Con la opinión pública en contra, manifestaciones constantes en las calles, el descrédito hacia su reforma por parte de todos los sindicatos, el desgaste de su figura en el segundo mandato, y sin una mayoría fuerte en el parlamento, el gobierno de Macron se encuentra en una situación de debilidad. El futuro de la clase trabajadora en Francia se definirá en las calles.
Texto: Iván Cadin @ivankdin
Foto: Loic Venance / AFP
PARIS, FRANCIA.- Durante una entrevista televisiva transmitida en vivo, el presidente francés Emmanuel Macron defendió su cuestionada reforma de pensiones así como el decreto mediante el cual fue finalmente aprobada, decisión que enardeció aún más el de por sí ya crispado ambiente sociopolítico de Francia.
En un país con un evidente malestar social que se refleja en las diarias protestas que cruzan todo el país y tras sortear, por escasos nueve votos, una moción de censura que buscaba detener su reforma y obligarlo a reconsiderar su gobierno, el presidente galo decidió dar a conocer su postura este miércoles desde la sede presidencial del Palacio del Elíseo.
Entrevistado por las televisoras TF1 y France 2, Macron mostró sustancialmente estar en el mismo tenor de enero pasado, cuando presentó la iniciativa al parlamento: «esta reforma es necesaria. No me hace feliz. Hubiera preferido no hacerla», dijo al defenderla, deseando que este año entre en vigor.
Sobre las inmensas manifestaciones que se viven en el país desde hace dos meses contra dicha reforma (que pretende subir la edad de la jubilación de 62 a 64 años y aumentar el tiempo de cotización de 42 a 43 años), Macron consideró que las protestas pacíficas son legales, y sobre los sindicatos que las han convocado, señaló que «ninguna fuerza sindical ha propuesto un compromiso, lo (que sí) hizo el gobierno con el parlamento». Una aseveración, sin embargo, muy ajena a la realidad: los sindicatos han expresado muy diversos posicionamientos y propuestas, entre ellas la exigencia pública al presidente de recibirlos para un encuentro.
Macron, al continuar con el tema de las protestas, aseguró que no toleraría desbordamientos en las calles, y calificó a ciertos manifestantes de “sediciosos”, incluso yendo más allá: los comparó con las huestes trumpistas y bolsonaristas que tomaron, respectivamente, el Capitolio de Estados Unidos en 2021 y el Congreso de Brasil en este 2023.
Sobre este punto, ni el presidente ni los conductores hicieron comentario alguno sobre las numerosas denuncias de violencia policiaca y abuso de poder que han surgido en las manifestaciones callejeras. La policía francesa ha sido objeto de numerosos señalamientos por parte de organismos de derechos humanos, tanto nacionales, sea el caso de la defensoría del pueblo, como internacionales, con Amnistía Internacional, por citar sólo dos ejemplos.
Durante la entrevista, el presidente señaló que no dará marcha atrás a su reforma ni la someterá a consulta, como pide la oposición. También aprovechó para ratificar en su puesto a la primera ministra, Élisabeth Borne, a quien, de cara a lo que sigue de su quinquenio (que no lleva ni un año de haber comenzado), le solicitó un nuevo programa de gobierno con “menos reformas, pero más claras” en sus propósitos, aludiendo a una ley de inmigración y a rubros como el empleo y la reindustrialización del país. Igualmente, Macron encargó a la primera ministra «ampliar la mayoría» presidencial hacia la izquierda y hacia la derecha.
El único error que asumió Macron ante las cámaras fue “no conseguir convencer” al pueblo francés sobre la reforma. Y sobre una crítica constante contra su administración, que es haber quitado el impuesto a la riqueza, dijo que “reflexionaba” sobre implementar un mecanismo para las grandes ganancias: “cuando tenemos grandes empresas que logran ingresos tan excepcionales que acaban utilizando para recomprar sus propias acciones, voy a pedir al gobierno que trabaje en una aportación excepcional”. Cuestionado sobre el tema tras el término de la entrevista, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, dijo que esta aportación se trataría de “un acuerdo” y no propiamente de una ley.
Desde que en enero pasado el gobierno presentara ante el parlamento su reforma a las jubilaciones, Macron optó por pasar a segundo plano, dejando en la primera línea de la batalla a la primera ministra Borne. Sin embargo, una semana muy intensa con cuatro variables políticas lo obligaron a retomar la voz cantante: primero, la decisión presidencial, el jueves pasado, de parar el proceso legislativo en curso y aprobar la reforma vía decreto ante la evidencia de no alcanzar los votos necesarios; segundo, cuando el gobierno de Macron se salvó, por un puñado de nueve votos, de una moción de censura tramitada por los opositores que estuvo a punto de descarrilar su reforma y, eventualmente, de obligarlo a reconsiderar su gabinete; tercero, las manifestaciones que vive el país en estos días, intensificadas desde el anuncio del decretazo; y cuarto, la convocatoria de la intersindical a la novena jornada de huelgas para este jueves 23 de marzo.
El martes, un día antes de su aparición en TV, Macron se reunió con parlamentarios afines a su gobierno. Trascendió que el presidente había dicho que la «muchedumbre», en alusión a las manifestaciones, no tenía «legitimidad» sobre los representantes electos. Todo parecía indicar que el gobierno endurecería, aún más, su posición. Y así fue.
Las reacciones tras la entrevista del presidente comenzaron a surgir apenas terminó la transmisión. «Lo voy a decir coloquialmente: esta entrevista fue tomarnos por pendejos y es aún más fuerte el desprecio por los millones de personas que se están manifestando”, reaccionó Philippe Martinez, líder del sindicato CGT.
«¡Negación y mentira!», soltó Laurent Berger, líder del CFDT, el primer sindicato del sector privado y de tendencia moderada, quien dijo que su organización siempre ha propuesto «un proyecto de reforma de pensiones. Macron 2019 lo había entendido, había asumido nuestra ambición de un sistema universal. Macron 2023 rehace la historia y miente para ocultar su incapacidad para encontrar una mayoría que vote por su injusta reforma».
«Desconectado de la realidad, arrogante, mentiroso, irresponsable». Así calificó Mathilde Panot, coordinadora de los diputados de La Francia Insumisa, al presidente. «Treinta minutos de vacío absoluto», una entrevista dada «desde un universo paralelo».
El dirigente del Partido Socialista, Olivier Faure, apuntó: “este presidente no comprende a los franceses. Los presenta como perezosos adictos a las ayudas públicas, descalifica a los sindicatos, insulta nuestra historia al negar legitimidad a la expresión popular. Macron echa gasolina sobre un fuego que él ya prendió.”
Guillaume Gontard, presidente de los ecologistas en el Senado, lamentó que el presidente galo comparara “la mayor movilización social de los últimos años con una sedición facciosa de supremacistas blancos que invaden el Capitolio”.
Para Eric Ciotti, presidente de Los Republicanos, partido en el que se apoyó Macron para intentar pasar su reforma en el legislativo, señaló que los dichos del mandatario «no están a la altura de la crisis política y económica que estamos viviendo», y sobre la intención de extender la mayoría presidencial, dijo que, por ahora, “no hay acuerdo con el gobierno”.
Con la opinión pública en contra, manifestaciones constantes en las calles, el descrédito hacia su reforma por parte de todos los sindicatos, el desgaste de su figura en el segundo mandato, y sin una mayoría fuerte en el parlamento, el gobierno de Macron se encuentra en una situación de debilidad.
Si la alianza de Renacimiento, el partido del presidente, con la derecha tradicional de Los Republicanos no pudo lograr los votos suficientes para aprobar la reforma en el legislativo, las mismas fuerzas políticas volvieron a mostrar su falta de fuerza y cohesión cuando la moción de censura tramitada por los opositores a la reforma de pensiones se votó el lunes pasado. La moción de censuraba pretendía, de ser aprobada, desechar la reforma de pensiones y eventualmente hacer caer a la primera ministra, obligando a Macron a una reconsideración de su programa político.
De un total de 577 diputados, 278 votaron a favor de la moción, a escasos nueve votos de los 287 necesarios (mayoría absoluta) que se requerían para aprobarla. Sin embargo, estas cifras demostraron que varios diputados republicanos votaron a favor de la moción de censura: de 61 diputados, se esperaba que tres o cuatro votaran a favor, pero finalmente 19 lo hicieron en ese sentido. Más de lo esperado.
La líder de Renacimiento en la Asamblea, Aurore Bergé, consideró a las mociones de censura como “un proyecto común para parar el país», y pidió a los franceses “lograr colectivamente ir más allá del resentimiento que puede causar esta reforma, (ir) más allá de la amargura que pueda causar”.
Ante el resultado adverso a la moción de censura, el líder izquierdista Jean-Luc Mélenchon ha abogado por una “necesaria censura popular al gobierno en cualquier lugar y en cualquier circunstancia”. Para la izquierda partidista, la debilidad del presidente ya es un hecho sin retorno. La diputada Panot había dicho, previo a la votación de la moción, que “el ejecutivo y la mayoría ya no tienen legitimidad alguna. (…) Si su gobierno cae esta tarde, los franceses se sentirán aliviados. Independientemente del voto de esta moción de censura, su gobierno ya está muerto. (…) Los sindicatos unidos llevan semanas manifestándose pacíficamente, en huelga, perdiendo días de salario, en el mismo momento en que los precios explotan (con la inflación). Con este 49.3, Emmanuel Macron le susurra al oído del país una idea peligrosa: en democracia, para ser escuchado, la democracia ya no es suficiente».
Dados los recientes movimientos del presidente, Philippe Martinez ha señalado que los trabajadores han marchado y protestado todas estas semanas, pero que las bases ya les piden apretar más, lo que harán con más huelgas y con la prolongación de éstas, pero evitando, siempre, caer en actos de violencia.
Tras el anuncio del decreto el pasado jueves 16 de marzo, las principales ciudades de Francia han sido testigo de marchas espontáneas, sin convocatoria, más allá de la que se teje en redes sociales. Dado que en París la gente se estaba comenzando a congregar en la Plaza de la Concordia, ubicada a un costado de la Asamblea Nacional, el gobierno prohibió realizar manifestaciones ahí, prohibición que se hizo extensiva a los Campos Elíseos. Fue así que las congregaciones se pasaron entonces a Plaza Italia, Plaza de la República, con miles de asistentes. Estas concentraciones han terminado en intervenciones de la policía, sobre quienes recaen señalamientos de abuso de autoridad. Todos los días se reportan decenas de detenidos en todo el país.
Por su parte, la asamblea intersindical sigue en pie de lucha, en esta ocasión para una novena jornada de huelga convocada para este jueves 23 de marzo, con marchas en todo el país (en París, de la Plaza de la Bastilla a la Plaza de la Ópera). Doce mil policías serán desplegados en todo el territorio, indicó el gobierno (de ellos, cinco mil en la capital). Algunas universidades y preparatorias están tomadas, en apoyo a esta jornada.
Según una encuesta del grupo Ifop, la aceptación de Macron antes del anuncio del decreto se ubicaba en 28%, el porcentaje más bajo desde la crisis de los Chalecos Amarillos. Posterior al decreto, un sondeo del grupo Harris ha arrojado que sólo un 21% de encuestados considera que el presidente “comprende bien” los problemas que aquejan a los franceses. En prácticamente todas las encuestas, la caída en la aprobación del presidente ha sido la tendencia.
Dado el rechazo a la moción de censura, la reforma de pensiones oficialmente se adopta. Ahora la oposición tiene tres opciones para intentar parar la ley. Una es mediante la tramitación de un cuestionamiento de la iniciativa ante el Consejo Constitucional. Agrupación Nacional, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen, ya presentó este recurso, al igual que la Nupes (Nueva Unión Popular Ecológica y Social, la coalición de izquierdas), quienes solicitan “la censura total” del proyecto de ley, considerando varios agravios a la ruta del debate legislativo.
La primera ministra Borne ya señaló que acudirá directamente al Consejo Constitucional para un examen del texto «lo antes posible». El presidente deberá esperar a que dicho Consejo valide o rechace las demandas presentadas por la oposición.
La segunda opción es meter una iniciativa de plebiscito de la ley. Para tal efecto, 250 diputados y senadores pedirán que se celebre un “referendo de iniciativa compartida”, que sería apenas el primer paso parlamentario para una eventual consulta popular sobre el aumento en la edad de jubilación. Este trámite es lento, y requiere juntar 4.5 millones de firmas para validarlo.
La tercera opción es la huelga y la calle. Ante una muy evidente postura de no ceder en el gobierno de Macron, partidos y fuerzas sociales opositoras a su gobierno creen que la lucha verdadera se dará en este campo. Semanas o meses de huelga y manifestaciones podrían hacer retroceder al gobierno. Sin embargo, esta misma puede ser la carta que el gobierno espera, confiando que el desgaste y el hartazgo al interior de una huelga larga jugará de su lado.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona