El huracán se fue, pero el caos llegó a Acapulco, donde la falta de alimentos, energía eléctrica y redes comunicación evidencian la lentidud del gobierno para atender la catástrofe
Texto: Marlen Castro / Amapola Periodismo
Fotos: Oscar Guerrero
ACAPULCO, GUERRERO. – A 24 horas del paso del huracán Otis, este puerto está hecho un caos.
Sin energía eléctrica, sin internet, telefonía celular, transporte público local y foráneo, además de daños materiales incalculables son algunas de las consecuencias de la fuerza brutal de Otis que pegó tierra a las 12:30 de la madrugada del miércoles 25 de octubre.
La Autopista del Sol y la carretera federal Acapulco-Chilpancingo sufrieron cortes y se suspendió la circulación vehicular desde la madrugada, cinco horas después de la embestida del huracán.
La circulación en la Autopista del Sol se restableció parcialmente cerca de las cuatro de la tarde. La vía en el kilómetro 360 sufrió un deslave.
La carretera federal Chilpancingo-Acapulco seguía cerrada debido a que el puente Papagayo fue afectado por el desbordamiento del río.
«Aquí parece que hubo una guerra», dice un trabajador de la Secretaría de Seguridad Pública municipal cuando caminaba por el carril norte-sur de la avenida Costera Miguel Alemán.
La descripción que hace el acapulqueño de lo que se visualiza en esa zona no es para menos.
En los dos lados de la vía turística se observa a hoteles, restaurantes y establecimientos comerciales con los vidrios rotos, espectaculares de los distintos anuncios y árboles tirados en el piso.
Pero en la entrada a Acapulco, en las colonias populares como Ciudad Renacimiento, Emiliano Zapata, La Postal, Las Cruces, el panorama también es desolador.
El boulevard Vicente Guerrero, la principal vía que utilizan los habitantes de esta zona de alta marginación, luce anegada y un carril es utilizado para que los automovilistas circulen en ambos sentidos.
Casi a las cinco de la tarde un convoy de camionetas y patrullas de la Policía Estatal se abren paso por esta vía. En uno de los vehículos viaja la gobernadora Evelyn Salgado Pineda quien no se baja de la unidad. La gente que camina por la calle enlodazada no se percata de la presencia de la gobernadora.
Como no hay ningún tipo de señal de comunicación no se supo a tiempo que también llegó el presidente Andrés Manuel López Obrador, sino hasta que se salió del puerto y se llegó a un lugar con cobertura.
En este boulevard Vicente Guerrero al igual que en la avenida El Farallón, cerca de la costera Miguel Alemán, se observó a la gente vaciar las tiendas departamentales.
Personas que incluso llevaron su camioneta para cargarlas de sillones, refrigeradores y hasta de motocicletas.
En los últimos 26 años, Acapulco ha sido devastado por cuatro fenómenos meteorológicos. El huracán Paulina, el 9 de octubre de 1997, el huracán Ingrid y la tormenta tropical Manuel, en septiembre del 2013, y el huracán Otis que hizo tierra con categoría cinco.
«En este huracán no llovió mucho pero el aire devastó los techos y ventanas de miles de casas y muchos hoteles y establecimientos comerciales», dijo un acapulqueño.
«Nosotros desde el lunes estamos aquí y ayer martes nos dijeron que cuando llegara el huracán nos escondiéramos en el baño en donde estuvimos dos horas cuando los vientos estaban muy fuertes», contó un turista de la Ciudad de México.
Un grupo de turistas de Polonia caminaban por la avenida Miguel Alemán y mostraban a la gente una hoja con un escrito en donde se leía: «Ayuda queremos regresar a Polonia».
El grupo de jóvenes polacos y otros turistas caminaban por la avenida solicitando apoyo.
«Del hotel nos dijeron que ya habrá luz eléctrica y a lo mejor internet», contó un turista que está hospedado en el piso siete de un hotel ubicado en esta vía.
