Mujer trans no va al baño a violar mujeres, tampoco a espiar ni a exhibir su genitalidad. Como todas las personas, una mujer trans va al baño a hacer sus necesidades fisiológicas. El desconocimiento genera miedos encapsulados en mitos
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Una mujer trans no es mujer por sus cirugías ni por sus hormonas ni por su genitalidad ni por su piel lampiña ni por su identificación oficial. La mujer trans es mujer por su existencia misma, por la certeza de su identidad de género. Si bien, hay actos afirmativos que resulten complementarios, no son requisitos obligatorios para considerarse mujer.
La mujer no nace, se hace, decía Simone de Beauvoir. La mujer, como el hombre, son constructos sociales, y por ende son creados por el ser humano. La mujer trans, con o sin documentación que respalde su género femenino, con o sin atributos corporales leídos como femeninos, es una mujer.
Cada quién vive su transición a su modo, no hay un límite. Aún entre mujeres trans, hay una incómoda competencia, ligada a la legitimidad, de la que no se habla: aquella que tiene el cispassing, o los senos o la vaginoplastia, es más legítima que la que decide no hacer intervenciones quirúrgicas u hormonales en su cuerpo. Parece ser que la mujer trans que parezca más cis, es la triunfante. A mayor semejanza a la mujer cis, mayor reconocimiento y aceptación; a menor semejanza a la mujer cis, menor reconocimiento y mayor violencia.
Recientemente se dio a conocer el caso de discriminación por razón de género en las instalaciones de la Cineteca Nacional ubicada en Coyoacán. Una mujer trans fue expulsada de los sanitarios de mujeres por el cuerpo policial. También veo otro video en X (Twitter), del mismo día, en que es violentada, antes o después de los baños, por el trabajador de la taquilla, quien con saña malgeneriza con el pronombre masculino a la afectada, lo hace en dos ocasiones.
No es la primera vez que pasa una situación así, ha sucedido en espacios destinados para las mujeres, como en el metro, los vestidores, las competencias deportivas, y la discusión continúa hasta la fecha a nivel mundial sobre si las mujeres trans deberíamos o no entrar a estos espacios destinados para las mujeres. Evidentemente el poner este derecho en debate ya es un acto de discriminación. El acceso a los baños no es debatible, porque está basado en un prejuicio contra las mujeres trans. Las mujeres trans tenemos todo el derecho de entrar al baño de mujeres, y a los espacios arriba mencionados.
Esta discusión es, principalmente, provocada por grupos ultraconservadores de extrema derecha, quienes promueven discursos transodiantes para impedir a la mujer trans el libre acceso, en este caso, a los sanitarios de mujeres. Los baños no son el problema. Los baños son la punta del iceberg del odio que hay hacia la comunidad trans.
En el caso de México sucede lo mismo. Ya antes sucedió con Gabriel Quadri, esta vez el discurso de extrema derecha antiderechos es promovido por figuras públicas como la senadora panista Lilly Tellez y el empresario Ricardo Salinas Pliego, quienes promueven y apoyan el negar el acceso a las mujeres trans al baño de mujeres. Naturalmente, ambas figuras apoyan al conservadurismo desde la opresión de los derechos de la comunidad trans. Lo mismo sucede en España con VOX, y en Estados Unidos con el régimen republicano.
Resulta alarmante cuando otras figuras públicas, no asociadas con el conservadurismo sino con el libre pensamiento e ideas progresistas, apoyan ideas propias de grupos antiderechos. Pienso en Renata Villarreal, cofundadora de la asociación Marea Verde México, una asociación que, junto a Villarreal, han dejado más que clara su postura en la que asocian a las mujeres trans con una potencial amenaza para las mujeres cis, y peor, citando a una cuenta parodia antiderechos de X (antes Twitter), ¡qué lástima que algunos grupos feministas piensen igual que la ultraderecha, que la iglesia católica!
En Estados Unidos, sobre todo en estados liberales, la mayoría de los establecimientos tienen baños neutros —también llamados baños mixtos o baños universales—, de hecho cada vez es menos frecuente ver baños binarios.
En la semana tomé una foto del señalamiento de uno de estos universal restrooms y la compartí en mis redes. Debajo del señalamiento había el indicador en braille, y se acompaña por una ilustración con los símbolos del masculino y femenino interconectados.
Ciertamente los baños neutros son una excelente idea, y el que esto haya ocurrido en Estados Unidos evidencia una ruptura con los prejuicios perniciosos en torno a las mujeres trans. Tener baños neutros es una idea progresista que rompe con los estereotipos de género, al menos en lo concerniente a los sanitarios. Yo creo que México está más que preparado para tener baños neutros, como una medida afirmativa para generar cambios factuales.
Si bien, los baños neutros son potencialmente una solución, la raíz del problema no radica en los baños per se. El problema radica en los prejuicios, y estos, a su vez, en el desconocimiento, en la ignorancia que genera violencia.
La sociedad, por un lado, aplaude, llora y ríe a carcajadas con Wendy Guevara; esa misma sociedad ataca a las mujeres trans que no están paradas sobre un escenario.
Hace unas semanas Wendy Guevara era un ídolo, pero, como los hechos lo demuestran, de poco han servido los éxitos de Guevara en beneficio de la comunidad trans. Las mujeres trans allá afuera no cantan la misma victoria, como es bien sabido y como se vio en la Cineteca Nacional.
Por su parte, la Cineteca emitió un comunicado en el que enfáticamente rechaza todo tipo de discriminación, un desplegado en el que la institución se disculpa haciendo alusión a que se tomarán las medidas correspondientes. Sin embargo, el daño está hecho.
Creo, ahora más que nunca, en la importancia que tiene el desmontar y desarraigar la idea de que las corporalidades leídas como masculinas sean adheridas a la tan pesada imagen del hombre.
La testosterona es una hormona visualmente muy poderosa, subrayo, no me refiero a la fuerza y a la violencia, no todo cuerpo con testosterona es fuerte e irracionalmente violento, como tratan de hacer ver grupos transfóbicos y misándricos; me refiero a los efectos visuales que en el cuerpo son notorios, y las mujeres trans que decidimos no entrar en procesos hormonales lidiamos con asuntos como el vello, la voz, y otras características, sobre todo exógenas, del cuerpo. Pero también hay mujeres trans con procesos hormonales en quienes aún permanecen rasgos leídos como masculinos, porque, repito, la testosterona es una hormona poderosa que deja rastros a veces indelebles en el cuerpo humano. A lo que quiero llegar con esto es que los rasgos que la testosterona deja en el cuerpo de una mujer trans no deben ser motivo de discriminación. La mujer trans debe ser respetada. Y, por lo tanto, ninguna mujer trans debe ser expulsada del baño de mujeres. Contrario al argumento ignorante de Lilly Téllez, expulsar a la mujer trans del baño de mujeres, es discriminación.
El problema radica en las posturas transodiantes, basadas en el desconocimiento y reflejadas en la violencia dirigida hacia las mujeres trans. Una mujer trans no va al baño a violar mujeres, tampoco va a espiar ni a exhibir su genitalidad. Como todas las personas, una mujer trans va al baño a hacer sus necesidades fisiológicas. El desconocimiento genera miedos encapsulados en mitos.
La transfobia se ha encargado de infundir miedos en la sociedad. A menudo se escudan en los niños para esparcir ideas transodiantes. Se escucha muy seguido el que las mujeres trans van a abusar sexualmente de las infancias en los baños. Todo eso es mentira, son ideas conspiratorias, paranoides, que buscan atacar a las mujeres trans, un grupo por demás vulnerado en México. Las cifras hablan, México es el segundo país, después de Brasil, con mayor número de transfeminicidios a nivel mundial.
Hay quienes proponen baños creados para personas trans, ¡qué ridiculez! Seguramente a estas personas les parece una buena idea hacer baños para gente morena y otros para gente rubia; uno para católicos, otro para judíos y otro más para… Sí, el segregacionismo, por redundante que suene, separa, discrimina. Como bien señala Tania Morales, esa misma propuesta ya se ha escuchado antes, con los sitios exclusivos para negros y otros exclusivos para blancos.
Los baños mixtos o baños neutros son sin duda una solución, pero el problema de raíz no está en el baño, sino en los prejuicios detrás del género, en esas ideas fascistoides y erróneas adjudicadas a las mujeres trans, porque el patriarcado —que no es exclusivo de hombres— odia a la feminidad no en una mujer cis, pero sí en una mujer trans, sí en un cuerpo que ha decidido romper con las expectativas de género masculinas que le fueron impuestas.
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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