Colombia busca impulsar la minería necesaria para producir energía que tenga cero emisiones de carbono. Aunque el mundo va por el mismo camino, en ese país los minerales considerados estratégicos para la transición aún están en definición. Además, la manera de impulsar su extracción se mueve, por ahora, en los terrenos de la incertidumbre
Texto: Daniela Quintero Díaz / Climate Tracker
Fotos: Especial
Hace algunos días, el presidente Gustavo Petro, junto a todo su gabinete, llegó hasta La Guajira, al extremo norte de Colombia, con un objetivo en mente: dedicar una semana a gobernar desde allá y atender las principales solicitudes y necesidades de la zona. Su paso por el territorio, habitado mayoritariamente por indígenas wayuu, terminó con la declaración de la emergencia económica, social y ecológica en el departamento, con el fin de contrarrestar un histórico abandono por parte del Estado.
La Guajira se ha presentado como una zona clave para la transición energética en Colombia. Con la capacidad de generación que tiene este departamento, aseguró el mandatario durante su visita, podríamos “reemplazar la demanda de consumo en el país y nos sobra energía”. Su enorme potencial eólico —entre los vientos más fuertes de Latinoamérica— ha permitido proyectar allí, hasta ahora, 16 parques eólicos, fundamentales para cambiar el rumbo de la energía hacia una con cero emisiones.
Actualmente, de la matriz energética de Colombia, solo el 0,6 % proviene de la energía eólica y solar. Por eso, el paso del presidente por la Guajira no podía dejar fuera de la agenda una de sus principales banderas. Desde Riohacha, la capital, el gobierno presentó el pasado 1 de julio la “materialización” —en palabras de la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez— de lo que ha sido su propuesta de transición energética justa.
Termoguajira, una termoeléctrica ubicada en el municipio de Dibulla, que utiliza carbón como combustible principal y gas natural como combustible secundario de soporte, sería la primera en transitar hacia una generación eléctrica 100 % descarbonizada. Pasaría a un esquema que incluiría paneles solares y almacenamiento de energía a través de baterías.
“Termoguajira es el proyecto de referencia para la consolidación del plan ‘Del Carbón al Futuro’ (…), permitiendo avanzar en la descarbonización de la matriz eléctrica del país”, aseguraron desde el Ministerio de Minas y Energía.
En Colombia, cerca del 30 % de la energía que se consume nacionalmente proviene de plantas térmicas que operan con gas y carbón, que se han extraído, por toneladas, desde hace décadas. Aprovechar el potencial eólico y solar de La Guajira y transitar hacia la descarbonización implica también hacer frente a otro reto: un futuro bajo en carbono requiere de muchos minerales (y minería) para la producción, almacenamiento y transmisión a la Red Eléctrica Nacional de la energía producida de fuentes renovables.
Un futuro bajo en carbono requiere de muchos minerales. En otras palabras, de minería.
Para el caso de Termoguajira, por ejemplo, cada megavatio (MW) de capacidad solar instalada requiere de 45 toneladas de cobre. Producir una batería necesita litio, níquel y cobalto. Esto, sin contar las extensas conexiones que llevarían esa energía al resto del país, para las que se requiere aluminio y cobre.
Por eso, en septiembre pasado, durante el Congreso Nacional de Minería, el presidente Petro sugirió una “reorientación de la operación minera”. En otras palabras, pidió dejar de buscar metales preciosos y carbón, para concentrarse en la producción de “minerales estratégicos” para la transición energética.
Sin embargo, Colombia aún no tiene definidos cuáles serían esos minerales estratégicos, es decir, aquellos que el Estado considera esenciales para su política económica, actividad o soberanía. La referencia más reciente a estos recursos está en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) entregado por el Gobierno, donde se asegura que la política minera priorizará la explotación, extracción y comercialización formal de minerales estratégicos como el oro, materiales de construcción, cobre, níquel, cobalto, litio, tierras raras, entre otros.
