Después de nueve días puedo decir que Venezuela no es como nos la han pintado. He visto una ciudad viva, tecnológica, desarrollada, con una enorme infraestructura. He visto un pueblo amoroso y vibrante que lucha por sus ideales hasta las últimas consecuencias. Un pueblo valiente con claridad política
Texto y fotos: Ingrid Urgelles Latorre
VENEZUELA. . Me encuentro en la tienda Zara más grande de Latinoamérica. A igual que la de Madrid, hay cajas de autopago que detectan automáticamente la ropa. La tienda no está en México, donde vivo. Ni en Chile, de donde soy. Estoy en Caracas. En Venezuela, el supuesto país del desabastecimiento e integrante del conocido “Eje del mal”. Pero ya me estoy adelantando a los acontecimientos.
Apenas recibo la invitación del Instituto Simón Bolívar para asistir a Caracas al Festival Mundial de la Internacional Antifascista, a celebrarse en los días anteriores a la toma de protesta del presidente Nicolás Maduro, me doy cuenta de lo difícil que será abarcar un país y una ciudad en un solo viaje. Sólo podré narrar parte de la realidad, la que me toque. Estoy consciente de que el venezolano sabe a mayor profundidad la situación de su país y de mi lado ciego: ser extranjera y abrazar una ideología de izquierda.
Pero les decía que llegar a Venezuela no es fácil. Más allá de los interrogatorios o desazones que se desatan entre amigos y familiares, están las complejidades de movilidad que han ocasionado los sucesivos bloqueos contra el país. En estos días, los problemas diplomáticos han aumentado y los aeropuertos por los que se puede llegar a Caracas son escasos. Como dice una querida amiga: para viajar a Venezuela hay que contemplar un par de días de viaje y tener mucha paciencia. Desde México las únicas opciones son vía Bogotá o Santa Cruz de la Sierra, saliendo del Aeropuerto Internacional de la ciudad; o de manera directa por la aerolínea pública venezolana Conviasa, desde el Felipe Ángeles (AIFA). Hay alternativas aún más extremas: llegar a la Cúcuta y cruzar por tierra, dar la vuelta por Madrid o con escalas en Estambul.
En mi caso, el vuelo sale el día 7 de enero de Ciudad de México. Hace una parada corta en Panamá y luego abordo otro avión para Santa Cruz Bolivia. Tras el aterrizaje me dirijo a la sala de abordaje y cualquier cansancio se esfuma al ver a una fila enorme de personas que ondean las banderas de sus respectivos países y cantan: “Maduro presidente” o “Alerta que camina, la espada de Bolívar por América Latina”. Más de 300 personas, todas invitadas para el encuentro antifascista, nos subimos a un charter de Conviasa, rumbo a Caracas.
Días más tarde, mientras escribo este texto, descubriré en internet que la línea aérea ha sido sancionada en Estados Unidos por sospechas de “apoyo al terrorismo”. Se basa en los vuelos que la aerolínea hace a Irán y por haber transportado, supuestamente, a terroristas de Hezbollah. Una pequeña muestra de la maquinaria de propaganda occidental contra Venezuela.
Después de semejante periplo se podría pensar que uno llega a una ciudad desabastecida y con distintos problemas de movilidad, alimentación y de funcionamiento. Una ciudad tensa y polarizada, en medio de una crisis de legitimidad por la última elección presidencial. Asediada por el eje occidental y bloqueada por los poderes imperialistas. Una ciudad de la que todos se escapan y que explica la cifra de más de 7 millones de personas que han migrado en los últimos años.
Pero en los días que vienen estos mitos se irán rompiendo.
El primer día nos invitan al programa vespertino “Con el mazo dando” que dirige el capitán Diosdado Cabello, actual ministro del Interior por quien el gobierno gringo ofrece 25 millones de dólares de recompensa. Nadie sabe bien a qué vamos, pero nos dicen que hay que llegar cuatro horas antes para que nos acrediten. La cita es en el Poliedro, un recinto al sur de la ciudad, con capacidad para 13 mil 500 personas. Vamos escoltados por policías en motocicleta. Estos días son de extrema precaución. De lo poco que alcanzo a ver desde el autobús que nos traslada es lo apretado de la vegetación, el cielo de un azul imposible, los numerosos edificios y la construcción de infraestructura.
El Poliedro se llena a la mitad de distintos colectivos: el Movimiento Revolucionario Tupamaro que trae banderas rojas con los rostros de Chávez, Fidel Castro o Emiliano Zapata; el Movimiento de Campesinas y Campesinos; el Ministerio del Poder Popular de la tierra; la Milicia Campesina; oficiales y generales de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional; representantes de distintas comunas; diputadas y diputados; estudiantes de la Universidad Nacional Experimental; y, entre otros, los partidos políticos Socialista Unido de Venezuela, Comunista, Verde y Podemos. La música en el evento es imprescindible: desde vallenato hasta reguetón, con títulos pegajosos como “Mi gallo Nico”. El título hace referencia al “Gallo Pinto”, apodo con el que se nombra Maduro desde su última campaña presidencial. Todas las canciones fueron seleccionadas en Factor M, un reality show cuyo fin era crear melodías para la campaña presidencial de Maduro.
En este lado del mundo, la revolución tiene su banda sonora tropical:
Nico en la calle
Nico en las redes
Nico en los medios
En las paredes
En las siguientes cuatro horas, Diosdado habla de política; promueve las consignas de “viva la revolución, viva Chávez, viva Maduro”; lee informes de inteligencia disfrazados de cartas, donde nos cuenta sobre la detención de una serie de mercenarios ucranianos en la frontera con Colombia, contratados para hacer estallar el país; se ríe de María Corina Machado, la lideresa opositora, y retoma una serie de tuits de medios de comunicación y de la oposición. El programa termina a las doce de la noche.
A esta horas los invitados todavía no nos hemos conocido del todo. Pero conforme pase el tiempo iremos creando una comunidad: “Los sudakas mal portados”. Un grupo de personas insumisas que desafía la prohibición, los cuestionamientos sobre las pasadas elecciones, la mala fama de Venezuela y la potencial violencia que se puede desatar estos días. Todos somos conscientes de los riesgos que tiene este proceso, pero aun así estamos aquí para defender uno de los últimos bastiones de la izquierda en Latinoamérica. Somos Los Sudakas, pues.
A la mañana siguiente, 9 de enero, arranca la Internacional Antifascista en La Carlota. Hay cerca de 2 mil personas de 125 países: líderes políticos, intelectuales, obreros y campesinos, académicos, influencers y creadores de contenido, reporteros, juventudes y estudiantes, poetas, escritores y activistas de distintos movimientos sociales. Gente de países más lejanos como Burkina Faso, Mali, Palestina, Irán, Kazajistán, Italia, Rusia o China. Gente de distintos partidos políticos y movimientos latinoamericanos como el partido Comunista de Chile y de Argentina o el partido Morena de México.
La Internacional Antifascista genera un interesante debate en torno a las izquierdas actuales, a la necesidad de integración, a la falta de medios de comunicación de izquierda en la región, a la necesaria lucha contra el ascenso del fascismo a nivel mundial, a la solidaridad con la lucha del pueblo palestino y al apoyo al presidente Maduro y a Venezuela como bastión de lucha antifascista. Al final se propone un Plan de Acción Internacional con el objetivo de crear una agenda común.
Ese día, también, empiezan las fake news. Medios internacionales como El País, la BBC, Latinus, Telemundo o CNN aseguran que se ha producido una movilización en Caracas de 300 mil personas y que María Corina Machado ha sido detenida y secuestrada por el “régimen chavista”. Ni una ni otra. La concentración de opositores es apenas de cientos y Machado sube un video para desmentir el secuestro y dar una extravagante explicación sobre “la cartera azul” que según le ha sido robada, pero la tiene escondida el motociclista que acompañaba a Machado.
La periodista Meme Yamel y yo nos repartimos la reporteada en centros comerciales, supermercados y tiendas. Cerca de mi hotel, en el distrito financiero El Rosal en el Municipio Chacao, hay numerosos ‘malls’. Junto a El Necio, nombre virtual de un reportero cubano que me acompaña, escogemos uno de los más grandes, uno que pertenece a la cadena Sambil. Con un diseño vidriado y moderno, Sambil Caracas consta de cinco niveles y más de 500 tiendas de marcas globales como Zara, Polo, Samsonite, Levi’s, Quicksilver, Adidas o Converse. Tan sólo la tienda Zara mide más de 5 mil metros cuadrados y se dice que es la más grande de toda Latinoamérica.
