18 septiembre, 2023
Han pasado 6 años desde el sismo del 19 de septiembre, y la reconstrucción de la ciudad ha sido una tarea pendiente que apenas logra salir de su espasmo. Esta es una crónica escrita desde la periferia, desde los colectivos que lucharon y fallecieron por ver su vivienda reconstruida. Una crónica en memoria de las 369 personas que perdieron la vida durante el sismo y las víctimas no contabilizadas
Texto: Brenda Cedillo
Fotos: Brenda Cedillo y Colectivo Damnificados Unidos de la Ciudad de México
¡Damnificados Unidos serán reconstruidos!
¡Vecino aguanta, Oriente se levanta!
¡19 de septiembre no se olvida, es de lucha combativa!
CIUDAD DE MÉXICO. – “Dijimos en algún momento que era hasta que el último regresara a casa; esta es la última casa de reconstrucción, ha sido largo el proceso. Estamos a pocos días de cumplir 6 años del sismo de 2017. Muchos vecinos y vecinas ya no están, no llegaron a este momento y en su memoria hemos resistido. […] Solamente a través de la organización hemos podido ver que las vecinas regresen a su casa digna y segura”.
Remarca Karina Solís, habitante de la colonia Del Mar en Tláhuac, con la fuerza honesta que caracteriza su voz. Junto a ella están las vecinas Flor y Lupita, quienes están recibiendo su hogar reconstruido después de haberlo perdido aquél 19s de 2017. Es 2 de septiembre de 2023, y todas y todos los vecinos presentes pasaron de ser damnificados a defensores del derecho a la vivienda digna.
La señora Flor, vistiendo una playera blanca con la insignia Damnificados Unidos de la Cdmx, agradece a la colectividad por lograr la reconstrucción de su hogar. Lo hace mientras la cobijan las consignas de sus vecinas y vecinos. Su hogar es el número 323, cantidad que menciona la actual comisionada para la reconstrucción, Jabnely Maldonado, al momento de entregarle las llaves y reconocer el esfuerzo de la asamblea de damnificados en Tláhuac. Sus esfuerzos no son menores, pues lograron una reconstrucción digna.
“En los dulces y amargos encuentros que tuvimos con el colectivo, para nosotros fue muy importante no dejar de ver la causa que motivaba esa colectividad”, agrega, delineando cada palabra con cuidado.
Flor corta el listón rojo. Con esto, finaliza la historia que impulsaron por la defensa de los derechos y la dignidad en el suroriente de la Ciudad.
La tarea, sin embargo, no fue fácil.
¡Y dónde está el dinero que el mundo nos donó, con eso nos alcanza para la reconstrucción!
Las primeras consignas retumbaban en las voces de damnificados de la Ciudad de México, tras dos meses después del sismo del 19s de 2017. Muchos no imaginaban que esas primeras manifestaciones por la búsqueda de la reconstrucción de sus hogares iniciara una batalla por hacer valer el derecho a una vivienda digna.
El gobierno de la ciudad, a cargo de Miguel Ángel Mancera, se vió rebasado por la catástrofe. Fue la marea solidaria de la sociedad civil la que cubrió las necesidades iniciales de damnificados. La incapacidad de resolución por parte del gobierno en turno fue la chispa que incendió la conciencia política de gran parte de los afectados. Lo suficiente para agitar voluntades y emprender la lucha.
Damnificados del Multifamiliar Tlalpan, Colonia Girasoles, Tláhuac, Iztapalapa, Benito Juárez y Cuauhtémoc acordaron organizarse, tras una asamblea en la sede del Sindicato Mexicano de Electricistas el 18 de noviembre. Expusieron que sus inmuebles dañados no podían atenderse a través de respuestas inmediatas. Era necesario elaborar una vía para la reconstrucción.
