Además del robo, la explotación y la corrupción, es necesario reconocer que la base fundacional del sistema capitalista en los países occidentales tuvo su origen en la captura, sometimiento, esclavitud, traslado y venta de millones de personas provenientes del continente africano
Por Félix Santana Ángeles*
La acumulación de grandes riquezas en el planeta no solo es el resultado de una agresiva campaña por la obtención de recursos o materias primas, muchas veces robadas; de los avances tecnológicos, que aumentan la producción pagando lo mínimo por la mano de obra; de la extraordinaria logística en transporte, distribución o venta de mercancías que, con inusitada fluidez, coludida con el sistema legal y político, pagan sobornos en lugar de impuestos.
Además del robo, la explotación y la corrupción, es necesario reconocer que la base fundacional del sistema capitalista en los países occidentales tuvo su origen en la captura, sometimiento, esclavitud, traslado y venta de millones de personas provenientes del continente africano.
De acuerdo con la base de datos sobre la Trata de esclavos trasatlántica de la Universidad William Marsh Rice, ubicada en Houston, Texas, se han documentado más de 36 mil viajes a través del Atlántico, en los que se transportaron por la fuerza a esclavos provenientes de África entre los años 1514 y 1866. Esta información es vital para dimensionar la magnitud planetaria del crimen cometido por los países colonizadores, que por primera vez vincularon, a través del comercio de personas, a tres continentes: Europa, África y América, obteniendo por ello ganancias descomunales.
Así se configuró el primer desplazamiento forzado trasatlántico de gran calado, en el cual Portugal comercializó a 2 millones 510 mil personas esclavizadas, Gran Bretaña a 2 millones 475 mil, España a 1 millón 538 mil, Brasil poco más de un millón, al igual que Francia, y Países Bajos a 472 mil esclavos, sumando en total más de 9 millones de personas secuestradas, torturadas, esclavizadas, trasladadas en barco en condiciones infrahumanas y vendidas en «el nuevo mundo».
La captura o secuestro de hombres, mujeres, niñas y niños en el continente africano se realizó con suma violencia. Una vez sometidos, eran marcados con hierros candentes en el cuerpo, hacinados en mazmorras o cárceles; ante cualquier intento de sublevación, eran torturados y ejecutados. Su traslado duraba, en promedio, 15 semanas en barco, en espacios insalubres, hacinados, sin alimentos ni agua suficiente, desnudos y encadenados.
Actualmente, se tiene información sobre la muerte de 1 millón 221 mil 18 esclavos durante esos traslados, por desnutrición, enfermedad o amotinamientos, los cuales normalmente eran arrojados al mar, con la finalidad de «cobrar» a las compañías aseguradoras la «carga» perdida durante su traslado, convirtiendo casos de cientos de homicidios en disputas legales por «mercancía» perdida.
No deja de llamar la atención la manera como se configuró un régimen ideológico, político, jurídico y comercial basado en la deshumanización de las personas, el trato bestial y sanguinario de los países europeos con los africanos, la maximización de ganancias económicas por encima de cualquier connotación ética o moral, en la construcción del nuevo mundo, sentando las bases del capitalismo salvaje que perpetúa el subdesarrollo del continente africano y se repite en otras latitudes hasta la actualidad.
El 4 de diciembre de 2024, en una sala de la ONU en Nueva York, The Brattle Group presentó el documento denominado Informe sobre las reparaciones por esclavitud transatlántica en las Américas y el Caribe. En él se describe un modelo de reparación del daño causado por países y empresas europeas durante cuatro siglos de esclavitud a personas originarias del continente africano.
Si bien es cierto que no hay forma de reponer la pérdida de una vida humana, de cuantificar el costo por el dolor causado, de valorar el impacto de las torturas infringidas, los traumas y humillaciones heredadas por varias generaciones, cualquier ejercicio que intente proponer una eventual compensación será siempre menor que el daño ocasionado.
La eventual reparación debe contener un conjunto de elementos para que sea integral, tales como la Restitución, que eventualmente retornaría a la víctima a su estado original, antes de que ocurriera la agresión; la Compensación, que prevé una evaluación económica por el daño causado; la Rehabilitación, que debe considerar atenciones médicas, psicológicas o acompañamiento jurídico; y, finalmente, la Satisfacción, que, con base en la visión de la víctima, intente enmendar los hechos causados, con base en mensajes, símbolos o acciones conmemorativas que permitan construir caminos de no repetición.
Ante el tamaño del desafío, lanzar una propuesta de reparación permite dimensionar el tamaño del agravio, extrapolando a valores económicos de la actualidad. El modelo cuantifica los costos durante el período esclavista por la pérdida de la vida, pérdida de la libertad, trabajo no pagado, lesiones personales, violencia de género, daños mentales y angustia, así como la privación de su familia y nacionalidad.
De acuerdo con el modelo expuesto, la cantidad económica que los países y empresas europeas tendrían que pagar por los 352 años de comercio de esclavos asciende a 130 billones de dólares. Para comprender el tamaño de esa cantidad, basta conocer que el Producto Interno Bruto del mundo en 2023 fue de 106 billones de dólares, de los cuales Estados Unidos contribuyó con 27.7 billones, Reino Unido con 3.3, Alemania con 4.5, Francia con 3, España con 1.6, Países Bajos con 1.1 y Portugal con 0.28.
Frente a la imposibilidad de comenzar a pagar la deuda histórica con el continente que fue la cuna de la humanidad, es necesario conocer los mensajes que han enviado gobiernos como el de Emmanuel Macron en 2017 por la colonización de Argelia, el Rey Felipe de Bélgica en 2020 por el pasado colonial en el Congo, Angela Merkel en 2021 por las agresiones a Namibia y Tanzania, Costa de Marfil, Senegal, Mauritania y Ruanda; El Vaticano con el Papa Francisco en 2022 por los pecados contra los pueblos originarios; el Rey Guillermo de los Países Bajos en 2023 por la esclavitud en Sudáfrica; y el Rey Carlos de Inglaterra en ese mismo año por la violencia contra Kenia.
Estamos al inicio de un nuevo episodio en la historia de la humanidad en el que, después de 500 años, los herederos de las riquezas confrontan a los desposeídos. Será un diálogo complejo en el que la inteligencia civilizadora puede sentar las bases de un mundo que garantice la distribución de la prosperidad o intentar detener la inevitable y lenta evolución de la conciencia humana.
*Licenciado en Planeación Territorial, cuenta con estudios de maestría en Administración y Políticas Públicas, fue asesor legislativo en el Senado de la República, Secretario Técnico de la Mesa Directiva de la Constituyente de la Ciudad de México, coautor del libro “La Guerra que nos ocultan” (Editorial Planeta, 2016) fue encargado del despacho de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas, fue Director General de Estrategias para la Atención de los Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, ahí se desempeñó como Secretario Técnico de la Comisión para la Verdad y el Acceso a la Justicia del caso Ayotzinapa, además de Secretario Ejecutivo de la Comisión para la verdad, el esclarecimiento histórico y el impulso a la justicia de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990, también fue Secretario técnico en la comisión gubernamental contra la trata de personas en México, actualmente es Tercer Secretario en la Misión Permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas con sede en Nueva York.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona