15 octubre, 2022
A raíz de la publicación de Los rostros de Octavio Paz, el interés por el escritor mexicano ha vuelto. Braulio Peralta, autor del libro, nos cuenta en entrevista de los gustos literarios de Paz y su relación con la intelectualidad
Texto: Évolet Aceves
Fotografía: Magaly Bermúdez
CIUDAD DE MÉXICO. – Braulio Peralta es periodista y editor. Fue cofundador del diario La Jornada, donde laboró hasta 1998. Fundó y dirigió la extinta revista Equis, Cultura y Sociedad. Actualmente escribe su columna semanal en el diario Milenio. Es autor de los libros El poeta en su tierra. Diálogos con Octavio Paz (Grijalbo, 1996). Coordinador del libro de arte Tres Generaciones (la visión plástica de Francisco Toledo, Rodolfo Morales y Julio Galán) (Confederación de Educadores Americanos, 1997). El clóset de cristal (Ediciones B, 2016). Compilador del libro Juan Gabriel: lo que se ve no se pregunta (2016); Otros nombres del arcoíris (Ediciones B, 2017); entre otros más. Su libro, Los rostros de Octavio Paz (El tapiz del unicornio, 2016), ha sido reeditado en el presente año.
—Me gustaría que me hablaras sobre la experiencia que tuviste con Octavio Paz en Europa. Cuando fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
—Hay muchísima gente que critica a Octavio Paz como una persona mamona, difícil, impenetrable, fría, calculadora; todos los epítetos negativos de un ser humano, los tiene Octavio Paz según mucha gente. Para mí, era una persona, o yo era esa especie de reportero cínico que, con tal de llevar la nota a mi periódico, toca todas las puertas posibles, es algo que a ti no te debe de extrañar tampoco, vamos y tocamos puertas y nos tienen que atender porque yo necesito escribir sobre esto y porque me importa la opinión de Octavio Paz. La primera vez que me topé con él fue en una sala de prensa donde no había periodistas más que yo y el público, así es como abro yo El poeta en su tierra, con una entrevista hecha en público porque no había periodistas además de mí. Después me voy acercando a la figura de Octavio Paz y él me empieza a identificar. Lo que él no sabía es que yo iba a ir a Estocolmo a cubrir el Nobel de Literatura en 1990, y con doscientos dólares y mi boleto de avión, me voy de Madrid a Estocolmo. No tenía dónde hospedarme, una amiga que conocí ahí, Carlota Orozco, me hizo el favor de invitarme a su casa. Ahí pasé la noche y desperté frente al Danubio. Cuando me meto en el metro y me embarco rumbo al Gran Hotel, que era donde se hospedaba Octavio Paz —y el único dato que yo conocía—, ni siquiera estaba inscrito en la oficina de prensa. No estaba oficialmente apuntado como reportero para cubrir el evento.
“No me dejaban entrar al Gran Hotel, traía una gabardina, no un abrigo, si te dijera que era pobre, eso sería poco. Estaba a bajo cero grados centígrados, yo estaba tiritando, ¡cagado de frío y sin poder entrar!, y en ese momento iba pasando Octavio Paz por el elevador del hall, con tres gentes rodeándolo, pensé ‘o le grito, o le grito’.
“‘¡Don Octaviooo!’, y él, como si fuera un niño chiquito, me ve y grita: “¡Braulio!”, y va detrás de mí para que me dejaran entrar… Lo adoré. Me dio la entrevista exclusiva que salió en La Jornada, en primera plana, en diciembre de 1990. Decía el titular: “A los campesinos deberían regresarles las tierras, como marca la Constitución”. En vez de un dato literario, decidieron en La Jornada poner aquella frase.
—Los rostros de Octavio Paz, recién reeditado, abre una posibilidad para conocer a Octavio Paz a través de la mirada de los demás. De sus propios críticos.
—Yo creo que Octavio Paz tenía más aprecio por sus oponentes que por la bola de admiradores que tenía. Él sabía escuchar, tenía oído para la crítica, estaba muy atento ante lo adverso.
“Creo que sale en un buen momento porque creo que la figura de Octavio Paz está, de una u otra manera, olvidada. Ya ves que quedó intestada su obra, su biblioteca, hasta la casa de la esposa en París. Hay todo un problema de orden legal con respecto a los derechos de autor. El gobierno de Andrés Manuel ha estado buscando los espacios que le corresponden, para mi gusto, con mucha lentitud; digo, es el único Nobel de Literatura que tenemos, quizá no es un valor literario pero sí uno internacional. No es lo mismo ocuparnos de la obra de Efraín Huerta, un valor nacional, frente a uno como el de Carlos Fuentes, Elena Garro, Octavio Paz, Elena Poniatowska, cuatro figuras muy fundamentales de nuestra prosa mexicana. Me agrada que salga este libro para recordar un poco que es nuestra gran figura, y, curiosamente, ha tenido buena recepción.
—Cuéntame un poco sobre la editorial.
—El tapiz del unicornio, una editorial española y mexicana que tiene distribución general. Lo que tiene de interesante es que se imprimen los libros conforme se van vendiendo. Me parece una política muy inteligente, ellos van tirando conforme se va pidiendo.
—¿Qué encontramos en este libro?
—Es una antología crítica, porque las personas que se ocupan en discernir sobre Octavio Paz son personas que, de alguna manera, no estaban cercanas a él. No son las voces de Sheridan, Christopher Domínguez, Enrique Krauze, Anthony Stanton; sino las voces de quienes fueron sus críticos en algún momento. O con quienes discrepó en ciertas circunstancias, sobre el mexicano, sobre la poesía, sobre México, sobre asuntos torales de la política mexicana. O sea, Héctor Aguilar Camín, Poniatowska, Monsiváis, Roger Bartra, González Torres, este tipo de personajes que nos hacen ver que el mundo literario mexicano es más que sólo la figura de Octavio Paz.
—¿Es exclusivamente de ensayos o contiene entrevistas, reseñas?
—Son diez ensayos sobre Octavio Paz y diez entrevistas a los especialistas en torno a él. Yo realicé la segunda parte del libro, si bien es una antología, también es un libro de entrevistas, pero más especializadas sobre temas específicos: de traducción, que hace Pura López Colomé; de la dimensión del poeta en el tiempo actual, con los jóvenes, que lo hace Tedi López Mills, así como el apoyo que muchos poetas recibieron en su momento, siendo jóvenes, como Samuel Noyola o Víctor Manuel Mendiola, con quien incluyo una conversación en este libro.
—¿Me podrías hablar sobre el interés de Octavio Paz por apoyar a los talentos jóvenes?
—Octavio Paz fue un joven que se acercó a los Contemporáneos, también a Alfonso Reyes, tuvo relación con Julio Torri, con aquellos personajes de la esfera literaria de aquella época. Él era el joven, y fue destacando poco a poco. Octavio Paz siempre tuvo una política, una forma de apoyar a los jóvenes a través de su editorial, la editorial Vuelta.
“Aurelio Asiain era un muchacho de veinte años que hacía poesía, y Octavio Paz lo apoyó de manera muy clara, Samuel Noyola era otro muchacho de veintitantos años al que le publicó en Vuelta, al igual que a Víctor Manuel Mendiola, a quien apoyó en la publicación de dos de sus libros. Cuando Paz pasó los cuarenta, cincuenta años, empezó a voltear hacia atrás, a muchos jóvenes no los vio, no supo de ellos, o los despreció literariamente; a otros más los apoyó porque encontró en su literatura una forma de espejo.
“Paz miraba hacia el mundo del surrealismo con André Bretón, Leonora Carrington, Remedios Varo, María Izquierdo, a quien apoyó mucho, al igual que a Frida Kahlo, pero con quien, a la vez, difería desde el lado político.
—¿Cómo fue su apoyo a María izquierdo?
—Escribió de su pintura, la acercó a André Bretón, decía, incluso, que era más importante que Frida Kahlo. En su libro dedicado a las artes plásticas vienen varios textos alrededor de María Izquierdo. Octavio Paz se ocupó mucho de la pintura, de la literatura y hasta de la música, por ejemplo, la de John Cage, a quien le escribió un poema. Era un hombre con una capacidad deslumbrante, a pesar de lo que digan sus detractores.
