26 abril, 2023
Compañeros de viaje de los migrantes fallecidos en el incendio de la estación migratoria, revelan datos previos al incendio y relatan cómo se hermanaron al convivir por años en países sudamericanos, al cruzar la terrible selva del Darién , Centroamércia y México, lapso que describen como el peor en el trayecto
Texto: Patricia Mayorga
Foto: Especial
CHIHUAHUA. – Este domingo, alrededor de las 7:00 horas, trasladaron los últimos siete cuerpos de los 40 migrantes fallecidos en el incendio de la estación migratoria de Ciudad Juárez, registrado el pasado 27 de marzo. Las familias y amigos de los siete venezolanos lograron que su gobierno atendiera la exigencia de identificación y repatriación de los jóvenes que tenían entre 20 y 29 años.
Alrededor de las 22:00 horas del mismo domingo, arribaron a Caracas, Venezuela.
Después de 18 días del incendio en la estación migratoria de Ciudad Juárez, las familias consiguieron los permisos para viajar y llegaron a Juárez durante la semana, para identificar e iniciar el proceso de traslado de sus seres queridos
Con los 7 venezolanos murieron otros 33 hombres migrantes de Guatemala, Honduras, El Salvador y uno más de Colombia.
En el siniestro resultaron heridos 27 migrantes más, 5 de ellos venezolanos. Dos familias de estos últimos también viajaron para estar con ellos en su recuperación.
Las familias de las víctimas de El Salvador, Guatemala y Honduras, ya fueron sepultados en sus comunidades, pueblos o ciudades de donde salieron con el sueño de un mejor futuro.
Las familias de las víctimas venezolanas lograron el traslado de los cuerpos, en conjunto con un grupo de amigos migrantes que se convirtieron en familia, después de atravesar por meses o años, América Latina, de compartir el horror de cruzar la selva del Tapón del Darién (frontera entre Colombia y Paraguay, donde termina Sudamérica e inicia Centroamérica) y lo que consideran el trayecto más difícil y de mayor riesgo: México.
Habían pasado apenas unos minutos del incendio, cuando un grupo de venezolanas y venezolanos se apostó afuera de la estación migratoria sobre la calle y frente al estacionamiento de la Presidencia Municipal de Juárez. Desde este último edificio, días antes salió la orden para realizar una redada contra los venezolanos que trabajaban o pedían dinero en los cruceros, con el apoyo del Instituto Nacional de Migración (INM) y que terminó con su encierro en el lugar del incendio.
Han mantenido el memorial afuera de la estación migratoria, para sus amigos y familiares. Cada día les han cambiado veladoras, se encargaron de conseguir e imprimir las fotografías de ellos y de otros migrantes muertos en la misma tragedia. Realizaron misas en su memoria, acudieron pastores de diferentes religiones. Lloraron, exigieron justicia, hasta que el lugar se convirtió en un lugar de refugio seguro para venezolanos, ecuatorianos, colombianos recién llegados a la frontera de Juárez.
El grupo de amigos se turnó para cuidar el memorial hasta este fin de semana. Los familiares que viajaron y amigos allegados de las víctimas mortales, acordaron dejar sólo una cruz con las fotografías para no desvirtuar el sentido de la exigencia de justicia. Alrededor del memorial, los migrantes recién llegados instalaron sus propias carpas, por lo que los amigos y amigas de las víctimas buscan que el memorial se respete para mantener la memoria de la tragedia.
Y es que el objetivo de la travesía cambió para el grupo de amigos de las víctimas, después del incendio. “Yo ya no quiero pasar para allá”, dijo Omar, amigo de Óscar Regalado Silva, uno de los migrantes muertos en la ignición. “Ahora lo que quiero es que se haga justicia”.
Ellos mismos buscaron a las familias de sus amigos y primos, a través de Facebook o por las vías que pudieron. Acudieron a la Fiscalía General de la República, a la Comisión Estatal de Población, al Instituto Nacional de Migración, para aprender de los procesos de identificación y traslados de cuerpos de migrantes extranjeros.
Frente al borde fronterizo observan todos los días los inalcanzables edificios y calles de El Paso, Texas, de Estados Unidos. Desde ahí se han enterado de las noticias posteriores a la tragedia. Leían notas en las que se especulaba que los cuerpos podrían ir a una fosa común y estaban determinados a no permitirlo, porque lo que vivieron los migrantes víctimas del incendio, pudo haberlo vivido cualquiera de ellos y saben lo que les costó llegar hasta esa frontera.
La gente que ha visitado el memorial ha conocidos los rostros de los venezolanos: Joel Alexánder Leal Peña, de 20 años; Orangel José López Guerrero, de 22; Orlando José Maldonado Pérez, de 26; Óscar José Regalado Silva, de 25; José Rafael Mendoza Ferrer, de 22; Rannier Edelber Requena Infante, de 29 y Samuel José Merchena Guilarte, de 29.
Los consulados de Guatemala, Honduras y El Salvador desfilaron por las instituciones federales de Juárez para llevar los cuerpos de sus compatriotas a sus respectivos países y para estar pendientes del estado de salud de los heridos. Una semana después del siniestro, los padres del colombiano Julián David Villamil Arévalo, de 22 años, viajaron por sus propios medios para llevar a su hijo a casa. Visitaron el memorial, agradecieron a los compañeros migrantes y regresaron a su país.
La mayoría de los jóvenes que murieron viajaban solos. De los siete venezolanos muertos, dos estaban en Ciudad Juárez con primos, quienes lucharon para que regresen a su tierra, pero los demás tuvieron a amigos y amigas que se empeñaron en que sus compañeros no sean olvidados y reciban un trato digno.
Durante una semana aproximadamente, las familias venezolanas, guatemaltecas y hondureñas se mantuvieron con incertidumbre e información a medias, con la esperanza de que sus seres queridos estuvieran en algún hospital, con vida. “Nos han dicho que hubo confusión en la lista de fallecidos, ¿sabe si mi sobrino estará en algún hospital?”, cuestionó por teléfono, pocos días después del incendio, una la madre de uno de los jóvenes hondureños muertos.
Las autoridades de los países extranjeros iniciaron los procesos de identificación de cuerpos. Los salvadoreños fueron sepultados la semana antepasada, mientras que los guatemaltecos y los hondureños llegaron entre martes 11 de abril y miércoles 12 pasados, en ataúdes sencillos forrados con material de cartón.
Sin embargo, los procesos de los venezolanos no avanzaban porque las autoridades de aquel país no iniciaban los trámites correspondientes.
Los amigos, amigas y primos de las víctimas ofrecieron una rueda de prensa para exigir que su gobierno se hiciera presente para que las familias identificaran los cuerpos, que otorgaran los permisos necesarios para que las familias viajaran y los trasladaran a Venezuela.
El venezolano Luis Daniel Vargas, uno de los amigos de los migrantes víctimas del incendio, dio a conocer que con la instalación del memorial buscan justicia sus nuestros compañeros caídos y que cambie el trato de Migración hacia ellos.
“Que cambien muchas cosas en Migración, que cambien normas, quizá leyes. Es la principal lucha de nosotros porque nosotros tal vez cruzamos, pero más atrás vienen miles y miles de migrantes que les puede pasar lo mismo que esto y no lo queremos. O hijos míos que quizá migren en unos años, uno no sabe en realidad, porque mi padre me dijo que no migrara y ve dónde estoy yo”.
El joven de 24 años inició la carrera de Derecho en su país. Por las mañanas asistía a la escuela de policía y por la tarde estudiaba Derecho. “Mi papá fue Guardia Nacional y mi madre docente. Mis hermanos han migrado también a diferentes países.
“Decidí irme a Estados Unidos, salí de Venezuela porque no alcanza el dinero. No era posible que una persona que se paraba con una canastilla, con yuca o cosas así, ganaba más que un funcionario o un profesionista. Yo hacía un curso de policía en la mañana y en la tarde estudiaba, pero lamentablemente me tocó migrar por la situación económica”.
Él salió con su pareja en 2018 de Venezuela hacia Colombia y de este país tuvo que salir de nuevo porque también comenzó a cambiar la situación y se complicó la economía.
“La lucha siempre va a ser y siempre ha estado por la justicia de nuestros hermanos caídos y porque se cambie el trato, que se cambien leyes. No vamos a parar hasta que cambie totalmente. Exigimos al gobierno que a los agentes de Migración les hablen de derechos humanos, para que sean más humanistas para nosotros”, indicó el venezolano.
Contó que es difícil tomar la decisión de salid de su país porque desconocen a todo lo que se enfrentarán. “El primer desafío es la selva del Darién, pero a lo largo del trayecto se sabe que la selva no es nada, la selva aquí (en México) es de cemento. Es más difícil cruzar México. La selva es desesperación porque llega un tiempo en que te sientes solo en plena selva, no sabes qué hacer y el camino es todo derecho y no sabes cuál es el final, pero tienes la esperanza de que vas a llegar, aquí no.
“Aquí tu sabes dónde vas a llegar, pero no tienes esperanza de que llegues, porque te agarra Migración y para atrás, y te vuelve a agarrar y para atrás. Me tocó pasar cuatro meses de Tapachula (Chiapas) hasta aquí, primero en bus, caminando y la última acción fue el tren”.
Miuri del Carmen González ha llevado la representación de la familia en el caso de Rannier Edelber Requena Infante, hasta acompañar el cuerpo al avión que lo llevará hacia su familia. Su mamá y su tía están enfermas, no están en condiciones de viajar.
Carmen González detalló que el incendio les transformó el camino que emprendieron hace casi cinco años. “Aunque no estuviera Rannier ahí metido (Rannier Edelber Requena), yo estuviera aquí porque son 40 migrantes fallecidos y estuviera brindando el apoyo, no tan fuerte tal vez, pero sí estuviera aquí. Lamentablemente le tocó a un amigo de nosotros”.
Ella y Daniel Vargas conocieron a Rannier en Villahermosa, Tabasco, hace más de siete meses.
“Él se vino adelante (al norte) y nosotros llegamos primero a Juárez que él. Rannier limpiaba butacas en un cine en Zaragoza (en Ciudad Juárez). Le quedaba larga la distancia, pero asistía a su trabajo y venía con un sueño como venimos muchos. Ahora mi sueño está opacado, porque sí, tengo una persona en Estados Unidos, tengo dos hijas y un hijo, pero sentimentalmente esto opaca a cualquiera, al que realmente tiene sentimientos de verdad, tenga o no familiares aquí”.
Rannier tenía permiso de trabajo a la hora de ser detenido la mañana del 27 de marzo de 2023, pero a los agentes no les importó. Horas más tarde, murió en el incendio .
“Porque tanto luchar para que murieran 40 personas aquí y de la manera tan injusta como murieron, es un cambio que le da a una persona sensata con sus cinco sentidos bien puestos. Es algo que le da a uno profundamente. No todos pensamos igual, a lo mejor con los fundamentos con los que mi papá y mi mamá me ciaron, fueron muy firmes, no soy el tipo de personas que todo es para mí… todos los que me conocen en Venezuela , en mi pueblo, saben que soy un tipo de persona muy dada. Soy de la Isla de Margaritas”, externó Carmen González en entrevista.
Dijo que le gustaría haber visto más unión entre migrantes venezolanos y de otros países para exigir la repatriación de los jóvenes que fallecieron. Por ahora, ella y sus compañeros retomarán sus propios caminos, pero estarán pendientes del proceso penal contra Jeison N, quien fue imputado como presunto culpable del incendio, por los delitos de homicidio doloso y lesiones.
“Por lo menos yo en lo personal, voy a espera que repatrien los cuerpos de los muchachos, que se haga justicia, así me lleve dos o tres meses, así la página no está muy buena… Pero esperamos por lo menos ya repartriando los cuerpos y teniendo la certeza que la mamá de Rannier, su tía, sus hijas y esposa, lo hayan enterrado. Se hará novenaria para los 40 fallecidos, para todos, ya que estén todos sepultados, esperamos que sea la audiencia para ver qué va a pasar con Jeison”, comentó Carmen González previo a la repatriación de los siete cuerpos.
(De arriba a abajo y de Izquierda a derecha) Orlando José Maldonado Pérez, de 26 años, Orangel José López Guerrero, de 22 años, Abel con su oso, Yordi, afuera de la estación migratoria en Ciudad Juárez, José Rafael Mendoza Ferrer, 22 años, Joel Alexander Luján Peña, 21 años, Rannier Edelber Requena Infante, 29 años, Samuel Merchena, Samuel José Merchena Guilarte, 29 años, Óscar José Regalado Silva, 25 años.
Fotos: Especial
Desde el refugio donde ahora viven, dos migrantes venezonalos relatan que horas previas al incendio, sacaron a unos 80 más de la estación migratoria para trasladarlos a la Ciudad de México.
Alejandro (se cambia el nombre por seguridad) recuerda con dolor, que Samuel José Merchena Guilarte, llegó detenido junto con otros venezolanos a la estación migratoria. Alejandro había sido deportado un día antes, el domingo.
El lunes alrededor de las 15:00 horas lo sacaron de la estación migratoria de Ciudad Juárez en uno de dos camiones que fueron resguardados por unidades de la policía. Tardaron un día en llegar a las instalaciones del Instituto Nacional de Migración de Ciudad de México, los dejaron libres y les entregaron sus celulares a algunos.
“Cuando prendieron sus teléfonos (no todos los recuperaron), mira lo que pasó: cada una de las personas empezó con el llanto, hasta a mí se me salieron las lágrimas”, refirió.
Alejandro vio que entre las víctimas se encontraba un paisano suyo que conoció antes de salir de la estación migratoria de Juárez. El 27 de marzo por la mañana, Alejandro vio llegar a los venezolanos que llegaron detenidos por la redada emprendida por la Policía Municipal de Juárez y el Instituto Nacional de Migración.
“Un muchacho que conocí ahí mismo, El Gato, me decía: hermano, dile que soy sobrino tuyo, que no me quiero quedar aquí. Siento una cosa mala’. Era un muchacho que había llegado, de ojos rayaditos (claros). Le dije (a la agente de migración): ‘señora mire, él no se puede quedar aquí, es sobrino mío, ¿será que me lo puede pasar para que se vaya?’. ‘No, él se tiene que quedar’, dijeron”.
Al ver la fotografía de Samuel removió el recuerdo y el dolor que le causó confirmar su muerte.
Una vez en México, Alejandro se regresó a Ciudad Juárez de inmediato. “Me monté en Huehuetoca en el tren y llegué como cuatro días después, como perro de la calle”.
Los venezolanos que fueron deportados ese mismo día a Ciudad de México, recuerdan que el mismo 27 de marzo, un pastor cristiano intentó hablar con ellos. Uno de los guardias, Carlos, rompió la Biblia, “así mamita, así”, cuenta uno de ellos con coraje al levantar las manos para explicar cómo rompió la Biblia el guardia.
“Sí, yo estaba en el hecho, ahí. Nos habían expulsado de Estados Unidos hacia acá. Un domingo nos pasaron ahí y el lunes nos sacaron a las tres de la tarde. Llegó una familia evangélica, llegó el de migración, le quitó la Biblia al pastor y se la rompió. Y reclamamos (…) queríamos tumbar la puerta, pero nos quedamos quietos. Llegó Daniel (N), que era el responsable de la estación migratoria (uno de agentes de migración detenidos por el incendio) y dijo que se haría responsable de mi teléfono, un anillo de oro de mi promoción (graduación) y dinero en efectivo. No recuperé nada”, reclamó Alejandro.
Luego los sacaron atados de pies y manos para llevarlos a la Ciudad de México.
“A nosotros también nos deportaron hacía quince días, también me fui en ese camión. Había una señora con un bebé. Ellos empezaron a sacarla porque la bebé tenía mucha fiebre. Le dijeron que no podían hacer nada porque ellos no eran doctores”, refirió Andrés, otro de los migrantes venezolanos que se salvó del incendio por unas horas.
En entrevista aparte, vía telefónica, el hermano de Samuel, Daniel Merchena de 22 años, recuerda que él y su hermano salieron de Venezuela primero por económica y posteriormente porque el gobierno “sacó un grupo de élite para matar a jóvenes”.
Daniel y Samuel salieron en 2017 hacia Bogotá, Colombia. Ahí permanecieron un tiempo. Se movieron a Ecuador porque en Bogotá ganaban poco y no había un trabajo estable, mientras que la renta era muy elevada.
De Bogotá se fueron hacia Ecuador, donde permanecieron siete meses en la frontera con Putumayo, Colombia, pero regresaron de nuevo a Venezuela porque nacería la hija más pequeña de Samuel. Pasaron cuatro meses aproximadamente ahí y viajaron de nuevo a Bogotá. Luego de unos meses se fueron a vivir por un año y medio en Ica, Perú, donde trabajaban en el servicio de mototaxis, en el mercado Los Arenales.
En busca de más independencia laboral, Samuel viajó hacia Chile, donde logró comprarse un carro y dos meses después, Daniel lo alcanza en la frontera de Arica y Tacna (Chile y Perú). Samuel pasó siete meses ahí. Una vez juntos, deciden emprender el viaje hacia Estados Unidos porque les llegó el anuncio que la fontera de Estados Unidos estaba abierta para los venezolanos.
Cruzaron la selva del Tapón de Darién y Centroamérica. Daniel viajó primero y llegó a México en septiembre de 2022. Samuel iba atrás de él. En el camino conocieron que ya les habían cerrado la frontera. Primero llegó Daniel a la frontera norte pero lo deportaron dos veces.
Mientras tanto, Samuel recorría México. Él logró cruzar una vez y lo deportaron también. Se encontraron en Piedras Negras, Coahuila, pero Samuel decidió no viajar en el tren porque ya lo habían detenido las autoridades mexicanas. En noviembre del año pasado, Daniel logró ingresar por San Antonio, Texas y ahora siguen un proceso para permanecer en Estados Unidos.
Los dos hermanos se comunicaban sólo por Facebook. Daniel supo que Samuel fue deportado a Ciudad de México y subió dos semanas después a Ciudad Juárez en el tren.
Cuando fue deportado y le pidió apoyo a su hermano para viajar a Ciudad Juárez. Lo apoyó. El 27 de marzo tenía un día de haber llegado a esa frontera.
Daniel Merchema recuerda que cuando estuvieron juntos en la Casa del Migrante en Saltillo, Coahuila, a su hermano le salía sangre por la boca. “Me di cuenta cuando escupió el papel, tenía medicamento. Y en alguna ocasión le comentó que ya estaba cansado de intentar llegar a Estados Unidos, porque tenía una hija y quería estar con ella.
Daniel se enteró por un amigo del accidente y de que su hermano estaba entre las personas fallecidos. Ellos dos tienen otras dos hermanas.
Angélica (nombre modificado por protección a su integridad física) y Orangel José López Guerrero, se conocieron hace cuatro años y medio en Bogotá, Colombia..
Ella ha viajado con su familia desde hace casi cinco años, hasta llegar a Estados Unidos. “Él era mi noviecito (…) Cuando llegué allá empezamos a hablar. Tiempo después empezamos a andar”. Eran adolescentes los dos. Él murió a los 22 años y ella está por llegar a la mayoría de edad.
Sin dar crédito a lo que sucedió, recuerda que Organel vivía con parte de su familia en Santa Elenita y ella vivía un poco retirado.
“La última vez que nos vimos en Bogotá, me dijo que se iba a venir para acá, para cruzar a Estados Unidos. Le dije que yo también iba a ir. Él se vino primero y luego yo”, recuerda entre lágrimas la joven, quien se esfuerza por mantenerse fuerte para trabajar y ayudar a sus papás.
Después de varios meses, se encontraron en Ciudad Juárez. El 12 de marzo pasado se congregaron alrededor de 2 mil venezolanos en el puente internacional Paso del Norte, tras un rumor que aseguraba que abrirían la frontera.
Se comunicaban y ella le avisó: “Yo le escribí y le dije: parece que vamos a pasar (…) le dije que yo iba a ir primero y cualquier cosa le escribía. ÉL me dijo: ‘estoy trabajando y que salgo a las 4 de la tarde’. Ya no le pude avisar porque yo no traía teléfono”.
Por la tarde se encontraron por casualidad en el puente. “Fue algo tan bonito”, expresa Angélica:
“De repente, voy a pedir agua a una heladería, ahí cerca. Y miro así -dice Angélica con los ojos claros que resaltan en su piel morena-. Nos quedamos viendo así. Él me dice: ‘no te creo’ Y le digo: ‘si. si’. Y me compró un helado que le costó 50 y algo. Me dijo: ‘me saliste cara’. Yo me eché a reír. Era un helado de chocolate, porque él sabía”.
Conversaron esa tarde y cuando vieron que no pasaría nada en el puente, se retiraron. Orangel había llegado antes que Angélica, quien llegó al iniciar marzo a Ciudad Juárez.
Posteriormente él le insistió para que se vieran, pero ella también estaba ocupada por ayudar a su familia a sobrevivir en la ciudad fronteriza. “Nunca fui”.
“Lo último que yo supe de él es que lo traían en la caja de tráiler con refrigeración, con los otros que murieron (…) En Bogotá habíamos quedado como amigos, pero siempre fue muy lindo muchacho en su manera de expresarse, de hablar, de tratarme”.
El día del incendio, recuerda Angélica, ella estaba dormida cuando se despertó gritando: “Nos estamos quemando, nos estamos quemando”.
Su mamá, Lucía (a quien también se le cambia el nombre), contó que esa noche, decenas de patrullas rodearon el refugio donde vivían unas 200 personas de diferentes nacionalidades. No supieron el motivo hasta horas después, ya que no salieron de ahí.
“Me volví a dormir y al día siguiente me dijeron del incendio. Yo ahora mismo no le había escrito a Orangel. Y de repente me dicen que se incendió y yo dije: ‘mi sueño y los guardias de ayer’. Pero yo no sabía que Orangel estaba ahí, yo no le había escrito. Abrí otro Facebook viejo que mi hermana recuperó, porque el mío lo habían hackeado. Ahí lo tenía a él. Y de repente me aparecía la familia diciendo que él estaba en el incendio (…) vi los videos, a mí me parece que el que estaba en la puerta era él”.
La familia de Karla y ella se entregaron días después por la puerta 36 del borde fronterizo, a las autoridades de Estados Unidos
Sorangel, la hermana de Orangel López, intentó varias semanas su traslado a Ciudad Juárez. Su primo Edgar Alexander Naranjo Yanez también estaba en Ciudad Juárez en espera de pasar a Estados Unidos. Él ha sido parte del grupo que ha exigido y gritado por justicia para sus compañeros de camino. Este domingo, su hermana pudo trasladar el cuerpo del joven de 22 años hasta su país.
Parte de la familia de Orangel López vive en Colombia, desde donde hicieron todo para que Sorangel viajara por su hermano. Esta noche llegó a Venezuela.
Rannier, el primo de Josel Alexander Leal Peña, ha permanecido en constante exigencia para que su cuerpo y el de los otros 39 migrantes fellacidos, sean tratados con dignidad y regresen a su país.
El 30 de marzo, a tres días del siniestro, Rannier organizó a los migrantes congregados afuera de la estación migratoria de Ciudad Juárez, para cantar Las Mañanitas mexicanas y la canción del venezolano Luis Silva, Feliz cumpleaños.
Rennier optó por dejar el campamento del memorial unos días después porque no podía con el dolor de perder a su primo. Él denunció junto con otros compañeros en rueda de prensa, los obstáculos que enfrentó para confirmar si su primo estaba muerto o no. Y posteriormente, para conocer dónde tenían los cuerpos.
“Entonces yo fui a la Fiscalía, me dijeron: ‘los vamos a contactar’, pero hasta el momento no he recibido ninguna llamada. He recibido llamadas de abogados, ha recibido llamadas de periodistas, por eso después acudí aquí con esta organización que nos está apoyando con más honestidad”, denunció el pasado 6 de abril.
Y continuó:
“Más que todo con nosotros los venezolanos que nos sentimos desamparados, porque así es como estamos, a la suerte, a ver quién te agarra. Nosotros no queremos que esto siga de esta manera, simplemente queremos que se pronuncien, que nos digan: Mira, el procedimiento es éste”.
Pasaron tres semanas para que encontrara la tranquilidad de saber a Joel Alexander en su país, donde lo sepultarán.
Junto con las otras familias y amigos que representaron legalmente a dos venezolanos fallecidos, debido a que no pudo viajar su familia de dos de ellos, permanecieron este sábado en la funeraria. Quienes están en la ruta de migración, despidieron con dolor a las familias que partieron con los cuerpos, después de haber logrado su repatriación.
Abel, quien se presentó los primeros días en el memorial como hermano de Orlando José Maldonado Pérez, entró en una crisis nerviosa después de buscarlo por cuatro días en los hospitales de Ciudad Juárez.
Cuando aceptó que su Orlando Maldonado estaba muerto, lo buscó en el Servicio Médico Forense, pero le dijeron que entre las víctimas no había una con las características de una fotografía que entregaron. Más tarde les llamaron para decirles que lo habían encontrado.
“Yo quiero abrazarlo, aunque esté hediondo, yo quiero verlo, sentirlo, abrazarlo”, dijo aquel día antes de plantarse frente a la parte quemada de la estación migratoria.
Abel abrazaba a un oso de peluche llamado Yordi, que le regaló un amigo cuando permaneció por un tiempo en Tapachula, Chiapas. Se aferró a él mientras cuestionaba porqué su Orlando Maldonado entró y no salió de ese lugar. Ellos junto con otros amigos y familiares recorrieron el camino hasta llegar a Ciudad Juárez. Pasaron los primeros días entre el memorial y el lugar donde vivían, pero luego se entregaron a las autoridades de Estados Unidos y fueron deportados.
Orlando Maldonado era en Tucape, un pueblo rural del estado venezolano de Táchira. Salió por segunda vez de su tierra el 9 de octubre del año pasado.
Desde Táchira, sus padres que Haidé Pérez y Orlando Maldonado, un matrimonio adulto mayor, cuestionaron ante el medio local Táchira Noticias, porqué a su edad tienen que pasar por esa situación.
El padre del joven de 26 años dijo a Táchira Noticias: “En realidad como padre estoy destrozado (…) en realidad, sean humanos, tengan humanidad, eran seres humanos (…) mi hijo no le hizo mal a nadie, solamente se fue a buscar futuro porque este país no sirve pa’nada. En realidad nosotros estamos desbaratados y que el mundo se dé cuenta, vea aquí dos viejos mire, llenos de canas, ¿por qué tenemos que estar pasando por esto, por qué tengo que estar sufriendo?”.
Omar era amigo de Óscar José Regalado Silva y de Jeison N. El primero falleció y el segundo está detenido como presunto corresponsable del incendio del 27 de marzo pasado.
Óscar y Jeison fueron detenidos de un crucero cercano a la “X” pasadas las 15:00 horas del lunes 27 de marzo. Estaban con otro amigo que logró escapar. En el trayecto, Óscar alcanzó a tomar una imagen para enviarla a sus amigos por WhatsApp.
Cuando estaban encerrados en la celda de la estación migratoria, otro de de los venezolanos detenidos en la redada encabezada por el INM, grabó un video para mostrar las condiciones en las que se encontraban. Los amigos indicaron que quien envió dicho video fue Joel Alexander Peña.
En la audiencia de vinculación a proceso de Jeison N. realizada el 4 de abril, los migrantes que testificaron, señalaron que con sobornos a los guardias de seguridad y a agentes de migración, les permiten tener objetos prohibidos en la celda, como los celulares, cigarros, encendedores y que hasta les ofrecían droga.
En ese contexto ocurrió el incendio en el que también resultó lesionado Jeison, quien fue internado en el hospital General de Zona número 35 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) El jueves siguiente fue detenido como presunto implicado en el incendio de colchones durante una protesta por las condiciones inhumanas en las que los tenían.
Óscar Regalado falleció con los otros migrantes. Sus amigos se han dedicado a buscar justicia para él y para que su cuerpo regrese a su país. La familia de Regalado no pudo viajar a Ciudad Juárez, pero fue repatriado junto con los de sus compañeros y las familias que lograron llegar.
“Estamos ayudando a un compañero a identificar a Óscar, porque la esposa está en Panamá y su familiares, papá y su mamá están en Venezuela. Nosotros le estamos brindando el apoyo para que sepan todo el papeleo (…) era el único que faltaba por todas las entrevistas que se hacen en Fiscalía”, dijo Carmen González días previos al viaje de los familiares.
Omar recuerda con cariño a Óscar y a Jeison. Omar se dedicaba a vender frutas con su papá en Venezuela. Antes de que Omar migrara, su papá decidió viajar hacia Estados Unidos pero perdió la vida en un accidente automovilístico cuando salió de Venezuela, por eso cobra mayor relevancia encontrar justicia.
“Es muy doloroso esto. Él (mi papá) ese mismo ese día me estaba diciendo para irnos. Yo le decía que no, que yo no me quería ir todavía, sabes. Iba en el trayecto para migrar a Estados Unidos. Eso fue a las 10 de la mañana que él se fue”, recordó.
Óscar era originario de Guaira, Venezuela.
Yésica llegó a Ciudad Juárez con sus dos hijos y con su pareja José Rafael Mendoza Ferrer, con la esperanza de encontrar un mejor futuro en Estados Unidos. El 27 de marzo pasado Rafael Mendoza trabajaba en un crucero cuando fue detenido en la misma redada
Después del incendio, comenzó el calvario para ella. El nombre de Rafael estaba cambiado en la lista de personas fallecidas, por lo que albergó la esperanza de encontrarlo con vida en algún hospital. Después de casi diez días, le confirmaron que sí se encontraba en la entre los migrantes venezolanos fallecidos.
Ella también trabaja en la calle vendiendo caramelos o dulces, pero después de la exigencia pública que hicieron para pedir al gobierno de Venezuela que agilizara el proceso de identificación y traslado de cuerpos, su perfil es público está más expuesta en un ambiente xenofóbico que tiene Juárez.
Yésica entregó la documentación del proceso de identificación a la madre de Rafael Mendoza y ahora se enfocará en continuar su camino con sus dos hijos.
Una vez que sepulten a todos los cuerpos de los 40 migrantes fallecidos, iniciarán una novena por ellos en Ciudad Juárez.
Este trabajo fue realizada por RAÍCHALI, medio aliado de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
Corresponsal de la revista semanal Proceso.
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