Otro grupo de turistas de la Ciudad de México dijeron que desde la mañana estaban en espera de que los llevaran a un refugio.
Varios vehículos Hummer del Ejército recorrían esta vía para recoger a los turistas que quisieran pasar la noche en un refugio que instaló el gobierno estatal y el municipio.
Los vientos del huracán provocaron que los techos de los restaurantes ubicados en las playas volaran.
El parque Papagayo, uno de los pocos pulmones de Acapulco, remodelado en 2022 con una inversión de 400 millones de pesos, quedó devastado.
Ninguno de los árboles de este parque quedó en pie. Los arrasó el huracán.
A las siete de la noche, la gente que caminaba por las oscuras calles de Acapulco esperaba inútilmente que pasara un camión de transporte o un taxi colectivos.
Hasta entrada la noche aún no se restablecía el suministro de luz eléctrica, el servicio de telefonía celular ni el internet.
Hasta ayer no se sabía de la situación que vivían los habitantes de las colonias populares y de las comunidades rurales.
“Haz de cuenta que el aire lloraba”, dice Lucía Franca Chino Amores para explicar cómo vivió el huracán Otis en su puesto de La Mica, ubicado a pocos metros de la caseta La Venta, de Acapulco, donde desde hace 35 años vende dulces de tamarindo y objetos de recuerdo del puerto.
Con esto deja claro que nunca antes pasó por algo así, aun cuando vivió el Paulina, hace 26 años, en el mismo lugar; el huracán de 1997 sólo alcanzó la categoría cuarto nivel y fue contemplado en la prensa como la manifestación natural que destrozó Acapulco.
Con Otis, de categoría más alta, los daños pudieron ser más abarcadores; aun cuando las autoridades no dan reportes generales, Lucía lo confirma. “ A mi edad, esto estuvo horrible”, agrega. Es una mujer de 59 años.
Lo reafirman sus pérdidas. Su local está sin techo, con la herrería de protección resentida y con casi todos sus productos dañados, porque se mojaron. En la misma condición están unos 25 comerciantes de este mercado de La Mica.
El daño mayor al puesto de Lucía fue el miércoles 25 por la noche, cuando unas personas entraron a su local y se llevaron muchos de los productos de su venta, hasta los dos bultos de azúcar que compró para elaborar los dulces de tamarindo. Vaciar las tiendas departamentales, de autoservicios, farmacias, hasta negocios de diversos giros como de materiales de construcción fueron comunes después del huracán.
Desde ese momento, Lucía y su familia se quedaron sin sustento y su preocupación crece cada minuto del día.
48 horas después del huracán los saqueos son las acciones más comunes en Acapulco, al igual que el abandono institucional.
“Nadie se ha presentado, ninguna autoridad ha venido, señora, qué les pasó, qué necesitan”, denunció Lucía este jueves pasadas las 11 de la mañana.
Durante un recorrido por la zona suburbana y rural era lo mismo: abandono institucional.
Lo mismo ocurría en La Venta, Barrio Nuevo, El Quemado, El Cayaco, El Coloso, Tres Palos, y Los Órganos. En ninguno de estos puntos había una tienda de autoservicios y de conveniencia que no hayan vaciado y destruido. En algunos puntos hasta entraron en farmacias, tiendas departamentales y negocios de empeño.
Esto es consecuencia de la destrucción que dejó Otis pero, de manera particular, porque no hay autoridad que les ofrezca vigilancia o que asista a colaborarles, aun cuando la Guardia Nacional aplicó el Plan GN-A. La Venta-Barrio Nuevo ayer jueves seguían sumidos en el lodo.
Mientras esto sucede, algunos de los habitantes de Barrio Nuevo hablaban de que para ellos los servicios de energía eléctrica podrían tardarles en reponer hasta dos meses, conscientes de que las zonas marginadas del puerto están históricamente relegadas; el área turística siempre es la prioridad.
En este lugar no había ningún agente militar o marino que regule o por lo menos dosifice la cantidad de víveres y medicamentos acaparados, porque la escasez de alimentos, para habitantes que no participan en vaciar los negocios, comienza asomarse en medio del caos. Aunado a que la gasolina, por ejemplo, ya no se consigue en el puerto por la misma destrucción del huracán.
En el tramo a la caseta de Metlapil, que conecta con la zona Diamante, varias personas estaban ayer a los costados pidiendo a gritos a los automovilistas víveres y agua.
El caos de Acapulco ha generado también que todavía no se contabilice el daño total de esta manifestación natural, porque muchas zonas siguen sin ser transitadas por los caminos rotos. En el punto conocido como Paso de Texca hay un socavón que merma el paso, y más adelante la carretera está cortada.
Muchos turistas seguían saliendo del puerto durante el día de ayer. A mediodía se les vio caminar a pie y con maletas en dirección a la caseta de La Venta, de la Autopista del Sol, porque tampoco había servicio fluido de transporte.
Algunas otras personas seguían varadas en el puerto sin saber qué hacer. Un grupo de jóvenes caminaba con maletas sobre la vía principal de la zona turística Diamante, eran personal contratado para hacer reparaciones en La Isla, la principal plaza comercial del área.
El martes pasado por la noche, ya con el huracán encima, su contratista les pidió que salieran del puerto hacia la Ciudad de México, pero ya era tarde. Lograron comprar un boleto y subir a un autobús, el cual sólo avanzó unos metros y se regresó, porque el viento del huracán ya no los dejó.
“Desde ahí estamos incomunicados, todos estamos queriendo hablar con nuestras familias, no hay teléfono (…)”, contó uno de ellos, quien precisó que el último mensaje que salió de su teléfono a un familiar fue, “ya no salimos de Acapulco”.
A dos días del paso del huracán Otis reina el desastre y el caos, en parte por la ausencia institucional y la falta de autoridad. No existe evidencia de que la gobernadora Evelyn Salgado Pineda estuviera en el puerto al menos cuando el huracán impactó o durante las primeras horas posteriores.
La destrucción y el caos se veía por cualquiera lado en Acapulco, pero convivieron en el mismo lugar este jueves a mediodía en el bulevar de Las Naciones: por un lado el complejo hotelero Princess devastado por el viento y por el agua, y por el otro, una plaza en vía de ser destruida, porque las tiendas departamentales y de autoservicios eran vaciadas.
Las personas corrían con bolsas repletas o con enormes televisores o colchones al hombro; algunos se atravesaban por las vías con carritos de súper cargados de productos, y otros tantos con sus vehículos llenos de víveres y aparatos electrónicos.
Todo esto, aunado a la poca presencia de elementos del Ejército, generó que el transito fuera imposible en varios puntos del puerto, como la costera Miguel Alemán y el Bulevar de las Naciones. Donde más se vio a los agentes fue en la Autopista del Sol, pero de los servidores públicos estatales hay menos referencias.
La gobernadora hizo un en vivo que transmitió en su perfil de Facebook desde un vehículo cerrado a las 22:34 horas del martes pasado –momento en que era un hecho la categoría cinco del huracán Otis y con la alta probabilidad de que tocara en Acapulco, lo que ocurrió a la medianoche–, junto a su hermana Liz Salgado Pineda, la directora del DIF estatal. La gobernadora dijo que estaba en el puerto y pidió a la población que tomara precauciones. Nunca bajó del vehículo durante la transmisión para saber dónde estaba exactamente.
El miércoles por la mañana, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó que había perdido comunicación con Guerrero después del paso del huracán y que no sabía en ese momento de datos mayores o si había pérdidas humanas.
Por la tarde, el presidente llegó al puerto por la carretera federal casi por sorpresa, después de librar algunas complicaciones en el camino, por las afectaciones. Pero la gobernadora no estaba en Acapulco en ese momento.
Entre las cuatro y las cinco de la tarde, unas personas abrían paso de manera apresurada a una caravana de vehículos que circulaba a unos metros de la última (o primera) estación del Acabús, cerca de Paso Limonero, contó un grupo de reporteros que lo presenció.
Uno de los que abría el paso era el subsecretario de Prevención y Operación Policial de la Secretaría de Seguridad Pública de Guerrero, Irvin de Jesús Jiménez Sánchez, y lo hacía para que el vehículo de la gobernadora, seguido de otros, con funcionarios públicos a bordo, pasara a la zona turística del puerto.
Al parecer, porque coincide con los tiempos que arribaba el presidente, corría el riesgo de que el presidente llegara a Acapulco antes que ella.
Con la tormenta tropical Max, que pegó a la Costa Grande el 9 de octubre pasado, las redes oficiales del gobierno estatal y de la misma gobernadora, estuvieron repletas de imágenes de su recorrido por los municipios afectados, ahora no hay más que el en vivo mencionado y un breve video colgado hasta este jueves en su perfil de Facebook, del momento en que recibe a López Obrador.
La gobernadora consiguió llegar antes que él.
Varias personas de Chilpancingo intentan llegar a Acapulco a saber de sus familiares.
La terminal Estrella de Oro está copada de usuarios que hoy intentarán de nuevo llegar a Acapulco, porque ayer fracasaron en sus propios autos.
Algunos de estos usuarios son Yenny Reyes Marcial y su esposo Prospero Barrera.
Yenny no sabe nada de su hermana Yulissa Reyes, su cuñado y sus dos sobrinos de 10 y un año.
No ha podido comunicarse con ella desde que el huracán Otis golpeó Acapulco.
Ayer jueves, cuando escucharon que la Autopista del Sol y la carretera federal ya estaban habilitadas, subieron al auto, con algo de despensa, para buscar a su hermana y dejarle víveres, pero no pudieron llegar.
En su auto, de Chilpancingo a la entrada de Acapulco se hicieron 40 minutos.
Salieron a las doce del día y a las 12:40 minutos ya estaban en La Venta. De ahí comenzó su trayecto a vuelta de rueda y en la Zapata, de plano, ya no se pudo más. De la Venta a la Zapata se hicieron como cinco horas y media.
En la Zapata se quedaron hora y media varados. En medio del caos. «Llegó un momento en que la policía y la Guardia Nacional se vio rebasada. No podían controlar a la gente que a como diera lugar querían avanzar», cuenta Yenny.
Yenny y Prospero contaron que en el transcurso a vuelta de rueda, las imágenes de Acapulco destruido y de la gente vaciando tiendas y el calor intenso, les entró la ansiedad y comenzaron a comerse la despensa. Acabaron con los jugos, las aguas y las galletas.
Como a las siete de la noche se dieron cuenta que lo mejor era retornar. Regresar de nuevo a La Venta les llevó otras tres horas. Llegaron al mismo punto hasta las 10 de la noche y a Chilpancingo, de nuevo, en cuarenta minutos después.
Hoy van de nuevo a intentar llegar a la casa de la hermana de Yenny, pero en el autobús.
«Tenemos la esperanza de que en el autobús sea más fácil. A ellos les abren el paso», agrega.
En el autobús, la gente que viaja lleva el mismo propósito, llegar para saber qué fue de sus familias.
Se escuchan las conversaciones de otras personas que les dan aliento, que tengan fe. «Todo va a estar bien. A tu hijo no le pasó nada», comenta alguien.
Esta nota fue publicada originalmente en AMAPOLA, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes ver la publicación original.
Es originaria del estado de Guerrero, en donde ha sido reportera durante 26 años, cubre principalmente temas de derechos humanos relacionados con los efectos sociales, ambientales y de salud en las comunidades, a causa de los proyectos extractivistas. Actualmente es coordinadora general del medio digital Amapola. Periodismo transgresor.
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