Ahora se habla de una avalancha de nearshoring y los empresarios, los que ya tienen capital y ya saben de estas cosas, están muy emocionados. Tanto los que votaron por Xóchitl como los que votaron por Claudia
Por Lydiette Carrión / X: @lydicar
Esta es una de las columnas que hago para explicarme temas a mí misma. Qué es el nearshoring, por qué es tan popular ahora y por qué, desde Morena, el PAN, lo que queda del PRI, el Verde por supuesto, y Movimiento Ciudadano hablan del nearshoring.
Mi primer reflejo es que de seguro es algo de lo que no me debo ocupar, ya que es obedece a un mundo al que no quiero pertenecer: el dinero y la propiedad privada. Se trataría de un fenómeno similar a la instalación de maquiladoras en la frontera norte de la ciudad, ese proceso que cambió la faz de las ciudades fronterizas, que las volvió un foco de trabajo y atrajo a millones de personas del sur del país. A aquellas campesinas y campesinos que, en plena entrada del tratado de libre comercio, sus tierras o trabajos dejaron de dar lo poco que daba y hallaron en las fábricas y maquiladoras del norte una salida.
De seguro no me debo ocupar, porque lo primero que pienso también es que la expresión nearshoring me late a que es un rebranding de aquel proceso similar. Es decir, un viejo conocido con sombrero nuevo: las maquiladoras.
Este fue un proceso que, por un lado dio alguna salida de vida a grupos de trabajadores, pero por otro implicó grandes trastornos económicos y procesos de descomposición social.
Finamente tampoco me debería ocupar porque es algo que interesa a los empresarios, ¿no? A aquellos con los que no simpatizo mucho porque, pues, están interesados en sus ganancias, y mis reflejos están, por supuesto, en los derechos humanos, en las resistencias, en los conocimientos ancestrales, en la educación pública.
Pero, el nearshoring es algo que cualquiera que esté en el poder va a propiciar. Y pues aquí está. Así que debo hacer un poco de tarea, qué diablos es esto que me suena a rebranding y hasta dónde es realmente lo mismo:
Aquí tomo una definición del medio especializado Fortuna. Según éste el nearshoring “se refiere a distribuir de mejor manera la capacidad productiva acercándola a los centros de consumo para minimizar riesgos asociados a las complicaciones logísticas, e implica mejorar la respuesta de mercado aprovechando la cercanía geográfica y la producción en países aliados (friendshoring)”.
Luego me puse a platicar con gente que sabe más de economía que yo y esto es lo que entiendo: Si anteriormente, determinada industria estadounidense manejaba algún proceso de producción en China –es decir, en una lejana orilla, offshoring–, y lo tenía ahí porque China ofrecía un precio más competitivo, ahora va a buscar trasladar ese proceso a, por ejemplo, México.
¿Por qué?
Según ellos, con la pandemia descubrieron que muchas cadenas de suministro se trabaron o dejaron de funcionar. Así que mejor van a tener a las dichas cadenas de suministros cerquita de sus mercados, para que no vuelva a pasar.
Luego agregan también: es que el nearshoring es más “ecológico”, porque los traslados contaminan mucho.
Las letras chiquitas, sin embargo, si bien no niegan estos aspectos, hablan más de geopolítica. La cosa es que China ha acumulado mucho poder económico en la última década, y los mercados estadounidenses no quieren ayudar a que se siga enriqueciendo. Entonces tratan de cortar esta tendencia, sacando de ese territorio sus maquiladoras y procesos diversos. Y como, en nuestro caso, México es un país “amigo” de los mercados estadounidenses (de ahí otra definición, la de friendshoring), pues mejor que nuestro país tenga contratos y no los nuevos ricos de China.
Así que ahora se habla de una avalancha de nearshoring y los empresarios, los que ya tienen capital y ya saben de estas cosas, están muy emocionados. Tanto los que votaron por Xóchitl como los que votaron por Claudia.
¿Pero y los demás? Las personas de a pie que no tenemos un capital para invertir y que quizá terminemos incluso en algún trabajo mal pagado, al menos de forma temporal? ¿A qué debemos poner atención? ¿Qué presión debemos imprimir, alrededor de qué idea primaria debemos organizarnos?
Tengo puras respuestas parciales, pero hay una a la que he estado dándole vueltas desde hace semanas.
Hace como 15 años entrevisté a un astrónomo de la UNAM, que explicaba la importancia de la investigación en ciencia pura y dura y los beneficios de un programa espacial para el desarrollo económico de un país. Él decía con claridad que mientras más tecnología soberana se desarrollara en un país, se saldría de lo que en ese entonces se llamaba tercermundismo.
Puso un ejemplo: las historias de México y Corea del Sur respecto al primer proceso de maquiladoras en los años setenta y ochenta del siglo pasado.
Ambos países se encontraban en una situación económica similar al iniciar el periodo: bajos sueldos, población pobremente preparada, bajo Producto Interno Bruto. Él explicaba que en Corea del Sur, hubo un plan estatal para reinvertir en ciencia y tecnología y educación la derrama económica –mucha o poca– que dejaban las maquiladoras.
Este pequeño excedente entró directo a educación pública y al desarrollo de ciencia y tecnología.
México en cambio, no tuvo ningún tipo de planeación. La vocación fue la de que toda esa ganancia fuera absorbida por el sector empresarial como riqueza para ellos mismos.
Además, este proceso coincidió con el abandono de la educación pública por parte del Estado. De la mano de líderes sindicales como Elba Esther Gordillo, se redujo por ejemplo, la jornada educativa, se abandonó la calidad de la educación, se permitió la entrada de la comida chatarra –subproducto de la cultura maquiladora– a las escuelas.
Total, todo lo que se necesitaba para que las empresas maquiladoras florecieran era mano de obra pobremente calificada, ¿no? Y mientras más incapaz de organizarse, de cuestionar, pues mejor.
A la vuelta de 20 años, México tenía procesos de descomposición social debido a la enorme desigualdad económica que generó y el desarraigo que genera la migración masiva, una migración que fue promovida desde una política estatal, pero no fue acompañada de ningún tipo de programa o acompañamiento social adecuado. De esto fue producto por ejemplo, la violencia feminicida que fue primero visible en Ciudad Juárez, luego el crimen organizado. Y también, la niñez mexicana obtuvo el primer lugar en obesidad infantil.
Eso sí, México también generó una microminoría de hombres –no mujeres– muy, pero muy ricos. Absurdamente ricos, obscenamente ricos. Entre los más ricos del mundo.
Multirrecontrarricos en un país arrasado.
El auge de las maquiladoras se fue diluyendo y la población trabajadora tuvo que seguir buscando soluciones parciales a sus sufrimientos.
En Corea del Sur, en cambio, por medio de las maquiladoras una visión estatista desarrolló programas de educación pública y reinversión de excedentes en investigación científica y desarrollo.
Para los años 2005, Corea del Sur tenía una economía soberana, tenía industria propia y un programa espacial. ¿Qué tiene que ver un programa espacial con el bienestar económico de una población? Es bastante sencillo, me explicó aquel astrónomo. Y sacó su pequeño celular:
–Todo lo que ves aquí son insumos del tercer mundo, los metales, las aleaciones. Pero cuando los sacan de la tierra valen muy poco. Valen lo que una penca de plátano. Pero al convertirlo en tecnología, en conocimiento, vale muchísimo. Esta tecnología es la que enriquece al primer mundo.
En los países del tercer mundo importamos tecnología automotriz, tecnología de teléfonos inteligentes, computadoras. Importamos tecnología médica, incluso biotecnología. Importamos hasta la pintura, las fórmulas lácteas. Todo.
Durante aquellos años también, al inicio de los 2000 que se abrió otra ventana de oportunidad con la biotecnología, llegaban científicos de todo el primer mundo y clasificaban y patentaban componentes de plantas y nativas. Si alguna resultaba tener cierta propiedad, la riqueza, de nuevo se iría fuera del país.
Entonces, todo este rollo para poder preguntarnos, desde la resistencia al despojo, desde el anhelo genuino de desarrollar una calidad de vida digna para la enorme cantidad de personas en este país: ¿cómo nos vamos a organizar? ¿Qué vamos a exigir? ¿Qué aspectos no son negociables para las personas de a pie?
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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