La vida del otro lado a veces no es tan linda como parece, y quizá lo sea menos en estas fechas para los paisanos que no pueden volver. Yo necesitaba caminar por las calles que me vieron crecer, bajo el sol recorrer el centro, sus librerías, platicar con los libreros y, naturalmente, pasar tiempo con la familia
Por Évolet Aceves / X: @EvoletAceves
“Fíjate bien lo que le respondes eh cabrón, no te vaya a terminar partiendo la madre”, escucho que le dice un joven a otro, a manera de consejo, frente al advenimiento de algún potencial peligro, en la parada del autobús a un costado del Cosmovitral, en el centro de la ciudad de Toluca.
En la esquina, mientras espero a que el semáforo cambie de color, veo en la acera de enfrente a una pareja joven de comerciantes, venden guayabas y manzanas verdes y amarillas, en lo que esperan la clientela bailan la cumbia que suena en el negocio de la esquina, el muchacho le da una y otra vuelta a su pareja de baile que hasta el mandil de ella vuela entusiasta con cada giro. Paso junto a la pareja de baile que por nada para de sonreírse, aislados de todo, menos de la música y de sus ojos.
Hace unos días, caminando por las calles de Manhattan, veía los adornos navideños en Macy’s, qué bárbaros, qué espectacularidad, cuántas ganas le echan a los duendes que se mueven detrás de los aparadores, a las maniquíes miniatura —también movibles— que simulan ser señoritas con trajes navideños en la década de los cincuenta. En las tiendas hay moños rojos gigantes, coronas navideñas y una semi selva en la entrada, hasta con changuitos artificiales colgados. Pese a que una buena parte de los abrigos tienen descuento de hasta 40%, me voy de espaldas cuando me entero de que el precio final, más que descuento parece multiplicación. Y, por supuesto, sigo caminando y mirando.
—Anything I can help you with? —me pregunta una señorita que trabaja en la tienda.
—Oh no, thank you, just looking around, still deciding… —le digo a la señorita con una grata sonrisa, como si me alcanzara para más de uno de esos abrigos.
Ocho pisos tenía la tienda de espléndidos adornos, los elevadores de interiores dorados conservaban una apariencia clásica. Al salir del edificio, no voy a negar que sí compré algunas botas con descuento, me dirigí hacia el Seven Eleven de enfrente por un hot dog y un café caliente porque las temperaturas ya hacen a una temblar aunque esté abrigada. Ya para entonces en la calle estaban colocando puestos navideños, al igual que en el parque Union Square, lleno de foquitos y demás adornos de la época.
Pese a lo bonito que pudiera ser permanecer más días en Nueva York, ya sentía la necesidad de regresar a mi tierra, aunque fuera sólo por un mes, que ya es bastante. En Toluca el sol sale a diario, y no sólo eso, el sol calienta aunque sea invierno, y calienta como Dios manda; en Manhattan en esta temporada es rarísimo ver el sol y el día se acaba a las 4 pm.
La temperatura de Toluca, la ciudad más alta de todo México, es también bastante fría, considerando que cae nieve en el volcán conocido como Nevado de Toluca y en La Marquesa —carretera México-Toluca—, y hasta en la misma ciudad ha nevado, aunque la última vez ocurrió el 10 de enero de 1967. Aún así, Manhattan es bastante más fría, llegar a temperaturas bajo cero es común. Esta semana la temperatura más baja de Toluca será de 1 grado centígrado, mientras la de Manhattan será de -9.
Creo que tenía la necesidad de caminar por las calles que me vieron crecer, bajo el sol recorrer el centro, sus librerías, platicar con los libreros y, naturalmente, pasar tiempo con la familia. Un buen amigo chicano me dijo que uno regresa a México para sanarse, para sanar su espíritu y regresar recargado a los Estados Unidos. Y de verdad que se necesita una recarga pero bien dada para volver, porque la vida del otro lado a veces no es tan linda como parece, y quizá lo sea menos en estas fechas para los paisanos que no pueden volver.
X: @EvoletAceves
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everaceves5@gmail.com
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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