Mientras que la tregua acordada entre Israel y la organización Hamás brinda un pequeño respiro a la población de la Franja de Gaza, es sólo una pausa en el genocidio en curso. Pero hay quienes, cumpliendo la función de deshumanización del otro, del no europeo, niegan que algo así ocurre
Por Étienne von Bertrab X: @etiennista
Había transcurrido apenas una semana del inicio del castigo colectivo al pueblo palestino por el ataque de Hamás del 7 de octubre y el historiador israelí Raz Segal lo tenía claro: el objetivo de Israel no es erradicar a Hamás sino destruir a los palestinos de Gaza. De hecho, como lo puso este también experto en genocidio moderno en un muy circulado texto, lo que hace Israel es un genocidio ‘de manual’. Segal se refiere a la definición recogida por la Convención de Naciones Unidas para la Prevención y el Castigo por el Crimen de Genocidio de 1948: “la intención de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”. En dicho texto el experto detalla cómo es que Israel perpetra tres de los cinco actos que caen bajo esta definición: 1) Matar a miembros del grupo; 2) Causar daños corporales o mentales graves a los miembros del grupo; y 3) Infligir deliberadamente al grupo condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física total o parcial. Para entonces, en menos de una semana Israel había lanzado de forma indiscriminada 6,000 bombas (casi la misma cantidad que Estados Unidos lanzó sobre Afganistán en los años más intensos de su campaña militar) en áreas densamente pobladas, asesinando a 1,800 palestinos, lesionando a muchos miles y desplazado a más de 400,000 personas en Gaza. Al día de hoy son más de 20,000 las personas asesinadas, incluyendo más de 8,000 niñas y niños; hay decenas de miles de personas inocentes mutiladas y son más de un millón y medio las personas desplazadas forzosamente de sus hogares y comunidades.
Dicen los expertos que en casos de genocidio la intención suele ser difícil de probar, pero en este caso, como lo pone Segal, “el ataque genocida de Israel contra Gaza es bastante explícito, abierto y descarado”. Está, por ejemplo, el ministro de defensa israelí Yoav Gallant, quien muy temprano en el asalto israelí a Gaza declaró “Estamos imponiendo un asedio total a Gaza. Sin electricidad, sin comida, sin agua, sin combustible. Todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia.”. Otro ministro israelí, Amichay Eliyahu, expresó en una entrevista radiofónica que en Gaza —territorio poblado por más de dos millones de personas, la mitad de ellos niñas y niños— no había tal cosa como no combatientes. Y por supuesto el mismo primer ministro Benjamin Netanyahu, quien, refiriéndose a un pasaje bíblico en la víspera de la incursión terrestre, instruyó a las fuerzas militares a exterminar a los hombres, mujeres, niños e infantes de Amalek.
El profesor Raz Segal no está sólo en esta consideración. El 15 de octubre, más de 800 académicos y profesionales del derecho internacional, estudios de conflictos y estudios sobre genocidio firmaron una declaración pública advirtiendo sobre la posibilidad de que las fuerzas israelíes perpetraran genocidio contra los palestinos en la Franja de Gaza. Posteriormente, aunque algunos de ellos lo habían hecho de forma individual, el 16 de noviembre decenas de relatores especiales, expertos independientes y grupos de trabajo del Consejo de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, advirtieron lo mismo: que las graves violaciones cometidas por Israel en contra del pueblo palestino, particularmente en Gaza, apuntan a un genocidio en proceso.
Del otro lado están, por supuesto, quienes defienden y solapan al perpetrador. Aquí juegan un papel importante los grandes medios occidentales. En una editorial del 10 de noviembre The Economist aseveró que el término genocidio está siendo usado ‘inapropiadamente’, omitiendo en su argumento la intención repetidamente expresada por Israel, las violaciones graves cometidas, y además poniendo en duda la definición de Naciones Unidas: “contrario a la comprensión común del término, ‘dice la ONU’ que no sólo las masacres cuentan”. Pues no, efectivamente no es un porcentaje determinado de un pueblo masacrado lo único que cuenta, como lo explican los expertos.
Pero más allá de esta discusión, los grandes medios, incapaces de mencionar al perpetrador detrás de las bombas que asesinan o de llamar niños a los miles de menores secuestrados por Israel (de los cuales apenas decenas han sido liberados durante esta tregua), están jugando un papel importante en la misión de Israel de deshumanizar al pueblo palestino, pues sólo así pueden —o eso creen— justificar atrocidades y violaciones graves como el bombardeo de escuelas, hospitales y campos de refugiados, el ataque a ambulancias y convoyes humanitarios, y el asesinato de periodistas y trabajadores humanitarios.
Pese a que carece de relevancia en el ámbito internacional la comentocracia mexicana tiene a sus propios negacionistas del genocidio. Destaca aquí el caso del colaborador de El Heraldo Julio Patán, quien el 3 de noviembre desvergonzadamente publicó El genocidio inexistente. Para él, el uso del término genocidio (así como nazista, aunque tal vez quiso decir fascista, que el estado de Israel lo es) es ‘machacón’, ‘indigno’ y conlleva ‘una alarmante falta de precisión’. Sin haber indagado nada sobre la discusión a nivel mundial o recurrido a expertos o texto alguno, Patán establece, de forma caricaturesca, que como no vemos las mismas prácticas del nazismo alemán hacia los judíos, como los campos de exterminio y las cámaras de gas, entonces no puede hablarse de genocidio.
Otros comentócratas celebraron el texto de Patán, como Pablo Majluf, quien en Twitter añadió“Ya también están usando, los más pendejos pero pretenciosos, apartheid”, un término perfectamente establecido para describir el sistema de derechos humanos diferenciados en la Palestina ocupada. Ambos se dieron palmadas virtuales en la espalda y siguieron, como si nada, impunemente. No sé a qué se deba, si es ignorancia, pereza o miseria humana, pero me parece que habría que ejercer la sanción social hacia quienes buscan, solo a partir de sus hígados, influenciar la opinión pública hacia algo tan indeseable como la deshumanización del otro, en este caso, del pueblo palestino, pues conlleva a la pérdida de empatía y a minar la solidaridad entre los pueblos. Mientras tanto, queridos lectores, no se dejen influir por personajes así y recuerden que mañana miércoles 29 de noviembre es el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Habrá movilizaciones en todo el mundo y una marcha importante en la Ciudad de México, saliendo del Ángel de la Independencia a las 16 horas rumbo al zócalo. El pueblo palestino (e indirectamente el israelí) necesita ahora a toda persona con un sentido de humanidad para parar la destrucción y la masacre e iniciar la ruta política como única salida posible.
Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona