La discusión sobre el uso del maíz transgénico en el país parece crispar las relaciones entre México y los Estados Unidos. En los debates, el consumo de este producto ha ocupado lugares centrales, sin embargo, se deja de lado otros aspectos igual de importantes y cruciales para la salud y el medio ambiente.
Tw: @lydicar
Desde el 7 de abril pasado debieron haber terminado las consultas que el gobierno de Estados Unidos exigió para que nuestro país le probara que el maíz transgénico hace daño a la salud. Probablemente en breve sabremos si habrá una controversia entre México y Estados Unidos por el freno al maíz transgénico que propone nuestro país.
Esta es quizá la pugna comercial más fuerte que ha tenido nuestro país con Canadá y con Estados Unidos, su socio comercial más importante. Todo inició hace un par de años. El presidente mexicano López Obrador emitió un decreto para frenar la importación de maíz transgénico y el uso de glifosato en México. Tras estira y aflojas, ese decreto fue revisado y una versión más “suave” fue emitida a finales del año pasado. Sin embargo el Estado se mantuvo firme en un aspecto fundamental:
Prohibir la importación de maíz transgénico para consumo humano y eventualmente frenar la importación de maíz transgénico para forraje y otros procesos económicos.
En las mesas de consulta Canadá y EEUU exigieron que México comprobara que el maíz transgénico es dañino para el consumo humano. Esta exigencia es de algún modo tramposa, porque pretende detenerse en un solo aspecto de la producción y consumo de maíz transgénico, y deja afuera todo lo demás.
Por ejemplo, todo el maíz transgénico es cultivado con enormes cantidades de glifosato y otros herbicidas. Estas sustancias se quedan en el producto del cultivo. El maíz transgénico tiene glifosato, y en nuestro país se ha comprobado la presencia de esta sustancia en harinas y otros productos, como las tortillas.
Del glifosato hay ya una literatura científica robusta que apunta a que consumir glifosato incrementa el riesgo de cáncer, así como de daño renal.
Pero entonces, si se pregunta por el “daño de los transgénicos”, eliminando de la ecuación toda la forma en la que se producen, pareciera que son inocuos, porque hay poca literatura que vincule los transgénicos con daños de salud. Y aún así los hay, hay esos estudios.
Malin Jönsson, coordinadora de la asociación Semillas de Vida, explica en breve entrevista con PdP que sí hay algunos estudios en ratones que vinculan el consumo de transgénicos con problemas de cáncer. Por ejemplo, se encuentran los estudios de Séralini. Sin embargo, en humanos ha sido hasta ahora imposible replicar estos estudios porque es muy difícil establecer el grado de consumo de transgénicos.
Pero, advierte Jönsson, con esta discusión se pierde de vista un punto central: el riesgo de liberar transgénicos en el centro de origen y diversificación constante del maíz: nuestro territorio mexicano.
“Lo más importante y urgente de la biodiversidad de los maíces”, urge Jönsson. Y es que, cual película de Jurassic Park, la vida se abre camino; y el que haya semillas transgénicas en el territorio implica necesariamente que, por accidente, por casualidad, se mezclen genéticamente con los maíces nativos. Con ello perdemos no solo autonomía alimentaria (los transgénicos solo sobreviven sin el kit de glifosato y otros agroquímicos), sino que la naturaleza pierde diversidad de maíces, y por lo tanto el ecosistema se empobrece.
Perder biodiversidad implica que la salud del ecosistema entre en declive, que las siembras sean más propensas a morir enteras con una plaga (no hay diversidad genética que permita que algunos individuos sobrevivan a una plaga). Implica también que probablemente muchas semillas sean inviables para una nueva siembra, y ello hunda en la miseria a los campesinos.
¿Y todo esto en la puerta de la séptima extinción masiva en el mundo?
–¿Qué podemos hacer?– se le pregunta a Jönsson.
–Seguir las noticias en torno al tema, sumarse a la campaña de Sin maíz no hay país. Y no perder de vista que, según el decreto presidencial, no consumir directamente los transgénicos. Es sumamente importante estar atentos para que sí se dejen de importar los transgénicos. Y cuestionarnos que las harinas tienen transgénicos, buscar tortillas hechas de maíz nixtamalizado.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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