Este humanista fundó en Michoacán comunidades autónomas, su experimento social dejó un legado de más de quinientos años. Pueblos de refinadas artes y oficios han sobrevivido a los vericuetos de la historia. Por estos rumbos aún se recuerda con cariño a “tata Vasco”
X: @ignaciodealba
En la conquista de México hubo soldados que personificaron bien la ambición. Es el caso de Nuño de Guzmán, un militar experto en “pacificar”. Un sanguinario capitán que hizo carrera en las Indias como rival de Hernán Cortés y fue gobernador de Pánuco, pero su codicia lo lanzó a terribles expediciones en el occidente de México.
Su riqueza estaba afianzada por el comercio de esclavos, más que por la tenencia de tierras. Sus incursiones en el territorio Tarasco diezmaron a la población. Incluso, fue él quien quemó en la hoguera al cazonci (gobernador) tarasco Tangáxoan II.
Por los atropellos de Nuño de Guzmán, la corona española se hizo del control de buena parte de la costa del Pacífico. Pero para el año 1529 hubo inquietud entre las autoridades virreinales. La sangre derramada en el territorio llamado Nueva Granada -ahora Michoacán- era inocultable. Así que la el gobierno de Castilla decidió reformar la Audiencia de la Nueva España, para acabar con sus excesos.
Entre los personajes convocados estuvo Vasco Vázquez de Quiroga (Vasco de Quiroga), un abogado y religioso convencido de que en América se debía fundar la Utopía de Tomás Moro: un reino donde la justicia es la herramienta para alcanzar la felicidad, el máxime de la política.
En Michoacán, Vasco de Quiroga fundó el primer cabildo de la región. La legalidad sobre el territorio le ayudaría a mantener a raya a colonizadores como Nuño de Guzmán.
Vasco de Quiroga llevó a cabo un experimento social que, aun hoy, configura la identidad de muchos pueblos en Michoacán. Gracias a la fundación de pueblos-hospitales, aglutinó una forma de organización novedosa, con núcleos de pueblos indígenas, donde los españoles quedaron excluidos.
Hoy podríamos considerar que las bondades de su humanismo lograron colonizar por medio de la palabra y el evangelio. Aun así, la generosidad de Vasco de Quiroga permeó sobre sus actos. Con pobreza franciscana y con una vocación auténtica invirtió su salario y sus bienes para comprar tierras y entregárselas a las indígenas.
La sociedad colonial quedó apartada de las utopías formadas por Vasco de Quiroga. La autoridad de estos sitios se dejó a manos de los pobladores, quienes ocuparon cargos de regidores, principales y un rector-cargo únicamente ocupado por un religioso-.
La organización de estos pueblos-hospital quedó delineada en las “Reglas y ordenanzas para el gobierno de los Hospitales de Santa Fe de México y Michoacán”, aunque para Quiroga el indígena era una especie de “menor” que se debía ser tutelado; un pensamiento muy generalizado en la época.
En 1536 se autorizó la creación de un obispado en la Nueva Granada: el cargo fue ocupado por Vaco de Quiroga, quien se encargó de diezmos, prerrogativas, aunque su misión principal fue la conversión de los naturales.
Se tiene registro de que en Michoacán se fundaron casi 300 hospitales durante el primer siglo de la diócesis. Muchos de de ellos se mantuvieron como el centro de la vida de pueblos y comunidades durante la colonia. Paradójicamente, fueron un refugio para la avasallante colonización que se vivió fuera de este territorio.
Vasco de Quiroga impulsó la agricultura y la ganadería. En cada región organizó actividades económicas específicas. Pero uno de los legados más importantes de este religioso fue la enseñanza de artes y oficios en un pueblo proclive al ingenio.
En Uruapan, la gente perfeccionó la elaboración de lacas; en Teremendo, se dedicaron a la curtiduría; en Paracho, a la laudería y la elaboración de muebles; en Santa Clara de Cobre, la orfebrería de cobre; en San Felipe, la maestranza de la herrería; en Patambán, la alfarería; y en Nurío, los tejedores de lana.
Hoy en día estos pueblos conservan sus oficios. Incluso, algunos aún son férreos en sus autonomías.
Se cree que Vasco de Quirgoa murió el 14 de marzo de 1565 en Uruapan, aunque sus restos fueron enterrados en un mausoleo en la Basílica de Pátzcuaro. Actualmente el lugar es visitado por pobladores de la región quienes siguen agradecidos con el religioso, a quien llaman con cariño tata Vasco
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona