Tras su fracaso electoral, el PRI, el PAN y el PRD se preparan para disolver su alianza. Ya hablan de refundarse, reformar sus estatutos y su programa, y hasta cambiarse de nombre, de color y de logotipo.
Por Ernesto Núñez Albarrán / X: @chamanesco
Los partidos de la transición están en crisis. Luego de su nuevo fracaso, se alistan para disolver su alianza, hacen planes para sobrevivir en minoría parlamentaria, hablan de refundación y reforma de sus documentos básicos, y hasta piensan en cambiar de nombre, de color y de logotipo.
Fueron a las elecciones 2024 convencidos de que el voto anti López Obrador sería suficiente para hacerlos ganar la Presidencia, la Ciudad de México, media docena de gubernaturas, presidencias municipales, Congresos locales y una fuerza considerable en la Cámara de Diputados y el Senado de la República. Pero se estrellaron contra la pared.
Como ocurrió en 2018, PRI, PAN y PRD se toparon con una realidad electoral que no esperaban.
Su fracaso en 2024 es aún peor, pues después de cinco años y medio del gobierno de Morena, estaban convencidos de que era general el repudio que ellos tienen hacia Andrés Manuel López Obrador.
En su peor escenario, perderían la presidencia, pero pelearían la jefatura de gobierno en la capital, mantendrían Guanajuato y Yucatán, e impedirían que Morena y sus aliados obtuvieran la mayoría calificada en la próxima legislatura del Congreso de la Unión.
Pero el 2 de junio se toparon con un país que les otorgó el 27.4 por ciento de los votos en la elección presidencial; el 29.8 por ciento en la elección del Senado y el 30.3 por ciento en la de Cámara de Diputados.
No funcionó su apuesta hecha desde 2020, cuando el empresario Claudio X. González y el dirigente de la COPARMEX, Gustavo de Hoyos, convencieron a Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano de constituir una alianza electoral para frenar la llamada “cuarta transformación”.
Animados porque en 2021 la llamada “Alianza Va por México” logró arrebatarle la mayoría calificada al oficialismo en la Cámara de Diputados y media Ciudad de México; Marko, “Alito” y “Chucho” pensaron que bastaba con repetir la dosis tres años después.
Pero cometieron varios errores en el camino: ignoraron que en 2021 ―pese a todo― Morena y sus socios les arrebataron 12 gubernaturas y se quedaron con la mayoría absoluta en San Lázaro, suficiente para que López Obrador pudiera manejar a su antojo el Presupuesto de Egresos de la Federación.
Mientras AMLO y Morena corregían sus errores, ellos se dedicaron a la resistencia desde el llamado bloque opositor, con el que declararon una “moratoria” de reformas constitucionales. Ése fue su único “triunfo” del sexenio.
A diferencia de Morena, las dirigencias del PRI-PAN-PRD no hicieron calle, no reclutaron nuevos militantes, no crearon estructuras (el 2 de junio ni siquiera pudieron acreditar representantes en el cien por ciento de las casillas), no propusieron una idea de país, no entusiasmaron y no le dijeron a nadie qué más, aparte del repudio al lopezobradorismo.
Además, no crearon cuadros ni líderes sociales; no construyeron candidaturas, ni locales ni federales; improvisaron a la candidata Xóchitl Gálvez, con un supuesto proceso ciudadano, y luego se dedicaron a regatearle apoyos, recursos y respeto.
Basaron su campaña en atacar a un presidente con más del 70 por ciento de aprobación ciudadana. Y hoy, buscan culpables para justificar su descalabro.
El PRI, partido dominante durante el siglo XX, ya habla de cambiar su nombre, sus siglas, sus colores y su logotipo.
A punto de cumplir cien años (si se toma como referencia 1929, año de fundación del Partido de la Revolución Mexicana), el PRI es hoy una fuerza de sólo 6 millones de votos, que se disputa con Movimiento Ciudadano el cuarto lugar en el sistema de partidos políticos.
Gobierna dos estados (Coahuila y Durango), en los que ni siquiera pudo ganar las Senadurías y las diputaciones federales.
Si le va bien en la asignación de plurinominales, tendrá 33 diputados y 12 senadores.
Hoy, hay más cuadros priistas conocidos en el oficialismo que en el tricolor: en la lista de los fugados recientemente destacan Eruviel Ávila, Alejandro Murat, Alfredo del Mazo, Adrián Ruvalcaba, Alejandra del Moral, más una larga lista de ex gobernadores que acabaron como embajadores del gobierno lopezobradorista.
Incluso una de sus más recientes ex presidentas nacionales, Claudia Ruiz Massieu, llegará a la próxima legislatura como parte de la bancada de Movimiento Ciudadano.
El descalabro del tricolor es tal, que está en duda su supervivencia hasta llegar a su centenario.
Y, sin embargo, las turbulencias dentro del PRI no han aflorado. Alejandro Moreno se da el lujo de insinuar que podría quedarse en la dirigencia nacional, pese a que su relevo está programado para agosto, y eso, gracias a una resolución del Tribunal Electoral que le permitió prolongar su mandato hasta después de las elecciones del 2 de junio.
El PRI está contra las cuerdas y, pese a todo, “Alito” será senador a partir de septiembre.
Marko Cortés se irá de la dirigencia nacional del PAN tras seis años desastrosos. Su periodo al frente del Comité Ejecutivo Nacional tendrá como saldo el haber dejado a Acción Nacional con sólo cuatro gubernaturas (Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro), luego de que en 2018 el PAN tuviera 12 gobiernos estatales.
No sólo eso, sus bancadas serán las más reducidas que haya tenido el PAN desde los años noventa: 69 diputados y 14 senadores.
Marko, a quien lo “valiente” le quitó hasta lo cortés en la noche del 2 de junio, prefiere gritarle a Xóchitl Gálvez por haberle llamado a Claudia Sheinbaum la noche del 2 de junio, que admitir que su dirigencia fue un desastre.
El presidente del PAN inició su primer periodo en 2018, al calor de la derrota de Ricardo Anaya, imponiéndose a otros cuadros apoyado en sus pactos con gobernadores y padroneros; luego se reeligió en 2021, gracias al espejismo de los resultados de las elecciones intermedias.
Aliado de Jorge Romero, líder real del PAN capitalino y del grupo político panista ligado al “cártel inmobiliario”, Marko Cortés reformó estatutos, se apoderó de la llamada Comisión Política del partido y convirtió al antes respetable Consejo Nacional del PAN en una oficialía de partes para aprobar sus estrategias, sus alianzas, sus candidaturas y, desde luego, el manejo de las finanzas del partido.
Los resultados están a la vista: el PAN sigue siendo el partido de 9 millones de votos que, en 2018, Ricardo Anaya ya había dejado en los huesos.
Y, sin embargo, Marko Cortés será senador a partir de septiembre.
Resignados, Jesús Zambrano y otros dirigentes del Partido de la Revolución Democrática ya han iniciado la despedida.
En tan sólo 10 años, Morena lo desplazó como el partido de izquierda predominante en el país. Andrés Manuel López Obrador se llevó la mayor parte de la estructura, los simpatizantes, los votantes, las ideas, el alma… y sólo le dejó a Los Chuchos el membrete y las prerrogativas.
El PRD perdió en 2021 el último gobierno estatal que le quedaba: Michoacán, donde Silvano Aureoles hoy ni siquiera puede ganar una diputación en su distrito.
Todo ha sido declive para el PRD desde 2015, cuando Morena debutó en las elecciones federales.
En aquel año, en las intermedias del sexenio de Enrique Peña Nieto, el PRD todavía obtuvo 4 millones 335 mil votos en la elección de diputados federales (11 por ciento); en 2018, obtuvo 2 millones 967 mil votos (5.2%); en 2021, un millón 792 mil (3.6 por ciento), y en 2024 ya sólo alcanzó un millón 449 mil votos, equivalentes al 2.4 por ciento, que no es suficiente para conservar su registro.
En la elección presidencial, de los 16.5 millones de personas que votaron por Xóchitl Gálvez, sólo un millón 121 mil lo hicieron vía el PRD.
Gracias a la asignación de candidaturas de Mayoría Relativa en la coalición Fuerza y Corazón por México, el PRD podría colocar cuatro senadores que ganaron Primera Minoría en Tabasco, Morelos, Michoacán y Baja California Sur, pero no alcanzarán a constituir grupo parlamentario.
Y en San Lázaro tendrán un diputado federal; uno, entre 500.
El eclipse no fue parcial, y cegó al partido del Sol Azteca, que pronto entrará en una tortuosa fase de liquidación.
Y no, pese a haberse colocado en el número uno de la Lista Nacional de candidatos al Senado, Jesús Zambrano no ocupará un escaño en septiembre.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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