Cancún es más que hoteles, es también un proceso vivo que se actualiza en la memoria de sus habitantes. Esta es la historia de la última ciudad de México, de su vida, cultura y tradiciones.
Texto y fotos: Ricardo Hernández
CANCÚN. – Cancún ha llegado a su etapa adolescente: se ve al espejo y no sabe lo que ve; no se entiende, nadie la entiende, no sabe quién es; tiene una crisis de identidad, afirma en tono de broma Isabel Contla, investigadora del INAH, creadora del primer archivo fotográfico de esta, la ciudad más joven de México.
Y es que Cancún es un caso peculiar: es la última ciudad hecha en México.
Fundada en 1970, cuando la Conquista, la Independencia, la rebelión popular mal llamada Guerra de Castas, la Revolución, la Cristiada y otros tantos sucesos formadores de una identidad nacional ya habían pasado. Creada por un grupo de banqueros a quienes les interesaba conformar una ciudad con vocación turística para atraer las divisas del extranjero que las importaciones ya no generaban en el país.
En Cancún no hay platillo, ni vestido típicos, ni siquiera santo propio a quién rezarle o por el cual reunirse, gozar de una fiesta popular que dé sentido de lo común. Y eso que se conoce como identidad hace agua cuando se habla del cancunense. ¿Se puede hablar de lo “cancunense” en una ciudad con apenas cinco décadas de vida? ¿Qué identidad se puede tener cuando el 60.3 por ciento de sus más de 911 mil habitantes, de acuerdo con el Inegi, nació fuera de este lugar? ¿Cómo se forma una identidad a donde se llega con maletas cargadas de tradiciones y cultura de otros estados y países? ¿Cómo es un cancunense?
A estas dudas, siempre presentes en discusiones académicas, en los medios de comunicación y entre el público en general, se refiere Isabel cuando habla del Cancún adolescente, con “crisis de identidad”, aunque ella tiene su posición.
“Me produce algo de estrés la insaciable y compulsiva y obsesiva búsqueda de una identidad cancunense, porque yo diría ‘identidades’, así en plural, varias”, zanja Contla, quien actualmente trabaja como investigadora en formación del Centro INAH Jalisco, auspiciada por el Programa Nacional de Etnografía.
Además, arremete contra aquellos que afirman que Cancún queda fuera de la Historia por su “corta” etapa de vida, por no inscribirse en esa grandilocuente clasificación taxonómica.
“Pensar que 50 años no representan, no significan o no se inscriben dentro del tiempo histórico es una contradicción; no, es una es un error lógico. Nada ni nadie se escapa del tiempo. Todos, el universo y las personas y las cosas y las ideas y los pensamientos y los fenómenos y lo que tú quieras se inscriben dentro de una temporalidad desde que empieza el Big Bang hasta ahorita. Nada se escapa del tiempo. De ese modo, sólo puede concluirse que hay cosas prehistóricas, pero no ahistóricas, porque no existe nada fuera del tiempo”, esgrime.
De ahí el interés de Isabel, quien nació en Cancún en 1996, cursó la licenciatura en Historia en la Universidad de Guadalajara (UdG) –pues en Quintana Roo no se ofrece– y se especializó en administración de archivos y gestión documental, en crear un repositorio de imágenes que rescaten la memoria de esta ciudad.
Fue en abril de 2022 cuando lanzó un proyecto de archivo de imágenes del pasado en Cancún, el primero en su tipo, con el objetivo de recolectar fotografías análogas de cualquier interesado, para digitalizarlas, clasificarlas y archivarlas con miras a poder, en unos años, interpretarlas, darles sentido y, quizá, comprender mejor Cancún.
No es que no haya historiadores o cronistas interesados en el pasado de Cancún, pero estos se han enfocado casi de manera exclusiva en la historia del destino turístico, el más importante de México.
Por ejemplo, en 2020, cuando Cancún cumplió 50 años, Fernando Martí, el cronista de la ciudad, publicó un libro, presentado en varios de los eventos conmemorativos oficiales del decalustro, que se enfoca en la zona hotelera. Lo mismo hicieron otros autores, que también destacaron los lujosos hoteles y las frescas playas, recordaron el papel de Fonatur y de los políticos y empresarios, de las élites, en la conformación del destino turístico, pero dejaron fuera el resto de la ciudad. Esa memoria que construyen es, cuando menos, incompleta, afirma Isabel.
“¿Por qué la gente solo habla de los hoteles? Porque es es la noción incompleta, más no incorrecta, de lo que es Historia, puesto que debería incluir a la gente y a la cultura y a la vida cotidiana y también incluir a los gestos y a los olores, a la forma en la que nos alimentamos. Hay un montón de cosas que son historiables en Cancún. Por eso yo dije: hay que hacer explícito eso. Me dije: ¿queremos hablar de identidad? Pues va, pero no lo podemos hacer si no hablamos de la vida cotidiana de Cancún, de las personas locales, de los XV años de tu prima, de la salchichonería de la esquina, es decir: de toda la dinámica sociocultural de la ciudad que se ha obviado siempre”, dijo Contla.
Y para conseguirlo, Isabel creó un perfil en Instagram. Archivos Noventas Cancún es el usuario. La primera fotografía que publicó fue la de sus papás dándose un beso, la noche de bodas, en la Glorieta Kukulcán, ubicada sobre la Avenida Tulum, en la zona centro de la ciudad.
Recurrió primero a familia y amistades, para que le dieran acceso a los álbumes de fotografías y tener un primer material que de a poco fue subiendo a la cuenta de la red social: algunas escenas de la cotidianeidad que fueron generando cada vez mayor interés entre la comunidad digital.
“Busco las formas para empezar a visibilizar que existen otras formas de memoria que no son la memoria institucional o la memoria alrededor de acontecimientos políticos o de circunstancias económicas. No digo que no sean importantes. Yo, como historiadora, que me caiga un rayo si digo que no es importante. Pero es que muchas veces se obvia, se pasa por encima, se descarta, pasa al olvido el asunto de la cotidianidad, el asunto cultural, el asunto social”, dice Contla.
Hay en la cuenta de Instagram fotos variopintas: de un grupo de scouts frente al Cine Blanquita, ahora abandonado y derruído; una mujer posando en una calle anónima; un joven de playera fajada en pantalones cortos, con calcetas largas, frente a lo que fuera la discoteca Asahi, luego convertida al restaurante Tucán, pero que hoy albergan las oficinas de la Semarnat. Otras son de reuniones casuales en casas, de grupos de bailarinas, de Juan Gabriel cantando en la disco Daddy’ O y hasta de algunas fiestas infantiles, como aquella donde se puede ver a una animadora entre niños y niñas, rodeados de globos, del 5 de diciembre del 98.
“Foto clave en la construcción de la memoria comunitaria y social de la niñez cancunense en los noventa. Nuestras vidas en el tiempo dejan rastros que nos permiten traer al presente nuestros actos y hechos del pasado. La fotografía es uno de esos rastros que permiten vernos y construirnos. Esta foto está dedicada a las infancias cancunenses de los noventa. Tu historia importa :-). Si deseas colaborar con este repositorio compartiendo las fotografías de tu familia y amigxs, así como sus historias, los mensajes privados son bienvenidos”, se lee en la descripción.
La única condición que puso Contla era que fueran fotografías de los años 90 y tomadas en Cancún. La decisión del periodo de interés, dice Contla, fue por mero capricho, porque fue la época en la que nació y porque está obsesionada con esa década. También por ir contra esta idea de hacer registro histórico de los considerados “grandes acontecimientos históricos”.
Hasta ahora, Contla ha digitalizado los álbumes de cerca de 10 familias. Espera, dice, poder ampliar el proyecto y obtener material de muchas más personas, de distintas colonias y niveles socioeconómicos.
Y así, Isabel Contla, en tanto archivista, ha adquirido un rol de cocreadora de la memoria colectiva de Cancún, con un proyecto contra la amnesia y el olvido.
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