Durante la dictadura militar en Chile miles de recién nacidos fueron vendidos al extranjero. Fue una operación de Estado del sátrapa Augusto Pinochet, de la que poco se habló en el 50 aniversario del Golpe de Estado. Aquí el testimonio de una sobreviviente
X: @anajarnajar
Cuando cumplió 39 años de edad, Constanza del Río supo que los padres que la criaron no eran su familia biológica.
Nació en Chile en 1973, el año en que el sátrapa Augusto Pinochet encabezó un Golpe de Estado contra el presidente legítimo de ese país, Salvador Allende.
La insurrección militar ocurrió el 11 de septiembre de ese año, semanas después que el traidor había sido nombrado comandante general del Ejército.
Con el Golpe de Estado se impuso de las dictaduras más sangrientas en la historia de América Latina, y que oficialmente terminó en 1990.
Todavía no se sabe lo que ocurrió en esos años oscuros. Informes oficiales reconocieron a unas 40 mil víctimas, entre asesinadas, desaparecidas, encarceladas o que sufrieron tortura.
Pero hubo otras víctimas, de las que poco se habla. Bajo el régimen de Pinochet, entre 20 mil y 50 mil niños recién nacidos fueron arrebatados a sus madres y vendidos a parejas chilenas o del extranjero.
Constanza fue una de ellas. “En 2012 me entero que era adoptada. Empecé a tratar de entender y me di cuenta que no soy la única”, cuenta.
Preguntó entonces por su madre biológica, pero sólo le dijeron que su adopción había sido parte “de un arreglo”.
Ese convenio oscuro fue, en realidad, una operación de Estado para deshacerse de miles de niños chilenos, hijos de madres indígenas o adolescentes pobres.
Una estrategia de limpieza social en la que participaron hospitales públicos, médicos, enfermeras, sacerdotes, funcionarios gubernamentales y las embajadas de países de Europa y América Latina.
“El tráfico de niños chilenos al extranjero se daba de la siguiente forma”, explica Constanza.
“Las madres iban a tener a sus hijos a hospitales públicos. Las asistentes sociales elegían a la mujer más pobre, débil, silenciosa, la más asustada que no se iba a defender”.
Elegían a las más vulnerables. “En su mayoría eran analfabetas, menores de edad. Muchas de ellas ni siquiera hablaban español, eran indígenas mapuche”.
Tras el parto las asistentes sociales del hospital se llevaban a los niños. “Les decían que habían muerto en el parto, o que los niños se tenían que quedar internados por unos días”.
Cuando las madres volvían por los bebés “simplemente habían desaparecido, nadie les daba una explicación”.
“Como estas mujeres eran las más vulnerables no protestaban y además estábamos en plena dictadura militar, la policía no era un lugar al que una persona iba a hacer una denuncia”.
Los bebés eran enviados a casas de otras mujeres pobres que los cuidaban mientras se preparaban los documentos oficiales para entregarlos en adopción.
“La asistente social, que trabajaba para el hospital del Gobierno de Chile, y la jueza del juzgado que también trabajaba para el Estado arreglaban los papeles y luego sacaban a los niños con pasaporte y número de identificación al extranjero para ser vendidos a agencias internacionales de adopción”.
Hasta ahora se sabe que los bebés fueron vendidos en Estados Unidos, Canadá, Suecia, Bélgica, Holanda, Francia, Alemania, Australia, Italia y Perú.
Los países de destino, sin embargo, pueden ser más.
¿Por qué organizar una operación de Estado para sacar a miles de recién nacidos de Chile? Hay dos razones, explica Constanza del Río.
“Una es dinero: era un producto fácil de conseguir, gratuito, de hospitales públicos, que se vendía a buen precio en el extranjero, entre quince mil y 50 mil dólares por niño”.
“La otra razón era que estábamos en plena dictadura. Pinochet no tenía ningún interés en los niños y de hecho para él era más fácil que se fueran del país, representaban una menor carga fiscal para él”.
“Nadie defendía a las mujeres pobres ni defendía a los niños”.
Recientemente se cumplieron 50 años del Golpe de Estado en Chile. En la avalancha de ceremonias especiales y homenajes poco se habló del tráfico de niños.
Es parte de la compleja realidad en ese país, donde todavía hay quienes dicen que no hubo Golpe de Estado, que nunca existieron la represión, los asesinatos ni la desaparición de personas.
En muchas familias hay defensores y críticos de Pinochet. Los perpetradores de la represión están vigentes: son políticos, empresarios o dueños de medios de comunicación.
Apenas en 2010 se aceptó que hubo por lo menos 40 mil víctimas de la dictadura.
En Chile cada quien tiene su parte de la verdad, y eso ha hecho muy difícil un proceso de reconciliación.
En este escenario, el tráfico de niños en el régimen de Pinochet suele tener pocos reflectores. Los responsables del crimen permanecen impunes.
Tienen a su favor el respaldo de grupos de derecha que reclaman el regreso de un gobierno autoritario.
Y también les apoya la realidad: no se sabe la identidad ni el destino de los miles de niños traficados.
Constanza, por ejemplo, supo de la barbarie cuando empezó a buscar a su madre biológica.
Fundó la organización Nos Buscamos que ha logrado identificar a unos cuantos. Pero la tarea es enorme.
“Me di cuenta que no soy la única y que habíamos abierto una caja de Pandora”, cuenta.
“Yo iba a ser enviada al extranjero pero, no sabemos por qué, me quedé en Chile. Gracias a Dios”.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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