29 octubre, 2022

Esa la herencia más valiosa que la huelga dejó: un semillero de rebeldes que se coló los últimos 20 años, en todos lo resquicios que pudo. 

Lydiette Carrión

En estos días recientes finalmente vio la luz un proyecto que estaba planeado para 2020: un libro de veinte años desde la huelga de la UNAM que duró desde el 20 de abril de 1999 hasta el 6 de febrero de 2020. 

Hay muchas cosas que decir respecto a esta enorme iniciativa de Alberto Pacheco el diablo, Jorge Mendoza y René González; quizá su principal logro  es que conjuga voces y corrientes políticas que, al interior de aquel momento fueron antagónicas.

En este periplo  que les significó sobre todo a ellos llevar esta empresa, tuve el honor de que me invitaran a hacer el prólogo. Y bueno, pues yo estaba super emocionada, porque hace veinte años participé en ese movimiento. Pero hoy en lo que me quiero detener es en algo que escribí en ese prólogo y que ahora me percato, no ahondé: el hecho de que la huelga, el permanecer varios meses sosteniendo ese movimiento –algunos permanecieron unos cuantos meses, otros, como fue mi caso, prácticamente los casi 10 meses–, implicó una transformación profunda en la mayoría de nosotros, esos que en aquel entonces éramos estudiantes y jóvenes. Y que esta politización profunda se tradujo en un compromiso político de por vida. 

DIgo que no ahondé porque solo menciono de pasadita que después de la huelga –yo empecé a trabajar como periodista formal hasta el 2004, pero desde antes ya hacía cuestiones edición y algunos reportajes– y durante los siguientes veinte años me encontraría a ex compañeros huelguistas en diferentes movimientos sociales.

Hoy quiero ahondar en ello, porque así fue y siempre me sorprendió. Va una breve enumeración. 

La huelga fue terminada con el ingreso, y el estreno, de la Policía Federal Preventiva   a la Universidad el 6 de febrero de 2000. Aquel año fue terrible para quienes participamos. Muchos fueron encarcelados, la mayoría por pocos días, pero unos cuantos estuvieron varios meses en la cárcel. Otros, la mayoría, regresamos a una cotidianidad escolar que se sentía como un sueño raro y pesadillesco, otros más buscaron espacio en otras universidades. Y aún así, para 2001, estudiantes que participaron en el CGH hicieron presencia en Cancún durante el primer movimiento fuerte de globalifóbicos. Lo mismo ocurrió en Guadalajara tiempo después.

Aquel mismo año, otro grupo de excegeacheros decidió sumarse a la defensa que campesinos en Texcoco hacían de sus tierras frente a la amenaza del mentado aeropuerto que el entonces presidente Vicente Fox quería implementar. En aquella ocasión el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), cuyo líder más visible era Ignacio del Valle, se anotó una victoria. Entre otros grupos, lo apoyaron ex miembros del CGH.

Luego, para 2006, durante el importante movimiento magisterial y social en Oaxaca con la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca, me tocó también encontrarme a ex estudiantes cegeacheros simpatizantes y apoyando.

Durante esas mismas fechas, un ex compañero mío me platicó de la universidad del pueblo que se encontraba implementando en algún lugar de Morelos. No era propiamente una universidad en forma, pero sí buscaba llevar talleres y diplomados informales a grupos organizados de campesinos. 

Por las mismas fechas, ocurrió la gran venganza contra el FPDT, cuando, de nuevo, los tres órdenes de gobierno cometieron una represión brutal contra Atenco. De nuevo, conocidos desde la huelga se sumaron a la solidaridad en Atenco. 

Por supuesto durante todos esos años la Ke Huelga, estación de radio libre y comunitaria que surgió durante la huelga siguió funcionando, y sigue funcionado hasta la fecha. 

Los años pasaban, me encontraba algunos otros conocidos de la huelga titulándose o haciendo maestrías y doctorados. Otros, dando clases y apoyando marchas estudiantiles dentro de la propia UNAM. Otros más, fundando la UACM.

Algunos más me los encontraba de pronto trabajando como burócratas en la Ciudad de México. En aquel entonces, yo creo que hasta 2006 al menos, decir públicamente que una había participado en la huelga era muy mal visto y en ocasiones se podía perder el trabajo. No era como ahora, que con el movimiento estudiantil en Chile de 2011, la huelga de la UNAM sería reivindicada. No, en aquellos años era duro y había un gran estigma. Me tocó entrevistar a al menos un ex cegeachero que sufría acoso laboral profundo y la policía lo seguía hostigando con órdenes de aprehensión. Llegó a decirme que estaba cansado de andar a salto de mata. Otros ex cegeacheros del ala dura, perseguidos y hostigados, lograron hallar una cierta paz en el interior del país, lejos del entonces DF.

 Pero entonces Calderón declaró la mal llamada Guerra contra el narcotráfico, y el foco de las coberturas de prensa dejó de estar en movimientos sociales, y pasamos a contar muertos. Mientras, sin embargo, conocidos y desconocidos egresados de aquel movimiento también se sumaban a algunas organizaciones de derechos humanos.  Esos años fueron terribles; y todavía no nos reponemos. Muchos ex simpatizantes del CGH dejaron ahí su vida: contando muertos por la militarización del país.

  Pero me seguí encontrando ex compañeros, camaradas de vida. Uno, por ejemplo, recorriendo la sierra de Guerrero, de donde era originario. Otros más con su amor de siempre, el zapatismo. A algunos me los encontré en el gobierno; a otros, escribiendo la historia de la guerra sucia; algunos nos dedicamos a los medios. Pienso en mi compañero reportero que recorría la ciudad en una moto, que en paz descanse; siempre comprometido. 

Otros más, sin embargo, quedaron heridos emocionalmente tras la huelga y se recluyeron en la tristeza o las adicciones. De ellos falta hablar; porque de ellos es también esto que dejamos; estos errores y dolores profundos.

A otros me los encontré en los rincones más remotos de este país: uno en Reynosa. ¿Qué fue a hacer ahí? No lo entiendo, en un tiempo tan violento… pero sé que su mirada consciente era la misma, su saber que esta matrix tiene fallas y que podemos aunque sea un poquito modificarla. Lo sabemos, porque lo hicimos.

Quizá lo más sorprendente  era ver a los de a pie: aquellos que regresaron  a sus casas, tal vez a atender el negocio familiar: una florería en la Roma; un bar en la Obrera; seguir con el trabajo de réferi. Casarse con el amor de la huelga, tener un montón de hijos que usan playeras de los pumas los domingos; y que siguen creando un tejido social fuerte y resiliente a su alrededor; que siguen hablando de política y analizando las noticias bajo la misma luz. Sé que ellos llevaron también estas discusiones a sus casas, con sus madres y padres y hermanos. Sus hijos ahora ya entraron a la universidad o están por entrar. Y siguen reivindicando la huelga. 

  Eso, insisto, es la herencia más valiosa que la generación de la huelga dejó: un semillero de rebeldes que se coló los últimos 20 años, en todos lo resquicios que pudo. A pesar de lo terribles que han sido los años de militarización, México hubiera sido otro, uno peor, sin esa generación. 

Aquí pueden descargar y leer el libro:

https://www.cndh.org.mx/documento/memorias-del-cgh-20-anos-de-la-huelga-en-la-unam

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).