La captura de El Nini recuerda la histórica relación del mundo del espectáculo con la delincuencia organizada. Por eso es tan difícil y complejo terminar con el narcotráfico
Por Alberto Nájar X: @anajarnajar
Cantaba feo, pero con sentimiento dirían los clásicos.
También era simpático, con mucho carisma. De sangre ligera sería una definición adecuada.
Pero eso sí, no sabía medir los tiempos, ni tampoco en qué momento quedarse callado.
Hablamos de Valentín Elizalde, El Gallo de Oro, un popular cantante de la primera década del siglo quien fue asesinado en la madrugada el 24 de noviembre de 2006 en Reynosa, Tamaulipas.
La leyenda cuenta que en su concierto incluyó varios narcocorridos, como era su estilo, pero hubo uno que causó especial molestia para algunos asistentes.
La canción fue A mis enemigos que entre otras cosas dice:
“Siguen ladrando los perros
Señal que voy avanzando
Así lo dice el refrán
Para aquellos que andan hablando
De la gente que trabaja
Y que no andan vacilando
Al que no le vino el saco
Pídalo a su medida
Conmigo no andan jugando”
La letra parece una bravuconada de cantina, pero el contexto en que fue interpretada la convirtió en una seria amenaza:
El Gallo de Oro había tenido una extraña y meteórica carrera, con una todavía más rara presencia en prácticamente todas las estaciones de radio y televisión que incluían música de banda en su programación.
Muchas de sus canciones parecían describir a personajes vinculados al narcotráfico, especialmente del Cartel de Sinaloa. De hecho, existía la creencia de que Elizalde era cercano a esa organización.
Por eso la canción que interpretó en el Palenque de Reynosa causó suspicacias.
La ciudad, como el resto de la Frontera Chica de Tamaulipas, era disputada por el Cartel del Golfo y el grupo de Joaquín Guzmán Loera.
Cinco años antes, El Chapo había escapado de prisión por primera vez, y desde entonces emprendió una cruda batalla para apoderarse de los pasos fronterizos de Tamaulipas, especialmente Nuevo Laredo y Reynosa, por donde el tráfico de drogas, armas y dinero era menos complicado.
Eran los primeros tiempos de la guerra de carteles que meses después Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa y su alter ego, Genaro García Luna, convirtieron en el baño de sangre que aún sufre el país.
Fue en ese entorno que El Gallo de Oro ofreció su concierto, e interpretó la canción que se leyó como un abierto desafío a los dueños del territorio.
Al terminar el evento, cuando el cantante se dirigía a su hotel, la camioneta Suburban en que viajaba fue emboscada.
Valentín Elizalde y sus acompañantes fueron acribillados. El autor intelectual del crimen, se supo después, fue Jaime González Durán, El Hummer, desertor del Ejército y uno de los fundadores de Los Zetas, entonces el brazo militar del Cartel del Golfo.
El Hummer fue detenido a mediados de 2008, y doce años después fue extraditado a Estados Unidos donde enfrenta un juicio por narcotráfico ante la corte de Columbia.
La efeméride narca cobra relevancia con la reciente captura de Néstor Isidro Pérez, El Nini, considerado como el jefe de seguridad de la banda conocida como Los Chapitos que encabezan dos de los 19 hijos conocidos de El Chapo Guzmán.
Según algunos medios, el personaje es amigo de Hassan Emilio Kabande Laija, alias Peso Pluma, famoso por sus corridos tumbados y que en marzo pasado se convirtió en el intérprete más popular en la red social Spotify.
De acuerdo con esta versión, Peso Pluma grabó el video de su canción El Belicón en una de las residencias de Isidro Pérez en Culiacán, Sinaloa.
La composición sería una referencia al Culiacanazo, una jornada de disturbios y ataques el 17 de febrero de 2019 con la que se impidió la captura de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos menores de El Chapo.
El secretario de Defensa, Luis Cresencio Sandoval, reconoce que la violenta operación fue organizada por El Nini. De esto dio cuenta la canción que Peso Pluma grabó en su mansión:
“Soy El Belicón/el que no se mueve sin traer un convoy/el que de la cabina navega el control 2019/claro les quedó”, dice la letra.
Más allá de la anécdota, la historia de El Gallo de Oro y de Peso Pluma muestran, una vez más, la histórica vinculación de algunos artistas con la delincuencia organizada, y explican también por qué es tan difícil combatir a fondo el narcotráfico.
Valentín Elizalde era muy popular, a pesar de lo terriblemente desafinado y grotesco de su voz.
La forma de cantar de Hassan Kabande anda por las mismas, pero es un fenómeno musical, ganador de reconocimientos internacionales como el Billboard Latino.
El Gallo de Oro era un ídolo en ascenso, con influencia creciente en sus seguidores. Es el mismo camino de Peso Pluma a quien muchos adolescentes ven como ejemplo.
Sus presuntos vínculos con personajes del narco, y sobre todo la letra de sus composiciones, se toman como una aspiración.
El impacto más profundo es entre adolescentes y veinteañeros, precisamente la población objetivo de la delincuencia organizada, no sólo como cliente potencial sino como carne de cañón.
Por eso es tan complejo emprender una cruzada efectiva contra el tráfico de drogas. Las operaciones militares y judiciales atienden las consecuencias de la actividad.
Atender la raíz del problema necesita ofrecer alternativas a millones de personas que quieren ser como Peso Pluma, o que olviden el destino de El Gallo de Oro.
La estrategia del actual gobierno en el tema camina por la ruta correcta, pero los resultados serán a largo plazo.
Mientras eso ocurre, no estaría mal echar una mirada a las enormes ganancias de algunos medios o portales de internet que promueven fenómenos como narcocorridos o los corridos tumbados, y sobre todo, que idealizan a sus intérpretes.
El suyo es, en los hechos, dinero con muerte y sangre.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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