3 diciembre, 2022
Cientos de pobladores de San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco se enfrentaron con cerca de 300 policías que acudieron a sofocar un plantón que 15 señoras habían organizado para detener lo que interpretaron como obras para llevarse el agua de los pozos de la zona a otras colonias. Entre pedradas y empujones, varios pobladores sufrieron heridas por parte de los policías; acusan un uso desigual de la fuerza.
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
CIUDAD DE MÉXICO.- “¡Ya tocaron al pueblo, ya se volvió personal!” grita una persona mientras arrastra una llanta momentos antes de prenderle fuego para bloquear el paso de la avenida Nuevo León hacia el deportivo de San Gregorio Atlapulco. Las sirenas de las ambulancias no dejan de aullar en las cuadras aledañas. Apenas unas horas antes cientos de policías de la ciudad con equipo antimotines, granaderos, habían encapsulado a un grupo de 15 personas, la mayoría mujeres de la tercera edad. Un día antes ese grupo montó un plantón para detener lo que sospechaban era un intento de robarles el agua de la comunidad.
Alrededor de la una de la tarde del jueves primero de diciembre vecinas y vecinos de San Gregorio Atlapulco detuvieron a un grupo de trabajadores que intentaban abrir el suelo en una calle cercana al mercado de ese barrio. Según dijeron los vecinos, intentaban tener acceso a una válvula de agua para conectarla a una tubería que llevaría el agua lejos, muy lejos, de estas calles.
Después, ese grupo se instaló en la esquina de Nuevo León con Teotihuacán para impedir que se hiciera una conexión más en otra de las válvulas de bombeo. A las cinco de la tarde, sobre esas mismas avenidas ya se habían apostado más de 60 camionetas llenas de docenas de policías con escudos, cascos y armaduras.
Así pasaron las horas, y la noche. A la mañana siguiente, el viernes 2 de diciembre, de las cerca de 50 personas que se habían congregado en el plantón ya solo quedaban unas 15, cansadas, mal dormidas y con los nervios de punta. Desde la esquina del deportivo empezaron a ver cómo los policías que habían estado acechándoles toda la noche empezaban a moverse en dirección hacia ellos.
“Al principio creímos que venían a replegarnos, y nos empezamos a poner muy nerviosas”, cuenta una de las integrantes del plantón, con miedo de revelar su identidad. “Pero poco a poco vimos cómo nos empezaron a rodear. En ese momento me dí cuenta que nos iban a dejar como a las triquis”.
Quien habla se refiere al episodio sucedido en abril de este año, cuando otro grupo de policías de la ciudad levantó el plantón que un grupo de indígenas triquis sostenía en el cruce de Eje Central con Avenida Juárez, en la esquina del Palacio de Bellas Artes. El grupo indígena fue llevado a un estacionamiento habilitado como albergue, del mismo que huyeron a la mañana siguiente, solo para ser rodeados por cientos de granaderos que les persiguieron por las colonias del norte de la ciudad por dos días.
Alrededor de la esquina en donde estaban rodeadas las mujeres del plantón, los vecinos que se mantuvieron al tanto empezaron a alertar a otros. Tronaron cohetes y pidieron que se uniera la gente. El cruce de Nuevo León con Teotihuacán sobre una pendiente, justo donde termina la zona chinampera de Xochimilco y empieza la zona serrana, donde las tierras más bajas, donde estaba el plantón, quedan a la vista de las casas cercanas, en terrenos más altos.
Preocupadas por los centenares de escudos que cada vez se acercaban más, comprimiendo poco a poco el espacio en torno al platón, recordaron que detrás de ellas había una puerta que les permitiría escapar del asedio. Poco a poco, todas las personas que estaban rodeadas fueron dejando el espacio en custodia.
Cuando los vecinos que habían llegado y observaban desde las tierras altas se dieron cuenta que ya no estaban las personas del plantón, creyeron que los policías los habían detenido, lo que encolerizó a las masas. Fue entonces cuando empezaron las agresiones entre pobladores y granaderos. Cuando las piedras empezaron a volar. Algunas cayeron sobre señoras que salían al mercado, a surtirse para la comida, otras en vecinos que acudieron al pedido de auxilio.
Según los testimonios de los presentes y videos transmitidos en vivo por redes sociales los policías corrían por el cruce de las calles intentando reprimir a los vecinos que les pedían que se retiraran. Manuel Dimas Rodríguez, un señor de la tercera edad que pasaba por el lugar intentó ayudar a otra persona que estaba siendo atacada, en respuesta recibió empujones de los policías “¡A tí te voy a agarrar! ¡A ti te voy a matar!”, cuenta que le gritaron.
Con todas las arrugas que pesan en su piel, Manuel corrió a la casa de su cuñada, para buscar refugio, pero detrás de él venía una tropa de agentes de seguridad. Junto con él, a casa de Aída González, llegó una decena de policías que rompieron los vidrios de su casa y de su auto, la golpearon a ella y a su hija, una mujer con tres meses de embarazo.
El pueblo, enardecido, logró ahuyentar a los policías, pero las calles donde sucedió el encuentro permanecieron llenas de vecinos que empezaron a colgar mantas y amontonar llantas en los cruces, a las que después prendieron fuego.
A las dos de la tarde, la tensión no deja el cruce de Nuevo León y Teotihuacán. Por un lado preparan montones de piedras, en otro apilan envases de caguamas con trapos y gasolina, defensas por si regresa la policía. Mientras, mujeres con cazuelas de comida y refrescos ayudan a dar fuerzas a los vecinos que circulan como hormigas embravecidas que defienden su colonia.
“En realidad todo había empezado hace mucho”, recuerda una de las mujeres del plantón, que ahora descansa sobre el pasamanos de una escalera de piedra en la calle. “Dijeron que iban a empezar una obra de un colector de aguas negras hace mucho, que lo iban a hacer en fases. Empezaron hace un año, en diciembre, cuando todavía estaba la pandemia. Dijeron que iban a traer un tubo de 76 centímetros de ancho que iba a pasar a través de San Gregorio, desde San Pedro Atocpan –en Milpa Alta– y que se iba a conectar con el colector Ameca, que es un tubo de más dimensión y que corre por toda la avenida Acueducto”.
“Fueron las vecinas de La Huerta –una de las calles por donde pasa el proyecto– que vieron la obra y empezaron a buscar información”, cuenta la misma mujer. En su camino, las vecinas llegaron a la Alcaldía en búsqueda de información, sin embargo, no encontraron mucha. Sus dudas empezaron cuando vieron los tubos que se pensaban usar para el drenaje, lisos, no muy gruesos y con dos delgadas líneas azules marcadas a lo largo. Esos mismos tubos son los que usan cuando van a arreglar la red de agua potable, no del drenaje, sospecharon.
“Una semana antes, ya que estábamos especulando que eran de agua potable, empezaron a llegar cuadrillas de trabajadores del Sacmex –el Sistema de Aguas de la Ciudad de México– a trazar cuadrados en las banquetas de las calles, mismas que correspondían a los lugares por donde pasan las válvulas de bombero del agua”, cuenta otra de la vecina que también pide anonimato.
Durante esa semana, trabajadores de Concertación Política empezaron a visitar una de las dos colonias por donde pasan las obras, San Gregorio y Santa Cruz. Entre sus visitas, llegaron con una mujer, a quienes los vecinos identifican como trabajadora de la Alcaldía, con quienes realizaron asambleas en las que no se convocó al grueso de las colonias y en las que fraguaron la aprobación del proyecto sin informar a sus vecinos.
Fue así que el jueves primero, a través de la desconfianza que generó la visita de los trabajadores y lo que califican como asambleas a modo, algunos vecinos de San Gregorio decidieron iniciar un plantón frente al deportivo del barrio. Un día y medio después, alrededor de ese cruce cientos de vecinos acarrean lonas, refrescos, comida, más piedras y llantas. Esperan una noche de resistencia, entre barricadas y fogatas improvisadas.
Esta no es la primera vez que vecinos de Xochimilco alertan sobre las intenciones del gobierno de Claudia Sheinbaum de extraer agua de estas comunidades y llevarla a zonas de la ciudad donde no hay, desde hace años han denunciado embates como este, sin embargo, mientras la carestía del líquido avanza, las protestas se fortalecen.
Desde un puente, en una lona donada, que se pintó durante el transcurso de la tarde y se colgó de un puente peatonal, el pueblo emiten un mensaje contundente: “El agua es del pueblo y para el pueblo. Renuncia, José Carlos –Acosta Rivero, alcalde de Xochimilco–, no sirves, mantenido del pueblo”. Además de la renuncia del titular de la demarcación, los vecinos piden la cancelación del proyecto de aguas, ya sea que se trate de trabajos de aguas negras o de la red de agua potable. Aseguran que hubo oportunidades de diálogo, pero que las trampas de la Alcaldía zanjaron esas intenciones.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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