La Casa de Acogida y Formación para Mujeres y Familias Migrantes, Cafemin, cumplió una década de cuidado y apoyo a miles de personas migrantes que pasan por la Ciudad de México. Este domingo celebró su existencia con una fiesta llena de juegos, comida y música
Texto y fotos: María Ruiz
CIUDAD DE MÉXICO.- Esta semana, la Casa de Acogida y Formación para Mujeres y Familias Migrantes, Cafemin, uno de los principales refugios para migrantes en Ciudad de México, cumplió diez años de dar servicio, por ello organizaron una fiesta con música, comida y juegos en sus instalaciones.
Cafemin comenzó hace una década a partir de la pregunta de las hermanas franciscanas sobre su misión en la vida.
“Sentíamos una necesidad de cuestionarnos, de decir a ver, ¿estamos a la altura de la realidad que nos interpela? De ahí comenzamos a hacer una relectura de carisma y nos dimos cuenta que nuestro carisma gira en torno al cuidado, protección y defensa de la vida. Nos preguntamos, ¿dónde peligra la vida en este momento? Y nos dimos cuenta que era con los migrantes. Donde la gente se expone y hay necesidad de defender su vida”, contó a Pie de Página la directora del albergue, María Magdalena Rentería.
Desde entonces Cafemin ha crecido y permanecido en la independencia, ya que no reciben ningún apoyo gubernamental.
En el aniversario estuvieron presentes migrantes habitantes de otros refugios como Casa Tochán; Giovanni Lepri, representante de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en México, Jean-Pierre Asvazadourian, embajador de Francia en México; Gerardo Talavera, director de Casa Refugiados, y Andrés Ramírez, director general de la Comisión Mexicana de ayuda a refugiados.
Giovanni Lepri, representante de ACNUR en México, habló de la importancia del trabajo en equipo entre la Agencia y los albergues de migrantes:
“En un evento donde estábamos juntos un padre mencionó que por mucho tiempo fueron cómplices con ACNUR para un mundo donde todos se puedan sentir en casa. Esta complicidad de instituciones, de sociedad civil, instituciones de estado, representantes de embajada, organismos internacionales, que sean cómplices para que exista un mundo donde todos se puedan sentir en casa. Sin duda Cafemin es un ejemplo de que es posible y esto se debe a varios elementos que se unen pero lo fundamental es que las personas son puestas al centro, personas no como migrantes, refugiados o desplazados sino como seres humanos, como mujeres, hombre, niños, niñas adolescentes con sus sueños, planes, vida por delante. Pero para que sea una vida entera necesitan mucho apoyo para tener un proceso de recuperación de lo que se ha perdido”, expresó Lepri.
El representante de ACNUR compartió que la cifra de personas desplazadas por la violencia en el mundo se ha incrementado y que lo importante es tratar de crear medidas de mitigación para acompañar a los migrantes refugiados:
“Tenemos a más de cien millones de personas desplazadas por la violencia. Es el doble de hace diez años, significa que en término de combatir las causas no solamente hemos sido malos combatiendo sino estamos creando nuevas causas, como la guerra en Europa”, añadió.
Durante el evento también participó James Rondil, migrante que hace un año llegó a pedir refugio a Cafemin y hoy trabaja con ellos. Para él el primer día que llegó a Cafemin fue inolvidable:
“Para mí era como un paraíso terrestre. Yo pagué por dos semanas de hotel, era muy complicado, salía a buscar una renta pero en aquel momento no tenía documentos de aquí. Por eso para mi Cafemin fue el comienzo de una nueva vida en México”.
Rondil recuerda que algunas personas no entienden por qué los migrantes pasan por aquí, ni tampoco cuál es el destino de esas personas:
“Creo que no deberían vernos como algo malo. Uno no está bien en su país, la seguridad… y lo buscamos en otro lado. El comienzo nunca es fácil pero si alguien quiere en México le va a ir bien, si tiene paciencia, tienes que trabajar duro para acomodarte”, explicó.
En entrevista con Pie de Página la religiosa María Magdalena Rentería encargada de dirigir el refugio compartió los aprendizajes que le ha dejado Cafemin:
“El aprendizaje más significativo es entrar en proceso de humanizar, no sólo el espacio de acogida, de bienvenida de hacer sentir a la gente que está en su casa, que somos una familia… Creo que la experiencia más importante está en el trabajo que hacemos como equipo porque el dedicar la vida a atender, acompañar, a defender a estos hermanos y hermanas migrantes no es sencillo. Estás ante una situación muy hostil, con prácticas de gobiernos muchas veces terroríficas, del tema de detenciones masivas, detenciones, deportaciones… El aprendizaje más grande es ese: cómo hacerte empático y hacerles sentir que son personas valiosas, que tienen un proyecto de vida y lo tienen que sacar adelante” compartió.
Sobre el contexto actual la directora de Cafemin se muestra preocupada. Su lectura es que cada vez sienten más la violencia en todas sus expresiones y que las personas que van llegando al albergue tienen historias más fuertes en la actualidad.
“Son realidades tremendas, terroríficas y que de repente no le ves salida y sientes que todo está en contra. Pero creo que los espacios están para eso, intentar ser un oasis en estos caminos tan difíciles y dolorosos. No veo una realidad positiva, al contrario creo que esto se va recrudeciendo más”, añadió.
Ante estas violencias encuentra la esperanza la ve en la reconstrucción de las vidas:
“Ver a la gente cuando encuentran lugares donde se les arropa, independientemente de su credo, orientación sexual o tu historia, verles apoyados hasta lo máximo. Ver a los niños contentos, felices. Ver a mujeres que van reconstruyendo su vida. Esos son signos de esperanza”, señaló.
Para la directora María Magdalena Rentería la historia de Cafemin se extenderá por mucho tiempo:
“Todavía no acabamos. Esto sigue porque cada vez los perfiles que nos llegan son experiencias más fuertes”, advirtió.
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