Mientras miro a chicas comprar ropa, me tomo mi latte comprado en Páramo Café, una cadena de cafeterías surgidas del emprendimiento de dos amigos que decidieron crear un modelo similar al de Starbucks con productos locales. Hoy tienen más de diez sucursales repartidas por toda la ciudad.
Meme, por su parte, sube a sus redes videos donde visita un supermercado completamente abastecido y muestra la cantidad de productos disponibles para la venta. El desabastecimiento en el año 2025 no es real.
El 10 de enero se produce la celebración de la toma de protesta del presidente Maduro en Miraflores. La presencio junto a la gente de a pie. El paso fronterizo con Colombia se ha cerrado por seguridad y militares rodean el espacio en el que nos encontramos. No hay la tensión o conflicto social que ha vaticinado la prensa hegemónica. Las personas han salido a celebrar al ritmo de canciones con banderas, carteles de apoyo y gorras de Venezuela. Destaca la presencia de una gran cantidad de jóvenes. Se ha estrenado una pegajosa melodía para la ocasión: “A Dios juré” de Los Guerreros del Psuv.
¡A Dios juré!, ¡A Dios juré!
Que, a mi gallo, yo lo defenderé.
A mi patria nunca abandonaré
Que a cada “pataruco” le llega su diez.
El reelecto presidente hace su entrada al escenario junto a su esposa y a los dos presidentes más cercanos: Miguel Diaz-Canel y Daniel Ortega. Venezuela, Cuba y Nicaragua reunidas, haciendo fuerza común contra toda la narrativa y golpeteo imperialista. Los últimos bastiones de la izquierda revolucionaria latinoamericana en una sola toma.
A mí lado veo a una señora que baila junto a su hijo pequeño. Va vestida con una playera roja, una gorra de Tommy Hilfiger y su hijo va de lentes de sol. Está feliz y se nota. Me cuenta que viene a apoyar a Maduro. Le digo que soy chilena y me responde que su hija tuvo que migrar Chile por culpa del bloqueo. Me platica que su hija tiene leucemia y que ciertas medicinas de su tratamiento de quimioterapia no se encuentran disponibles porque simplemente los laboratorios no se las venden a Venezuela. Esa es la razón de su partida a Chile. El bloqueo tiene alcances mucho mayores a los que habría imaginado.
La migración venezolana es innegable. Se estima que más de 7 millones de personas se han ido del país. Generalmente, la migración es multifactorial. En el caso venezolano, las olas migratorias están vinculadas a las sanciones económicas. El tema de la migración venezolana ha sido utilizado por la narrativa imperialista para golpear al gobierno de Maduro. Pero este proceso tiene elementos que no se publican en la prensa internacional: el incremento se sitúa en 2015, como consecuencia directa de la declaratoria del expresidente Obama acerca de que Venezuela es una “amenaza inusual y extraordinaria contra los intereses estadounidenses”.
Con dicha declaración se establecieron las Medidas Coercitivas Unilaterales (MCU) que los sucesivos presidentes de EEUU (Trump y Biden) —así como la Unión Europea, Agencias, Programas, fondos y organismos internacionales del sistema de Naciones Unidas, entre otros— aplicaron contra Venezuela para destruir su economía y afectar su sistema financiero y monetario.
A la migración provocada por las MCU se le llama, oficialmente, “migración inducida”. Este concepto es un posicionamiento que en reiterados foros ha sostenido el país, como en el Comité Ejecutivo de la Organización Internacional para las Migraciones de las ONU.
Este proceso se configura en olas migratorias que, en distintas etapas, han movilizado a estratos de la población: empezando por profesionales altamente calificados hasta la mano obrera. En las primeras olas existieron factores de atracción: ofertas de trabajo, facilidades de regulación y residencia. En las últimas olas, el tipo de migrante cambió, pues las sanciones MCU estaban dirigidas a desmejorar los programas de apoyo social, así como perjudicar los sistemas educativo y de salud. Las sanciones habían pasado ya a otros sectores, no sólo el industrial o petrolero. Esa población que migró en las últimas olas se fue con el engaño de que serían recibidos y asistidos. Una vez que arribaron a los distintos países, se encontraron con xenofobia y dificultad de integración.
Me consta como chilena: entre 2018 y 2019, el expresidente Sebastián Piñera invitó especialmente a las personas venezolanas a abandonar su país para residir en Chile. Les facilitó los trámites migratorios y fueron recibidos con honores por la derecha chilena. El objetivo: captar una base votante. Ese objetivo ha tenido resultados. En la última elección intermedia, en octubre de 2024, el voto migrante tuvo un impacto real a favor de la derecha, especialmente en la comuna de Santiago. Sólo en siete años, se triplicó el derecho a voto en personas migrantes, de 267.000 en 2017 a 786.000 en 2024.
Como todo país del mundo, Venezuela tiene sus contradicciones.
Una complejidad que obliga a buscar fórmulas de subsidio estatal son los bajos salarios de los funcionarios públicos. Me explican que quienes trabajan en el sector privado acceden a salarios relativamente normales —el ingreso mínimo es de 180 dólares al mes y se puede llegar a percibir 5 mil dólares y más—, pero aquellos que trabajan en el sistema público ganan aproximadamente 130 dólares mensuales. A eso, se le agregan una serie de subsidios.
De esto me habla María Eugenia Acero, una reportera venezolana con la que he trabado amistad estos días. Me detalla los tipos de subsidios que provee el gobierno de forma mensual. Todos los meses se entrega una bolsa de víveres no perecederos gratis a cada persona, valorada en 50 dólares. Todos los venezolanos reciben mensualmente hasta tres bolsas de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que consiste en un programa de distribución local de productos alimentarios considerados de primera necesidad. En algunas instituciones se entrega un combo proteico gratuito que consiste en carne, pollo, queso o huevos, valorado en 100 dólares. Existe también un combo de higiene (champú, jabón, afeitadoras, detergente, cloro, pasta dental) con un valor de 50 dólares.
A esto se debe sumar el llamado “bono de guerra”, un beneficio de 100 dólares que es depositado cada mes. Los ‘cultores’ (comunidad cultural), madres de barrio y adultos mayores también son beneficiarios de diversos bonos del Estado. Hay que considerar, también, que la mayoría de las personas son dueñas de su vivienda y que la renta de departamentos no es lo más común. A esto se debe agregar el bajo costo —en algunos casos ninguno— de los servicios públicos para la mayor parte de la población (agua, electricidad, transporte público, residuos, entre otros).
Los pensionados también tienen protección estatal. En el gobierno de Chávez se otorgó pensiones para todos los adultos mayores, sin distinguir si trabajaron o no. En el caso de las mujeres, este derecho se otorga a partir de los 55 años y en el de los hombres, a los 60 años. Los adultos mayores reciben su pensión y bonos. Además de servicios médicos, clubes de la tercera edad y viajes, siendo incluidos en una serie de programas culturales.
En relación con la salud, averiguo que existen los Centros de Diagnóstico Integral y una red de farmacias del Estado que venden medicamentos provenientes de la India y de Irán a muy bajo costo. Pese a ello, existen las farmacias privadas que son mucho más costosas. Los médicos privados cobran de 50 a 100 dólares por una consulta y no prescriben las medicinas públicas, sino patentes de las farmacias privadas. El Colegio Médico de Venezuela es opositor. La gente que va a clínicas privadas debe contar con un seguro médico privado, de lo contrario no es atendida.
En el caso de la salud pública, los hospitales no funcionan como deberían. Si bien ha aumentado la cantidad de centros hospitalarios, no todos son administrados de la misma manera, ni ofrecen la misma calidad. Provocado por las sanciones a la importación de productos, muchas veces hay desabastecimiento de medicinas y las personas deben llevar sus propios insumos (jeringas, gasas). Como en todo país, incluyendo México o Chile, hay demoras en las citas médicas o cierta preferencia de personas que tengan contactos.
Sobre la educación, el hito más importante es la erradicación del analfabetismo. El gobierno ha puesto hincapié en el desarrollo universitario y han aumentado las universidades, la cantidad de profesionales graduados de universidades públicas y se han creado programas educativos. Pese a ello, falta desarrollar la educación básica. Todavía ahora muchas familias prefieren las escuelas privadas, cuyos precios oscilan entre los 30 y los 500 a 700 dólares mensuales. Precio que es desproporcionado a los ingresos. Lo mismo ocurre con las universidades privadas, donde cursar una maestría puede costar mil 500 dólares al semestre. Impagable para una persona que trabaja para el Estado.
Para paliar la situación de los bajos salarios del sistema público y llegar a fin de mes, lo más común en el país es tener más un trabajo. En el caso de Sofía, una funcionaria pública, quien tiene tres empleos y un emprendimiento. No tiene hijos y vive con sus padres. Al mes logra hacerse de 300 dólares que le alcanzan para pagar alimentos, servicios y entretenimiento: viajes, ropa, salida con amigos.
Muchas familias reciben remesas desde el extranjero. Por ejemplo, la hermana de Sofía vive en Estados Unidos y envía dinero por PayPal hacia Venezuela. Sofía me dice que el problema está en el precio del dólar, pues el gobierno no le ha puesto control o freno. Me cuenta que los precios se han “cartelizado” y son los comerciantes los que van definiendo la agenda del precio del dólar. Mientras el gobierno tiene un precio oficial del dólar, los comercios se ciñen al precio del dólar paralelo. Por eso se disparan los precios de la comida en los automercados, de las medicinas en las farmacias privadas y en los negocios.
Sofía también cree que el gobierno no ha controlado la situación del dólar por la “chilladera de la oposición” y por acusaciones sobre que el estado es “represor”. Para evitar los golpeteos y mantener la estabilidad, el gobierno ha optado por hacer pactos con los empresarios y financiar incluso empresas opositoras.
Un trabajador público del Ministerio de la Cultura me explica que, antes del 2013 y de las medidas coercitivas, Venezuela contaba con seguridad alimentaria y los trabajadores incluso gozaban del ingreso mínimo más alto de toda Latinoamérica con 476 dólares. De acuerdo con los datos más conservadores sobre las sanciones, desde el 2015 a la fecha, el país ha dejado de percibir ingresos de entre 250 mil millones a 600 mil millones de dólares, Es en este contexto que surge el programa CLAP y el sistema de compensación monetaria del Sistema Patria, para paliar la crisis a la que fue sometida el país.
Respecto a la corrupción, como en todo país, siempre existen aquellos que intentan favorecerse con el erario. En el caso venezolano, me dicen que el gobierno está trabajando en desmantelar cualquier red que exista en su interior y me dan como ejemplo el de Tareck El Aissami, quien fue considerado uno de los ministros más importantes del gobierno de Maduro. En abril de 2024 fue arrestado por corrupción en la petrolera estatal, junto al exministro de finanzas Simón Zerpa.
Entre las complejidades y contradicciones venezolanas está la lucha de las mujeres y de las diversidades. En un encuentro sobre Palestina realizado en una casa de cultura de Caracas se me acercaron un par de mujeres que pertenecían a la comunidad LGBTQ+. El relato era la falta de interés del actual gobierno por abrirse a políticas que pudieran asegurar derechos a las diversidades.
Le pregunto a una amiga sobre este tema y me dice que, con Chávez, el feminismo sí tenía un lugar relevante. “Muchas veces, el expresidente se refirió al feminismo socialista como un horizonte posible y se declaró ‘feminista’ públicamente”. En marzo de 2009, en su espacio “Las líneas de Chávez”, dijo: “Sin la verdadera liberación de la mujer, sería imposible la liberación plena de los pueblos y soy un convencido de que un auténtico socialista debe ser también un auténtico feminista”.
Le digo a mi amiga que en Chile se sigue acusando a mujeres del “delito de aborto” y que toca empujar estas agendas en nuestros respectivos territorios.
El discurso del ya asumido presidente Maduro versa sobre los nuevos tiempos que le esperan al país y de cómo se ha vencido a la narrativa colonial, capitalista e imperialista. Miro hacia atrás y las calles están atestadas de personas. No encuentro, por ningún lado, a ese supuesto 66% de votantes de Edmundo González. Pienso en que este día constata la gran mentira de la oposición.
Recuerdo el fraude electoral del 2006 a AMLO y las miles de personas instaladas en campamentos permanentes en el Zócalo. La protesta del 29 de julio que reunió a más de un millón de personas, una de las más grandes que ha tenido el país. Imagino que, si algo así sucediera acá en Venezuela, se vería en las calles, como ocurrió en México. Y más bien se ha producido todo lo contrario: no hay violencia, ni oposición, ni contra-marchas, ni reclamos de ninguna naturaleza. Sólo hay la idea de la construcción de la paz, una palabra que Maduro ha repetido en varias ocasiones durante su discurso.
Me río de la demonización del presidente Maduro en la prensa hegemónica. Es su tercer mandato y el refrendo es popular. Los medios de comunicación propagandistas de la derecha prefieren creer en el conteo privado de votos de la oposición y en las supuestas “actas” con las que cuentan, antes que confiar en las instituciones venezolanas. Dan por verdad una tabulación paralela llamada Altavista que no cumple con la muestra mínima que exige el modelo para presentar resultados confiables. Es decir, que en vez de contabilizar 1500 mesas, dan por ganador a González sólo con 997. Esto, mientras desconfían del Instituto Electoral Venezolano.
Los medios también asumen como ciertas unas fotos que presenta la oposición de los recibos oficiales de los votos (actas), cuando sus formatos no son uniformes y sus códigos QR direccionan a páginas de ventas de productos y no a la información del voto, tal como expuso Samuel Moncada, embajador de Venezuela ante la ONU, en la Asamblea Nacional hace unos meses. Para quien tenga dudas sobre el proceso electoral, recomiendo ver su intervención en YouTube. Ahí explica que las 997 fotos de actas que presentó el sistema Altavista tienen códigos QR con firmas idénticas, QR distintos para una misma acta o redirigen a centros de votación inexistentes.
En esa lógica, a los medios no les llama la atención que Edmundo González diga tener actas, pero que no las presente ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia cuando se las solicitan. Tampoco investigan quiénes son los responsables de este sistema de conteo Altavista, ni quiénes son los profesores de Michigan que escribieron el artículo que legitima a este sistema, ni en qué se basan mil 500 profesores gringos —entre ellos Fukuyama— para afirmar que González ganó con el 66%. No se preguntan por el rol de la agencia AP o del Washington Post en el refrendo a esta narrativa, ni por la participación de la compañía Edison Research’s, conocida por ser una empresa de la CIA que trabaja en Ucrania e Irak.
A los medios hegemónicos tampoco les interesa la poca presencia en las calles del supuesto 66% de votantes de la oposición. Exigen actas y observadores internacionales a ciertos países que califican de “anti-democráticos”, se inmiscuyen en su soberanía y cuestionan su institucionalidad. No consideran que en Venezuela existen elecciones, institucionalidad vinculada a este proceso y que actualmente hay opositores gobernando en distintos estados como Cojedes, Zulia y Nueva Esparta. Qué dictadura más curiosa.
Se callan cuando Donald Trump reclama haber sido “robado” en las elecciones pasadas y sus fanáticos asaltan el capitolio, y luego no tienen problema con se reelija para su segundo mandato. No ponen el grito en el cielo cuando Bukele se reelige saltándose las normas constitucionales de El Salvador. Ni cuestionan los 17 años que Angela Merkel gobernó Alemania ni los 15 años que tiene Netanyahu en el poder.
Los medios de comunicación son parte de una propaganda occidental imperialista, capitalista y colonial que tergiversa los hechos y tacha a ciertos países insumisos — generalmente los que tienen petróleo: Venezuela, Rusia, Irak, Irán— como “Eje del mal”.
Voy escuchando a Tania mientras conduce su auto por una autopista. Cuando pasamos por Petare, un barrio popular construido en las colinas al este de Caracas y donde viven cerca de 700 mil personas, Tania me dice con cierta ironía que ese puñado de casitas coloridas y apretadas es, supuestamente, “el barrio más peligroso de Venezuela. “Ahora hay tours para Petare; los grupos del narcotráfico fueron desmantelados, como el Tren de Aragua”. Reviso en internet y veo que sí, que hay visitas guiadas y que se han realizado operativos militares y policiales para bajar las tasas de inseguridad y violencia.
La reportera María Eugenia Acero me refrenda esta información: “Hace algunos años el hampa estaba más activa. Hoy en día la gente camina tranquila por la calle con los móviles en la mano y no pasa nada. Yo he estado en barriadas populares que tienen fama de ser peligrosas y no pasa nada. La seguridad ha mejorado un montón”.
Según el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), Venezuela acumulaba hasta noviembre de 2024 una tasa de 3.49 homicidios por cada 100 mil habitantes. En México la tasa en 2024 asciende a 24 por cada 100 mil habitantes y en Ecuador a 38.8.
El tema de las comunas es fascinante. Se diría que es el bastión de la revolución bolivariana. Las comunas son organizaciones de base que se autogestionan en las decisiones, no tienen mediación estatal y cuentan con presupuesto nacional para realizar sus propios proyectos. En paralelo a la disputa política por el gobierno, en las calles existe una construcción paralela de otros mundos posibles. Una excelente crónica que detalla el proceso es la de Alejandro Ruiz titulada “Comuna o nada”.
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Pasamos luego por una cadena de edificios y Tania me cuenta que se trata del plan Gran Misión Vivienda, un proyecto estatal iniciado por Chávez en 2011 y continuado por Maduro. Hasta hoy se han construido más de cinco millones de viviendas, con ayuda de Rusia y China. El plan es construir otras tres millones de unidades habitacionales para asegurar el derecho a la vivienda. Estas casas son otorgadas por el Estado a quienes no tienen hogar y son intransferibles: no se pueden vender o utilizar para hacer negocios.
Miriam, una joven trabajadora con la que platicaré luego, me contará que, si bien el proyecto estatal ha proyectado seguir construyendo hogares, siempre están los que transan con los departamentos y que favorecen a funcionarios dándoles más de un inmueble. Le diré que igualito pasa en Chile y en México.
En el recorrido con Tania llegamos al Paseo de Los Próceres, un monumento inmenso ubicado cerca del Fuerte Tiuna. Consta de una avenida arbolada repleta de jardines y fuentes por la que se puede pasear o andar en bicicleta. Para este tipo de actividades también está el Parque Este, una suerte de Chapultepec que consta de 64 hectáreas de superficie y que, en su interior, tiene una biblioteca, una concha acústica, un planetario, cafeterías, canchas deportivas y un enorme lago.
El paseo termina en el centro de la ciudad, donde caminamos. Observo la tranquilidad del ambiente, la limpieza de las calles y los árboles bien recortados. Nada de esto me imaginaba. Le digo a Tania que la propaganda es tan fuerte que caemos incluso personas de izquierda, que intentamos consumir medios alternativos.
Un último recorrido nocturno, junto a los amigos Christian Nader y Alma Alvarado. Caminamos entre los edificios iluminados y visitamos el Centro Cultural Teresa Carreño, con una arquitectura de estilo brutalista y que, con sus 88000 metros cuadrados, es el segundo más grande de Sudamérica. El director del centro nos habla sobre la escuela de ballet y los montajes de distintos espectáculos de ópera, danza y conciertos. La reportera María Eugenia Acero me dirá luego que, últimamente, el gobierno se ha centrado en dar un fuerte impulso a la cultura, lo que ha generado una reconstrucción de la identidad venezolana que no existía.
“Tanto Chávez como Maduro han librado una batalla para desmontar patrones socioculturales patriarcales de derecha que vienen inoculados desde hace muchísimos años. La sociedad venezolana ha sido muy colonialista y esos valores arraigados en la sociedad se han mantenido en las dinámicas de las relaciones comerciales y de poder de las grandes empresas. Desmontar eso ha costado mucho. Para combatir esta estructura identitaria, el gobierno ha apoyado el cine, el teatro, la música e incluso los deportes”.
Después de nueve días puedo decir que Venezuela no es como nos la han pintado. He visto una ciudad viva, tecnológica, desarrollada, con una enorme infraestructura. He visto un pueblo amoroso y vibrante que lucha por sus ideales hasta las últimas consecuencias. Un pueblo valiente con claridad política.
Bien me dice Acero: “Hay que hacer la revolución dentro de la revolución. Y hay que seguir, porque del otro lado nos espera un abismo”.
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