Un mexiquense gasta entre 80 y 100 pesos diarios en ir y venir a la Ciudad de México. Ahora, por fin, hay una opción para quienes viven en Naucalpan: usar la bici. Esta es una crónica por la primera ciclovía metropolitana entre el Estado de México y la Ciudad de México
Texto y fotos: Rogelio Garza / @rogeliogarzap
Va por Sandro Cohen
CIUDAD DE MÉXICO. – Desde que se concibió la idea, hace más de 20 años, la ciclovía que une a la capital del país con la zona metropolitana que comparte con el Estado de México era una propuesta convertida en pesadilla de mentiras oficiales, socavones políticos y oposición de la gente que le niega el derecho a la movilidad a quien no va en automóvil.
Este año, al fin se logró algo que sólo existía en nuestra imaginación: una ciclovía del municipio de Naucalpan a la alcaldía Miguel Hidalgo (Colón Echegaray-Polanco). Pese a sus errores y opositores, la primera parte de esta ciclovía Metropolitana puede ser una solución de movilidad por la que ya circulamos miles de ciclistas.
Ir y venir en bicicleta a la Ciudad de Mézico siempre ha sido un volado mortal. Por eso, en cuanto la abrieron fui a conocer el polémico primer tramo mexiquense donde brotaron las protestas. Luego llevé a Liz en su primera incursión por la ciudad desde que aprendió a pedalear sin miedo, pero con cuidado. Ella no puede creer que durante décadas se haya ido y venido en bici entre las dos entidades sin una ruta segura.
Voy menos porque con los años deja de ser emocionante ratonear entre los coches y sortear lo inesperado. Entre el imprudente y el precavido hay caídas, pleitos, atropellamientos, asaltos, piques, lluvias, persecuciones perrunas y bicipoliciales. Cómo nos hace falta tu Zen del ciclista urbano, Sandro. Hoy haces cuentas y te vuelves cuidadoso.
A cierta edad, y sin seguro médico, ya no puedes jugártela. Al ir por trabajo o por placer, lo único que necesitas es un camino para pedalear sin peligro de ser embestido. Sí, los bicimensajeros van como kamikazes bajo la ley de el que tenga miedo a morir que no nazca; pero somos más de 4 millones 865 mil usuarios de la bicicleta en el Estado de México que pedalean sin hacerle al valiente. La ciclovía es una solución por la que pedalearon los ciclistas mexiquenses desde hace dos décadas, organizados en grupos y colectivos como la Red Nacional de Ciclismo Urbano, Amigos de la Bicicleta de Ciudad Satélite, Biciverde de Izcalli y Bicimixtles de Naucalpan.
La movilidad en la Zona Metropolitana del Valle de México es un monstruo de millones de cabezas que se mueve pesadamente todos los días. Siempre he vivido en el Estado de México, en los municipios de Naucalpan, Atizapán y Tlalnepantla, donde nunca hemos tenido un sistema de transporte público integral / intermunicipal. Desde aquí la experiencia cotidiana de trasladarse a la Ciudad de México es un infierno, pero existen otros 57 municipios en los que resulta peor. No importa cómo te muevas en ambos sentidos, el monstruo te traga y su garganta es tan profunda como las escaleras del Metro Camarones. La multitud de condenados descendemos en círculos dantescos porque bajas y bajas y vuelves a bajar hasta que empiezas a sentir el calor a 40 metros bajo la tierra. Es el infierno de la movilidad urbana en hora pico, que a ras de asfalto es el tráfico eterno.
El Tren Suburbano es el primer medio de transporte público que nos conecta con la Ciudad de México de manera eficiente y accesible a los casi dos millones de mexiquenses que cruzamos a diario. En el fondo siempre han existido las diferencias políticas entre las entidades que jamás habían permitido unirlas para facilitar el tránsito. Acá en el Estado de México no hay Metro, ni Metrobús, ni Trolebús, ni Ecobici. En muchos sitios no hay ni banquetas porque han sido tomadas por el comercio y el ambulantaje. Los más jodidos en la Pirámide de la Movilidad siempre son los peatones y los ciclistas, cuando deberían estar hasta arriba de acuerdo con la norma internacional. Lo que hay aquí son concesiones a microbuses y combis sardinas, camiones suburbanos con rines tipo Mad Max y taxis de sitio que operan con su tarifario y se reparten las rutas con amenazas, bloqueos y balazos. Pese a ser inhumanos, inseguros, ineficientes, insalubres e insuficientes, esos medios de transporte son necesarios para hacer check-in en las estaciones del Metro que atraviesa por su peor y trágica época. En esas condiciones, ir a trabajar es un reto gandalla de tumultos y tráfico para cualquier habitante de los sesenta municipios. Si te alcanza para pagar, ahí están las plataformas de movilidad. Si no, tienes piernas y tu bicicleta.
Desde el Triángulo de las Bermudas Mexiquense lo he intentado todo menos la motocicleta. Siento que una caída a la velocidad de la moto te mata. Pero una vez que logras llegar a la CDMX es más sencillo moverse porque hay suficientes opciones que se pueden combinar con la tarjeta de movilidad multimodal. Ecobici es uno de los sistemas más eficientes y grandes del mundo con 687 estaciones y nueve mil 300 bicicletas. Lo mejor es la red de ciclovías, actualmente son 206.3 kilómetros y para 2024 se esperan 400. En el Estado de México no teníamos ciclovía, salvo la de Cuautitlán Izcalli que sufrió una reducción de nueve a siete kilómetros en la administración anterior. Como todo en México, al meterla en la agenda pública y política, la movilidad se embarra de corrupción. Si un gobierno hace una ciclovía, el siguiente la destruye o la abandona, como ocurre con la ciclopista que atraviesa Ciudad Satélite por el Parque Lineal de Correos, las marinas y Río de los Remedios sobre el paseo de La Florida y Echegaray. La idea original es del arquitecto Carlos González Escamilla, conecta diez circuitos y cuatro colonias. En su momento también fue motivo de protestas vecinales, al percatarse de sus beneficios ahora la comparten ciclistas, corredores, patinadores y paseadores de perros. Es lo mejor que le ha sucedido a Ciudad Satélite en cincuenta años, pero la administración panista naucalpense la abandona sin darle mantenimiento.
Para ir en Tren Suburbano, el único que te lleva de Cuautitlán a Buena Vista, la estación más cercana de Vista Hermosa es la de Tlalnepantla. Se requieren de dos a tres micros para llegar: uno a la Avenida Gustavo Baz, otro hasta la Avenida Mario Colín y otro más a la Cetram donde se termina Mario Colín. Al igual que todas las estaciones del tren, tiene biciestacionamiento. Pero se llega más rápido al Metro Rosario, al Toreo o al Auditorio por Periférico. Y luego el regreso. Según los datos recabados por María Ruíz en Pie de Página, el mexiquense gasta entre 80 y 100 pesos diarios en ir y venir a la Ciudad de México, un aproximado de 21 mil 600 pesos al año trabajando cinco días. ¿Cómo no va a hacer falta la conexión de la ciclovía?
La bicicleta es la campeona de la movilidad urbana en distancias cortas y medias. Durante la pandemia los viajes en bici en la Ciudad de México aumentaron 221 por ciento, por eso se crearon nuevas ciclovías. El problema del mexiquense en bici es llegar. Sin infraestructura y sin sistema de bicicleta pública (salvo Huizi en Toluca, desaparecido con el cambio de gobierno), sólo te queda la opción de pedalear tu rila. Desde Satélite hay diversas opciones para llegar a Polanco, la Roma, la Escandón o el Centro con el riesgo de caer atropellado: Periférico es lo más rápido, pero también lo más peligroso. Las rutas que suelo utilizar son Eje 3 Norte-Aquiles Serdán-Legaria-Río San Joaquín, o Gustavo Baz-Eje 3 Norte-Marina Nacional-Circuito Interior, o Las Armas-La Naranja-Zona Industrial de Naucalpan-Cuatro Caminos-Río San Joaquín, o Gustavo Baz-Periférico-Río San Joaquín. Más o menos te la tienes que rifar en todas y como dice mi playera fosfo de Jesus ride a bike: voy con dios, si no regreso estoy con él.
Una mañana de febrero, Liz y yo montamos nuestras bicicletas y pedaleamos desde mi departamento en Tlalnepantla frontera con Naucalpan. En Satélite tomamos la ciclopista del Parque Lineal en las marinas de Circuito Científicos, y llegamos hasta el cruce de Echegaray y La Florida –que los vecinos rebautizaron como Paseo Jerusalén–, donde cruza el Río de los Remedios. A dos cuadras de ahí conectamos con la ciclovía Metropolitana que inicia en la esquina de Avenida Gustavo Baz y Calzada San Agustín, un carril confinado de doble sentido. Y es ahí donde empiezan los problemas. La oposición vecinal de Colón Echegaray exige que la ciclcovía sea reubicada porque causa tráfico, cuando el tráfico lo causan los coches y ellos ya no pueden estacionar los suyos sobre la avenida. La cosa es que el trazo original fue alterado por la oposición de otros vecinos de los fraccionamientos contiguos, Hacienda y Bosques de Echegaray. Eso ocasionó que este tramo inicial, unos 900 metros sobre San Agustín, esté completamente aislado y desconectado del resto de la ciclovía que continúa a unos 800 metros de ahí, girando a la derecha por Rincón Echegaray, en Las Armas y Calzada San Isidro, la línea divisoria entre el EDOMEX y la CDMX. Lo peor es que dicho corte no está señalizado y el ciclista debe deducir o adivinar por dónde continúa, haciendo de éste un tramo inútil hasta que se conecte con San Isidro. Es necesario atravesar Rincón Echegaray, pero no hay señalización ni ruta marcada y los vecinos advirtieron con mantas y plantones que no permitirán el paso de la ciclovía.
En el mundo coche, moverse en bicicleta es un desafío con una diferencia de una tonelada de ventaja entre el cochista y el ciclista. Los obstáculos en el camino arrancan con la mentalidad de superioridad automovilista: cree que todo está hecho para é, hasta lo que no, como las banquetas. ¿Para qué caminar si tengo coche y pago impuestos? El dueño de un gimnasio sin estacionamiento se manifestaba porque sus clientes ahora tenían que estacionarse a la vuelta y caminar. Se forma en los autolavados y se estaciona en doble fila donde le da la gana, llena los restaurantes que invaden banquetas y calles, deja su carro con los valet de comercios que se apropian de un carril para estacionar, se sube a los camellones, entradas y en ninguno de esos casos dice ni pito. Ah, pero ponen una ciclovía que pasa enfrente de su casa o negocio y sale a bloquear, cuelga mantas y tapiza su casa con cartulinas de rechazo. Siente que le quitan su espacio… público. Como dicen los Bicitekas, la gente compra un coche, no compra la calle. Para eso es la flamante Ley de Movilidad y Seguridad Vial que garantiza la movilidad de todos en el espacio público.
Entonces sí, en San Isidro empezamos a pedalear a todo lo largo del Eje 3 Norte. De inmediato notas la diferencia de la ciclovía en la CDMX, se la saben, le echan ganas. Salvo los motociclistas que se meten, los coches que se estacionan y los camiones de servicio, la ruta fluye bien hasta la zona del Metro Camarones. Tampoco conviene depender de la ciclovía para circular, no todos los ciclistas carecemos de sentido común como los que se suben a las banquetas o el necio exigiendo el paso en medio de una emergencia médica. Esta ruta es una de las más utilizadas en bici desde hace décadas, la diferencia es que ahora el carril está confinado en casi todo el trayecto. Al aproximarse al Metro inicia una zona caótica y peligrosa, en seguida la ciclovía atraviesa la Avenida Aquiles Serdán y sigue por Avenida Camarones hasta el Casco de Santo Tomás atravesando Clavería.
Aquí hay otro punto confuso. Pasamos de largo la desviación en Ferrocarril de Cuernavaca y rodeamos por el carril confinado de Plan de Agua Prieta y Avenida de Los Maestros, hasta dar con el crucero del Monumento al Ciclista. Seguimos hasta el entronque con la Avenida Tacuba y en el semáforo encontramos a un gringo en bici, andaba norteado como nosotros y dedujimos girar sobre el carril confinado de Tacuba, pero lo perdimos de vista porque se cruzó al contrasentido de la avenida. Teníamos que dar vuelta a la izquierda, en Colegio Militar, pero la mala señalización nos volvió a confundir. Nos dimos cuenta al llegar al Metro Tacuba, donde la ciclovía estaba ocupada por el ambulantaje, los taxis y un operativo policial. Así que regresamos a Colegio Militar y descubrimos la ruta, donde perdimos de vista al gringo. Es el Parque Lineal Ferrocarril de Cuernavaca, totalmente confinado y arbolado, que se extiende antes de convertirse en el Parque Lineal Río San Joaquín, con gimnasios, sendas ciclistas y peatonales. Atravesamos Felipe Carrillo Puerto, Marina Nacional y Mariano Escobedo. Al cruzar Río San Joaquín, la ciclovía sigue por Ferrocarril de Cuernavaca, atraviesa La Granada –gentrificada como Nuevo Polanco–, la Avenida Ejército Nacional y finalmente conecta con la ciclovía que baja por Avenida Horacio hasta Mariano Escobedo. O puedes seguir por Ferrocarril, cruzar Palmas y Reforma bordeando Periférico, pero en Chapultepec empiezan los tramos elevados, tan mal hechos que ya hubo dos bicis blancas.
Durante el trayecto compartes vía con la diversidad de ciclistas que circulan en ambos sentidos, van y vienen repartidores de plataformas, farmacias, negocios, bicimensajeros, estudiantes, trabajadores, plomeros, jardineros, deportistas, rockeros, paseantes, parejas y señoras con las bolsas del mandado. Pero también gente lavando su coche con la manguera en la vía pública o formada en los autolavados. Qué obsesión la de lavar el coche. No hay agua, estamos en contingencias ambientales y los compatriotas haciendo filas al lado de la ciclovía para lavar sus camionetas. Ya sabemos que el tamaño del coche particular y la prepotencia que le acompaña, son inversamente proporcionales al complejo de inferioridad del que conduce.
De ida pedaleamos poco más de una hora por las desviaciones y deducciones que hicimos. Los doce kilómetros de regreso fueron de un jalón en menos de cuarenta minutos, de Polanco a Vista Hermosa sin sudar porque la ciudad es plana. Tantas veces que la platicamos, Sandro, te hubiera encantado conocerla, pedalearla y dibujarla en tu Strava. Y esto es la mitad, ya veremos si queda concluida en 2024, la cantidad de colonias, municipios y alcaldías que va a conectar. Y de vidas que va a salvar. Está por verse, porque resurgió la oposición vecinal y circula una versión no oficial a nombre de los habitantes de la zona y “los empresarios de San Agustín”. Informan que, tras un acuerdo con la autoridad estatal, la ciclovía será reubicada otra vez a derecha e izquierda del camellón. No tenemos ni el primer tramo de novecientos metros y de nuevo exigen moverla para recuperar su carril, liberarse de las bicicletas y poder estacionarse.
Seguiremos pedaleando. Lo que la bicicleta ha unido, no lo separe el coche jamás.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona