Tres horas antes de la presentación de Tenoch Huerta, había una larga fila de muchachas y muchachos esperando pacientemente en la acera. Tenoch mueve multitudes.
Lydiette Carrión
Este viernes fuimos invitadas Daniela Rea, Yohali Reséndiz y yo a una mesa sobre Violencia, infancias y juventudes, en la Casa Universitaria del Libro. Cuando llegué a la bella Casul, pocos minutos antes de las cuatro de la tarde, había una larga fila de jóvenes, en su mayoría. Una fila de muchachas y muchachos esperando pacientemente en la acera. Por supuesto no era para nuestra participación: si nosotras hablábamos a las 4 de la tarde, a las siete de la noche estaría nada más y nada menos que Tenoch Huerta –el “novio de México” según mi chat de amigas–, presentando su libro Orgullo Prietx, como presentadora tendría a otra rockstar de los medios, la generosa Gabriela Warketin.
La nuestra era una mesa difícil, oscura, sobre violencias contra infancias, con una enorme carga emocional. Había 20 personas. Estuvo bien, hubo la libertad de hablar de esas cosas que a las tres ponentes nos interesaba poner en la mesa: responsabilidad institucional, cambiar las estructuras, la eterna dicotomía entre la responsabilidad estructural y la individual.
Salimos del encuentro; Daniela Rea se fue temprano. Yo tomé un café con Yohali Reséndiz a quien no conocía en persona, quien me puso al tanto de los últimos terribles caso en la ciudad. Y luego regresé. Yo también quería ver a Tenoch Huerta.
Me dio un poco de culpa. Yo debo ser seria, cuidar mi imagen “pública” (y cuando escribo esto de imagen pública, la pequeña adolescente rebelde y enojada que fui no deja de pensar: “qué mmda”). No me puedo divertir públicamente. Aunque pensándolo bien, no me divierto mucho privadamente tampoco. Pero me ganó la curiosidad y algo un poco más…. No sé cómo llamarlo. Quería una selfie con Tenoch para subir a mi instagram. Así de simple.
Moví mis influencias; es decir, le pedí a las organizadoras que me consiguieran un boleto. Mi yo adolescente rebelde, pero temerosa de romper las reglas se sintió culpable de pasar al salón como “gente importante”. Qué cosa tan chistosa, como esas paradojas, esas infinidades de personas de todas las edades que nos habitan.
Esperé a Tenoch.
En la segunda fila del público había varios jóvenes de entre 21 y 22 años. Todos o la mayoría eran de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; ahí donde el día de hoy yo estudio y doy a mi vez clases. Mi ego se recompuso un poco porque me reconocieron cmo la autora de la Fosa de Agua. Y nos pusimos a platicar.
Me decían que Tenoch los había acompañado la mitad de su vida, que lo admiraban “un buen”; que lo estimaban “demasiado”. Una de ellas quería que Tenoch le escribiera unas palabras en un cuaderno para poder tatuarse su caligrafía. Otro muchacho le hizo una ilustración hermosa, her-mo-sa, de su personaje en la película de superhéroes que se acaba de estrenar. ¿Cómo se llama? La verdad no tengo idea, pero estos chicos que pueden ser mis estudiantes, dicen que está buena. Y que Tenoch los inspira, los inspira «demasiado».
Los inspira porque Tenoch, si bien es un tipo muy guapo –ya establecimos que es el novio de México, ¿verdad?– se les parece. Los ojos, los rasgos, el tono de piel. Podría haber ido conmigo en el CCH, pudo haber sido uno de mis compañeros de la escuela, o un vecino en Veracruz, o cualquier chico del metro. Porque lo más extraordinario de Tenoch es que es un mexicano racializado en Hollywood; y es un superhéroe.
¿No podemos acaso ver el fenómeno que eso implica? ¿Cómo les cambia las vidas a las y los estudiantes? ¿Cuán importante y valioso es?
Obtuve mi selfie. De nuevo, moví mis influencias –y ya no me dio pudor–. Subí mi foto a Facebook, y entonces tuve otro momento de intensidad. Una persona, un luchador social, y a quien considero camarada (con todo lo que ello implica), un egresado de Ayotzinapa comprometido con la lucha social, me escribió: “qué envidia”. Y me dijo que admira a Tenoch.
Y ahí mi entusiasmo se detuvo. Porque yo a quien admiro es a él: a mi camarada egresado de Ayotzi, al camarada de la lucha social, semiclandestina, politizada, comprometida. ¿Cómo es que esta persona, que ha trabajado y luchado contra viento y marea en los últimos 20 años para cambiar la realidad del país, admira a Tenoch? ¿El héroe de verdad admira al superhéroe de Marvel? Quizá porque quienes luchan a veces no se ven a sí mismos…quizá porque hasta para ellos es necesaria la representación, y un nivel de discusión que no sea el horror diario, como nuestra mesa de las cuatro; sino un momento de chunga, de celebración, reafirmación. Porque incluso para ellos, los héroes de verdad, Tenoch es importante.
Tenoch, si un día lees esto: tienes una responsabilidad enorme. No le puedes fallar a mis alumnos, ni a mis camaradas; si tienes errores personales, corrígelos, por favor. Necesitamos mucho esa representación y ese orgullo que infundes en personas de lo más variadas, y de lo más valiosas.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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