Este Palacio colonial fue la última trinchera del presidente Salvador Allende para defender su gobierno en contra del golpe militar. Las imágenes de los bombardeos a la sede del gobierno chileno fueron solo el inicio de un cataclismo que duró años
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Durante la colonización española Chile era apenas un margen, estas tierras australes no alcanzaban ni siquiera el título de capital. Era apenas una capitanía dedicada a surtir productos a las abundantes minas de Perú.
Cuando Santiago empezó a crecer sus autoridades rogaron durante años que la corona española aprobara la construcción de un Palacio de La Moneda, que sería utilizado para acuñar su propio dinero y ganar autonomía frente a su vecino rico del norte. Fue Felipe V quien aprobó la construcción de la factoría.
El diseño se le encomendó al italiano Joaquín Toesca. El sitio elegido para la construcción fue en las inmediaciones del rio Mapocho, pero al iniciar las excavaciones afloraron aguas que imposibilitaron seguir la obra. Así que el arquitecto Toesa revisó nuevas opciones y eligió la actual ubicación del palacio:, un solar que perteneció antiguamente a la Compañía de Jesús.
Dese la inauguración del edificio, en 1805, se le consideró la mejor construcción de Chile, incluso algunos grandilocuentes aseguraron que era la mejor de toda la colonia española,lo que francamente es una exageración, puesto que Perú o México tienen impresionantes palacios coloniales.
La Moneda sirvió para acuñar por más de 30 años, pero la elegancia del edificio tentó a los gobernantes que vivían en la estreches de un palacete modesto junto a la Plaza de Armas, cuya única virtud era su ubicación.
Así que el presiente Manuel Bulnes decidió mudar las oficinas de gobierno a La Moneda, en 1845. Que tenía suficientes salones para oficinas, ministerios y recepciones oficiales.
La Moneda fue la sede de la democracia representativa más larga de la región, hasta que en los años setenta el conflicto de la Guerra Fría se traspuso sobre América Latina.
El médico Salvador Allende, respaldado por partidos de izquierda, ganó las elecciones presidenciales de 1970. La peculiaridad de Allende es que había propuesto fundar un estado socialista a través de la vía democrática.
Su popularidad lo llevó a la presidencia. E gobierno estadounidense de Richard Nixon no podía con el azoro de que sus encuestas, que le daban la victoria al candidato de derecha, fracasaron.
La apuesta de Nixon fue crear un ambiente de inestabilidad para acabar con el gobierno de Allende. Cortar así la influencia de la Unión Soviética en la región. Durante tres años, Estados Unidos boicoteó la economía y financió sindicatos con el fin de paralizar sectores productivos, también intentó destituir a Allende, por vías constitucionales a través partidos políticos.
Pero cuando las vías legales se terminaron, las áreas más conservadoras del ejército chileno se prestaron como verdugos. Hoy se sabe que la CIA financió y asesoró a las cabecillas del golpe.
El primer intento del golpe sucedió el 29 de junio de 1971, en el llamado tanquetazo: Un regimiento del ejército, con carros blindados, atacó La Moneda. La fachada colonial fue el blanco de cientos de tiros. El palacio no pudo ser tomado, en parte, porque una parte del ejército era leal al gobierno de Allende.
Pero en los meses siguientes se eliminó o neutralizó a los militares leales. El 11 de septiembre de ese año el golpe estaba listo. El alzamiento comenzó en Valparaíso. Desde las primeras horas de la mañana, las fuerzas navales tomaron el control de la ciudad. Incluso, cuatro destructores estadounidenses se dirigieron al puerto y mantuvieron contacto con los golpistas.
Cuando Allende se enteró del alzamiento acudió a La Moneda para dar instrucciones y defender su gobierno. Desde las 8 de la mañana de ese día varios aviones Hawker Hunter empezaron a sobrevolar el centro de Santiago. La cúpula militar exigió la renuncia del presidente. De lo contrario, bombardearían el palacio de gobierno.
A las 9 de la mañana Salvador Allende se preparó para hacer frente al golpee hizo un llamado por radio: “Yo no voy a renunciar”. También arengó: “La historia es nuestra, y la hacen los pueblos”. Y dijo una frase premonitoria: “Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”.
La guardia que se había mantenido leal abandonó La Moneda. Las personas mas allegadas al presidente se reunieron en el palacio para hacer frente al ataque. Existen fotografías del propio Allende armado y con casco militar.
Se ha especulado sobre la necedad de Allende de quedarse en La Moneda, pese a tener un avión disponible que lo pudo sacar del país. Una versión asegura que el presidente esperó que una fracción del ejército se mantuviera leal y acudiera en su ayuda; otros piensan que buscaba convertirse en un símbolo de dignidad y resistencia.
Los aviones del ejército bombardearon La Moneda. Aún hoy, 50 años después, se conservan las imágenes de los cazas arrojando bombas sobre el edificio en llamas. Memorias del sonido de los jets y explosiones que no cesaban. El palacio se convirtió en un símbolo de lo que se volvió Chile.
Tiempo después se supo que el acta de Independencia de Chile de 1818 quedó destruida durante el ataque. Horas más tarde, Salvador Allende murió en La Moneda, a consecuencia de los disparos de una ametralladora. Se sabe que se suicidó, aunque hay quien defiende la idea de un asesinato.
El 12 de septiembre los periódicos mostraron la fachada de La Moneda destruida. Nunca en 300 años de historia el edificio recibió un daño similar.
La Moneda fue tomada por la Junta Militar, aunque curiosamente a la dictadura no le gustó el edificio y mudó las oficinas de gobierno a otro lugar. Fue hasta la vuelta de la democracia que La Moneda volvió a ser la sede del gobierno chileno.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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