Desde sus inicios, la postura de la organización reveló un cambio de perspectiva mediática. Medios hegemónicos le daban espacio a cuestiones más sensacionalistas, como el “homenaje” para las víctimas del sismo realizado en octubre, organizado por OCESA a manera de concierto masivo en el Zócalo, al cual acudieron alrededor de 120 mil personas; una estrategia para cerrar el duelo colectivo y borrar la negligencia que había detrás de edificios desplomados.
El Colectivo Damnificados Unidos de la Ciudad de México (DUCDMX) se posicionó como instrumento para la defensa del derecho a la vivienda. Su motor: la incertidumbre por sus hogares, el dolor y la indignación. Esta red vecinal se nombró “apartidista”. Se caracterizó por mantener su frontalidad y claridad en su discurso ante cualquier color.
Todos recordamos aquella tarde. Ni las lluvias torrenciales durante días anteriores nos avisaron de lo que íbamos a enfrentar. Ese día, gracias a que acompañé a mamá Magda a su consulta en el hospital Tláhuac, no fui a clase y me quedé en casa.
Después de que el sismo de 7.1 terminó tras incontables minutos, el alivio no regresó a mi cuerpo. Salí a las calles por las que había transitado toda mi vida. Estaban desechas. El movimiento había arado el asfalto con violencia, sembrando dudas que nos despojaron de la tranquilidad.
Conforme iba caminando, notaba cómo a las calles les atravesaban grietas y desniveles profundos. Miré casas que se habían desprendido de sus cimientos. No había luz, agua, ni señal en los celulares.
Las noticias locales comenzaron a fluir de boca en boca: la casa de una familia en calle Camarón está muy frágil, tengan cuidado, no pasen por ahí. En el hogar de fulanita se le abrió un boquete en su cocina, ya le dijimos que no entre.
Llegué a calle Pingüino y no lograba comprender que tres casas de dos pisos habían casi desaparecido. La tierra las había absorbido. Presentaban grietas enormes y un desnivel de casi 2 metros.
La memoria de nuestro suelo lacustre nos estaba alertando con un mensaje devastador que aún no se descifraba. Hasta ese instante muchos recordamos por qué se llama colonia Del Mar, ya que según los fundadores, aún se conservaba una parte de las chinampas cuando llegaron. Los indicios de su origen están en el límite sur: la Laguna de San Gregorio Atlapulco, puente hídrico entre Tláhuac y Xochimilco.
Por la noche, todos en la colonia seguíamos incomunicados. Mi familia y yo nos quedamos en el patio para escuchar la radio y permanecer ahí. No sabíamos si meternos a la casa, pues el suelo y los muros tenían huellas del sismo. En la radio, el único medio que funcionaba, escuchamos que la gente se estaba organizando por sí sola para ayudar a los heridos de edificios colapsados en el centro.
—¿Y de aquí? Aquí también hay casas desplomadas. Se las tragó la tierra. Todo está destruido y lo mismo dicen de Iztapalapa — irrumpió mamá.
Su pregunta revelaba un abandono histórico de la zona suroriente de la ciudad.
Karina Solís, vecina de la Del Mar, lo rememora a 6 años:
“Desde el día uno, todo se concentró en el centro, en zonas más “caras”, con mayor valor de las casas. […] Fue muy frustrante ver que no llegaban los medios, ni el gobierno. […] Pensé que después de los rescates de los edificios nos iban a mirar, pero no”.
La crisis en Tláhuac empeoró desde el primer mes. No había agua potable. El drenaje estaba colapsado, las fracturas del suelo lo habían dañado por completo.
Llegaban pipas de la Alcaldía a dar agua, pero era insuficiente, la gente se golpeaba cuando no alcanzaba el líquido y comenzaron a secuestrar las pipas; al menos hubo 4 choferes asesinados.
Al pasar las semanas, los vecinos buscaban respuestas mediante jornadas de sol a sol, para recorrer la colonia y ver si llegaba alguien para atender la crisis.
Protección Civil de la Alcaldía comenzó a hacer recorridos dos meses después, pero su silencio frente a las preguntas de la gente era abrumador, sólo pasaban y te ignoraban. Ingenieros blancos con la bata blanca de la petulancia llegaban a tomar notas; la colonia se convirtió en su objeto de estudio, sin contemplar a las personas que habitaban la “Alta zona de riesgo”.
Las demoliciones express se estaban llevando a cabo, eran realizadas por brigadistas acompañados de un arquitecto o ingeniero, mandados por las Alcaldías. Evaluaban rápidamente, si era necesario, demolían. Muchas casas vistas como un peligro fueron derribadas, pero las familias veían sus recuerdos destruídos en cada golpe con el marro.
¿Qué recibían a cambio después de que demolieran sus hogares hasta los cimientos? Un certificado de demolición y palmadas en la espalda. No había protocolos definidos para la reconstrucción hasta que surgió la primer noticia:
Así decía una nota de El Universal un 8 de octubre de 2017. La declaración del entonces Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, se replicó como la estrategia de su administración para reconstruir la ciudad. Era el inicio de un proceso de corrupción y clientelismo.
Muchos afectados buscaron acceder al crédito, debido a la frustración. Pero lo que ofrecía el gobierno de la ciudad no era un camino para una reconstrucción digna y segura, sino para endeudar a los damnificados.
—Imagínate ¿cuándo voy a terminar de pagar mi casa? Yo creo que ya ni lo alcanzaré a hacer.
Expresaba sin esperanzas una vecina damnificada de la tercera edad.
—Ya no tengo casa y perdí también mi trabajo, ¿Cómo voy a pedir un crédito ahora?
Comentaba también un vecino, quien tenía su negocio dentro de su hogar.
La primera convocatoria a la asamblea de la Del Mar surge entre damnificados de las calles Gitana, Aleta y Pingüino. Ellos hicieron un llamado para hablar con otros vecinos sobre lo que estaba sucediendo. Esta reunión tuvo lugar en la Coordinación Territorial, en la cual se concentraron alrededor de 200 personas.
Allí, conocimos a Karina Solís y Arturo García, una pareja joven que vivía con su familia en calle Hipocampo, cerca de calle Pingüino. Ellos, también damnificados, eran de las voces principales que congregaban a la gente, su capacidad de análisis y acción movía el fuego de nuestra voluntad.
Lo único que rompía el silencio de la Colonia eran las voces de personas que contaban sus casos.
Muchos exponían que ya no tenían hogar y que vivían con algún familiar, otros vivían en campamentos para custodiar sus inmuebles dañados; por último, estaban los que aún tenían dónde dormir, pero que no sabían el estado certero de sus hogares. Todas las historias estaban atadas por el miedo y la frustración.
A pesar de esta realidad dolorosa, los vecinos se sobrepusieron. Cabe destacar el papel de las madres, mujeres jóvenes y de la tercera edad, pues ellas se transformaron de manera paulatina en las principales sujetas políticas. Sus voces eran fuertes y críticas, no temían al micrófono, lo tomaban sin dudarlo, así fuera ante funcionarios importantes o ante la mirada de sus esposos expectantes.
La problemática del Oriente de la ciudad era muy compleja debido a las fracturas del suelo. La Del Mar y La Planta habían sido de las colonias más afectadas por las fracturas de Tláhuac e Iztapalapa. Los habitantes vivían entre los escombros de colonias destruidas.
Vecinas y vecinos primero tuvieron que posicionar en la agenda de la reconstrucción el tema de las grietas; era indispensable para configurar un plan acorde a las necesidades de la zona, pues ¿cómo reconstruir una casa sin saber si el suelo es habitable?
La Dra. Silvia García Benítez, ingeniera en mecánica de suelos e investigadora de la UNAM, fue la primera que se quitó la bata blanca y buscó dar respuestas a la situación. Comenzó a compartir información con los habitantes, acercándose a ellos como personas que sí podían comprender la problemática e involucrarse.
Meses posteriores, la Secretaría de Obras y Servicios de la Cdmx contrató a la empresa constructora CICSA, Consorcio de Ingenieros Civiles S. A de C. V., que no tenía experiencia en estudios de suelo y geotecnia; la inversión fue de 350 millones de pesos. Tales estudios fueron entregados un año después, de manera parcial y retrasada a la Dra. Silvia para su análisis.
Hasta el día de hoy, año 2023, no se ha realizado la difusión adecuada los habitantes de Tláhuac sobre esos estudios. Lo único que se puede encontrar es un video de 2 minutos llamado “Presentación del estudio geológico, geofísico y geotécnico de Tláhuac” publicado el 13 de julio de 2022, así como una herramienta virtual en la página de la Alcaldía, con el nombre “Kaltia Tláhuac”, en el que se puede visualizar un mapa temático sobre el riesgo de agrietamiento, algo indispensable, junto con un complemento realizado por la Dra. Silvia “El hábitat en escenario de agrietamiento: la transición abrupta en Tláhuac”.
Con la llegada de Sheinbaum, se creó un Comité de Grietas, mediante la presión del colectivo DUCDMX, para iniciar un seguimiento claro al tema de las fracturas. Colocó al frente del Comité al Dr. Gabriel Auvinett, investigador de la UNAM. Sus resultados abrieron una puerta de esperanza ante la incertidumbre: aunque las grietas no se pueden arreglar, puede atenderse con tratamientos especializados. Así fue como la reconstrucción comenzó a ir de la mano con estas muestras. A pesar de eso, hubo varias familias que necesitaron ser reubicadas.
Desde 2017 hasta 2023 pasaron tres comisionados: Edgar Tungüí, César Cravioto y Jabnely Maldonado.
Edgar Tungüí, comisionado para la reconstrucción durante la administración de Miguel Ángel Mancera, fue puesto en libertad el 29 de junio de 2023, tras haber sido encarcelado en abril de 2021 por los delitos de uso ilegal de atribuciones y facultades. Mientras era funcionario, autorizó 257 mdp ilegalmente para la supuesta reconstrucción de 5 predios en Ciudad de México.
Claudia Sheinbaum destacó que su detención fue parte de la lucha contra la corrupción, una de las principales banderas del Movimiento de Regeneración Nacional, partido que llegó al poder ejecutivo en 2018 y del cual Sheinbaum forma parte, ahora como la actual coordinadora de los Comités de Defensa de la 4T.
Gracias a la lucha y presión de las y los damnificados organizados, durante 2018 se lograron agregar lineamientos a la Ley de Reconstrucción, así como acceder a un fondo de 300 mdp.
Con la llegada del nuevo mandato, el siguiente comisionado fue César Cravioto, un periodo en el que a pesar de lograr echar a andar la reconstrucción, las incoherencias se hicieron presentes.
Ante este panorama, la asamblea de Tláhuac mantuvo una línea desde el inicio: “Nosotros queremos ser parte de estas decisiones que se toman, porque somos los que vivimos aquí y los que nos vamos a quedar viviendo”, afirmaba Karina frente a Cravioto en su primera visita a la Del Mar. Una postura valiente, aún conociendo el apoyo indispensable a Cravioto por parte del entonces alcalde de Tláhuac, Raymundo Martínez Vite.
El comisionado se caracterizó por su discurso políticamente correcto, pero con una práctica impositiva, en muchas ocasiones, sin apertura a un diálogo real. Su periodo a cargo estuvo estigmatizado por declaraciones sobre los avances en la reconstrucción, con números que eran desmentidos por parte de DUCDMX ante los medios.
Fue hasta enero de 2019 que, mediante el campamento en avenida Tlalpan por DUCDMX, con una duración de 11 horas de frío y espera, lograron obtener acceso al diálogo con la recién electa Jefa de Gobierno, para atender un tema urgente: la reconstrucción digna y segura de la Ciudad. A partir de ahí, las mesas de negociación fueron planteadas como un modo de atención colectiva y no “persona a persona” mediante las ventanillas únicas propuestas por el gobierno de la Ciudad.
La emergencia continuaba, pues durante 2019 seguían predios sin ser atendidos o censados, empresas con contratos millonarios y precios inflados, retrasos y obras detenidas por “falta de fondos”, estudios de suelo sin ser entregados, etc; una tortura que se extendía.
Las irregularidades fueron señaladas durante las mesas de negociación posteriores, con el comisionado Cravioto, pero las empresas no eran sancionadas, mientras que los damnificados eran revictimizados.
“Las viviendas en Tláhuac e Iztapalapa se dañaron por la precariedad, por falta de mantenimiento”, se escuchó en numerosas ocasiones de la boca de funcionarios y empresarios, para argumentar el por qué algunas viviendas no “merecían” fondos. Un criterio clasista y discriminatorio hacia la periferia de la Ciudad en el proceso de reconstrucción.
La resistencia a invertir en zonas que no les iba a dejar ganancias, fueron puntos que la organización vecinal siempre cuestionó.
El colectivo tenía cada semana una mesa de revisión de avances en el Edificio de Gobierno de la CDMX con Cravioto, cada 3 semanas o cada mes se tenía reunión con la Jefa de Gobierno. Mesas que podían durar desde 4 hasta 8 horas. Todas las colonias afectadas que eran integrantes de DUCDMX acudían. Al dar las 11 pm., se quedaban Arturo y Karina como representantes de Tláhuac, e Israel Ballesteros y Francia Gutiérrez como representantes del Multifamiliar de Tlalpan, así como una pequeña comisión de vecinos.
Estas mesas fueron marcadas por el desgaste, la rabia e impotencia, ya que los avances eran cada vez más lentos.
Los vecinos tenían que aguantar los rostros de hastío por parte de Cravioto y Sheinbaum, no buscaban maquillar sus gestos ante el dolor de vecinos que después de un par de años, seguían viviendo en campamentos de la calle o viviendo donde pudieran.
”No voy a construir mansiones”, mencionó Sheinbaum con tono despreocupado en su primera visita a Del Mar, cuando se le mostraba una casa-habitación muy dañada, un poco más grande de lo habitual.
La cuestión de los metros, fue una batalla encarnizada entre constructoras, gobierno y damnificados. Los 45 metros cuadrados propuestos para reconstrucción de viviendas unifamiliares, no eran suficientes para algunos predios de Tláhuac e Iztapalapa, puesto que antes del sismo vivían entre 3 o 4 familias en habitaciones que sumaban más metros.
Hubo varias ocasiones en las que la discusión apremiaba, por lo que Cravioto se retiraba de la mesa, dejando a damnificados gritando consignas o haciendo bloqueos en avenidas, para que fueran atendidas sus demandas.
A través del tiempo, cada mes, cada año después del sismo, la empatía y comprensión de la opinión pública, de los medios de comunicación y de los funcionarios se veía mermada.
Decían que eran “vivienderos”, gente pagada para estar en contra de la 4T y darle una mala imagen (cuando en realidad, una parte es simpatizante), afirmaban que era sólo una minoría de damnificados revoltosos. De manera constante se cuestionaban las manifestaciones, porque, se mostraban las exigencias de damnificados como innecesarias ante “casas reconstruidas regaladas”. Pero el derecho a la vivienda digna no es un regalo, tampoco la dignidad.
A 6 años del sismo, ha habido victorias gracias al esfuerzo colectivo de damnificados articulados, quienes resistieron en los años clave para edificar sus viviendas o rehabilitarlas, pero también para contribuir a una Ley de Reconstrucción que funcione a otros damnificados, en caso de ser necesario, ya que en un futuro nadie está exento de serlo.
“No ganamos cemento y varillas, ganamos el reconocimiento del derecho a una vivienda digna”. Afirman los integrantes de DUCDMX.
Hoy nos dejan un recordatorio: en la catástrofe todo se puede derrumbar, menos la lucha por la dignidad.
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