneficiarias del programa sesenta y cinco y más
Por Celso Ortiz Marín y Leonor Tereso Ramírez *
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (2024) del tercer trimestre, el número de personas dedicadas al trabajo agrícola en México es de 3 millones 114 mil 081, mientras que en Sinaloa en ese mismo año es de es de 92 il 410 personas dedicadas al trabajo agrícola, de los cuales 80 mil 423 son hombres y 11 mil 410 son mujeres.
En Sinaloa las mujeres trabajadoras agrícolas viven realidades diferentes, dependiendo la región: en el sur, en
Elota, la migración es más reciente, data del año 2000, ahí ellas, tienen menos conocimiento de las características del mercado de trabajo, viven en condiciones precarias laboral y socialmente, debido a que sus hogares están construidos en lugares de alto riesgo como barrancas y sus casas están hechas de desperdicios de los campos.
En la región centro -Valle de Culiacán-, las mujeres tienen mayor conocimiento del mercado de trabajo, ya que su asentamiento data de la década de los ochenta del siglo pasado, hay más flexibilidad en sus jornadas de trabajo, trabajan en el campo de noviembre-abril y, al terminar la temporada, se insertan en otras actividades, com vendedoras o trabajadoras del hogar en Culiacán. Además, construyen estrategias para que sus hijos e hijas no se dediquen al trabajo agrícola.
En cambio, las mujeres trabajadoras agrícolas de la región norte, desde Guasave, Ahome y El fuerte, la mayoría de las mujeres jornaleras son originarias de Sinaloa, incluso algunas son mayo-yoreme, cuestión que genera un proceso interesante de etnicización, por una parte, las mestizas se insertan regularmente en los empaques mientras que las indígenas se dedican a la cosecha en campo abierto -en los últimos años en el cultivo del arándano-, aquí sí son registradas en el seguro social (abril-junio).
Las mujeres en general, viven carencia de atención médica, y en caso de ser beneficiarias – como en la región norte, no son atendidas con enfoque intercultural. No obstante, es necesario mencionar que independientemente de la región, todas cargan con la responsabilidad de realizar múltiples trabajos como el doméstico, el comunitario y el de cuidados. Por otra parte, una vez que las mujeres trabajadoras agrícolas llegan a la vejez, la mayoría de ellas no son beneficiarias del programa sesenta y cinco y más.
Entre los obstáculos para acceder a dicho programa son: no hablar bien español, no tener acceso a dispositivos electrónicos e internet, desconocer los requisitos e incluso la existencia del propio programa Pensión para el bienestar de las personas adultas mayores, la cual consiste en transferencia monetaria cuyo objetivo es mejorar la situación de protección social de la población adulta mayor indígena o afromexicana de 65 años o más y población adulta mayor de 68 años o más, a través de apoyos económicos.
Cabe señalar, que Coneval (2024) señala que en cuanto a la vulnerabilidad económica de las y los jornaleros agrícolas, en 2022, se reportó que el 89.2 % (2.1 millones) no recibieron ingresos por transferencias de programas sociales. De éstos, el 61.5 % (1.3 millones) se encontraba en situación de pobreza. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos CONASAMI (2020), en México, los adultos mayores de 60 años y más
son 8.9%, es decir, aproximadamente 206,253 de los trabajadores agrícolas. Aunque el dato es general y no se especifica el sexo, es un número que no deja de ser relevante, debido a que el trabajo agrícola al ser precario solo permite cubrir las necesidades mínimas que requieren las familias para subsistir, por tanto, con mucho mayor razón, la cobertura del programa debe cubrir en su totalidad a esta población, quienes como lo mencionábamos, ya no son contratadas en los campos agrícolas. Cabe decir que esta crítica la realizamos desde nuestra experiencia situada en la Sindicatura de Villa Benito Juárez, Navolato Sinaloa, y no sólo nosotros, sino Coneval (2024) ha señalado que los municipios de Guasave y Navolato concentran el mayor número de personas jornaleras agrícolas en situación de pobreza.
*Celso Ortiz Marín Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas
*Leonor Tereso Ramírez, Universidad Autónoma de Sinaloa
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