Estaría cometiendo un pecado al no salir, al no viajar, al no gastar. No sé cuánto tiempo la vida me permita caminar y respirar. Tampoco sé el tiempo que iré a pensar con aquello que llamamos cordura. ¿Y si algún día la cordura me abandona?
Por: Évolet Aceves Twitter: @EvoletAceves
Disfruto bastante pasar tiempo a solas. Me gusta ir al cine, a librerías, a cafés, a restaurantes, visitar tiendas de antigüedades, museos. También salgo a tomar fotos sola.
El tiempo a solas me permite la exquisita dicha de mantener mi diálogo en un eterno soliloquio, de compartir mi sarcasmo y mi humor negro con nadie más que conmigo misma. Sobre todo, me gusta destinar horas completas a mis gustos, sin ningún tipo de presión.
Salgo bajo mis propios riesgos, conociendo los tiempos de mi agenda. Me prolongo cuando algo lo amerita, sin tener que preguntar opiniones, sin tener que llegar a un común acuerdo.
Puedo pasar un día entero en un museo sin sentir la presión de que mi acompañante se aburra; lo mismo cuando salgo a comprar ropa o cuando me eternizo en las tiendas de antigüedades, tiempo que muy probablemente podría resultar agobiante para otras personas. En las librerías de uso también se me suelen alagar las horas, y con la mayor tranquilidad decido irme cuando es tiempo de partir o cuando la hora del cierre ha llegado.
A menudo mis andanzas cambian de rumbo. Mi ritmo es difícil de explicar, no suelo planear un itinerario fijo, el mismo itinerario se va trazando sobre la marcha.
Me gusta descubrir sitios nuevos, dejarme sorprender por las calles y por la gente. He conocido a gente variada en las andanzas.
Dejarme sorprender por el extranjero es algo que verdaderamente disfruto, de allí mi gusto por los viajes, por las personas desconocidas y por las calles. Disfruto ver cielos distintos a los que veo en México, atardeceres tan diferentes, arquitecturas, climas, ropajes y accesorios, peinados, acentos, slangs, costumbres, idiomas, comidas, árboles y flores, vegetaciones, pájaros con sus particulares silbidos, fenotipos masculinos; todos distintos a los que se observan comúnmente en México.
Estaría cometiendo un pecado al no salir, al no viajar, al no gastar. No sé cuánto tiempo la vida me permita caminar y respirar. Tampoco sé el tiempo que iré a pensar con aquello que llamamos cordura. ¿Y si algún día la cordura me abandona? ¿Y si mis piernas deciden dejar de moverse? ¿Si algún día llega a necesitar de un tanque de oxígeno que me impida caminar como lo hago ahora?
Prefiero continuar caminando, tomando fotos, visitando librerías, yendo al cine, a restaurantes y cafés; prefiero seguir platicando conmigo misma viendo los atardeceres, sintiendo los vientos otoñales, invernales o primaverales. Prefiero seguir pensando, reflexionando, ideando, mientras me dirijo sola a algún destino. Como lo decía al inicio, me divierte pasar tiempo conmigo misma. He llegado a pensar que un novio quizá me distraería, me quitaría mi preciado tiempo de ocio.
Mis amigos son muy pocos, cada vez menos, y los pocos que tengo los aprecio como se aprecia al oro. Platicar y reír con un amigo —aunque varios de mis amigos estén en México—, contarnos los mejores chismes y compartir tiempo juntos es también muy gozoso. Con mis amigos más cercanos, me doy cuenta, me gusta hablar principalmente de literatura y otras bellas artes.
El tener pocos amigos me da la libertad de dedicar el suficiente tiempo con ellos como para que resulte un tiempo verdaderamente disfrutable.
La escritura y la fotografía requieren de la soledad, son oficios, actividades y pasiones que se hacen mejor en solitario.
Mis momentos solitarios son los que más disfruto, me invade una completa plenitud. A la mayoría de la gente le resulta difícil pasar tiempo a solas con fines recreativos, en lugares públicos. Temen ser percibidos por los demás como seres solitarios, tristes o incluso dementes, lo he escuchado con frecuencia.
Algún día, hablando con mi madre, me contó que el joven de la cineteca a la que solíamos ir juntas en Toluca los fines de semana le preguntó por mí, a lo que mi madre respondió: no está en México, se fue a Estados Unidos, pero ahora vengo yo.
Me da gusto saber que ella también disfruta de un buen tiempo a solas. Creo que la mejor compañía la encuentro estando sola.
Twitter: @EvoletAceves
Instagram: @evolet.aceves
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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