Un libro revela nuevos documentos sobre la injerencia de los Estados Unidos en el golpe de Estado que el militar Augusto Pinochet dio contra el gobierno democrático de Salvador Allende en Chile
Texto: Gustavo González / IPS
Foto: Dominio Público
CHILE. – En la antesala de la conmemoración del cruento golpe de Estado que el 11 de septiembre de 1973 derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende en Chile, surgen nuevos antecedentes sobre el papel de Agustín Edwards Eastman como principal interlocutor y aliado de Richard Nixon y Henry Kissinger en la desestabilización y destrucción de la que hasta entonces se consideraba la democracia más estable de América Latina.
Peter Kornbluh, periodista y director del National Security Archive, una entidad sin fines de lucro que solicita desclasificar documentos oficiales de Estados Unidos lanzó a comienzos de agosto la versión actualizada de su libro Pinochet desclasificado. Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile, donde por primera vez se revela la reunión que Edwards, cabeza del clan que tiene como nave matriz al diario El Mercurio, sostuvo con Nixon y Kissinger el 15 de septiembre de 1970, de la cual surgió la orden del mandatario estadounidense para las acciones encubiertas de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) en este país sudamericano.
En aquellos días, los afanes de Edwards y de la derecha en Chile se orientaban a impedir el entendimiento de la Unidad Popular (UP) con la Democracia Cristiana (DC), para que el Parlamento ratificara la elección como presidente de Allende, triunfador por mayoría relativa en los comicios del 4 de septiembre, donde derrotó al conservador Jorge Alessandri.
El primer resultado de los acuerdos del dueño de El Mercurio con Nixon y Kissinger y de las maniobras de la CIA fue el atentado del 22 de octubre contra el comandante en jefe del Ejército René Schneider, a manos de un comando a las órdenes del general retirado Roberto Viaux. Se pretendía crear un caos para posibilitar una reacción castrense que derivara en un golpe de Estado, que comandaría otro general: Camilo Valenzuela.
Schneider falleció el 25 de octubre, un día después de que el Congreso pleno ratificara a Allende como mandatario. La maniobra sediciosa fracasó porque el grueso del alto mando de las Fuerzas Armadas permaneció fiel a la Constitución, sobre todo el general Carlos Prats, nuevo comandante, asesinado a su vez el 30 de septiembre de 1974 en Buenos Aires por la policía secreta del dictador Augusto Pinochet.
Todo esto es historia conocida, pero el mayor mérito del libro de Kornbluh radica en la develación del vínculo directo de Agustín Edwards con Richard Nixon, que el investigador estadounidense reveló accediendo a la desclasificación de la Agenda Interna de la Casa Blanca, no considerada hasta ahora en otros documentos sobre la estrategia que el gobierno estadounidense puso en marcha para impedir la «amenaza de una nueva Cuba» en América Latina a través de la «vía chilena al socialismo» planteada por Allende y la Unidad Popular, la coalición de partidos marxistas, socialdemócratas y cristianos de izquierda.
El presidente Nixon, Kissinger, su consejero de Seguridad Nacional, y el director de la CIA, Richard Helms, fueron la troika de interlocución privilegiada para Edwards, quien permaneció en los Estados Unidos desde 1970 hasta 1975, con el cargo de vicepresidente de Pepsi Cola Company. A la distancia, monitoreó las acciones desestabilizadoras contra la UP, incluyendo el financiamiento de la CIA al grupo de extrema derecha Patria y Libertad, a paros y huelgas empresariales y el apoyo financiero a El Mercurio.
En entrevista con Ciper (Centro de Investigación Periodística), Kornbluh destacó que los aportes financieros encubiertos de la CIA a El Mercurio se prolongaron hasta 1974. El principal diario de Chile fue así tanto el gran promotor periodístico del golpe contra Allende, como el sostén propagandístico e ideológico de la instalación del régimen del general Pinochet, caracterizado certeramente como una dictadura cívico-militar.
En ese papel, El Mercurio fue un entusiasta propulsor del modelo neoliberal, instalado de la mano con la represión, y apoyó desde su línea editorial e informativa los montajes con que la DINA y su sucesora, la Central Nacional de Informaciones (CNI), ocultaron asesinatos y desapariciones forzadas de opositores.
El vespertino La Segunda, del consorcio El Mercurio, fue pieza clave en el tinglado de mentiras de la Operación Colombo de julio de 1975. Los servicios secretos de Brasil, Argentina y Chile montaron esta operación, en que se pretendió hacer pasar como enfrentamientos internos de grupos guerrilleros, la desaparición forzada de 119 jóvenes izquierdistas chilenos.
El cerebro de esta maniobra fue Álvaro Puga, un privilegiado columnista de La Segunda que firmaba como Alexis, autor además del Plan Z, un documento según el cual la Unidad Popular pretendía descabezar a las Fuerzas Armadas y dar un autogolpe en septiembre de 1973. Fue la justificación del golpe de la junta encabezada por Pinochet, cuya falsedad fue reconocida muchos años después.
En torno al 50 aniversario del golpe resultan valiosas las nuevas revelaciones sobre el papel de Edwards y El Mercurio en la desestabilización del gobierno de la UP, con el apoyo y complicidad al más alto nivel del gobierno de los Estados Unidos, sobre todo cuando desde los partidos de la derecha chilena se promueve un negacionismo que relativiza la conjura golpista y la magnitud de las violaciones de los derechos humanos.
El año 2001 el periodista Manuel Cabieses, director de la revista Punto Final, presentó una denuncia contra Agustín Edwards ante el tribunal de Ética del Colegio de Periodistas, por sus actuaciones que constituían violaciones de los preceptos profesionales, así como atentados a la soberanía chilena.
La denuncia no fue acogida con el discutible argumento de que el dueño de El Mercurio no actuó como periodista, sino por ideas políticas. Transcurrieron catorce años, hasta que en 2015 la joven presidenta del Colegio, Javiera Olivares, presentó otra denuncia contra el magnate periodístico, que sí fue aceptada y significó la expulsión de Edwards del organismo profesional.
La historia queda y sus protagonistas pasan. Agustín Edwards falleció en abril de 2017 a los 89 años. Puga, quien trabajó también para la CNI, falleció el 2015. Este mes, en el contexto de los 50 años, la Universidad Diego Portales publicará el libro El primer civil de la dictadura. Los archivos secretos de Álvaro Puga, que seguramente contribuirá a enriquecer la historiografía del periodo dictatorial.
También en la antesala del medio siglo del golpe, el 16 de agosto falleció a los 93 años la viuda de Edwards, María Luisa del Río. Según el diario electrónico El Mostrador, su patrimonio ascendía a 100 mil millones de pesos chilenos, alrededor de 120 millones de dólares.
Este trabajo fue publicado inicialmente en IPS. Aquí puedes consultar la versión original.
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