Hace 14 años, un grupo de 13 mujeres músicas indígenas, originarias de Santa María Tlahuitoltepec, Mixes, Oaxaca, decidieron hacer valer su derecho a tener un espacio propio, donde todas las músicas tuvieran cabida, haciendo coincidir sus necesidades y diferencias. ¿Qué hay detrás de una presentación, qué viven, qué retos enfrentan, cómo lo han logrado? Aquí les contamos la historia
Texto: Paulina Ríos* / Página 3
Intervención ilustrada de fotos: Jengibre Audiovisual
OAXACA. – En cuanto empiezan a tocar los primeros acordes, los sonidos de las notas musicales inundan el espacio, flotan en el aire y desde el lugar que sea que toquen las integrantes de la Banda Femenil Regional “Mujeres del Viento Florido”, llegan al corazón.
Podemos encontrarlas tocando en el atrio de un templo enclavado en la serranía de una comunidad, o caminando y tocando entre cerros, ofreciendo felicidad y alegría a quienes les escuchan.
Se han presentado en el majestuoso Teatro Macedonio Alcalá, en la capital oaxaqueña; en el emblemático Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, o en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México.
También han ofrecido conciertos en varias entidades del país y algunas de sus integrantes han participado en festivales internacionales en Europa, representando a todas y emocionando a sus públicos.
Pero hace 14 años esas mujeres músicas indígenas estaban prácticamente invisibilizadas.
Si preguntaban por ellas en Xaamkëjxpët, oficialmente conocido como municipio de Santa María Tlahuitoltepec, Mixes, comunidad donde nació la Banda, ni siquiera sabían de su existencia.
“Hoy en día ya hay un reconocimiento de la comunidad, [aunque] no como quisiéramos; hoy en día, pues tú preguntas por la banda femenil, van a dar la referencias o te van a decir dónde queda.
“Anteriormente era de que preguntaban y decían que no sabían que existía una banda femenina”, apunta la maestra Leticia Gallardo, fundadora y directora de Mujeres del Viento Florido, nacida en Tlahuitoltepec.
Lety, como cariñosamente le llaman, desde muy pequeña incursionó en la música. Su padre fue uno de los fundadores del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (CECAM), el cual tiene reconocimiento mundial por la alta calidad de quienes ahí estudian.
Xaamkëjxpët (Tlahuitoltepec o Tlahui), que significa lugar o espacio de tranquilidad propicio para la reflexión y diálogo con la naturaleza, ha sido reconocido por la alta calidad de la educación y vocación musical entre sus habitantes.
Se dice que Tlahuitoltepec, una región con mucha pobreza, tiene más escuelas de música que de educación primaria.
De acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, la jefatura de los hogares es mayoritariamente de hombres, pese a que Tlahui tiene 52% de población femenina, por lo que predomina una cultura patriarcal.
En los años 70, Lety prácticamente era la única niña que estudiaba ahí, empezando sus estudios de solfeo a los ocho años, y conforme pasaban los años fue enfrentando situaciones difíciles por ser mujer y querer ser música.
Para contrarrestar los prejuicios de una comunidad que social y políticamente se rige por sus usos y costumbres y que “veía mal que una mujer anduviera con los hombres tocando en las fiestas”, estudió dos carreras más, pero sin dejar la música.
La hoy directora de “Mujeres del Viento Florido” estudió las licenciaturas de Educación Indígena, y la de Artes, las cuales considera que le han servido para lograr el éxito de la Banda Femenil, como una forma de resistencia comunitaria, pero, sobre todo, con perspectiva de género.
“Mi resistencia viene desde mi comunidad (los mixes se consideran “los no conquistados”*), de quienes me han formado, desde que yo he sido parte del magisterio (Sección 22), y ahora como parte de la lucha de las mujeres.
“Entonces va conjugando todo, va a abonando, y yo estoy sumamente convencida de que los cambios tienen que ser a partir desde cada una de nosotras. Eso es lo que les he enseñado a cada una de ellas.
“Eso es lo que está en la práctica, lo que estamos haciendo, que ellas vean qué es participar en comunidad, qué es servir a la comunidad.