—Y podemos ver ese acercamiento tan profundo con el surrealismo, con André Bretón, Leonora Carrington, lo vemos en su único libro de cuentos, Arenas movedizas, publicado por Alianza Editorial, ahí también se incluye la obra de teatro La hija de Rappaccini, y en la portada de ese libro aparece la portada hecha por Carrington, quien también colaboró con la escenografía de la obra teatral; se nota cómo se conjugaba esa amistad influida por el surrealismo.
—Octavio Paz apoyó Poesía en Voz Alta, aquel grupo que Juan José Arreola, Héctor Mendoza, Octavio Paz —como la figura central—, crearon e hicieron el programa de Poesía en Voz Alta. De hecho, a propósito de que dicen que no apoyaba a Elena Garro, hay que decir que la primera obra de teatro que se montó ahí, fue una de Elena Garro, porque dicen que no le quería publicar, pero recordemos que él fue quien le llevó Los recuerdos del porvenir (1963) a Joaquín Mortiz para su publicación.
—Guadalupe Nettel en algún momento mencionó que ella no está de acuerdo en la forma en que a Octavio Paz se le está criticando, porque se le está viendo desde un solo punto de vista. Creo que con el movimiento feminista estamos viendo, de cierta forma, a Octavio Paz frente a Elena Garro como figuras opuestas, y a veces nos inclinamos ciegamente hacia Elena Garro, sin ver la complejidad de su relación, la otra cara de la moneda, ¿cuál es tu opinión al respecto?
«Elena Garro y Octavio Paz fueron una pareja de amantes, está comprobado en el libro La ingobernable, de Luis Enrique Ramírez, donde claramente dice en qué poema Paz se ocupa de Garro, en qué relato se ocupa de ella, en qué momento de la historia lleva los manuscritos de Garro para que se publiquen, y la apoya para el estreno de su primera obra de teatro. En fin, ellos fueron dos grandes que vivían una relación de amor, y dos grandes en una relación de amor, no sé si sea eterna. No estoy seguro que sea eterna ninguna relación amorosa. Creo yo que, al separarse ellos, surge también, sin que lo quieran, una forma de odio, de frustración, de resentimiento, lo que es la contraparte de la relación amorosa. Yo no justifico ni el odio de Paz ni el de Garro, yo digo que así es el amor cuando termina, como terminó esta historia, donde ella sale huyendo de México en el ’68, él regresa de la India y sus vidas toman caminos diferentes; en medio de esto hay una niña: Helena Paz Garro.
“Hay que verlo desde el punto de vista humano, psicológico, desde la historia que vivieron. Tú tocas un tema fundamental, mencionas el movimiento feminista, yo diría el movimiento feminista y su transcurrir, más el movimiento #MeToo; yo creo que juzgar a Octavio Paz a partir del movimiento #MeToo es estar juzgando mal históricamente esa historia de amor, que sería imposible verla en los tiempos actuales. No podemos ver una historia de amor como la que vivieron ellos en los años ’30, ’40, ’50, a verlas en pleno siglo XXI. Lo mismo se puede decir del movimiento LGBT, sabemos que hoy existen más que sólo lesbianas y homosexuales, así como también varios movimientos feministas. Esto es lo que creo que tendríamos que entender, que el mundo cambia, el mundo se transforma, y las formas de amor de los años ’30 a ’60 no son las que estamos viviendo hoy. Creo que a partir de odios irracionales…
—¿De conjeturas simples?
—De conjeturas simples, pero sobre todo de admiración multitudinaria a Elena Garro o a Octavio Paz. ¿Son dos pilares de nuestra literatura? Sin duda. Entre las grandes mujeres, entre las grandes escritoras, están Nellie Campobello, Rosario Castellanos, Elena Poniatowska y Elena Garro. No sé si me falte alguien más. Y en mi experiencia literaria, yo apostaría por Cristina Rivera Garza, me atrevo a decir que ella podría ser una quinta mujer extraordinaria; y lo mismo pasa con la literatura hecha por los patriarcas: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Alfonso Reyes, Juan Rulfo, Juan José Arreola. No sé si me falta alguien, lo dudo.
Hoy están de moda autores de Argentina, Uruguay, Colombia, cuando en México tenemos cronistas desde el siglo XIX a la fecha”
—En tu obra literaria has abordado particularmente a dos figuras importantes: Octavio Paz y Carlos Monsiváis, ¿crees que haya algo en común entre estos dos intelectuales?
—Primero, mi obra literaria es una obra periodística, lo digo con mucha humildad y mucho orgullo, me quiero seguir considerando periodista antes que literato o escritor, porque creo que la crónica nunca ha logrado tener el lugar que le corresponde dentro del campo de la literatura, y por eso hoy están de moda, fuera de México, otros autores de Argentina, Uruguay, Colombia, cuando en México tenemos cronistas desde el siglo XIX a la fecha, y yo quiero formar parte de esa cofradía, digamos.
“Yo hice El clóset de cristal (2016) para mostrar un universo a través de Carlos Monsiváis y todo lo que ese hombre hizo por el movimiento LGBT. Una posible respuesta a tu pregunta, es que ambos eran figuras del debate público, por un lado estaba Octavio Paz, como un interlocutor de la derecha que quería dialogar con la izquierda, quizás el único que pudo encontrar ese diálogo fue Carlos Monsiváis; son dos intelectuales de gran nivel, uno era un gran cronista y el otro era un gran poeta y ensayista, que se encontraron en el debate público nacional sobre las políticas de México e internacionales, así como la lucha fratricida del poder entre izquierdas y derechas.
“A Paz lo lanzamos del lado de la derecha y a Monsiváis del lado de la izquierda, yo creo que ninguno de los dos era radical. Aunque Paz estaba dentro de la democracia, para los radicales —fuera del espectro de Monsiváis— era considerado de derecha. Muchos que estaban en contra de Carlos Monsiváis lo ubicaban dentro del Partido Comunista, pero en su vida pública no era un comunista, era un hombre que tocaba el poder de la izquierda, y que apoyó hasta el final de su vida a un personaje tan emblemático y conflictivo, desde el punto de vista del debate nacional, como lo es Andrés Manuel López Obrador.
— Para ir cerrando, quisiera que me comentaras hacia quién va dirigido este libro.
—Fíjate que originalmente no iba dirigido hacia nadie, estos ensayos me ayudaron a hacerle las preguntas a Octavio Paz. En mi libro Octavio Paz, el poeta en su tierra (1996), me encantaba el pensamiento de Carlos Monsiváis, de Aguilar Camín como historiador, para quien el dato firme tiene que estar basado en la realidad y no en una metáfora, lo cual era el centro de discusión de Aguilar Camín con Octavio Paz. Me fascinaba cómo un historiador cuestionaba las metáforas de muchos de los libros de Paz. Octavio sí sabía dónde se metía, en un vergel de ideas con la metáfora y la historia frente a lo que era propiamente la biografía, como en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe.
Son tantas las aristas de Paz que es difícil hablar de él como sólo el poeta, cuando fue ensayista, cuentista, historiador del arte; aunque Teresa del Conde en este libro, Los rostros de Octavio Paz, lo cuestione, fue un historiador del arte que veía la pintura desde la poesía, no desde el dato duro; es complicado pero interesante para un lector que se acerca a la literatura de Paz y a la de sus oponentes, que están en este libro.
“No es un libro de gran difusión, Évolet, es un libro especializado en el ensayo, la crónica, la traducción, la historia del arte, la poesía desde luego, y, al leerlo un lector común, probablemente lo deje; pero a un lector avezado en Octavio Paz, aunque piense diferente, le va a fascinar, y al lector que piensa a favor de los oponentes de Paz, le va a fascinar aún más. Yo lo hago para esos dos lectores, porque yo soy y he sido toda mi vida un reportero, no ha sido otra mi intención. Si bien, me dedico a un trabajo formal de cronista, periodístico, de entrevistas, mi intención siempre es mostrarle al lector para que él escoja.
—Es muy interesante esto que mencionas, Octavio Paz era también un historiador del arte que observaba a través de la poesía, y desde ahí registraba las expresiones artísticas.
—La puerta de Octavio Paz al terreno del arte fue la del surrealismo, y la relación con André Bretón tenía esas dos vertientes; Bretón también era poeta, ensayista y artista plástico. Paz entendió ese universo de los años ’20 para acá. Entró perfectamente, tarde, como él dice, pero entró al movimiento surrealista del siglo pasado, presente hoy. O como le dice Octavio Paz a Monsiváis, y que lo incluyo en mi libro: “el surrealismo no tiene fecha”.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona