27 agosto, 2023
Hoplopeza colombiana y Hoplopeza rafaeli son las dos nuevas especies de moscas endémicas descubiertas en Colombia. Estos insectos son conocidos por su baile y por su papel en la polinización y reciclaje de materia orgánica. Su hallazgo ayuda a los científicos a seguirle la pista a los cambios en este ecosistema e identificar las repercusiones del cambio climático
Texto: Andrés Felipe Uribe / Mongabay
Foto: Carolina Henao Sepúlveda.
COLOMBIA.- Una pequeña nube de moscas volaba cerca de un arroyito en el páramo Santa Inés, en el municipio de Belmira, Antioquia. La investigadora y bióloga Carolina Henao Sepúlveda se aproximó a ellas con curiosidad mientras disfrutaba de un momento de descanso luego de la instalación de trampas para la recolección de insectos, como parte del proyecto de investigación Las Moscas de las Flores del Grupo de Entomología de la Universidad de Antioquia, en el que se estudia a estos pequeños bichos en el páramo.
De manera sigilosa, se acercó y comenzó a apreciar lo que parecía el cortejo de un tipo de mosca que no logró identificar en ese momento. Vio cómo los machos danzaban alrededor de las hembras, mientras estas mantenían un vuelo tranquilo en el que parecían flotar en el aire, para luego acercarse poco a poco para atraerlas y así comenzar el coito.
Entre los insectos son comunes los rituales de apareamiento y en el caso de esas moscas que Henao Sepúlveda vio en el páramo, es una de sus principales características; por ello su nombre: moscas bailarinas (de la familia Hybotidae), porque los machos bailan para cortejar a las hembras y así conquistarlas.
“Soy amante de la fotografía y cuando las vi intenté tomarles fotos. Estábamos en pleno páramo, cerca de unos frailejones y ellas danzaban. Ese cortejo es su forma de sobrevivir, si no se aparean, no hay descendencia. Duré mucho rato observándolas, veía cómo gastaban su energía en el baile tratando de que una hembra les prestara atención”, cuenta la bióloga, integrante del Grupo de Entomología de la Universidad de Antioquia.
Este fue el primer acercamiento que Henao Sepúlveda tuvo con la Hoplopeza colombiana, una nueva especie de mosca bailarina. El hallazgo quedó registrado en el artículo científico “Dos nuevas especies del género Hoplopeza Bezzi (Diptera, Hybotidae, Ocydromiinae) de los bosques alto andinos de Colombia” publicado en la revista científica Zootaxa y en el que también se describe a la Hoplopeza rafaeli. Ambas especies son nuevas para la ciencia y son los primeros registros de la familia Hybotidae para el país.
Las moscas (Dípteras) son un orden de insectos que se caracteriza por tener dos alas membranosas. En la cotidianidad, su presencia suele relacionarse con los excrementos y la suciedad. Sin embargo, son esenciales para los ecosistemas. Algunas de ellas están estrechamente vinculadas con el desarrollo de hongos, musgos, orquídeas y otro tipo de organismos, es decir, tienen interacciones biológicas que benefician a ambos organismos.
Además, una de las facetas más importantes y desconocidas de las moscas es la polinización. Estos insectos son fuertes polinizadores, incluso algunas especies tienen el cuerpo parecido al de una abeja, abejorro o avispa.
En la naturaleza es el grupo más diverso en modos de vida. Las moscas van a estar en todos lados y están asumiendo muchos roles, pero se estudian poco porque no son lindas. No tienen el carisma de las mariposas o de los escarabajos. Su impacto en los ecosistemas es impresionante, ellas asumen muchos roles: son recicladoras, depredadoras, bioindicadoras del suelo, son indicadoras de la dispersión de ciertas plantas o de hongos, o de las aguas, ya que son muy exigentes”, explica, Martha Wolff, investigadora y líder del Grupo de Entomología de la Universidad de Antioquia.