De hecho, la Asociación Colombiana de Minería, que agrupa al gremio minero en el país, hizo un análisis sobre los minerales que se necesitarían para cumplir las metas sociales y ambientales planteadas en el PND. Alcanzar la generación de más de 2.000 MW a partir de energías renovables, por ejemplo, requeriría la construcción de, por lo menos, 600 molinos de viento o más de 6 mil paneles solares. Un molino que genere tres MW necesita en su construcción 1.200 toneladas de concreto, 47 toneladas de cobre, 335 toneladas de acero y 3 toneladas de aluminio.
Colombia es catalogado como un país minero. La minería deja cerca del 9 % del Producto Interno Bruto Nacional y el 12 % de los ingresos de la nación. Actualmente, la matriz minera del país se compone, principalmente, de carbón, oro, níquel y, en menor medida, esmeraldas. Pero los objetivos de descarbonizar la energía requerirían que la balanza cambie un poco. Que la canasta se diversifique.
La demanda de algunos minerales fundamentales para reducir las emisiones provenientes del sector energético aumenta drásticamente en el mundo. Un informe del Banco Mundial, realizado en 2020, revela que para minerales la demanda de litio y grafito es tan alta que la producción actual debería aumentar 500% para 2050 si queremos mantenernos en un escenario de menos de 2° C. Otro estudio de la Agencia Internacional de Energía (IEA) plantea que, en las próximas dos décadas la demanda de cobre y tierras raras aumentará hasta un 40 %, la de níquel y cobalto entre un 60 y 70 %, y la de litio casi el 90%.
Solo los automóviles eléctricos requieren en general seis veces más minerales que un carro convencional, según estimaciones de la IEA. Para cada carro eléctrico se necesitan 83 kilogramos de cobre, al igual que aluminio para la carrocería; y litio, níquel y cobalto para las baterías. Descarbonizar ese sector, resume la agencia, implica que los automóviles eléctricos, que representaron el 14 % de las ventas en el mundo el año pasado, ganen un 60 % de participación en el mercado para finales de la década.
Y es que sin la masificación de las energías renovables, el país no podría cumplir con sus objetivos de reducir las emisiones de CO₂ en un 51% para 2030 y llegar a la carbono neutralidad a 2050. Y el mundo tampoco. Otro informe reciente de la IEA asegura que las instalaciones de energía renovable deben triplicarse para 2030 si se quieren cumplir los objetivos climáticos.
Pero eso también trae sus retos. “El aumento de actividades extractivas puede tener serias implicaciones ambientales y sociales si estas actividades no se realizan de manera responsable para cumplir con la demanda de energías renovables”, asegura un informe del Banco Mundial. Sin embargo, señala que se trata de un paso necesario. Al analizar, por primera vez, el potencial de calentamiento con tecnologías bajas en carbono, en comparación con las basadas en combustibles fósiles, se encontró que, si bien la energía renovable emplea de forma intensa minerales, sus emisiones solo equivalen a una fracción (6 %) de las emisiones generadas por las fósiles.
Hay otros desafíos. En palabras de la investigadora PhD Andrea Cardoso, experta en transición minero-energética de la U. de Magdalena, quien trabajó en su investigación doctoral alrededor de la cadena de suministro del carbón, otro de los grandes retos de la transición energética en Colombia es que nos hemos enfocado, principalmente, en la producción de energía.
“Como hemos estudiado en el carbón, cada etapa puede tener sus propios impactos ambientales y sociales. Hay que conocerlos para poder ver cómo se pueden resolver, si generan injusticias, y cómo se abordan de manera integral con un enfoque de justicia ambiental”.
“Desconocemos la cadena de suministro detrás de esa producción… ¿De dónde vienen los minerales necesarios para esa industria?, ¿cuáles son sus etapas de producción?, ¿cómo se transportan?, ¿cómo se transforman?, ¿qué insumos requieren?, ¿qué conflictos pueden generar en cada una de esas etapas?”, se pregunta. “Como hemos estudiado en el carbón, cada etapa puede tener sus propios impactos ambientales y sociales. Hay que conocerlos para poder ver cómo se pueden resolver, si generan injusticias, y cómo se abordan de manera integral con un enfoque de justicia ambiental”, agrega Cardoso.
El potencial minero que tiene Colombia para la transición energética es todavía incierto. Aunque el país hace parte del cinturón metalogénico de la cordillera de los Andes, un área caracterizada por la agrupación de depósitos minerales; actualmente el Servicio Geológico Colombiano (una entidad adscrita al Ministerio de Minas y Energía) trabaja para establecer el potencial de los minerales considerados estratégicos, según las áreas definidas por la Agencia Nacional de Minería.
“La evaluación de potencial consiste en determinar la presencia de sistemas minerales y estimar, conceptualmente, la probabilidad de que estos sean o no aprovechables en términos de factibilidad y posibilidad de manejo socioambientalmente responsable”, explican desde el Servicio Geológico Colombiano. Esta estimación, agregan, se hace a partir de estudios geológicos, geofísicos y geoquímicos, así como información geográfica, social y geoambiental de áreas particulares, con el objetivo de hacer una evaluación integral que considere riesgos a la salud y ambiente.
Pero hay algo más que es clave. El país está redefiniendo, en este momento, los minerales esenciales para la transición energética. Un documento de la Agencia Nacional de Minería, publicado en marzo de este año, emite los lineamientos para establecer cuáles pueden ser los minerales estratégicos de Colombia. Aunque el país había determinado en 2012 un listado de 10, el “contexto nacional e internacional bajo el cual se definieron esos minerales estratégicos ha cambiado en la última década”, aseguran. Por lo que es necesario actualizarlo.
Ahora “se destaca la necesidad de diversificar la explotación de minerales, especialmente los básicos para apalancar la transición energética y asegurar aspectos de vital importancia para aspectos como (…) la soberanía nacional (..) que vayan en armonía con el PND y la política de Gobierno de disminuir la dependencia de combustibles fósiles”, dice el documento.
La demanda del cobre ha aumentado, mayoritariamente para paneles solares y parques eólicos. “Se estima que en menos de 15 años la brecha entre la demanda y la oferta de este mineral superará los 5 millones de toneladas anuales, equivalente a cinco veces la producción de la mina más grande del mundo”.
Uno de los minerales que hacía parte de la nominación anterior, y sigue siendo clave para la transición energética, es el cobre. Sus propiedades de conducción de calor y electricidad, han impulsado su demanda de forma sustancial, mayoritariamente para paneles solares y parques eólicos. Según Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Colombiana de Minería, “se estima que en menos de 15 años la brecha entre la demanda y la oferta de este mineral superará los 5 millones de toneladas anuales, equivalente a cinco veces la producción de la mina más grande del mundo”.
Colombia produce, anualmente, alrededor de siete mil y nueve mil toneladas de cobre. Entre los países latinoamericanos que más producen está Chile, en primer lugar, con más de 5 millones de toneladas anuales, y México, en el tercero, con 700 mil toneladas. Una distancia importante con Colombia.
En la cordillera occidental, entre Chocó y Antioquia, se encuentra la mina de El Roble, el único proyecto que cuenta con permisos ambientales, sociales y jurídicos para extraer cobre en Colombia. Sin embargo, hay otras compañías que, desde hace años, exploran la posibilidad de extraer más de este mineral en el país. La mayoría de proyectos presentan reparos por parte de las comunidades o limitaciones ambientales.
AngloGold Ashanti, por ejemplo, tiene un proyecto de minería subterránea de cobre en Jericó que actualmente se encuentra archivado debido a los permisos ambientales. El presidente Petro ha insistido en que, para que se desarrolle este tipo de minería, se requiere que se cuide el agua y el territorio. Y que en Jericó, un territorio rico en agua, “no se avanzará con la minería”.
“Sin una planificación estratégica, estas nuevas amenazas a la biodiversidad pueden superar las que se evitan con la mitigación al cambio climático”.
En Mocoa, la compañía Libero Cooper pretende convertirse en el primer proyecto minero legal de toda la Amazonia colombiana. Aunque tiene potencial para ser el mayor proyecto de cobre del país, también podría impactar una zona ambientalmente sensible, rica en biodiversidad y fuentes de agua. Como lo explicó una alianza periodística publicada por El Espectador, Libero, que inició perforaciones de exploración en febrero de 2022, encontró que parte del cobre se encuentra dentro de un área protegida, una reserva forestal regional, ubicada en la parte occidental del yacimiento. Para acceder a este cobre, reveló la investigación, Libero habría contemplado solicitar al gobierno nacional que reduzca el tamaño del área protegida.
A esto se suman otros antecedentes, como una investigación publicada en Nature Communications que muestra que el 82% de las zonas mineras para energías renovables se solapaban con áreas protegidas. “Sin una planificación estratégica, estas nuevas amenazas a la biodiversidad pueden superar las que se evitan con la mitigación al cambio climático”, aseguran.
El Monitor de Minerales en Transición (TMT, por su sigla en inglés) del Centro de Información sobre Empresas y Derechos humanos, monitorea los impactos de la minería de cobre, cobalto, litio, manganeso, níquel y zinc en 172 operaciones para energías renovables alrededor del mundo. Entre 2010 y 2022, ha incluido 510 denuncias de abusos contra derechos humanos, de las cuales 133 se relacionan con la contaminación o acceso al agua.
Por eso, implementar salvaguardas para proteger a las personas y a la naturaleza, mientras se impulsa la transición energética, insisten, debe ser un asunto prioritario en la región. “Esta transición, aunque necesaria, será sin duda intensiva en inversiones, trabajadores y recursos naturales, particularmente minerales (…) entre más alta sea esta ambición, más desafiantes van a ser los conflictos ambientales y sociales. Las salvaguardas son necesarias para evitar repetir los errores del pasado”, dice el documento de TMT.
Desde el Ministerio de Ambiente aseguran que, en Colombia, se ha previsto incorporar el requerimiento de Licencia Ambiental a etapas exploratorias de una actividad minera, siempre que se realicen actividades que pueden generar impactos ambientales significativos, como, por ejemplo, la construcción de túneles y galerías exploratorias. “Esto garantizará una mejor planificación ambiental de los proyectos mineros y gestionar impactos desde etapas tempranas del proceso”, afirman.
Asimismo, explican que se avanza en la actualización de los términos de referencia para la elaboración del estudio de impacto ambiental “con la finalidad de que los proyectos de minerales estratégicos para la transición energética (…) se ejecuten con mejores estándares y garantizando la participación ciudadana, comunicación de resultados y el Acuerdo de Escazú”.
Pese a que el presidente Petro ha asegurado que con la “minería de transición” se buscará “suplir las necesidades del mercado interno, en primera instancia, impulsando la producción de estos minerales”, lo cierto es que, hasta ahora, esta actividad en Colombia ha sido destinada, principalmente, a la exportación.
La IEA también ha evidenciado que la producción de muchos minerales para la transición energética está más concentrada que la de los hidrocarburos. Por ejemplo, para el litio, el cobalto y las tierras raras, el top tres de naciones productoras controlan cerca de ¾ del comercio global. La República Democrática del Congo es responsable del 70% de la producción de cobalto, y China del 60% de la producción de tierras raras. China fue también, en 2016, el primer productor global de 34 metales y minerales industriales.
“La concentración es mucho más alta cuando nos referimos al procesamiento de esos minerales”, dice el informe de la IEA. China, por ejemplo, refina el 35 % del níquel, entre el 50 y 70 % del litio y el cobalto y cerca del 90 % de los elementos de tierras raras.
Para Cardoso, “uno de los errores históricos del carbón es que, en Colombia, se extrae y exporta sin ningún proceso industrial que genere empleo”.
“Uno de los errores históricos del carbón es que, en Colombia, se extrae y exporta sin ningún proceso industrial que genere empleo”, asegura la profesora Cardoso. “¿Qué tan preparados estamos para generar la industria de energías renovables, desde la extracción hasta la producción?”, agrega. Pero hace una salvedad. Pareciera que, entre los esfuerzos del gobierno, está hacer una política integral y ambiental, al menos en el caso de la Guajira.
“Espero que, esta vez, la gente sienta ese acompañamiento del Gobierno y ese plan integral en términos ambientales, sociales, económicos que están diseñando. Que las comunidades puedan ahora ser socias de los proyectos y beneficiarse es un punto a favor, pero cómo se va a promover la industria nacional y a atar la extracción de los minerales con la producción, el trabajo y el desarrollo de las comunidades, sigue siendo incierto”.
*Este texto fue producido por Climate Tracker América Latina. Aquí puedes consultar la versión original.
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