De los 2.2 millones de personas en la Franja de Gaza, casi la mitad son menores de edad, el 40 % de la población en Gaza es menor de 14 años. Esta es la población que ha sido dejada sin agua, sin alimentos ni electricidad, y cuyo territorio es pulverizado con ellos en él. Ni a Hamas ni a las potencias mundiales les importa
Lydiette Carrión / @lydicar
Cada conflicto es por supuesto más grande, más complejo, con muchos entretelones y cosas que no vemos. Mucho más complejo que lo que se puede escribir en una pequeña columna. Pero intentemos hacer una historia mismísima de Gaza. Los puntos de partida suelen ser arbitrarios, pero para efectos coloquémonos por 2004, cuando Yasser Arafat, el histórico líder de la Organización por la Liberación de Palestina (OLP), falleció. Entonces comenzó la sucesión. Arafat ya había logrado una cierta pacificación entre Palestina e Israel. Ambos Estados llevaban décadas en disputa, debido a que el Estado de Israel fue fundado en territorios palestinos.
Esta ocupación llevó a muchas décadas de resistencia Palestina, y también de violencia y actos terroristas. Aquí definimos el terrorismo como aquellos actos cometidos contra la población civil. Actos que violan las leyes de la guerra y que van dirigidas a causar terror entre la población. Este tipo de violencia terrorista cometida por grupos que no son los hegemónicos –como ocurrió en Irlanda, con IRA, o en el País Vasco, con la ETA– fueron recurrentes en aquellos tiempos, mediados del siglo XX. Se trata de grupos históricamente oprimidos y violentados; una resistencia legítima que tomó un camino que al menos quien escribe considera profundamente equivocado. Creo que la OLP también concluyó lo mismo: Arafat y su grupo después apostaron por la pacificación; por detener la matazón de ambos lados: tanto de israelíes como de palestinos, pueblos que finalmente son hermanos. Ambos, pueblos valiosos, ambos, ventanas al mundo.
Y con la acción de Arafat llegó cierta calma, una paz «con pincitas», pero pacificación al fin. Hasta que el líder falleció. Entonces en los territorios que todavía sustentaba el pueblo palestino, se realizaron elecciones. Por un lado los grupos que, podríamos llamar herederos de la OLP, encarnados en la Fatah, que pugnaban por la pacificación y para ello decidían reconocer la existencia del Estado de Israel.
Por el otro lado, estaban entre otros, Hamas, que negaba la existencia del estado de Israel, e insistía en señalar que este se encuentra en territorio que pertenece al pueblo palestino, territorio que Israel invadió después de la Segunda Guerra Mundial, dijo. No había afán de reconciliación ni de pacificación.
Se llevaron a cabo elecciones en 2005 y ganó Fatah. De nuevo todas las facciones políticas y político-militares al interior de Palestina llegaron a un acuerdo y un cese al fuego con Israel. Los procesos de pacificación parecían ir mejorando. Pero para septiembre de aquel mismo año, se realizaron elecciones parlamentarias e Israel, antes de la elección efectiva, detuvo a 450 parlamentarios cercanos a Hamas. Esto, probablemente desató que en la elección ganara de forma arrolladora Hamas.
Para enero de 2006, las potencias mundiales como Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU (y cabe decir que estas potencias jamás han dejado de intervenir de una u otra manera en el conflicto, sólo un botón, un video donde se explica el financiamiento de Occidente a grupos como Hamas), trataron de empujar alguna declaración por parte de Hamas para que se comprometiera rumbo al desarme, pero el grupo lo rechazó. Inmediatamente llegaron los bloqueos económicos y, para marzo de 2006, tanto Israel como Egipto cerraron sus fronteras para la Franja de Gaza.
Básicamente desde entonces, los ahora 2.2 millones de personas que viven en esta región son una suerte de rehenes de ambos polos: Por parte de Occidente, porque no pueden dejar ese territorio y viven bloqueados económicamente, asediados. Y por parte de Hamas, que durante todo este tiempo se ha ido fortaleciendo armamentísticamente, que ha generado vínculos con otros grupos de corte similar y no permite la disidencia entre la población, como ha explicado el periodista Témoris Greko. No es que en Gaza apoyen a Hamas, es que han sido abandonados a este espacio.
Repito: la población en esta parte del país no es libre, pero esto no solo a causa de Hamas. No puede irse, sufre un embargo y se encuentra entre dos aguas políticas que no se tientan el corazón para masacrarles.
Y se trata en su mayoría, de adolescentes e infancia.
De esos 2.2 millones de personas, casi la mitad son menores de edad, el 40 % de la población en Gaza es menor de 14 años.
Las y los rehenes de este conflicto son niñas y niños. Niños que no conocen otra forma de vida que la guerra perenne, la violencia, el acoso por parte del ejército israelí. Las masacres dirigidas contra la población en Gaza, por ejemplo, se intensificaron brutalmente el último año. Israel lleva cometiendo crímenes de guerra desde hace tiempo, con impunidad, contra esta población. Niñas y niños creciendo en la guerra, a los varones les dejan pocas opciones, pocos proyectos de vida, excepto volverse milicianos, abrazar la violencia y la crueldad. Ahí están algunas de las claves por las que estos grupos, terriblemente crueles, existen.
Otros datos: El 22 por ciento de las y los niños palestinos no llegan a los 5 años; el 90 por ciento del agua en Gaza no es apta para el consumo humano. Sólo el 4 % de la población en la Franja de Gaza tiene acceso a agua que no está contaminada. La prevalencia de padecimientos renales rebasa la media. La diarrea es la segunda causa de muerte infantil.* ¿Qué opción queda?
Esta es la población a la que ahora, se le ha cortado el agua potable, los servicios, la electricidad. El 40 por ciento tiene menos de 14 años. Son niños, niñas y adolescentes, quizá sus madres. Quizá madres niñas.
Por supuesto, Hamas cometió un ataque terrorista, agredió a civiles, mató a más de un millar de personas y tomó cientos de rehenes. DEl otro lado hay 2.2 millones de rehenes también. Y ni bajo las leyes de la guerra, ni de la ética se justifica que una de la potencias militarmente más poderosas del mundo ataque a población civil que ha vivido presa en Gaza por casi 16 años.
Que la bombardee, la deje morir de hambre y sed, que la aísle del auxilio y la ayuda humanitaria.
Hacer eso es un crimen de lesa humanidad. Estamos viendo un acto genocida.
* Datos recabados durante un evento del departamento de Estudios Árabes en la Universidad de Houston.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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