23 diciembre, 2023
Las redadas nocturnas que se están dando en Jenin, Qalhilya y Belén, alimentan los temores de la gente. A unos días de la Navidad, cuando el mundo reflexiona sobre el lugar donde nació Jesús y su significado, LADO B entrevistó al chef palestino Fadi Kattan, quien desde Belén habla de la destrucción de la vida y la cultura del pueblo palestino
Texto: Bilha Calderón / Lado B
Foto: Die Mauer von Bethlehem | Wikimedia Commons
PUEBLA,- Este año, por primera vez desde que comenzaron las celebraciones modernas, no habrá Navidad en Belén, el lugar en donde la tradición religiosa dice que nació Jesús de Nazareth, el hijo de un humilde carpintero y una mujer virgen.
Los líderes cristianos y las autoridades municipales de la ciudad de Cisjordania anunciaron a finales de noviembre que renunciarían las festividades este año en solidaridad con el sufrimiento de las víctimas en Gaza, a raíz de la guerra de Israel sobre Palestina. Solo quedarán los servicios religiosos en las iglesias, que se realizarán de manera sobria en las iglesias.
Belén es un pequeño pueblo en Cisjordania. Todos los años se llena de luces parpadeantes, que engalanan los edificios de piedra, entre los que se camina hasta llegar a la Plaza del Pesebre donde usualmente se instala el nacimiento y el enorme árbol de Navidad. En estas fechas, sus calles bullen de gente, de turistas y peregrinos de todas denominaciones que caminan entre vendedores, faros, vinos, artesanías de madera, cuentas de rosario y la mezcla de las canciones navideñas de Feiruz con el ding ding ding de las cajitas musicales.
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Desde el 7 de octubre de este año, cerca de 20 mil palestinos han sido asesinados en la sitiada Franja de Gaza y se estima que hay 2 millones de personas desplazadas.
En Cisjordania, por su parte, los palestinos han pasado semanas de violencia y acoso. Al menos 300 palestinos han sido asesinados por el ejército israelí o colonos armados, según estadísticas del Ministerio de Salud de la Autoridad Palestina, mientras unos 4 mil 600 palestinos han sido arrestados en redadas casi diarias en ciudades y pueblos de toda Cisjordania.
A unas horas de la Navidad, cuando el mundo reflexiona sobre el significado del nacimiento de Jesús -figura central del catolicismo- y cuando las familias se reúnen para un cena abundante, según sus posibilidades, en la franja de Gaza comienza a hablarse de hambruna.
En una charla a distancia hasta Belén, el chef Fadi Kattan nos habla sobre el lugar, el conflicto y, también, sobre la comida.
Fadi Kattan es un chef franco-palestino reconocido internacionalmente, que ha cocinado en algunas de las capitales gastronómicas del mundo, colaborando con chefs igualmente renombrados en proyectos culinarios y sociales. Su cocina sofisticada que integra la comida de origen palestina ha contribuido mucho al conocimiento y discusión sobre la comida local y su influencia.
Su trabajo transmite la diversidad cultural y culinaria de Palestina y muestra cuán rico es su patrimonio. Sus restaurantes, tanto en Belén (Fawda), como en Londrés (Akub), así como su canal de divulgación en YouTube son un reflejo del conocimiento y aporte amplio que Kattan ofrece desde el entendimiento de su pueblo, de la situación que está pasando, siempre con un profundo sentido de solidaridad.
— Sabemos que este año las iglesias cristianas en Palestina han hecho un llamado a celebrar la Navidad discretamente en casa, como forma de respeto y duelo hacia el pueblo palestino. Esto debe ser un cambio muy grande, siendo que la gente en Belén se enorgullece de estas celebraciones, porque es algo que comparten los cristianos y musulmanes de la zona.¿Cuál es el ambiente en Belén en estos días?
— Cierto. Todos estamos en una posición muy frágil en este momento, porque todos tenemos familiares y amigos en Gaza. A nivel personal, creo que la gente está muy preocupada. El ejército israelí ha estado extremadamente activo en Cisjordania y, a su vez, los colonos han sido extremadamente violentos en el área durante este tiempo. Entonces, la pregunta que más escucho de la gente es «¿seremos los siguientes?”.
Y algunas de las declaraciones hechas por ciertos ministros israelíes no han ayudado a que esa pregunta no esté en los temores de la gente.
Algunas personas mencionan que, al comienzo de la guerra, circuló un folleto de los colonos que decía: “Palestinos de Cisjordania, váyanse a Jordania antes de arder”. Las redadas nocturnas que se están dando en lugares como Jenin, Qalqilya, y en Belén —no cada noche, pero casi— alimentan los temores de la gente.
Hay mucha decepción hacia las iglesias y también hacia la comunidad internacional. Hacia las iglesias, porque desde el comienzo del ataque a Gaza hemos visto iglesias bombardeadas, mezquitas atacadas, hemos visto instituciones culturales embestidas, y la gente tiene razón en estar preocupada. Yo estoy preocupado, todos lo estamos.
Sobre las celebraciones navideñas tienes toda la razón: la gente está extremadamente orgullosa de ellas. Hay dos tipos de celebración: está la liturgia pura dentro de la iglesia, que continúa, y esa es la celebración ritual. Pero la gente siempre ha estado muy orgullosa de la celebración pública, que hizo que todos los palestinos, independientemente de su fe, celebraran la Navidad.
Porque, cuando decimos que Jesús era palestino, algunas personas se molestan; son analfabetas en historia, porque si tomamos el nacimiento de Jesús como una realidad, en el año cero esta era la provincia romana de Palestina, y él era hijo de un judío. Judío no significa no palestino y viceversa.
Eso es nuevamente lo que estamos viendo hoy en el mundo: la gente no puede ignorar que antes de la creación del Estado de Israel —cuya ley estatal dice «somos el Estado de los judíos únicamente”— cada persona, aún bajo diferentes ocupantes, pensaba que el lugar se llamaba Palestina, era la provincia otomana de Palestina, era el área del Mandato Británico de Palestina, donde todas las religiones, incluidos samaritanos, judíos, cristianos, musulmanes, ateos o agnósticos convivían.
—No fue excluyente, segregacionista y tampoco nacionalista…
— Exactamente. Nunca fue una exclusión de las religiones. Y hoy, la gente se siente extremadamente abandonada cuando escuchamos toda esta retórica, como la de su vecino el señor Joe Biden, donde le cuenta al mundo cómo lleva a sus hijos, cuando cumplen 14 años, y a sus nietos, a visitar un campo de concentración. Y nosotros estamos consternados por esto. ¿Por qué se vincula esto con aquello?
La Shoá [Holocausto] es el peor crimen de la historia moderna que ha ocurrido en los últimos 100 años. Tratar de incluirlo siempre en la narrativa de Palestina personalmente creo que es obsceno. Es obsceno hacia la memoria de las víctimas y los supervivientes de la Shoá. Pero también es obsceno con respecto a lo que viven los palestinos.Un amigo mío, al principio de esta locura, dijo “esto no es un partido de fútbol”, y tiene razón: no es un partido de fútbol cuando hablamos de salvar seres humanos.
Detener el asesinato de personas no es un partido de fútbol, no es conseguir que mueran más personas aquí que allí.Pero en Belén estamos ahora a 13 de diciembre. Sólo puedo pensar en la escena bíblica de los mártires, sólo puedo pensar en Herodes enviando soldados sedientos de sangre para asesinar niños. Porque eso es lo que nosotros vemos todos los días.
Yo no soy un experto militar, tengo problemas para creer la narrativa israelí de “estamos tratando de no dañar a los civiles”. Pero con 18 mil muertos, casi la mitad de ellos niños… ¿en serio? Y el mundo está en silencio.
Es impactante que en lugares como México, como Centroamérica, como Sudamérica, donde la gente practica su fe cristiana, la gente haya olvidado que dentro de pocos días estarán celebrando un evento que sucedió aquí.
—Hay esta queja de los palestinos de que deben mostrar al mundo a sus muertos, a sus hijos, para que se crea que están viviendo una tragedia. Perciben que por un minuto recibe la atención y cierta preocupación desde el exterior, pero luego, cuando sucede algo más importante, como por ejemplo, celebraciones cristianas occidentales o algún escándalo, su sufrimiento queda relegado. Y es muy cruel, parece que simplemente no hay suficiente solidaridad hacia los palestinos…
— Así es. Hemos escuchado mucho, desde el comienzo de los ataques a Gaza, que la gente está deshumanizando a los palestinos. Lo que me volvió loco desde el principio es que, cuando mirabas cualquiera de los canales de noticias internacionales, las víctimas palestinas no tenían una historia, no tenían sueños, no tenían una vida, no nos hablaban de eso. Esto es en parte porque, por supuesto, las autoridades israelíes no permiten la entrada a Gaza a periodistas internacionales en estos momentos. Pero con las redes sociales todos podemos acceder a los 5, 10, o 12 jóvenes periodistas locales de Gaza y todos vemos las imágenes que ellos publican. Nada prohíbe a la gente [periodistas] escribir sobre esas historias, entonces ¿por qué siempre estamos hablando de un solo lado?
Acercándonos al tema de la comida. A lo largo de los años hemos estado hablando de la cultura alimentaria palestina y de la apropiación de esa cultura alimentaria por parte de los chefs israelíes. A veces la gente escuchaba estas historias y las omitía o no tomaba una posición clara al respecto. Puede que hoy suene tonto ante la masacre que está ocurriendo en Gaza, pero es un ejemplo de toda una postura: la de no ver a los palestinos tal como son. Y lo que son es un grupo humano de personas, como cualquier otra persona. No somos mejores que nadie, pero tampoco somos menos que nadie.
—Una cultura que es rica…
—Exactamente. Como todas las culturas. Creo que aquí es donde, en lugares como América Latina, lo encuentro un poco desconcertante, porque la mayoría de los países de América Latina han tenido que lidiar con los resultados de la ocupación colonial, han tenido que lidiar con colonizadores que han eliminado o sometido a poblaciones enteras. Y es como: ”espera, pero no somos diferentes”. No somos diferentes.
—La Navidad en Palestina se parece mucho a la Navidad en México: se trata, principalmente, de la comida. Y de la comida se aprende a asociar con la familia y la comunidad. ¿Cuál es la comida palestina para la Navidad?
— Ésa es la gran pregunta. No hay comida palestina para Navidad. No hay un solo plato que esté asociado a la Navidad. Por esa misma razón que usted ha tocado, que es la idea de familia y hospitalidad. Para Navidad, las familias cocinaban todos los clásicos: cocinaban musakhan, mansaf, hojas de parra rellenas, cordero asado, pavo asado y arroz con carne y castañas.
La única diferencia para Navidad es que se ve la aparición de castañas y relleno de arroz, que solemos hacer durante todo el año: se llama Ruz Hashweh, donde Hashweh significa relleno: es un arroz especiado con carne picada y luego piñones, almendras encima. Para Navidad, se le añaden castañas.
La otra cosa es que la Navidad realmente no comienza en Navidad en Palestina, comienza en la fiesta de Santa Bárbara, el 4 de diciembre. Se dice que Santa Bárbara, que era una hija de un gobernante pagano en el pueblo de Aboud, al norte de Ramallah, se convirtió al cristianismo. Su padre estaba muy molesto, por lo que envió a sus hombres para atraparla y hacerla entrar en razón. La historia dice que ella se escondió en el campo de trigo y el trigo creció mágicamente para esconderla. Así que para este día de Santa Bárbara hacemos un plato de trigo cocido con anís e hinojo, azúcar y luego le ponemos pasas, higos secos, orejones y le ponemos encima semillas de anís confitadas.
Para mí la Navidad empieza entonces.
Cada familia tiene una tradición gastronómica navideña que es diferente. En mi familia, mi difunta abuela, la madre de mi madre, solía hacer su versión de un pastel de Navidad. Es un poco como el pastel navideño anglosajón pero con frutas secas que son puramente palestinas, por lo que lleva muchos dátiles, muchos albaricoques, muchos higos secos y nueces. Ella lo cocinaba el primero de diciembre, que es el comienzo del adviento, pero también convenientemente mi cumpleaños, por lo que yo era el niño afortunado de estar en su cocina cuando lo estaba preparando. Hacía cerca de 50 o 60 pasteles, luego los envolvía en papel de horno y los guardaba en la nevera hasta el 24 de diciembre. Entonces lo distribuía a familiares, pero también a amigos, y la cuestión de la religión nunca estaba presente, por lo que eran amigos cristianos y musulmanes quienes recibían el pastel.
Además, mi abuela fue una de las fundadoras de la Unión de Mujeres Árabes, por lo que organizaba, con las otras damas de esa ONG, la fiesta de Navidad para niños huérfanos o de entornos frágiles, nuevamente, sin excepción religiosa.
—Hay un durísimo bloqueo de agua y alimentos. Aún cuando el bloqueo se ha levantado un poco para entregar algo de ayuda humanitaria, la gente cocina en el suelo y apenas tiene acceso a alimentos o ingredientes. ¿Qué pasa por su mente, como chef, cuando se enfrenta a estas imágenes o a historias de desnutrición severa?.
— Es lo peor. Durante mucho tiempo me solía enorgullecer como palestino diciendo: “nunca un palestino pasará hambre”.
En parte se debe a que nuestras ciudades son pequeñas y hay un tejido social muy fuerte. Hay un sentido de solidaridad entre familias y vecinos, donde las personas que no tienen acceso a la comida siempre encontrarán un vecino, un primo, alguien que los apoye. Ahora mismo en Gaza, no se trata solo de no tener acceso a alimentos, sino de no tener un lugar para cocinar, porque no tienen dónde dormir, porque sus casas han sido bombardeadas a diestra y siniestra. Hemos visto en los últimos días imágenes de personas atacando convoyes de ayuda porque tenían hambre. Y eso, para mí como chef, va más allá.
Ya sabes, cocinamos… He tenido la suerte de poder cocinar para personas que provenían de entornos frágiles. Eso siempre tuvo sentido para mi. Hace poco cociné en el Refettorio Ginebra; el sistema es así: cocinas una comida que se paga y luego otra que es gratis, pero se sirve exactamente de la misma manera, en el mismo espacio. Entonces eso realmente tenía sentido para mí. Ese proyecto lo inició Massimo Bottura, el chef italiano, y hay algunos de ellos en todo el mundo. Esa idea de servir a las personas con dignidad en un espacio de belleza, todo tenía sentido.
Ahora viendo lo que está pasando en Gaza… desde ayer ha habido tormentas y lluvias muy fuertes. Si tuviera una varita mágica, querría alimentar a todas estas personas ahora mismo. Sinceramente, no he podido cocinar desde el 7 de octubre. Quiero decir, he cocinado alimentos de sustento, pero realmente no puedo practicar la cocina.
Todo el mundo en Gaza… Incluso si imagino que haya un milagro navideño y un alto el fuego ¿cuántos años pasarían antes de que la gente tuviera una casa donde cocinar?
—El desplazamiento de tanta gente trae muchos recuerdos de la Nakba de 1948, pero la Nakba sucedió durante varios meses y años, mientras esto está sucediendo en sólo unas pocas semanas. Además, también están siendo asesinados poetas, médicos, maestros, intelectuales y abuelas y, a su vez, el conocimiento intelectual del pueblo palestino está desapareciendo con los bombardeos de bibliotecas, universidades y archivos.Si piensa en el enorme patrimonio cultural que aporta la comida, ¿ve también una destrucción de este?
— Por supuesto. La gente de Gaza, en su gran mayoría, son personas que ya se convirtieron en refugiados en 1948 y que ya habían perdido la vida diaria de su propio microcosmos. Se habían desplazado a un lugar que no era el mismo donde vivían, entonces muchas cosas desaparecieron, muchas recetas, muchos hábitos alimentarios. Pero encuentras que la gente perseveró, creo que la comida tiene esa ventaja mágica: la comida también es un sanador del dolor. Y tal vez la gente logró conservar un poco de sus hábitos alimentarios más que otras cosas, porque les proporcionaba un poco de consuelo.
Pero hoy al volver a ser desplazados de esa manera, no sólo ser desplazados sino también al tener personas asesinadas de izquierda a derecha y de centro, de todas las diferentes generaciones. El miedo es: ¿qué quedará?
Hemos visto gente cocinar en el suelo de las tiendas de campañas. A la gente le están dando lentejas y lo que haya. La comida que les dan no tiene mucho que ver con lo que comerían habitualmente.
La última vez que estuve en Gaza fue en 1987, y mis recuerdos de niño Gaza son de shatta, que es un condimento picante, húmedo y fermentado, son los dátiles rellenos de almendras y escalfados en almíbar de clavo, son el zibdiyet gambari, que son langostinos cocidos en salsa de tomate, el sayyadiyeh samak, al que llamo maklouba de pescado, pero ese plato es arroz y pescado. Mis recuerdos de Gaza son cosas como los campos de naranjos en el mar, de gente que conozco en Gaza, es el mercado de pescado antes de que Israel comenzara a limitar la cantidad de pescadores que podían entrar al mar y antes de que los israelíes bombardearan todo el espacio. ¿Cómo sanamos esto?
Creo que en mi vida esto es lo peor que he visto como palestino y no creo que realmente tengamos las herramientas para afrontarlo.
— Las autoridades israelíes han hablado de inundar los túneles con agua de mar; analistas y expertos han advertido que esto destruirá la capacidad de esa tierra para volver a ser utilizada, lo que significa un cambio en los productor que cultiven ahí…
— Mencionaste antes el asedio [de Gaza]. Y ahora oyendo la inundación del pueblo con agua de mar ¿sabes a qué me recuerda? A la edad medieval. Cuando se asedia a una población, privándola de agua, alimentos, energía, combustible y medicinas. Lo que se evoca es la imagen de un asedio medieval a una ciudad, como la reina Isabel asediando Córdoba. Es oscuro, oscuro, lo que está sucediendo.
Creo que esto es algo que la gente [externa] no comprende en su totalidad: es que la gente en Gaza está atrapada y sitiada. Lo que tenemos que recordar sobre la tierra de Gaza es que, desde la sobrepoblación de Gaza, que comenzó hace casi 56 años, ha habido contaminación crónica, ha habido problemas crónicos de aguas residuales. Eso es mucho antes de este ataque y esto ha sido agravado por el bloqueo israelí.
Ahora, con esta idea de inundar todos los olivares de Gaza, eso va a suceder. Hemos escuchado a la Organización Mundial de la Salud hablar de todas estas enfermedades que están matando a la gente, miles de personas en Gaza mueren de hambre, el invierno ha comenzado… y el mundo está en silencio.
La Asamblea General de la ONU votó una resolución para pedir un alto el fuego: 153 países [la aprobaron]. La gente en ciertos momentos sintió un poco de «ah, esto es bueno», pero en realidad, cuando lo piensas, creo que ha habido ochenta y pico resoluciones de la ONU desde 1948, que fueron votadas condenando a Israel por su acción: ninguna de ellas fue aplicada. Entonces, ¿por qué pensar que ahora va a ser diferente?
— Existe una percepción de inutilidad de la ONU
— Un sentimiento de inutilidad, no. Un sentimiento de rabia contra la comunidad internacional para debilitar así a la ONU. No creo que la ONU sea inútil. Soy un utópico que todavía cree en la libertad universal de las personas, que todavía cree en la hermandad universal de las personas. Sigo creyendo que algún día la humanidad podrá vivir y ser respetuosa unos de otros. Y suscribo la declaración básica de derechos humanos, que celebramos hace unos días. Irónicamente, es desde hace 75 años que los palestinos se ven privados de los 30 artículos de la Declaración de Derechos Humanos.
— Hemos seguido sus esfuerzos de solidaridad y su activismo por un alto al fuego, especialmente su llamado a poner fina al bloqueo que está matando de hambre a miles de personas en Gaza. ¿Podría describir algunas de las campañas en las que está involucrado y cómo pueden las personas unirse o ayudar?
— Empezamos algo llamado “Cocinar para Palestina”, que está dirigido por una organización llamada Choose Love; ellos son los que iniciaron “Cocinar para Siria” hace unos años, “Cocinar para Irán”, ellos tienen actividades para Palestina y han elegido las organizaciones que están presentes en el terreno de Gaza.
ANERA es la Asociación Estadounidense de Refugiados del Cercano Oriente, que ha estado haciendo un gran trabajo, he trabajado con ellos en el pasado. Sean Carroll y su equipo siempre han estado ahí, muchos de su equipo son de Gaza y están ahí en el terreno. El otro es PRCS [Palestine Red Crescent Society], brinda apoyo médico a Cisjordania y a todas partes y están haciendo un gran trabajo. Y por último, Medical Aid Palestine, que es una organización británica que lleva años presente sobre el terreno.
Te diré: hace años, antes de volver a cocinar, en 2014, formé parte del equipo que participó en la “evaluación de necesidades de daños” encargada por la ONU después del ataque a Gaza. Y moralmente me sentí muy torturado por la tarea de “¿cómo se prioriza la ayuda?” Dices: ¿necesitamos más suministros médicos que alimentos? ¿O necesitamos educación? ¿O necesitamos sistemas de alcantarillado? ¿O hacemos turismo o decimos que necesitamos salvar el patrimonio material e inmaterial de Gaza?
Esta vez sí creo que nuestra prioridad tiene que ser distribuir ayuda médica y alimentaria a Gaza, a todos los que viven en refugios inseguros, a las personas que viven en tiendas de campaña. Me refiero a que las tiendas de campaña para nosotros, los palestinos, son un fuerte recordatorio de la Nakba. En otros lugares, como el Refettorio Ginebra, he trabajado junto con otro chef preparando un menú inspirado en sabores palestinos. Porque creo que hay dos niveles de trabajo que debemos hacer ahora mismo. Una es garantizar que cualquier ayuda que podamos llevar a Gaza llegue a Gaza.
Este trabajo se publicó originalmente en LADO B, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Puedes consultar aquí la versión original
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