15 abril, 2023
La muerte de abejas en más de 3 mil colmenas de San Francisco Suc Tuc, en Hopelchén, es uno de los exterminios de polinizadores más amplios de los últimos años. Apicultores lo atribuyen a las fumigaciones ilegales con agrotóxicos que se multiplican a la par del crecimiento de la agricultura intensiva y transgénica en Campeche. Otro atentado a la identidad productiva de las comunidades mayas
Texto: Patricio Eleisegui
Foto: Michael Balam Chan / Cuartoscuro.com y Kai Wenzel / Unsplash
CAMPECHE. – El amanecer del miércoles 22 de marzo, además de tórrido y espeso de humedad dada la época del año, fue de pavor para los apicultores mayas de San Francisco Suc Tuc, un pueblo de poco más de 3 mil 500 habitantes enclavado en el municipio de Holpechén. Millones de abejas muertas fueron halladas junto a las colmenas, en un exterminio que desplegó su peor sombra sobre 3 mil colmenas de la zona. Al menos 72 familias perdieron su principal fuente de sustento, en lo que debe ser considerado como uno de los exterminios de polinizadores más amplios de los últimos años en el sureste mexicano.
Como siempre que ocurren este tipo de desastres, la detección de semejante mortandad y la posterior denuncia de las afectaciones constatadas corrió por cuenta de los apicultores perjudicados. Las autoridades no pudieron ubicar al responsable de semejante contaminación: casi tres semanas después de ocurrido el evento, siguen sin aportar un solo dato respecto de qué fue lo que arrasó con las poblaciones de abejas de San Francisco Suc Tuc.
A las familias de apicultores también les tocó reunir argumentos sobre la causa de muerte de tantos polinizadores. En la zona donde ocurrió la devastación, productoras y productores de miel coincidieron en señalar a la aplicación irrestricta de agrotóxicos en los cultivos linderos a los apiarios como la acción que originó la muerte de las abejas.
“Han existido incidentes anteriores. En la época del gobernador (Jorge) Salomón (Azar García) empezó a llegar el algodón y desde entonces se ha dado la muerte de abejas. También les ha tocado a los ejidos de Sahcabchén, Ich-Ek, Emiliano Zapata, Pueblo Nuevo. Todos nosotros lo hemos vivido”, contó uno de los apicultores damnificados.
Hemos escuchado el ruido de las avionetas que fumigan. En otras situaciones, en 2014 y 2017, se aplicó fipronil”, añadió.
Letal para las abejas y otros polinizadores, el fipronil es un insecticida de uso prohibido en más de 30 países alrededor del mundo.
Pero no sólo a ese plaguicida recurre el agronegocio en Holpelchén. El glifosato, herbicida que la Organización Mundial de la Salud (OMS) vincula directamente con la proliferación del cáncer a nivel global, también dice presente en esa zona pese a que aún rige un veto a la siembra de variedades de soya y maíz modificadas genéticamente para resistir al producto.
“En Suc Tuc se tomaron muestras de sangre y orina y en todas apareció el glifosato”, dijo otro de los productores de miel consultados.
A la par de recibir el acompañamiento rotundo del Colectivo Maya de los Chenes, las familias perjudicadas demandan un apoyo por parte de las autoridades que hasta ahora brilla por su ausencia.
A más de 3 semanas de ocurrido el envenenamiento masivo, aún se desconoce el nombre del insecticida que aniquiló las abejas, la forma y el momento en que se esparció el agrotóxico y quién o quiénes llevaron a cabo la aplicación. De hecho, las muestras que se reunieron para analizar fueron recogidas por los mismos apicultores.
Se tomaron en el cultivo más cercano a los apiarios dañados. Necesitamos que las autoridades intervengan para que aparezca el culpable. Vamos a pedir que el daño sea reparado porque nosotros dependemos de esta actividad. Nos sentimos desamparados”, afirmó el mismo apicultor.
La producción de miel representa la columna vertebral económica de la comunidad de San Francisco Suc Tuc. La pregunta que surge en el seno de las familias atravesadas por este caso de ecocidio es de qué forma se garantizará el sustento en los hogares tras una pérdida que suma varios millones de pesos mexicanos.
“Tenemos cuantificado un total de 101 apiarios afectados, pertenecientes a 72 apicultores, con un total de 3 mil 145 colmenas afectadas y la pérdida de cosecha de 2023. Si consideramos 3 mil colmenas perdidas y un rendimiento (promedio) de 31 kilos de miel por colmena, con un valor de la miel de 43.6 pesos el kilo, esto da una pérdida de 4 mil 054 millones de pesos mexicanos”, detallaron los productores del pueblo, en rueda de prensa, a principios de la semana pasada.
Otro cálculo efectuado por el grupo de apicultores, respecto del costo por abeja perdida:
“Considerando 3 mil colmenas perdidas, y un valor de mil pesos por cada enjambre necesario para repoblar cada colmena, resulta una pérdida de 3 millones de pesos mexicanos”.
Las familias señalan que el radio de apiarios afectados comprende 11 kilómetros y que la superficie alcanzada por la nube tóxica derivada de la aplicación del insecticida ascendió a casi 9 mil 500 hectáreas.
“Multiplicando esta superficie por el valor del servicio ambiental de polinización, que es de 449 pesos la hectárea, la pérdida económica suma 4 mil 266 millones de pesos mexicanos”, precisaron los apicultores.
El número final del daño monetario sufrido apabulla:
“Sumando (todo) lo anterior, se puede decir entonces que la intoxicación de abejas en curso tiene una implicación de al menos 12 mil 240 días de empleo rural perdido. Y 11 mil 321 millones de pesos mexicanos de pérdidas económicas, considerando la producción de miel, la necesidad de enjambres y el servicio de polinización”, estimaron los productores.
Después está lo que excede al cálculo financiero frío y que refiere al modo en que se construyen la vida y la entidad en ese apartado del sureste de Yucatán. Prácticas históricas que determinan a los pueblos mayas de la región y que, una vez más, caen avasalladas ante modelos económicos que, construidos desde el racismo, apuntan a desterrar los medios de supervivencia de los pueblos indígenas.
“Esta es nuestra costumbre, nuestra tradición: nuestra vida. La apicultura es permanente para nosotros. No es como la siembra del maíz, que crece la plantita, la quitamos y sembramos otra. La apicultura es mucho más para nosotros”, compartió un poblador de San Francisco Suc Tuc.
No es la primera vez que la comunidad de San Francisco Suc Tuc sufre el envenenamiento de sus colmenas. Pero lo sucedido en esta oportunidad supera por mucho las situaciones de mortandad por agrotóxicos padecidas en años anteriores.
Copado por el agronegocio, el municipio de Hopelchén se ubica a la cabeza de los mayores productores de soja de México. Dada las características de la oleaginosa que se siembra en esa zona, y en tanto no se trata de producciones agroecológicas u orgánicas, su cultivo está basado en un bombardeo permanente con plaguicidas.
Respecto del impacto de las fumigaciones con estos productos en la actividad apícola de la región, el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes emitió un comunicado el lunes 27 de marzo denunciando la violación de derechos humanos que ocurre en ese distrito.
La organización también reclamó la prohibición absoluta de “las fumigaciones en el municipio, para contener y evitar una mayor propagación de los contaminantes y la generación de impactos adversos acumulativos y sinérgicos, así como iniciar los procedimientos administrativos sancionatorios encaminados a la reparación del daño y dictar las sanciones correspondientes a quien o quienes resulten responsables”.
El colectivo hizo foco en lo reiterado de las pulverizaciones con pesticidas que tienen lugar tanto en Hopelchén como en el resto de la Península de Yucatán.
“La muerte masiva de abejas y polinizadores nativos, así como la contaminación de los cuerpos agua y el acuífero por fumigaciones agrícolas, se repite impunemente a lo largo de toda la península de Yucatán y no es la primera vez que esta situación es evidenciada y denunciada. Tal es el caso de lo sucedido en la zona de la montaña de Hopelchén en el año 2012, y en la comunidad de Candelaria, municipio de José María Morelos, Quintana Roo, en los años 2018 y 2022”, expresó la organización.
El Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes informó, además, que aquellos cultivos que siembran en la región: como el chile habanero, la sandía, el tomate e, incluso, distintos granos transgénicos, se rocían periódicamente con sustancias tóxicas que se emplean diariamente sin supervisión.
“Sustancias que son vertidas al ambiente mediante aspersión mecánica y aérea ilegal, generando afectaciones económicas, ambientales y a la salud de las comunidades de manera incalculable”, concluyó el grupo.
Leydy Pech, una de las voceras del Colectivo y de amplio reconocimiento internacional tras obtener el premio Goldman en 2020, señaló que los millones de abejas muertas reportadas en San Francisco Suc Tuc son el resultado de un sistema productivo intensivo que se sostiene a partir de prácticas basadas en la ilegalidad.
“Las autoridades en los tres niveles conocen la situación que atraviesan las abejas. Por la agroindustria, el uso indiscriminado de plaguicidas, y toda la ilegalidad de las fumigaciones aéreas, los vuelos clandestinos. El uso de plaguicidas, de venenos, aumentó porque se hacen siembras a gran escala de semillas prohibidas como la soya y el maíz transgénicos, y ahora tenemos arroz, sorgo y hortalizas a gran escala”, explicó.
Pech remarcó que en la Península de Yucatán no sólo están en riesgo las abejas: el peligro de los agrotóxicos coloca a “la biodiversidad, la vida y el futuro” en un status delicado y con ribetes de potencial extinción.
“Llegamos a un nivel, a una carga tan grande de venenos, que la situación se ha hecho insostenible. Estamos reportando enfermedades que antes no teníamos. En niños y adultos. Vemos cómo todos los días se vulnera la vida. Hay que parar todo lo que está sucediendo. Y generar una reparación”, concluyó.
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