Las moscas bailarinas (Hybotidae) forman parte de las moscas de las flores. Su particularidad es esa danza que deben realizar en el aire para cortejar. Existen algunas que la realizan encima del agua y pareciera que patinan en ella. Incluso, especies de esta familia son conocidas por “dar regalos”. Los machos llevan pequeñas presas a las hembras, de esta manera le demuestran su eficiencia y excelencia fisiológica y garantizan una mejor descendencia.
“Otra de las partes fundamentales para poder distinguirlas son sus características morfológicas, es decir su fenotipo corporal. Tienen una joroba y colores oscuros que las diferencian de las demás. Así mismo, sus alas, antenas y patas nos ayudan a determinarlas. Esto en el caso de las moscas de la familia Hybotidae, en esta se encuentran las de género Hoplopleza, que es donde están las dos especies que describimos”, resalta Henao Sepúlveda.
Las Hoplopleza son depredadoras y solo se conocían seis especies en el mundo: cuatro en Australia y dos en Sudamérica, específicamente en Chile y Perú. Desde 1995, no se realizaban estudios en el mundo sobre este género de insectos, por lo que la descripción de estas dos nuevas especies es una importante contribución para conocer más sobre sus hábitats y rangos de distribución. El género habita ecosistemas conservados en los que existen buenas fuentes de agua, en este sentido son bioindicadores.
Nos dimos cuenta que ya había unos registros de Hoplopleza en [las zonas andinas de] Chile y Perú. También encontramos que ellas ayudan y hacen parte de la polinización cuando son adultas, pero su fase de larvas todavía se está investigando. Sin embargo, este grupo tiene una gran característica que es el reciclaje, o sea que ayudan a reciclar todo ese material orgánico en los bosques para el mantenimiento de los suelos y nutrientes”, afirma Henao Sepúlveda.
Wolff destaca la necesidad de continuar investigándolas, pues aunque se ha obtenido algunos conocimientos sobre ellas, apenas es el inicio en el país y, en general, en el mundo. “Hay mucho desconocimiento todavía y estas especies sólo han sido encontradas en bosques altoandinos y en el páramo, en ese sentido, podemos decir que son endémicas de estos ecosistemas”.
En los insectos, el más mínimo detalle puede ser determinante para su clasificación. A veces, estos organismos son muy pequeños; por ejemplo, las dos nuevas especies miden 4.5 milímetros, así que la forma, textura y color de algunas partes del cuerpo fueron las claves para las investigadoras. La Hoplopeza colombiana tiene su cabeza lisa y brillante sin ningún pelo, mientras la Hoplopeza rafaeli presenta pelos en su cabeza y es más opaca.
Estos pormenores, que podrían parecer irrelevantes, permiten diferenciar una especie de otra y son vitales para analizar cuál es la importancia de cada una para los ecosistemas que habitan.
La Hoplopeza colombiana se encontraba cerca a un arroyito —explica la investigadora— y con ello se podría intuir que su cabeza lisa tiene relación con el agua, porque así las gotas de agua resbalan más fácil; de lo contrario esas gotas serían letales para ellas debido a su tamaño. La Hoplopeza rafaeli fue recolectada dentro de bosques en ambientes húmedos. Esa es la razón por la que es más peluda, pues necesita conservar la humedad.
Aun con esas diferencias, la forma de los genitales es la pieza esencial para saber si se está frente a una nueva especie de mosca. Los insectos a ese nivel de estructura son como una llave y una cerradura, deben encajar perfectamente, por lo que sus genitales tienen particularidades únicas.
El macho de la Hoplopeza colombiana tiene en la parte superior del interior de su genital unas espinas y un tipo de gancho de anclaje corto. Por su parte, el macho de la Hoplopeza rafaeli tiene las espinas por todo el genital y su gancho de anclaje es más largo.
“Esas ornamentaciones y estructuras que llevan dentro, diferencian a las especies. En las moscas, muchas veces el coito es en el aire y por eso el genital debe ser específico y exclusivo para que puedan anclar y reproducirse”, agrega Henao Sepúlveda.
Rodulfo Ospina Torres, entomólogo e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, quien ha trabajado con insectos como abejas y escarabajos en los páramos, también resalta esta particularidad. “Evolutivamente los genitales son relevantes porque funcionan como un mecanismo de cerradura y llave, si la llave está torcida no entra, o si hay un cambio en la cerradura se produce una barrera reproductiva que puede limitar el flujo genético, es decir, delimitar las especies”.
Es posible compararlo con los pájaros —agrega Ospina Torres—, si un macho empieza a cantar diferente, las hembras no lo entienden y se queda solo, por lo que probablemente se va a extinguir. En los insectos es igual, pero con sus genitales. Además, en los insectos se desprende un olor, o señal química única, de esa parte de su cuerpo que ayuda al momento de la copulación.
Se trata de análisis complejos. Para la descripción de las dos nuevas especies se llegó a la familia y después se corroboró el género. Esta fase se realizó con la literatura existente, una actividad exhaustiva en la que se revisó la bibliografía que hay en el mundo y tardó alrededor de cinco a seis meses.
Luego, se compararon las descripciones y dibujos originales de la literatura existente con el material recolectado. Se solicitaron fotografías de los holotipos de museos británicos y alemanes, es decir los ejemplares físicos o ilustraciones originales que se utilizaron para describirlas por primera vez. Después, se usó el estereoscopio, un instrumento óptico que permite apreciar mejor el material para su posterior descripción. De esta manera, se obtuvo la información necesaria para hacer la descripción. Esta etapa tardó aproximadamente tres meses, puesto que es la primera vez que se describen las hembras de las moscas del género Hoplopeza.
Investigar las moscas es muy difícil por su taxonomía, identificación y colección. No todas se consiguen de la misma manera. Al ser un grupo que tiene una biología tan diversa, se debe saber dónde y cómo vive y plantear la manera en que se deben estudiar y colectar. Pero, a su vez, esa es una de las cosas que las hacen tan bonitas. A mí me impresiona que las moscas tengan una biología tan compleja y puedan estar en cualquier ambiente o situación. Ellas lo están haciendo todo”, complementa Wolff.
El Grupo de Entomología de la Universidad de Antioquia creó el proyecto Las Moscas de las Flores, en el que se investigan las moscas del páramo de Santa Inés. De esta manera, en sus salidas recogen material para la colección de insectos en los bosques altoandinos y para investigaciones futuras.
El trabajo de campo debe realizarse en forma simultánea con un grupo de investigadores y guías locales y exige mucho tiempo, ya que el desplazamiento en estos ecosistemas es complejo. El páramo de Santa Inés es uno de los más extensos de la cordillera Central de los Andes y para la investigación se crearon tres puntos estratégicos, donde los tres equipos de trabajo se movilizaron para recolectar ejemplares.
En el sitio emplearon dos métodos de muestreo con trampas. El malaise, una carpa abierta, ubicada en el suelo, con una malla oscura a los lados y un techo blanco. Los insectos son atraídos por este color e ingresan a la carpa, pero cuando intentan escapar solo pueden hacerlo por una pequeña abertura en el techo que los lleva hacia un recipiente con alcohol. Este método también se realizó en el aire con el lanzamiento de cuerdas que permitían mantener la carpa a cuatro metros de altura.
En el segundo método pusieron platos de colores con un pequeño techo para cada uno. Así los insectos llegaban allí y caían al alcohol. Las trampas se dejaban cinco días, luego se recogía el material y se ubicaban en otros lugares. El trabajo de campo duraba quince días, las muestras se llevaban al laboratorio y al mes se regresaba de nuevo.
En general, en estas salidas se recolectan muchos insectos de diferentes órdenes, que son llevados al laboratorio para un posterior análisis. Por ejemplo, Carolina Henao Sepúlveda, para su trabajo de grado, logró separar 22 000 ejemplares de un solo grupo de moscas que se había obtenido en viajes anteriores.
“La filosofía de nuestro grupo es que todo lo que se colecte, se trabaja. Desde grillos, mariposas, escarabajos, cucarachas, abejas, avispas. No importa el grupo o el orden. Esto garantiza las investigaciones para estudiantes, puesto que ya todo estaría en el laboratorio”, afirma la bióloga.
Las dos nuevas especies de moscas bailarinas son insectos de páramo. Este particular ecosistema se caracteriza por su vegetación tipo arbusto y por alturas que pueden llegar a los 5 mil metros sobre el nivel del mar. La temperatura puede subir a más de 20 grados centígrados y bajar a -5, por lo que en un día se pueden vivir las cuatro estaciones.
Sus condiciones agrestes convierten a estos territorios en un laboratorio para la exploración científica. La fauna y la flora se han debido adaptar a estas circunstancias y el organismo que pueda sobrevivir allí se convierte en un objeto de estudio interesante para la historia del planeta.
Los páramos son islas, por lo que a las plantas y animales que están allí les queda muy difícil intercambiar genes con otros organismos. Por eso la fauna y flora de cada páramo es diferente. La diversidad más tenaz y la que está en peligro es la diversidad de las relaciones. Entre ese montón de animales y plantas se están formando relaciones nuevas que no existen en otro lugar”, alerta Rodulfo Ospina Torres.
Esta particularidad del ecosistema se debe a la separación de los continentes y a la formación de la cordillera de los Andes. “Los páramos han favorecido algunos grupos para mantenerse en esos ambientes porque cuando se presentan todas las separaciones, y se formaron las cordilleras, se generaron especies únicas, como son los frailejones y otros insectos que se han descrito”.
Desde 2013, el Grupo de Entomología de la Universidad de Antioquia trabaja en páramos. En estos años han podido descubrir moscas particulares y únicas para la ciencia. Este territorio, al ser de difícil acceso, ha tenido poca intervención humana y de otro tipo de animales y plantas, por ende se han encontrado muchas especies endémicas.
“El páramo es un laboratorio de la vida. Y en estos momentos se les está prestando bastante atención por el cambio climático. Ellos son los primeros que van a hablar porque, como son ecosistemas frágiles y aislados, es más fácil detectar los cambios en ellos. Y cuando digo laboratorio, no es porque podamos experimentar en él, sino que la vida está en un proceso de acomodación por todo el cambio que se vino. Hay especies que ya no van a estar en dos años o tendrán que ascender a partes más altas para sobrevivir”, apunta Wolff.
Esa información es posible obtenerla gracias al descubrimiento de nuevas especies y a su colección. Cuando se describe una se registra toda la información relacionada con ella. Así, en unos años se podrán tener los datos exactos del lugar donde se encontró y si se presentaron variaciones.
Es como tener una biblioteca. Cada animal, cada insecto es un libro que nos habla de ese momento exacto en que se recogió. Además, si los páramos son frágiles, las especies lo son aún más, y si desaparecen o se mueven, nos están brindando información”, agrega Wolff.
En este sentido, la Hoplopeza rafaeli y la Hoplopeza colombiana son un homenaje, primero al investigador brasileño José Albertino Rafael, por su contribución al conocimiento de las moscas bailarinas y segundo a Colombia. “El país con la mayor área de páramos del mundo con una mosca que se podrá ver sólo en este territorio, siempre tendrá ese sello de diversidad”, destaca Sepúlveda.
REFERENCIA
HENAO-SEPÚLVEDA, C., BARROS, L. M., ALE-ROCHA, R., & WOLFF, M. (2023). Two new species of the genus Hoplopeza Bezzi (Diptera, Hybotidae, Ocydromiinae) from the high Andean forests of Colombia. Zootaxa, 5297(1), 87-100.
Este trabajo fue publicado inicialmente en MONGABAY LATAM. Aquí puedes consultar la publicación original.
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