Unas 3 mil mujeres marcharon en la Ciudad de México para reivindicar el derecho a vivir sin ser violentadas. La marcha naranja del #25N fue, como cada año, el inicio de una jornada mundial de 16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres, que en México tiene múltiples caras. Estos son sus motivos, que también son de todas
Fotos y texto: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- Patria, Minerva y María Teresa Mirabal eran tres hermanas que combatían al dictador dominicano Rafaél Leónidas Trujillo. «Las Mariposas”, como les llamaban, eran universitarias, casadas y con hijos. Dos de ellas, Minerva y María Teresa, ya habían pasado por la cárcel.
El 25 de noviembre de 1960 fueron asesinadas por el régimen de Trujillo y su asesinato se convirtió en símbolo mundial de la violencia contra la mujer. «Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte», había dicho Minerva, de 34 años. En 1999, la ONU convirtió la fecha de sus asesinato en un día internacional contra la violencia a las mujeres, y desde entonces, cada año se conmemora en nuestros países como una reinvindicación política.
En México, donde son asesinadas cada día 11 mujeres, la violencia contra las mujeres tiene muchas formas. Por eso, miles de mujeres salen cada año a reivindicar el derecho a vivir sin violencia.
Estos son algunos de sus motivos para marchar.
Jen Mulini tuvo un accidente automovilístico hace 13 años y su madre dejó de trabajar para ser su enfermera 24/7. Ella la cuidó durante las 13 intervenciones quirúrgicas que ha tenido y estuvo junto a ella durante 3 años en hospitales.
Ella estuvo viviendo junto a mí, dormía en el piso, se bañaba a las 5 de la mañana y fue bien injusto. Gracias a ella yo continuo con vida. Lamentablemente seguimos siendo las mujeres quienes brindamos los cuidados”
Jen es periodista de Yo también, un medio de comunicación con accesibilidad para las personas con discapacidad. Dice que 8 de cada 10 mujeres con discapacidad han vivido episodios de violencia con su pareja, según una encuesta realizada por el Centro Interdisciplinario de Derechos Infancia y Parentalidad AC.
Muchas veces ni siquiera sabemos qué tipo de violencias son las que estamos viviendo, porque pensamos que sólo es violencia si nos golpean”.
Las mujeres con discapacidad enfrentan muchos tipos de violencia, desde la psicológica, la atención médica, la educación, el empleo o la violencia sexual, que “es una de las violencias más silenciosas que vivimos las mujeres con discapacidad”.
Anahí es estilista pero este #25N dejó su trabajo para salir a marchar. En sus hombros carga a su pequeñita de 5 años. La niña vio la golpiza que la pareja de la joven, de 28 años, recibió en julio pasado y que la mandó 4 días al hospital. “Apenas me escapé”, dice, mientras acomoda a su hija.
Guadalupe, su madre, lleva en sus manos una cartulina con las fotos que muestran los golpes que desfiguraron el rostro de su hija y reclama que su agresor sigue libre.
“Que salgan, que sean valientes y que se valoren, que le echen ganas por ellas mismas. Las mujeres valemos igual que los hombres y no se deben dejar golpear por nadie”, dice.
Anahí grita con fuerza mientras camina: “Amiga, hermana, si te pega, no te ama”.
Carmen tiene 46 años y camina aprisa junto a su hijita menor. Ellas llevan la delantera en la marcha de este #25N. Viven en la zona de la Merced y aunque ella no puede dejar de trabajar en su carrito de elotes, siente que también es parte de la marcha.
La mujer cuenta que cuando empezó a trabajar se separó de su esposo, quien la golpeaba.
“Sí una no toma valor y no se gana su dinero no se enfrenta a los maridos”, cuenta la mujer que tiene cuatro hijos más, a quienes sostiene económicamente.
Zeltzin es criminóloga. En su frente lleva a su pequeña de 7 meses de edad. Hace un año acudió embarazada a la marcha a la que ha asistido 6 años consecutivos.
Trabaja para Mujeres de humanismo y legalidad, en donde actualmente llevan el caso de feminicidio de Julia Sosa Conde, ocurrido en octubre de 2018 en el Estado de México.
Zeltzin opina que las mujeres no deberían dejar sus actividades porque el estado debería garantizar los derechos de todas.
“Mujer viva y libertad”, grita con el puño en alto Zeltzin.
Alison tiene 24 años y hace poco renunció a su trabajo por las actitudes machistas de sus compañeros y jefes.
Comenzó como cajera pero después pidió la oportunidad de ser mesera, porque representaba un mayor ingreso (por las propinas). El gerente accedió con la condición de que los dueños no supieran que era permanente, pues ellos creen que tener meseras mujeres da una mala imagen a su restaurante.
Cuenta que en otro empleo escuchaba por los radios a sus compañeros expresarse con morbo sobre las mujeres, ya fueran comensales o trabajadoras.
La joven piensa que es triste que las mujeres tengan que dejar de trabajar o descuidar otras actividades para acudir a exigir derechos.
Alejandra vive en la Ciudad de México pero acudió a la marcha vestida con una burka, que es la vestimenta usada por mujeres en algunos países de la religión islámica. Eligió esa prenda, dice, por Qatar, el lugar en donde se lleva a cabo el mundial de fútbol soccer. “Si aquí las mujeres valemos nada, ¿allá cuánto pueden valer que es menos que nada?”, pregunta la joven.
Esta prenda representa dolor, y el máximo patriarcado pero aquí estamos igual de jodidas aunque no usemos la burka, en la iglesia católica todavía hay mujeres que entran con la cabeza tapada. Acá si te cortas el cabello ya no eres atractiva para los hombres, así de cosificadas estamos”.
Andy es argentina radicada en México desde hace 12 años. Para venir a marchar dejó su negocio de cocina. Aunque ama México, dice que se preocupa por las condiciones de seguridad que le tocarán vivir a su hija de 8 años, quien se quedó al cuidado de una señora de confianza.
Me parte el alma escuchar a tantas mujeres llorando y gritando justicia por la vida de sus hijas, yo no quisiera jamás vivir eso, que no pase más, dice”.
Piensa que para erradicar las violencias hay que formar a los niños y niñas desde casa, “Que crezcan con una mentalidad sana y enseñarles que se hagan respetar porque el amor propio es lo que evita que nos dejemos maltratar”.
Con ella marcha Paola, quien salió de trabajar temprano y para acudir a la protesta dejó a su hija sola en casa. “Salimos a exigir que nuestras hijas vivan una libertad que nosotras actualmente no podemos disfrutar al cien”.
Ella opina que es una injusticia que los cuidados recaigan mayoritariamente en las mujeres.
Los hijos no se hacen solos. Hay que hacer conciencia en los varones y en los niños menores para que crezcan sabiendo que tienen obligaciones de cuidados con los hijos. Si el papel de proveedores ya está tanto en la mujer como en el hombre, así debería ser en todo lo demás. Vivas nos queremos”.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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