“Que a través de la música, participar con personas y ser parte de este evento, dice y forma mucho más que decírselo en un aula de clases”, sostiene convencida de su metodología.
Reconoce que uno de los obstáculos más difíciles que han tenido que enfrentar es coincidir en tiempos y espacios, “pero hemos aprendido a organizarnos y hemos caminado a nuestros tiempos”.
“Se ha conjugado muy bien la música con la pedagogía”, dice oronda.
Sin embargo, considera que las instituciones deben cambiar para que las mujeres puedan tener acceso pleno a sus estudios, consciente de sus necesidades.
“Generalmente crean escuelas o instituciones que siempre tienen muchas reglas rígidas y en esas no cabemos nosotras, porque las mujeres somos muy diversas.
“Las mujeres de Viento Florido son de diferentes edades, son de diferentes profesiones, estudiantes, entonces necesitamos coincidir en tiempos, y una vez que decidimos cómo y cuándo queremos organizarnos, es cuando empieza a funcionar”, explica.
Hasta las altas montañas de esta región, reconocidos artistas locales, nacionales e internacionales han recorrido 114 kilómetros de sinuosa carretera desde la capital oaxaqueña, solo para interpretar sus canciones con las bandas musicales de esta comunidad mixe.
En 2009, por iniciativa de la maestra Lety, se unieron 13 mujeres oriundas de Tlahui que sentían que siendo ya músicas formadas querían ser parte de las fiestas y festividades, y decidieron ejercer ese derecho e integraron así una banda femenil.
El camino no ha sido fácil ni gratuito.
Ese puñado de mujeres poco a poco fueron abriendo camino y haciendo doble o triple esfuerzo para combinar sus actividades diarias con su amor a la música.
Hablaron con autoridades de los pueblos, ofrecieron durante mucho tiempo sus conciertos como “tequio”, es decir, como su aportación social a la comunidad, sin pago alguno, más de lo que otras bandas de viento hacían.
Para adquirir sus instrumentos, organizaron rifas, ahorraban lo que les llegaban a pagar en algunas ocasiones, o tomaban algo de sus gastos personales, ya que los instrumentos musicales son muy costosos.
Después de años de luchar, en la actualidad ya son reconocidas como músicas de profesión y ya les pagan sus servicios, aunque a veces solo cobran para el mantenimiento de instrumentos y transporte.
De esas 13 mujeres que iniciaron, actualmente el número ha aumentado considerablemente y han llegado a tocar juntas más de 50, pese a las dificultades que les representa ensayar, pues viven en diferentes y distantes lugares entre sí.
Sin embargo, han podido conciliar tiempos y distancias para que puedan ensayar, estrenar composiciones, compartir saberes, y haciendo presente su comunalidad.
Y ellas, niñas, jóvenes y adultas comparten no solo saberes musicales; también experiencias de vida, alegrías y sinsabores, y se dan consejos para cualquier situación, pues han logrado formar una gran red de apoyo.
Además del amor a la música, ellas también tienen algo en común: han enfrentado situaciones de violencia de todo tipo.
Flor Elena es una joven de 20 años, de pocas palabras, pero feliz de tocar, es la última integrante en incorporarse a la Banda Femenil.
Y aunque a ella nunca le han dicho que no debía ser música por ser mujer, como a las integrantes de mayor edad; sí sufrió discriminación en su comunidad.
Originaria de Linda Vista Tamazulapan, aprendió a tocar desde los 10 años, y por ser maestra de música sí sintió menosprecio, porque le decían que “los hombres tienen más poder”.
A algunas de las integrantes, aunque les apasiona la música, sus familias no les permitieron escoger el instrumento que en ese momento deseaban aprender a tocar.
Otras más han sufrido violencia física de sus ex parejas, pero la música fue su gran motor para seguir adelante.
“Se pueden generar grandes cambios en las personas, sobre todo de quienes sufren violencia física o emocional”, señala convencida la maestra Lety, pues ella misma es sobreviviente de esta situación.
Además han enfrentado otros sinsabores, como la pérdida, en junio pasado, de la joven Gilda Jiménez, quien prácticamente estuvo enseñando desde los inicios de la Regional “Mujeres del Viento Florido”.
Pero también han disfrutado logros, satisfacciones y han sido fuente de inspiración.
Una de los logros más relevantes que la Banda Regional Femenil “Viento Florido” ha conseguido es que las composiciones musicales de artistas locales sean escuchadas y aplaudidas fuera de su comunidad.
Como el caso del danzón “Flor de Dalia”, escrito por el prolífico compositor Ayuujk Andrés Reyes, una noticia que compartieron en la red social Facebook, en 2020.
Otro de sus grandes orgullos es la oportunidad que han tenido de presentarse en múltiples escenarios de diversas localidades de Oaxaca, del país y en el extranjero, donde además de embelesar al público por sus interpretaciones, también lo hacen con las vestimentas originarias de sus regiones, que portan con garbo y orgullo.
En todos los lugares interpretan obras de compositoras y compositores indígenas, dando a conocer la prolífica producción musical oaxaqueña.
Su profesionalismo y magistral interpretación musical les ha llevado a compartir escenario junto a reconocidas artistas y grupos teatrales, como Lila Downs, la soprano mixe María Reyna, Silvia María, Alejandra Robles, Ana Díaz, Natalia Cruz, Mare Advertencia, Lorena y Los Alebrijes, entre otras.
Con Vivir Quintana lograron la adecuación de “Canción sin miedo” a las condiciones de Oaxaca y para ser cantada en lengua mixe.
Además han estado con “Mujeres del Viento Florido”, Mon Laferte, Zeiba Kuicani -tejedora de rimas-, Snow Apple, Cybor, y Liliana Felipe.
De vez en vez, sus talentosas integrantes destacan por su servicio musical comunitario, como es el caso de Avril Martínez Secundino, originaria de San Isidro Huayapam, de cuya banda municipal es integrante y en donde desempeña el cargo de secretaria.
Oaxaca es un estado del Sureste mexicano que se caracteriza por su pluriculturalidad étnica y se considera que cada municipio cuenta con al menos una banda de viento, aunque no existe un listado o censo en la entidad.
“Mujeres del Viento Florido” es una de las tres únicas bandas de viento femeniles que hay en Oaxaca, de acuerdo con datos de la Secretaría de Culturas y Artes de Oaxaca (Seculta).
Aparte de los escenarios, en los 14 años conque cuenta la Banda Femenil Regional “Mujeres del Viento Florido” ahora rinden frutos en producción discográfica.
Aprovechando las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), también comercializan sus melodías, que pueden ser adquiridas a través de las diferentes plataformas digitales, como Band Camp.
De toda su discografía, el disco “Mujeres” define plenamente su trayectoria y lucha, sobre todo con la canción que le da nombre. Se trata de una cumbia escrita colectivamente y que salió en el año 2020, haciendo honor a las palabras en mixe: Xaamkiixy xuxpë • Mujer música de Tlahuitoltepec.
Esta es la letra de “Mujeres”:
Nos dijeron que no podemos
Y demostramos que sí
No tenemos que ser perfectas
Siempre daré lo mejor de mi
Agradecemos a las que abrieron el paso
Y a las que vendrán después
La ayuda que nos brindamos
Tocando juntas como mujer
Coro:
¿Qué hacemos en una banda?
Tocamos como mujer
Tocamos con alegría
Tocamos con muchas ganas
¿Qué hacemos en una banda?
Tocamos entre amigas
Tocamos con mucho amor
Con todo el corazón
Que nada ni nadie apague
Los sueños que tienes hoy
Que sea tu pista de vuelo
Y no de un mal aterrizaje
Vamos tejiendo redes
De apoyo y fortaleza
Abriendo nuevos caminos
Repletos de música y letra
Coro:
¿Qué hacemos en una banda?
Tocamos como mujer
Tocamos con alegría
Tocamos con muchas ganas
¿Qué hacemos en una banda?
Tocamos entre amigas
Tocamos con mucho amor
Con todo el corazón.
-o-
*Este trabajo forma parte del proyecto #NoSomosVíctimas, de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie, financiado por la Embajada Suiza en México.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona