El presidente Andrés Manuel López Obrador no asistirá al XIV foro del G20, el organismo que concentra el 85% del PIB mundial. AMLO lo define como un espacio profundamente neoliberal. Es cierto. Pero en el escenario actual la balanza costo-beneficio que hace cualquier gobierno, puede traer sorpresas
Twitter: @anajarnajar
Será en Osaka, Japón, el 28 y 29 de junio. Es la reunión 14 del G20, un grupo creado en 2008 y donde participan la Unión Europea y otros 19 países, entre ellos México.
Se trata básicamente de un foro donde se discuten algunas de las políticas y acciones económicas más importantes del mundo. También se analizan problemas de carácter multinacional, como el terrorismo y la fabricación de armas nucleares.
Las decisiones que allí se toman han cambiado el rostro del mundo, como sucedió en 2008 con la profunda crisis financiera de Occidente provocada por Estados Unidos.
El G20 facilitó los recursos que permitieron aliviar, por ejemplo, la bancarrota –y eventual guerra civil- que amenazaba a Grecia.
No es para menos. Los miembros de ese exclusivo club reúnen el 85% del Producto Interno Bruto del mundo. Su misión central es promover la globalización, el libre mercado. Neoliberalismo, pues.
México es uno de los países fundadores del grupo, e incluso lo presidió en 2012 durante el último año que Calderón ocupó la residencia oficial de Los Pinos.
Los presidentes mexicanos han participado en todos los foros. Su papel ha sido ciertamente testimonial porque las decisiones de a de veras se toman entre Rusia, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania.
Es verdad que las propuestas que los cancilleres y ministros de Hacienda mexicanos presentan en el encuentro y los días anteriores suelen atenderse, pero no es por la linda cara de los mandatarios de este país.
La razón se llama (o llamaba) Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
López Obrador será el primer presidente de México que no participe en la cumbre. Más allá de las explicaciones que ha dado, con su ausencia pretende reforzar el mensaje de que el país va a cambiar, que no está de acuerdo con el modelo económico que promueve el G20 y, sobre todo, que aquí manda el gobierno, no las trasnacionales.
La decisión, como sucede con todas las que toma, provocó una andanada de críticas, insultos y manipulación en internet y medios tradicionales.
Hubo quien pronosticó una crisis económica y hasta represalias comerciales por el plantón al G20. Mentiras, claro. Con ellos no puede ser de otra manera.
En este escenario de odio creado por los perdedores de la elección presidencial, vale la pena analizar con frialdad el escenario.
En términos reales es difícil que se entienda el mensaje que AMLO pretenda enviar, porque hace mucho que Occidente se mueve en sentido contrario al camino del tabasqueño.
¿Es importante la presencia del mandatario para reforzar acuerdos o pactar algunos nuevos? No, porque esa parte del trabajo es responsabilidad de los cancilleres y ministros de Hacienda.
Algunos empresarios que suelen acudir al G20 dicen que la ausencia del presidente puede afectar sus acuerdos y negocios. Mienten. El papel central lo realizan funcionarios menores de cada gobierno y, sobre todo, los jefes de cada corporativo.
Si les va mal será por ellos. Si no logran acuerdos, será por su falta de habilidades.
Las consecuencias para López Obrador –no el país- pueden estar en otro lado. Foros como el G20 sirven para que los presidentes se miren a los ojos, platiquen unos minutos, sientan la vibra de cada uno.
Esto se aplica con los recién llegados y especialmente con quienes tienen imagen controvertida, como es el caso de AMLO. Con su ausencia pierde la oportunidad de que le conozcan en persona y no a través de los medios y las “benditas redes sociales”.
También puede perder un espacio para participar en el tema de fondo que se analizará en el G20 de Osaka: la creciente presencia de líderes calificados como populistas, y el cariz proteccionista de Donald Trump.
Al magnate se le cuestiona por utilizar temas migratorios como herramienta de negociación comercial, como sucedió recientemente con México.
Es una contaminación inadmisible para la cúpula del foro y no porque les preocupen los migrantes, sino por las razones que mueven al magnate a mantenerse en esa postura anti libre comercio, y lo que puede seguir tras su muy probable reelección.
Al G20 no le gusta el pleito de Trump con China, sus decisiones contra las energías limpias, su amenaza constante de emprender guerras comerciales a nivel global.
Le molesta la estrategia del descontón, negociar a partir del miedo como lo hizo con México. Y puede ser aquí donde haga falta la presencia de López Obrador.
Es en este tema y no en las nefastas consecuencias del neoliberalismo donde la voz del presidente mexicano puede ser muy escuchada. Donde exponer sus razones tendría una buena dosis de entendimiento en la audiencia.
¿Cuál será el costo de la ausencia? Evidentemente AMLO y sus colaboradores hicieron un cálculo sobre esta decisión, lo que podría ganarse con un buen mensaje presidencial en la cumbre del G20 y lo que se perdería en imagen ante los electores de López Obrador.
Gobernar implica tomar decisiones, a veces las más difíciles suele decir el presidente. En la política la herramienta más útil es el pragmatismo.
López Obrador es un animal político, entrenado su olfato en la dirección en que se mueve el país y la gente que le apoya. Eso lo llevó a Palacio Nacional.
Habrá que ver si también ahora funciona su instinto.
Columnas anteriores:
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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