En Buenos Aires asistí a la obra arqueológica más destacada de la ciudad, pero quedé desconcertado. Cualquier excavación en el Centro Histórico de la Ciudad de México promete el hallazgo de tesoros prehispánicos; En Argentina, cuando excavan en el sótano de una casa encuentran -con sorpresa- un caño antiguo
Por José Ignacio De Alba / X: @ignaciodealba
Asistí al Zanjón de Granados con la expectativa de conocer un poco sobre la ciudad de Buenos Aires. Como recién llegado recibí la recomendación de visitar el “Zanjón”, en el centro de la ciudad. Para entrar es necesario pagar 18 mil pesos argentinos, lo que equivale a más de trescientos pesos mexicanos. En el momento debí haberme dado la vuelta para ir a buscar un lugar para desayunar.
Pero persistí por curioso o idiota. Esperé algunos minutos antes de que iniciara la visita guiada. El grupo estaba integrado por argentinos que visitaban el lugar por primera vez, algunos explicaron que desearon por años poder entrar a este sitio. En fin, el recorrido comenzó en un patio donde la guía de turistas dio una síntesis histórica interesante de la ciudad.
Aquí un resumen:
La casa original fue construida en los límites de la Buenos Aires, fundada en 1580 por Juan de Garay. La ubicación no fue elegida al azar, sino que se instaló junto a un arroyo que servía de muralla natural de asentamiento primigenio.
Con los años las casas del lugar fueron remodeladas y la ciudad creció. Pero fue hasta la década de 1980, cuando el nuevo propietario de la construcción reformó la edificación que se descubrieron una serie de cisternas, aljibes y los restos de túneles que datan de los años 1700, 1740 y 1830, enterrados bajo la mansión y los edificios circundantes.
Los túneles formaron parte de la red de desagüe de la ciudad, un entramado que fue sustituido con el paso de los años. Pero quedaron enterrados, intactos y desconocidos para los habitantes de la ciudad.
Cuando uno está en el Zanjón visita los pasadizos de ladrillos y arcilla. Es todo.
El dueño de la propiedad pensó, antes del descubrimiento, en construir un restaurante. Pero cuando halló las galerías invirtió tiempo y dinero en el salvamento arqueológico del sitio, además trabajó durante años para establecer un museo.
En Buenos Aires estos lúgubres túneles ayudan a sus habitantes a conectarse con el pasado de la ciudad. Un frugal recuerdo del pasado.
Hasta hoy soy consciente de algo que extrañaré de México; su riquísima historia y arqueología. Algo que me maravilló cuando llegué a vivir a la Ciudad de México -soy de otros lares- era la cantidad de sitios históricos.
Prácticamente en todo el Centro Histórico de la Ciudad de México no ha dejado de haber hallazgos en cientos de años. Ya no digamos cerámica, ofrendas y restos humanos. Literalmente existe una ciudad sobrepuesta en otra. Se hallan casas enteras, templos, calzadas y edificios.
Para ya no toca hablar de la Ciudad de México. Desde Buenos Aires es momento de entender la historia desde una frontera diferente. Aquí la historia se lee desde un sitio más intangible, mucho menos obvio. Una curiosidad de esta ciudad es que nadie está seguro del lugar exacto donde se fundó.
De hecho, la ciudad fue fundada dos veces. Primero, en 1536, por Pedro de Mendoza. Pero la pequeña fortaleza tuvo que ser abandonada, por los ataques de los querandíes y el brote de enfermedades mortales. El hambre fue tan dura que se asegura que que los españoles recurrieron a la atropofagia.
De ese primer encuentro con estas tierras sobrevive el relato de un cronista guerrero -ahora recuerdo con cariño a mi Bernal Díaz del Castillo-, el alemán, Ulrico Schmidl. Este personaje describió:
“la gente no tenía qué comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo de que los caballos no daban servicio. Fue tal la pena y el desastre del hambre, que no bastaron ratones, ni ratas ni víboras ni otras sabandijas; también los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido”.
Fue hasta 1580 cuando Juan de Garay logró fundar de nuevo la ciudad. La función de establecer este puerto fue abrir un camino hacia la Asunción, donde ya había españoles establecidos. También se creyó, de forma equivocada, que remontando el Río de la Plata, desde Buenos Aires, se podía llegar a Perú; en ese entonces las tierras más ricas del mundo.
Pero no hay sitio de fundación, la historia se vuelve un poco aire. Algunos investigadores creen que la primer establecimiento estuvo donde ahora se encuentra el Parque Lezama, en la cercanía del centro de la ciudad. Ahí hay un monumento dedicado a Pedro de Mendoza, en el sitio se lee la leyenda “El Sueño de la Sierra de la Plata”.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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