Por décadas los habitantes del ejido de Atotonilco, en Almoloya de Juárez, habían pedido al gobierno del Estado de México sanear las aguas de la presa Ignacio Ramírez. Hoy por fin ven una posibilidad de lograrlo, pero el proceso de saneamiento podría enfrentar diversas resistencias
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
SAN ANTONIO ATOTONILCO.- “Ahorita el agua ya está más limpia, pero eso no quiere decir que esté libre de contaminantes”, lamenta Bernardo Álvarez Moreno, comisario ejidal de Atotonilco, una comunidad del municipio de Almoloya de Juárez, en el Estado de México.
El sueño de Bernardo es recuperar la presa Ignacio Ramírez a su estado previo, con agua fresca y limpia de la que se podían beneficiar las 7 comunidades que cohabitan alrededor de este cuerpo de agua.
“La petición es sanitizar la presa Ignacio Ramírez, que tome conciencia la empresa y las comunidades río arriba, que hacen sus descargas de químicos y desagües”.
La empresa de la que habla Bernardo es la Papelera del Nevado, la misma que desde 1978 empezó a contaminar la presa.
Bernarno y la comunidad han luchado por defender el medio ambiente, y no es la primera vez que él hace una petición como esta: sanititzar la presa. Lo ha hecho por, al menos, 20 años. Y también lo hizo cuando la entonces candidata a gobernadora, la maestra Delfina Martínez, visitó la comunidad.
Hace unas semanas investigadores universitarios y personal de la Secretaría del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible del Estado de México visitaron la comunidad para hacer un primer análisis de su contaminación. A su vez, el ejidatario también tiene contacto con personal de la Secretaría del Agua del Estado, que ya ha anunciado que planea recuperar y sanear grandes cuerpos de agua por toda la entidad.
Las esperanzas del comisario Álvarez han regresado, y ahora parece que por fin su sueño se hará realidad.
Antes de la década de los 70, en estos ejidos la idea de la pesca era extraña, pero después de la construcción de la presa, decenas de sus habitantes se volcaron en botes a las aguas de esta laguna creada por la ingeniería.
“Si hablamos del inició de la presa, me acuerdo que teníamos una gran cantidad de animales en el ecosistema, habían pescados, ajolotes, carpas, todo lo que conlleva tener un hábitat en el agua y sus especies”, recuerda emocionado.
Dice que en su niñez, antes de que llegara la papelera, habían pescadores con redes que medían cien metros y con las que sacaba carpas de hasta 10 kilos y otros pescados, que de tanto que brillaban, llamaban espejos.
“Cambió totalmente después de todos los contaminantes que desechan y que, derivado del río, desembocan aquí. Antes la gente a eso se dedicaba, a la pesca. De ahí se mantenían muchas familias y ahora ya no lo hay”, dice el ejidatario con un tono más sombrío.
En 1978 la Papelera del Nevado abrió sus puertas en el poblado de San Miguel de Almoloyán, 10 kilómetros al sur de Atotonilco. Su presencia fue innegable para los ejidatarios de Atotonilco al poco tiempo de que inició sus operaciones.
“Literal, nos empezamos a dar cuenta porque del río, de las cuencas de arriba, baja y tiene su entrada a la presa. Empezamos a ver bajar residuos de cartón, y así se llenó la presa de una capa de 20 centímetros por toda la superficie. Si se subía un niño de 10 o 13 años, sí pasaba caminando a la isla de los Patos”, cuenta al respecto el comisario Álvarez.
La Papelera del Nevado es parte del Grupo Krafir, que se dedica a producir y comercializar papel para envoltura así como cartón corrugado y cajas, paradójicamente, cien por ciento de papel reciclado, lo que les ha ganado diversos reconocimientos medioambientales.
Inclusive, la empresa asegura en su sitio de internet que cuenta con una moderna planta tratadora de efluentes que permite la recirculación del agua depurada de su proceso productivo. A partir de esa descripción es difícil deducir a dónde se hace esa recirculación. Poco importa, pues a las descargas que pudiera hacer ya se suman las de otras industrias y de conjuntos habitacionales como Rancho San Juan o Colinas El Sol, que malamente descargan su desagüe en el río que alimenta la presa San Isidro.
“No le podemos echar la culpa a los de atrás, porque no va a haber solución, y ya estando aquí, pues mejor hay que buscar una”, dice con ilusión el ejidatario.
“Ya estamos tomando cartas en el asunto, por eso vino la universidad y el primer punto va a ser el dar prioridad a ver qué tan contaminada está la presa”.
El siguiente paso sería controlar las entradas de aguas contaminadas al río, hacer que pasen por un sistema colector, que se traten y sean llevadas de nuevo al cauce del río, lo que implicaría una inversión en infraestructura importante por parte del gobierno.
Ese podría no ser el único obstáculo para el rescate de la presa Ignacio Ramirez, que también podría topar con los intereses de otras industrias e incluso de los colonos de las colonias río arriba, dice Bernardo, aunque su optimismo nadie lo apaga.
Ahora, su sueño parece empezar a ser real: recuperar el agua que por décadas ha sido contaminada.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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